libros 2009: a leer pastores...

Iniciado por groucho, Enero 01, 2009, 11:07:58 AM

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Simpar

Pues me parece muy sensato todo lo que dice y expresa exactamente lo que opino sobre el islamismo:

A él le "gusta vivir en una sociedad multirracial", aunque tiene sus objeciones: "Todos los hombres son mis hermanos, pero también las mujeres lo son, y un islamista acérrimo permite la ablación del clí­toris y tener novias de nueve años, como sucede en Irán", señaló el escritor, que tiene una niña de esa edad, y le aterra la "violencia tremenda" que encierra la mera idea.

"Hay quienes opinan que no debemos interferir en esas cuestiones, que es la identidad cultural de un pueblo. Pero las mujeres no son una minorí­a, son la mitad de la raza humana", subrayó el novelista británico.

Al ser preguntado si la represión sexual es una de las bases del terrorismo islámico, como él ha sostenido en alguna ocasión, Amis dijo que los talibanes "son un caso especial, porque crecieron con la guerra civil y no saben lo que es una mujer. Viven en un mundo de hombres, y están aterrorizados con las mujeres".

Algo de culpa podrí­a tener el Corán, donde ya se dice que "las mujeres son inferiores a los hombres", recordó Martin Amis.


Por la defensa de la intolerancia !!!

Porfirio

Cita de: Huevo en Mayo 11, 2009, 03:23:01 PM
Cita de: Porfirio en Mayo 11, 2009, 12:14:20 PM
Entrevista de Martin Amis antes de participar en Hay Festival Alhambra, para promocionar su nuevo libro: La viuda embarazada.

Con los periodistas suelta perlas como que hay que agradecer a ETA el que España sea una democracia porque se cargó a Carrero Blanco, que la familia real española es más normal que la inglesa (a saber que considera este hombre normalidad) y que el islamismo es un aspecto fundamentalmente feminista y como tal el multiculturalismo es un fraude.

la entrevista entera:

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/05/10/andalucia/1241970116.html

¿que el islamismo es un "aspecto(?)" feminista?

Te ha quedado muy rara y sin sentido esta frase.
Tienes razón. Es lo que pasa cuando una escribe a todo piñón y sin leer lo que ha escrito.  Querí­a decir (imagino que no has abierto el enlace porque entonces no tendrí­a sentido la corrección) que Amis hijo ve el islamismo como un aspecto puramente feminista, o eso es lo que él ha dicho.  Si tampoco es correcto, pues las reclamaciones al maestro armero.

antibalas

No me gusta Martin Amis. Le reconozco ocurrencias puntuales, sentido del humor, pero como novelista me resbala. Me parece mucho peor que otros paisanos de su quinta, como McEwan o sobre todí­simo Barnes.

Su faceta de opinategui, en cambio, me agrada bastante. No entiendo bien esa asimilación que hace de clitotomí­a e islamismo recalcitrante, pero todo lo que sea cagarse en el fanatismo religioso se lo veré con buenos ojos. No es nada fácil decir las cosas que dice en un sitio como Gran Bretaña.

Más sobre Amis/Islam. Creo que el buen hombre tiene algunos fanes en el foro. Hace años empezó a escribir una novela cómica sobre unos terroristas ridí­culos de Afganistán, pero al cabo de unas páginas terminó abandonando el proyecto. Igual por miedo a represalias al salmanrúshdico modo, vete a saber.

Las páginas quedaron inéditas, pero vuestro amigo antibabas, con contactos en Londonistán, Calatayud y las montañas de Tora Bora, se hizo con ellas. Son muy divertidas; a ratos, descacharrantes, puro sarcasmo seco. Pongo las primeras en spoiler. Si alguien se lo lee y quiere el resto, que lo diga y lo sigo subiendo. Es muy largo para volcarlo de una vez. Está en español, tranquilizo.

EL CONOCIMIENTO DESCONOCIDO
Martin Amis

Ni siquiera ahora que entramos en la era de la guerra cósmica, y acaso eterna, deja de resultar asombrosa la compleja simbiosis de Oriente y Occidente. Aquí­, en el Centro de Planificación Estratégica, también conocido como <<el Prisma>>, hay tres sectores que, en un alarde de imaginación, solí­an llamarse Sector Tres, Sector Dos y Sector Uno. El Sector Tres se ocupaba de la logí­stica diaria, el Sector Dos de las misiones a largo plazo y el Sector Uno de las innovaciones conceptuales, pero ahora, inspirándonos en ciertas observaciones del ministro de defensa estadounidense, los tres sectores han pasado a denominarse así­: Cosas que sabemos que sabemos, Cosas que sabemos que no sabemos y Cosas que no sabemos que no sabemos, lo cual supone una evidente mejora. Huelga decir que no hay ningún sector llamado Cosas que no sabemos que sabemos, pues, además de ridí­culo, serí­a una completa pérdida de tiempo; hay que estar loco para llegar a plantearse semejante idea. Los <<conocimientos desconocidos>> no existen, aunque he de reconocer que cuando medito sobre mi extinción fí­sica â€"actividad por la cual siento cada vez mayor inclinación, la verdadâ€" llego a concebir esa categorí­a, ese marco conceptual. Yo trabajo en el Sector Uno, Cosas que no sabemos que no sabemos.

Nuestro campamento, <<el Prisma>>, está situado en la Frontera Norte. Basándose en ciertos comentarios de la prensa occidental, otros grupos presentes en la zona â€"afiliados, rivales, enemigosâ€" gustan de tildar <<el Prisma>> de simple campamento de <<escaleras de cuerda>> y <<cabañitas en los árboles>>, un <<parque de columpios>> que los estadounidenses, en el supuesto de que llegasen a descubrirlo, ni se molestarí­an en destruir. Según estos grupos, valemos menos que un misil de crucero; o si se prefiere, que un Hellfire disparado desde un Predator. Nos llaman <<soñadores>>, <<sonámbulos>>. Pues bien, todo eso está a punto de cambiar. Muy pronto el mundo entero pronunciará nuestro nombre entre susurros: en Oriente con lágrimas de orgullo; en Occidente con amargura y horror: <<el Prisma…>>. Me refiero, naturalmente, a mi propio proyecto, mi <<pequeñí­n>>, por llamarlo de algún modo. Su nombre en código es UU: VV CC/G,C.

