libros 2009: a leer pastores...

Iniciado por groucho, Enero 01, 2009, 11:07:58 AM

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Zimm...

Sigue, has comenzado el camino. Poco a poco el espí­ritu de la novela va tomando forma y te vas dando cuenta que cualquier aproximación que se haya hecho a ella en estos capí­tulos es errónea.
I found it in the street/ At first I did not see/ Lying at my feet/ A trampled rose

Dan

Más te vale. Estaba esperando a que alguien respondiera para hacerlo responsable de cualquier cosa que ocurra. Te tengo calado, sé cómo te llamas, dónde vives y, lo que es peor, vives bajo mi égida.

Creí­a que iba a ser Bic, pero así­ es mejor: tienes menos defensa.

Lacenaire

Cita de: Zimmerman en Mayo 28, 2009, 09:53:42 AM
Cita de: Doppelgí¤nger en Mayo 27, 2009, 05:13:43 PM
Como sea un criptospoiler juro por la virgen del cerro que te hago picadillo.

¿Lo estás leyendo ahora? ¿De verdad no has sacado tu nick de ese libro? Pensaba que sí­, no es un spoiler, en determinado párrafo aparece esa palabra, que yo no sabí­a que significaba.

Medio leyendo, porque ahora no tengo mucho tiempo, pero sí­. Lo de Dppgng viene de una coña que me hicieron por ahí­.

Bic

Cita de: Dan en Mayo 28, 2009, 10:19:54 AM
Creí­a que iba a ser Bic, pero así­ es mejor: tienes menos defensa.

¿Eh? ¿Yo? ¿Llamabas?
Ah, por lo de "Los detectives salvajes". Hombre, no sé, que a mí­ ese libro me parezca absolutamente genial de principio a fin no significa que tenga que gustarle a todo el mundo... Pero estoy con Zimm y con lo que dijo Tejemaneje en su momento: el libro es un puzzle perfectamente encajado, y para disfrutar su estructura hay que leerlo todo. Y vamos, no esperes encontrar un argumento con "giros de guión" y sorpresas detectivescas: es más bien un retrato en plan mosaico literario de una época, una forma de ser o de sobrevivir...

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Tengo varios libros para comentar aquí­, aunque la verdad es que en los últimos meses he leí­do mucho menos que antes... Sobretodo porque estoy dándole un empujón a lo de aprender japonés y ahora practico kanjis durante los intervalos de transporte público que antes reservaba a la lectura.

He encontrado tiempo, eso sí­, para terminar el muy areopagita "Vida y destino", de Vassili Grossman, amablemente prestado por yonnondio.



Y qué puedo decir: es un novelón fantástico, que mueve centenares de personajes por decenas de escenarios (un campo de concentración, Stalingrado, Moscú, un gulag, la estepa...) dándole a cada uno un ambiente, un propósito, un estilo. Tiene obviamente escenas muy duras: la entrada en la cámara de gas, la locura de una madre ante el cadáver de su hijo soldado, el capí­tulo de Abarchuk en el gulag, el interrogatorio de Krí­mov en la Lubianka, la carta de despedida de Ania Semionovna a su hijo... Y otras que presentan reflexiones muy interesantes de forma novelada: la merienda de Liss en la que se le informa de la Solución Final, la carta-panfleto de Ikonnikov (el "loco sagrado") sobre la bondad, la paranoia imperante en el laboratorio de Shtrum, los cameos de Stalin, Hitler y von Paulus... Y, sobre todo, la escena que debió pesar más que ninguna otra en la decisión de las autoridades rusas de censurar el libro: un Strumbannfí¼hrer (o como coño se escriba) del campo de concentración discutiendo con un bolchevique sobre las similitudes entre el régimen nazi y el estilo estalinista...

Y he estado leyendo, por seguir en la temática, "Koba el temible", del también areopagita Martin Amis.



Mucho se ha hablado aquí­ de Amis, pero dado que he leí­do poquita cosa suya (sólo "Éxito", si no me equivoco) me limitaré a decir que al menos este semi-ensayo es entretenido y está bastante bien. He visto por ahí­ que a "Koba el temible