A la derecha del patio de instrucción, el primer anexo: Cosas que sabemos que sabemos. Ahí­ es donde empezamos todos. Cuando uno piensa en la humanidad de una manera determinada â€"por ejemplo, con el único objetivo de causarle daño y sufrimientoâ€" el planeta entero se le antoja una diana palpitante. Los continentes cuelgan como enormes barrigas fofas, casi pidiendo a gritos que los rajes, los achicharres y los hagas trizas. De acuerdo, nuestras actividades en este sector son básicas y muy de andar por casa â€"cartuchos, minas, granadas, cócteles molotov, etcéteraâ€", pero la iniciación también incluye ejercicios prácticos, sí­ señor. Y entre los frecuentes escapes de gas, los fuegos accidentales y las explosiones casi diarias, la cosa encierra sus peligros.

Posteriormente, cuando con cierta solemnidad los reclutas cruzan el patio y entran en el segundo anexo, el de Cosas que sabemos que no sabemos, uno empieza a darse cuenta de que la civilización no está tan indefensa. Recorrerse Corea del Norte de tapadillo en busca de los legendarios veinticinco kilos de uranio no es un crucero de placer; ir de fábrica en fábrica por todo Uzbekistán en busca de ántrax o aerosoles asfixiantes no es precisamente un picnic. Bueno, pues todo eso es preferible que trabajar en Cosas que sabemos que no sabemos. En Bio, por ejemplo, las condiciones distan mucho de ser las idóneas desde el punto de vista sanitario. En un compartimiento, un camarada investiga los efectos de un compuesto de gas sarí­n en un burro; en el siguiente, otro camarada infiltra una toxina mixta de viruela y VX en un aspersor de jardí­n. Las epidemias letales no siempre son fáciles de controlar; por eso a los camaradas del Sector Dos siempre los delata el aliento, un penetrante tufo a jarabe para la tos que no los abandona en su deambular entre los tanques de ácido y las cubas llenas de pesticidas puros.

El sector de Cosas que no sabemos que no sabemos no se encuentra en un tercer edificio anexo; de hecho, es que no hay tercer anexo. Para llegar a ese sector hay que meterse por detrás de los lavaderos y pasar por la desinfectadora de ganado hasta encontrarse con una cabaña de madera de apariencia humilde que conocemos por el siniestro nombre de <<Choza A>>. Si un forastero echase un vistazo al interior, es probable que la atmósfera le resultase un tanto informal y despreocupada, o puede que hasta letárgica y casposa: son los ademanes y actitudes inevitables de toda reflexión intensa. En este sector el pensamiento es incisivo y de vanguardia. Sinergia, optimización… Conceptos así­ son los que intercambiamos desde una colchoneta a una esterilla en el sector Cosas que no sabemos que no sabemos. Ora un camarada aboga por dinamitar la falla de San Andrés, ora otro plantea la introducción a gran escala de la rabia â€"mezclada con viruela, polvo de ángel y esteroidesâ€" en la fauna de Central Park. Entonces se hace un silencio meditabundo. A veces estos silencios pueden durar dí­as y dí­as. Nos quedamos allí­ sentados y nos dedicamos a pensar. Lo único que se oye es algún que otro manotazo para matar un mosquito, o el crujido de un escarabajo despachurrado bajo un pie. Todas las noches, después de rezar, exhibo mi impecable inglés leyendo en voz alta las noticias que de nosotros publican  The New York Times u otros medios, todo ello gracias a un ordenador obsoleto y defectuoso que nos ha prestado el departamento Ciber de Cosas que sabemos que no sabemos.

Lo nuestro es el cambio de paradigmas. Sólo que el cambio de paradigmas representa una ventana, y las ventanas al final se cierran. Por poner el ejemplo tí­pico, la acción de septiembre de 2001, con todo el bombo que se le dio, es irrepetible. A decir verdad, a las diez en punto de esa misma mañana la táctica ya se habí­a quedado anticuada. Su eficacia duró exactamente setenta y un minutos: desde las 8:46, cuando el avión de American Airlines se estrelló contra la torre Norte, hasta las 9:57, cuando se produjo la rebelión a bordo del vuelo 93 de United. Los pasajeros del cuarto avión captaron la nueva realidad, y decidieron actuar. No se entretuvieron mucho en la finiquitada praxis de los años setenta â€"¡qué caduca y pusilánime se antoja ahora!â€" : los tí­picos cuatro dí­as de asedio sobre el asfalto tropical, la escasez de agua y ví­veres, los retretes pestilentes, el comunicado de <<condiciones>> y <<demandas>>, la paulatina liberación de mujeres y niños… y por último la rendición, o la irrupción de los comandos. No señor. Los pasajeros del vuelo 93 de United se sublevaron, y el avión se estrelló boca arriba a novecientos kilómetros por hora, a veinte minutos del Capitolio.

Por motivos diferentes, el plan UU: VV CC/G,C, ya iniciado aunque por ahora incompleto, también es irrepetible. Desde un primer momento dependí­a de algo que muy probablemente nunca volvamos a tener a nuestra disposición: todos los recursos de una nación estado. Gracias a la cólera bí­blica de los estadounidenses, capaz de arrasar montañas, eso ya pasó a la historia. A decir verdad, teniendo en cuenta el enorme precio que hubimos de pagar, muchos de los miembros de Cosas que no sabemos que no sabemos, opinamos que la acción del 11-S, desde el punto de vista criminal, fue poco menos que timorata. Nosotros habrí­amos utilizado docenas de aviones a lo largo y ancho del paí­s y nuestros objetivos habrí­an sido mucho más audaces. Nada de atentar únicamente contra los edificios emblemáticos: nosotros nos habrí­amos <<pronunciado>> acerca de todas las demás cosas que detestamos: las discotecas, los teatros, los institutos de mujeres, los recintos deportivos. Imagí­nenselo: en mitad de la noche refulgente, un 767 abalanzándose como un querubí­n rabioso sobre el estadio de los Yankees…

antibalas

Cita de: Bic Cristal en Abril 20, 2009, 11:32:02 PMVeo que crece el número de fans de "El mago": hace tiempo que no veí­a tanta unanimidad areopagita... Sin embargo, y si bien me pareció en efecto un cinco estrellas, ya comenté aquí­ ciertas reservas ante, sobretodo, la parte final de la novela. El libro es estilí­sticamente genial, los personajes están descritos con maestrí­a (especialmente en la primera parte, que es perfecta, y en el examen brutalmente cruel que le hacen a Urfe hacia el final), la narración es fluida y mantiene el interés... De hecho, no me di cuenta de una de las cosas que me mosqueaban hasta que le di un par de vueltas:

Me tocó los cojones ese cambio que sucede en la narración hacia la mitad de la novela, que convierte a Conchis de persona-indescifrable-con-vagos-poderes-mágicos en una especie de psiquiatra lacaniano con querencia por los dioramas psicomágicos. Me quedó una sensación extraña, como si el autor hubiera empezado a escribir una novela con tintes fantásticos y se hubiese arrepentido a medio proceso (si no recuerdo mal, el propio Fowles cuenta que la historia fue mutando en cierto modo a lo largo de los años que le llevó escribirla). Yo es que seré raro, pero hubiera preferido que no abandonase el rollito mágico para meterse en palabrerí­a psiquiátrica.


P & L

¡Pero si ese cambio es la misma esencia del novelón! Con todo respeto, Bic, no me entra en la cabeza que des cinco estrellas a un libro del que luego impugnas lo fundamental. De truños criptomágicos ya andan sobradas las librerí­as, por esa ví­a dudosa El Mago no se habrí­a convertido en el pedazo de libro que es. El volantazo de Fowles me parece espléndido.

yonodio

Cita de: antibalas en Mayo 11, 2009, 05:58:04 PM
... que lo diga y lo sigo subiendo. Es muy largo para volcarlo de una vez. Está en español, tranquilizo.



por supuesto, tu pega, pega (muchisimas gracias)

Cocó


Erzsebét Bathory o La condesa sangrienta

Les recomiendo esta joya de coleccionista a la que yo no me he podido resistir y que he colocado para gozo y dicha diaria sobre el atril de forja que preside mi entrada.

Papel satinado, diseño gótico y decimonónico, Pizarnik como autora maldita y suicida en su obra cumbre, ilustraciones ad hoc de Caruso (un lujo) y una historia tan real como demencial, bella y macabra.





Pasen, pasen y lean...



http://librosdelzorrorojo-joves-catala.blogspot.com/2007/05/la-condesa-sangrienta.html


Bic

Cita de: antibalas en Mayo 11, 2009, 06:34:41 PM
Cita de: Bic Cristal en Abril 20, 2009, 11:32:02 PMVeo que crece el número de fans de "El mago": hace tiempo que no veí­a tanta unanimidad areopagita... Sin embargo, y si bien me pareció en efecto un cinco estrellas, ya comenté aquí­ ciertas reservas ante, sobretodo, la parte final de la novela. El libro es estilí­sticamente genial, los personajes están descritos con maestrí­a (especialmente en la primera parte, que es perfecta, y en el examen brutalmente cruel que le hacen a Urfe hacia el final), la narración es fluida y mantiene el interés... De hecho, no me di cuenta de una de las cosas que me mosqueaban hasta que le di un par de vueltas:

Me tocó los cojones ese cambio que sucede en la narración hacia la mitad de la novela, que convierte a Conchis de persona-indescifrable-con-vagos-poderes-mágicos en una especie de psiquiatra lacaniano con querencia por los dioramas psicomágicos. Me quedó una sensación extraña, como si el autor hubiera empezado a escribir una novela con tintes fantásticos y se hubiese arrepentido a medio proceso (si no recuerdo mal, el propio Fowles cuenta que la historia fue mutando en cierto modo a lo largo de los años que le llevó escribirla). Yo es que seré raro, pero hubiera preferido que no abandonase el rollito mágico para meterse en palabrerí­a psiquiátrica.


P & L

¡Pero si ese cambio es la misma esencia del novelón! Con todo respeto, Bic, no me entra en la cabeza que des cinco estrellas a un libro del que luego impugnas lo fundamental. De truños criptomágicos ya andan sobradas las librerí­as, por esa ví­a dudosa El Mago no se habrí­a convertido en el pedazo de libro que es. El volantazo de Fowles me parece espléndido.

¿Nunca te ha pasado que, aún habiendo disfrutado de la lectura de un libro y reconociéndolo objetivamente como cinco jotas, te produzca un cierto picor escrotal un giro del argumento o un personaje o incluso la conclusión de la novela? ¿Incluso a veces por motivos de simple simpatí­a/antipatí­a personal?

Pues a mí­ se me atraganta sobremanera el psychobabble: si las librerí­as andan sobradas de criptomagia, la vida anda muy falta de magia verdadera y sobrada de psicoanálisis (y que no se me ofendan los lacanianos de guardia del foro).

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

antibalas

La continuación, Yonnon:

El proyecto UU: VV CC/G,C se lanzó en julio de 2001. Si todo hubiese salido según lo previsto, ese septiembre los estadounidenses se habrí­an llevado una segunda <<sorpresa>>. Ahora, cuatro años después, mis brazos ejecutores al menos ya se encuentran en territorio estadounidense y listos para atacar: por fin mis VV CC se acercan a G,C. Todo el proceso ha estado plagado de dificultades tan numerosas como inesperadas. No sé qué pasa, pero dos veces al dí­a me asalta una nerviosa incertidumbre; confundo el alba con el anochecer, el anochecer con el alba, y, sin querer, una parte de mi mente presagia el fracaso, cuando no el más absoluto fiasco. Eso sí­, no tardo ni un segundo en renovar mi convicción de que Dios será propicio al UU: VV CC/G,C.

Para colmo de males, últimamente no me llevo muy bien con mis esposas.

Anoche vino a verme un colega de Cosas que no sabemos que no sabemos. Ahora es un buen momento para explicar nuestros sobrenombres. Aunque con el tiempo los de la <<Choza A>> nos hemos convertido en teóricos y visionarios, lo cierto es que todos empezamos en Cosas que sabemos que sabemos, combatiendo en diversos frentes â€"Chechenia, Tailandia, Cachemiraâ€", y nuestros apodos son recordatorios de nuestro particular bautismo de sangre en primera lí­nea de batalla. Y he aquí­ un nuevo ejemplo de la <<compleja simbiosis>>, pues estos apelativos están sacados de las informaciones que de nosotros daban los medios occidentales, apelativos que después transcribí­amos aproximadamente. Es imposible exagerar la indecible veneración, la delicada solemnidad con que murmuramos nuestros noms de guerre. El colega que vino a verme ayer tiene uno de los mejores apodos: atrevido, viril y de significado evidente. No como el mí­o. Cuando me lo pusieron no dije nada, pero cada vez me hace menos gracia. Me llaman <<Ayed>>, que viene de Armamento Improvisado, Explosivos y Detonadores, sólo que Ayed ya es un nombre normal y corriente. Sin ir más lejos, el tayiko cojo que viene al pueblo una vez al mes a afilarnos los cuchillos, el canijo ese, se llama Ayed.

   â€"Traigo un recado, Ayed â€"dijo mi visitanteâ€", de parte del Tuerto.

   El té que me estaba bebiendo cambió bruscamente de dirección y me salió por la nariz convertido en estornudo.

   â€"Continúa, <<Cochebumba>> â€"dije cuando fui capaz de articular palabra. Últimamente me habí­a hecho ilusiones de que el Tuerto hubiese muerto.

   â€"No deja de preguntar por el UU: VV CC/G,C. <<¿Cuándo va a llegar el gran dí­a?>>, pregunta a todas horas. <<¿Cuándo va a ser?>>

   â€"¡â€¦el veintinueve de julio!

   Siempre habí­a imaginado que el dí­a en que pronunciase por primera vez esas palabras el eco de su importancia geo-histórica retumbarí­a en el aire â€"al fin y al cabo, se trataba de una fecha que iba a quedar marcada a fuego para los restos en el alma de Occidenteâ€", pero me salió un gallo. Ya era el 25 de julio y mis VV CC seguí­an en un agujero cerca de un pantano al este de Texas.

   â€"¿El veintinueve de julio de este año?

   â€"Como lo oyes. Está prácticamente garantizado.

   â€"Ayed, el Tuerto tiene entendido, y todos los demás también, que ha habido ciertos contratiempos.

   Solté una carcajada brusca y estridente, y me sorprendí­ diciendo:

   â€"¿Me equivoco, camarada, o nunca te he presentado a mis mujeres?

   Antes de que pudiese responderme yo ya las habí­a llamado con una sonora palmada.

Salieron de la cocina en fila. Ese dí­a me habí­a pasado la hora del almuerzo contemplando taciturno el pequeño estanque â€"o el gran charco, según se mireâ€" que se extiende al pie del plátano, justo detrás de los lavaderos. Ahora se me ocurrió que mis mujeres parecí­an cuatro renacuajos gigantes; ¿en qué terminarí­an mutando?

   â€"Verás, es que aquí­ somos muy avanzados â€"exclaméâ€". Sí­, señor. Mis mujeres se <<reúnen>> con bastante frecuencia. Bebe un vaso de agua, camarada. Está filtrada y recién sacada de la nevera.

   Ni que decir tiene que se largó al instante, todo ofendido y metiendo ruido con esa pata metálica que gasta. Su partida me proporcionó cierto alivio momentáneo, lo que aproveché, por supuesto, para cantarles las cuarenta a mis mujeres.

Pasé toda la noche sentado en un cojí­n lleno de bultos, con la cara entre las manos. No daba crédito a mi comportamiento: ¡pero si mis mujeres no se <<reúnen>> jamás! Habí­a ofendido a <<Cochebumba>>, mi valedor y camarada, famoso por su hipersensibilidad, su celo tradicionalista… y sus tremendos músculos.

Fue él quien habí­a auspiciado mi primera audiencia con el Tuerto â€"también conocido como el Ojituerto, el Mulá, el Emir, el Comandante de los Fielesâ€" aquel mismo junio; el junio anterior al septiembre de marras. La prensa ha especulado mucho acerca del asunto: ¿aprobó o no aprobó el Mulá el ataque contra los Estados Unidos? Lo cierto es que expresó sus reservas y, en un primer momento, se abstuvo de dar su visto bueno; además, esas reservas no eran las tí­picas, a saber: que perderí­a su paí­s, que tendrí­a que vivir escondido para los restos.

Nada de eso. Lo que le preocupaba eran consideraciones de í­ndole, digamos, <<ideológica>> â€"tomo el adjetivo del Informe de la Comisión del 11-S, que siempre andamos pasándonos unos a otros con exagerado desenfadoâ€": el Tuerto querí­a que el objetivo de la acción de septiembre fuese <<atacar a los judí­os>> (ibí­d.). Como yo estaba al tanto de ese interés personal, cuando acudí­ a presentarle mi plan exageré levemente el tenor antisemita â€"a la sazón inexistenteâ€" del UU: VV CC/G,C. Dicho sea de paso, la inminencia del 11 de septiembre no disuadió al Mulá de proseguir, o comenzar, su campaña otoñal contra la Alianza del Norte, inaugurada solemnemente el 10 de septiembre.

Al cabo de los seis dí­as de viaje que se tarda en llegar a nuestra segunda ciudad, me incorporé a la fila que se habí­a formado en el patio trasero de la modesta residencia del Tuerto. Muchos de los peticionarios estaban allí­ en representación de organizaciones similares al <<Prisma>> sólo que mucho más grandes, por lo que tuve que aguantar las consabidas puyas sobre hamacas, columpios y cabañas en los árboles. Después de tantas noches en autobuses atiborrados, tení­a la ropa hecha un churro y me habrí­a encantado pasar un minuto a solas con un grifo y un trapo. En términos generales, mi confianza distaba mucho de estar por las nubes. Les habí­a hecho a los pensadores de la <<Choza A>> un ensayo, por así­ decirlo, del VV CC/G,C â€"el plan todaví­a no contaba con el imprimátur <<UU>>â€" y no habí­a logrado suscitar el menor signo de entusiasmo, por no decir algo peor; de hecho, lo único que suscité fue una gélida consternación y, acto seguido, un pitorreo descarado. Asimismo, tení­a la desagradable sensación de que <<Cochebumba>>, al intervenir en representación mí­a, habí­a adoptado un tono burlesco, lo que me acarrearí­a no sólo enormes esfuerzos y dificultades, sino también la humillación y puede que hasta el castigo. Pese a todo, albergaba la esperanza de que el Tuerto captase de algún modo la osada y caprichosa genialidad de mi VV CC/G,C.

Una vez dentro de la vivienda pude observar cómo los peticionarios iban saliendo de la legendaria cámara. Se retiraban dando unos pasos hacia atrás y luego se volví­an en dirección a la puerta principal, que permanecí­a abierta en todo momento. Algunos salí­an con una mueca casi grotesca de gratitud; otros â€"llegué a contar nueveâ€" parecí­an completamente abatidos; y a dos en concreto tuvieron que sacarlos los guardias poco menos que a rastras. En su inmensa mayorí­a, las cosas como son, no salí­an ni tristes ni contentos: eran meras caricaturas de la perplejidad. A esas alturas yo ya sentí­a un deseo casi irresistible de echar a correr; notaba cómo mi cuerpo trataba de escapar, de salir de sí­ mismo y esfumarse. Entonces me llegó el turno y entré a trompicones.

Allí­ estaba el poeta guerrero, medio sumergido en una montaña de cojines, una figura imponente con su túnica y sus chancletas. Se me hací­a difí­cil sostener la mirada de su único ojo, y estuve toda la presentación desviando la vista a otra parte, a las alfombras, a la bandeja del té, a la gran caja metálica rebosante de dólares. Cuando por fin me quedé en silencio y estiré el cuello, el Mulá Omar dijo lentamente:

   â€"Dime una cosa: ¿qué deberí­amos hacer con los sodomitas? Unos sabios opinan que habrí­a que tirarlos desde un tejado bien alto; otros sostienen que habrí­a que enterrarlos en un hoyo y derrumbarles una tapia encima. ¿Qué es lo apropiado?

   Respondí­ titubeante:

   â€"Lo del hoyo y la tapia suena menos natural y, por tanto, más devoto, mi Señor.

   Entonces vi que me sonreí­a. Una sonrisa extraña, mezcla de serenidad y severidad. A lo mejor así­ es como sonrí­e Dios.

Regresé al Nordeste en una camioneta Datsun de dos puertas. Pegué unos cuantos bocinazos y supervisé la descarga de mis recientes adquisiciones â€"el potabilizador de agua, la nevera de baterí­asâ€", impresionando a mis esposas como es debido.

¿El UU: VV CC/G,C? Muy simple. Vamos a recorrer todas las cárceles y manicomios del paí­s en busca de todos los violadores compulsivos y luego los vamos a soltar en Greeley, Colorado.

Ah, mis esposas. Como siempre les digo a todas mis mujeres eventuales, <<mis mujeres no me entienden>>.

Y es que es verdad. Por ejemplo, yo soy de esos hombres que piensan que un marido deberí­a practicar sexo con sus mujeres todas las noches. O poniéndonos un poco más realistas, cada veinticuatro horas sin falta, exceptuando las habituales exenciones que dicta el calendario. Mis mujeres nunca se han negado, faltarí­a más, pero a veces muestran una cierta reticencia â€"más de actitud que de palabra u obraâ€" a mi expeditivo estilo amatorio. A estas alturas ya tengo bastante claro que lo que les molesta es que me empeñe en usar el <<RodeoMaMa>>.

El <<RodeoMaMa>> es una fruslerí­a occidental que adquirí­ por catálogo durante mi estancia en los Estados Unidos y que me vi incapaz de dejar allí­. Consiste en un cinturón de halterofilia cosido al arzón delantero de una silla de montar; se lo pones en la cintura a una de tus mujeres de tal modo que la silla le caiga justo en la zona lumbar. El único defecto que tiene el <<RodeoMaMa>> es que es muy aparatoso e incómodo de transportar. Mis esposas siempre saben cuando voy a visitar a una de mis mujeres eventuales porque me ven salir con el <<RodeoMaMa>> dentro de su vieja funda deshilachada.

Tení­a catorce años cuando mi padre, un cultivador de opio de gran talento, me llevó a los Estados Unidos. De un dí­a para otro pasé de ser un colegial satisfecho, encantado de la vida con mis tareas de recitado y memorización, a verme arrojado a ese poblacho de mala muerte que es Greeley, Colorado. Llegué en pleno invierno, lo cual amortiguó el impacto, sobre todo por el relleno de los abrigos. Una madre que parecí­a un zeppelí­n embutida en su parka guateado; su hija pequeña, más rí­gida que una hache mayúscula, embutida en el suyo; y la nieve, primero vista desde arriba, como una inundación de leche, y luego en el suelo, como una capa de azúcar que también exhalaba silencio. El impacto quedó amortiguado, pero se produjo. Sin dar apenas crédito a mis sentidos, empecé a percatarme de que habí­a mujeres motoristas, mujeres policí­as, hasta mujeres soldados; aquello me parecí­a una ignominia múltiple, un oprobio combinado. Pero nada podrí­a haberme preparado para la primavera y el verano.

Me lo susurraba a mí­ mismo mil veces al dí­a, <<pero ¿y su padre?… ¿sus hermanos?…>>, cada vez que veí­a un busto bronceado y reluciente, la marca de unas bragas en un trasero ceñido y prieto, una falda vaporosa que los últimos rayos del sol volví­an transparente, un par de pezones sobresaliendo insolentes a través de un jersey, un sostén blanco en pugna con una axila oscura, el final de una media quebrando la arquitectura de un muslo, o el mismí­simo quid de una mujer partido en dos por la cuña de unos vaqueros o un pantalón de peto. Cruzaban la pasarela con sus ondulantes vestidos estampados, indiferentes ante el hecho de que cualquiera que se apostase debajo, entre las matas de ortigas y la hiedra venenosa, podí­a atisbar todo el tijereteo de sus piernas y aquella ropa interior vergonzosamente exigua. Y cuando todas las noches sin falta, lloviera o tronara, me daba un paseo por los jardines traseros de la vecindad, cualquier contrafuerte o canalón me bastaba para obtener la visión de una mujer desnudándose con bastante descaro antes de acostarse.

Lo peor era la plaza Drake a primeros de julio, abarrotada de estudiantes en la última semana de clases antes de las vacaciones. Un maremagno infecto de refrescos dulzones, chicles, cigarrillos y carne desnuda; las niñas tumbadas en toallas y mantas, con las piernas y las barrigas al sol, esperando que cualquier hombre con ojos en la cara las fichase (así­ de bárbara era la jerga). Mientras tanto yo, sentado en un banco, trataba de concentrarme en un libro pero sacaba la desconsolada conclusión de que, en la guerra universal que libran espí­ritu y carne, el primero, aplastados sus ejércitos y quebradas sus alas, estaba degustando el sabor de la derrota. Pese a todo, los pájaros cantaban y las ardillas grises correteaban por la hierba. Todas las mañanas, en el trayecto desde la parada de autobús hasta la plaza Drake, me cruzaba con un recordatorio inanimado de cuál debí­a ser la recta apariencia de una mujer: respetada, recluida, elevada. Me refiero al buzón de color negro mate y con las esquinas redondeadas â€"a ver quién es el guapo que ficha algo así­â€" que habí­a en la avenida City, justo delante de la Aseguradora Thurgood, y al que yo solí­a echar un vistazo cuando pasaba corriendo por delante.

Fue también por esa época cuando mi autoestima recibió un duro golpe. En mi tierra natal, todo niño, a la edad de cinco o seis años, experimenta una grata oleada de orgullo al caer en la cuenta de que sus hermanas, en un aspecto fundamental, son igualitas que su madre: ellas tampoco saben leer ni escribir. Pues bien, en Greeley, Colorado, me vi dolorosamente privado de ese orgullo. Y hubo otros acontecimientos familiares que nos causaron un enorme sufrimiento a mí­, a mis hermanos… y a mi pobre padre. ¿Qué se puede hacer cuando tus hijas empiezan a tener trato con kafires, con infieles? No puedes seguir viviendo con ellas pero tampoco puedes matarlas â€"al menos en Estados Unidosâ€"; así­ que las mujeres se quedaron y los varones nos volvimos a casa.

Me pregunto si un dí­a habrá un libro llamado Informe de la Comisión del 29-J que también tenga 567 páginas, 118 de las cuales sean sólo de notas. Sigo convencido de que sí­. Y cuán tortuoso será su contenido.

El Tuerto, el del ojo único, me remitió a otro que también era tuerto, su ministro de justicia, que a su vez me remitió a su ministro de justicia (que también era tuerto). La búsqueda por todas las cárceles y manicomios del paí­s nos proporcionó cuatrocientos veintitrés VV CC. En vista de que les esperaba un viaje arriesgado â€"habrí­a muchas bajasâ€", autoricé una segunda batida dirigida a otro tipo de recluso: los pedófilos compulsivos. Obtuvimos sesenta y dos. Encerramos a los cuatrocientos ochenta y cinco compulsivos en un barracón cerca de la capital y los preparamos para el viaje con heroí­na y camisas de fuerza. Como ingrediente extra, infectamos con sí­filis D a los que todaví­a no la tení­an.

Cuando viajé a los Estados Unidos lo hice en avión, pero huelga decir que la llegada imprevista de un jumbo abarrotado de sociópatas sarnosos habrí­a provocado un cierto estupor entre los funcionarios de aduanas estadounidenses. Así­ pues, la primera etapa del viaje de los compulsivos fue un periplo de mil quinientos kilómetros en los maleteros de una flotilla de taxis desvencijados. Cuando hicimos un test de prueba con una docena de criminales y lunáticos varios, la tasa de mortalidad resultó ser del cien por cien, de manera que esta vez tuvimos la precaución de abrir unos cuantos agujeros más en la carrocerí­a y, muy a nuestro pesar, reducir cada cargamento de cuatro a dos individuos por maletero. Esto supuso que los taxistas tuvieron que volver a por una segunda tanda de compulsivos mientras los primeros descansaban en el puerto encerrados en casetas de perro. Aunque yo estaba total y absolutamente decidido a dirigir el UU: VV CC/G,C en persona, una indisposición repentina me obligó a retirarme de la operación, con lo cual toda la autoridad ejecutiva pasó a la feroz figura del Coronel Gul, comandante del Primer Batallón Mecanizado. El 3 de agosto de 2001, mis compulsivos, encadenados en la bodega de un carguero abandonado, partieron audaces hacia Somalia.

NOTA: Llegado a este punto, y por los motivos que explico más abajo, abandoné este escueto manuscrito de El conocimiento desconocido. En otra versión mucho más completa acompañaba a los compulsivos en su sanguinario viaje hasta Greeley, Colorado â€"al fin y al cabo, Greeley es la cuna del Islamismo; fue allí­ donde Sayyid Qutb dio forma a sus Hitos, el Mein Kampf de los islamistasâ€": unos piratas filipinos secuestran el carguero abandonado; los supervivientes pasan dos años en un centro de castigo de Mogadiscio; después son obligados a cruzar Etiopí­a a pie hasta llegar a Sudán, donde se topan con un ejército de unos treinta mil janjaweed que, a tí­tulo de <<advertencia>>, matan a todos los compulsivos menores de treinta años; los demás â€"que a estas alturas ya son sólo los pedófilos y el implacable Coronel Gulâ€" continúan hacia el oeste en autobús y a pie; en el Congo quedan gravemente heridos tras el encuentro con una milicia de niños armados con machetes… Etcétera, etcétera. Al final, un VC consigue llegar a Greeley, y se lo encuentran llorando y medio muerto de sí­filis en el aparcamiento de un cine. A todo esto, los matrimonios de Ayed se han deteriorado hasta tal punto que decide modificar el RodeoMaMa en el barracón de Cosas que sabemos que sabemos y llevar a cabo un cambio de paradigma que no puede fallar: un atentado suicida en su propia casa. El conocimiento desconocido al que se refiere el tí­tulo es, naturalmente, Dios.

Abandoné el relato por muchos motivos, todos ellos completamente ajenos. Como ya he dicho, el Islamismo es un sistema <<total>>, y por eso se presta con pasmosa facilidad a la sátira, pero al final me estaba dando la impresión de que la historia era prematura y, en consecuencia, iba a quedar demasiado supeditada a la fortuna: ciertos acontecimientos futuros podrí­an tornarla indefendible. Puede que un dí­a, cuando sea muy viejo â€"si es que llegoâ€", la saque del cajón… al final de la Larga Guerra.


antibalas

Cita de: Bic Cristal en Mayo 11, 2009, 10:23:21 PM
Cita de: antibalas en Mayo 11, 2009, 06:34:41 PM
Cita de: Bic Cristal en Abril 20, 2009, 11:32:02 PMVeo que crece el número de fans de "El mago": hace tiempo que no veí­a tanta unanimidad areopagita... Sin embargo, y si bien me pareció en efecto un cinco estrellas, ya comenté aquí­ ciertas reservas ante, sobretodo, la parte final de la novela. El libro es estilí­sticamente genial, los personajes están descritos con maestrí­a (especialmente en la primera parte, que es perfecta, y en el examen brutalmente cruel que le hacen a Urfe hacia el final), la narración es fluida y mantiene el interés... De hecho, no me di cuenta de una de las cosas que me mosqueaban hasta que le di un par de vueltas:

Me tocó los cojones ese cambio que sucede en la narración hacia la mitad de la novela, que convierte a Conchis de persona-indescifrable-con-vagos-poderes-mágicos en una especie de psiquiatra lacaniano con querencia por los dioramas psicomágicos. Me quedó una sensación extraña, como si el autor hubiera empezado a escribir una novela con tintes fantásticos y se hubiese arrepentido a medio proceso (si no recuerdo mal, el propio Fowles cuenta que la historia fue mutando en cierto modo a lo largo de los años que le llevó escribirla). Yo es que seré raro, pero hubiera preferido que no abandonase el rollito mágico para meterse en palabrerí­a psiquiátrica.


P & L

¡Pero si ese cambio es la misma esencia del novelón! Con todo respeto, Bic, no me entra en la cabeza que des cinco estrellas a un libro del que luego impugnas lo fundamental. De truños criptomágicos ya andan sobradas las librerí­as, por esa ví­a dudosa El Mago no se habrí­a convertido en el pedazo de libro que es. El volantazo de Fowles me parece espléndido.

¿Nunca te ha pasado que, aún habiendo disfrutado de la lectura de un libro y reconociéndolo objetivamente como cinco jotas, te produzca un cierto picor escrotal un giro del argumento o un personaje o incluso la conclusión de la novela? ¿Incluso a veces por motivos de simple simpatí­a/antipatí­a personal?

Sí­, claro, eso pasa a menudo. Bueno, en realidad no, porque entonces no les doy cinco estrellas. La nota máxima la reservo un poco más, porque si no me quedo sin techo crí­tico para los que me parecen redondos, inapelables, a los que no saco ni un fallo porque me gustan hasta las cagarrutas a pie de página de los lepismas. Ya te digo que lo que me choca es que tu único pero sea un pero tan descomunal, porque recusas algo del libro que me parece capital. Igual es que no te gustó tanto, ¿no? A mucha gente le pasa, tengo conocidos que lo ponen a caldo. Yo le doy cuatro estrellas y un aerolito.

CitarPues a mí­ se me atraganta sobremanera el psychobabble: si las librerí­as andan sobradas de criptomagia, la vida anda muy falta de magia verdadera y sobrada de psicoanálisis (y que no se me ofendan los lacanianos de guardia del foro).

P & L

Hombre, Bic, no sé qué muy bien qué decirte sobre La Bida y sus carencias de magia 'verdadera' (aunque como magia el psicoanálisis no está del todo mal), yo hablo humildemente de un libro.

Dionisio Aerofagita

Cita de: antibalas en Mayo 11, 2009, 05:58:04 PM
Su faceta de opinategui, en cambio, me agrada bastante. No entiendo bien esa asimilación que hace de clitotomí­a e islamismo recalcitrante,

De hecho, en una primera lectura de la frase, parece que está sugiriendo que en Irán se practica habitualmente la ablación del clí­toris sólo porque está dirigida por fanáticos religiosos y porque no es precisamente un paraí­so para las mujeres. Y claro, estos elementos, por sí­ solos, no producen la ablación del clí­toris, que es una práctica mayormente africana (aunque el segundo al menos ayuda bastante).
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Bic

Cita de: antibalas en Mayo 11, 2009, 11:16:11 PM
Igual es que no te gustó tanto, ¿no? A mucha gente le pasa, tengo conocidos que lo ponen a caldo. Yo le doy cuatro estrellas y un aerolito.

Hombre, esto es como la diferencia entre un hotel cinco estrellas y un cinco estrellas Gran Lujo. Me esperaba lo segundo y me di cuenta de que era más bien lo primero cuando ya llevaba unas noches de estancia agradable pero echando en falta la griferí­a de oro. Nosésimexplico.

Mis superlativos absolutos los guardo para Bolaño. ;D Bueno, y para El Péndulo de Foucault, pero eso ya por obsesiones mí­as.

CitarHombre, Bic, no sé qué muy bien qué decirte sobre La Bida y sus carencias de magia 'verdadera' (aunque como magia el psicoanálisis no está del todo mal), yo hablo humildemente de un libro.

Pero... Pero... ¿Se habla de libros en el hilo de libros?
(A la negrita: vade retro, Satanás).

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Ya que estoy aquí­, hace dí­as empecé un mensaje y lo dejé a medias, en respuesta a Su Majestuosidad la Rana:

Cita de: Don Pésimo en Abril 25, 2009, 03:24:13 PMEn otro orden de cosas, acabo de terminar Vida de Pi, que recuerdo vagamente que fue recomendada hace mucho en uno de esos hilos de libros que tanto os gusta enterrar, y me uno con entusiasmo al coro de adeptos.

A Simpar y a mí­ (no recuerdo si a alguien más) nos gustó mucho ese libro, aunque por ejemplo Mon piensa que es infame. En mi opinión, son realmente brillantes tanto los primeros capí­tulos, con la presentación del personaje, como los últimos, donde se le da sentido a toda la novela (dejando por cierto un mal cuerpo importante).

Y vaya coincidencia ésto, por cierto:

Cita de: Don Pésimo en Abril 25, 2009, 03:24:13 PMComo bálsamo para la desolación en que se ha sumido mi ánimo (cada vez estoy más delicado) acabo de empezar 84, Charing Cross Road, que aunque en conjunto estoy seguro de que tampoco será la alegrí­a de la huerta, tiene pinta de ser menos extremo.

Y es que precisamente acabo de terminar esta misma novelita, obtenida de manos de la vizcondesa de J Juana durante el último club del libro. "84 Charing Cross Road", de Helene Hanff.



En realidad el librito no es una novela, sino una sucesión de cartas auténticas que intercambiaron durante décadas, empezando en los años cincuenta, la autora (americana guionista de Hollywood) y el dueño de una librerí­a londinense de segunda mano. El resultado es muy interesante, lleno de referencias bibliófilas, ironí­a anglo-americana y (esto me gusta especialmente) una serie de sub-historias que no se explicitan sino que quedan insinuadas. El recibimiento de los regalos que la autora enví­a al personal de la librerí­a (especialmente valiosos en tiempo de racionamiento post-guerra mundial), los posibles celos de la mujer del librero y sus motivos, los libros que busca Helene a medida que su carrera se estanca, su viaje a Londres aplazado una y otra y otra vez...   Un libro "blanco", alegre y  que deja sin embargo un saborcillo amargo en su desenlace...

P & L  
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Don Pésimo

Te recomiendo entonces, encarecidamente, The Duchess of Bloombury Street, que no es más que el diario de la estancia de la autora en Londres, cuando a principios de los 70 por fin pudo ir con ocasión de la presentación en UK de 84, Charing Cross Road. La visión de la ciudad desde el punto de vista de una excéntrica bibliófila que nunca habí­a salido de Nueva York pero que se habí­a pasado la vida soñando con ella a través de la literatura inglesa es impagable, con momentos de gran descojonación. Desgraciadamente no está traducido, pero no es tan difí­cil.

Me cago en el Sistema Solar

Merrick

Como sigan produciendo tantas series tan buenas y tan rápido creo que jamás volveré a leer un libro. Puta indolencia. Con deciros que tengo a medias El trabajo es el infierno, de Matt Groening...
SI YORAS PORKE NO PUEDES VER EL SOL LAS LAGRIMAS NO TE DEJARAN VER LAS ESTREYAS XD LOL JAJAJ WAP@ ¡¡!!!!:D

antibalas

Life of Pi es un libro buení­simo. No me gustan los primeros capí­tulos, los de la presentación del personaje, que me resultaron ñoñetes, una mala copia de Midnight Children o cualquier otra chufla realistomágica de Rushdie, con esas coñitas onomásticas más que deudoras del angloindio. Pero el resto de la novela me encantó. Sólo por lo de la isla carní­vora ya merece la pena leerlo. La idea de un niño en una barca con un tigre es genial. Qué pena que no sea idea original del autor, sino que se la tomase 'prestada' tal cual y sin permiso al brasileño Moacyr Scliar.

antibalas

Pues te recomiendo resucitar el gusanillo de la lectura con esta selección, Merrick:



Con eso ya vas haciendo estómago para la Fenomenologí­a del espí­ritu, Sein und Zeit, y demás lecturillas de verano.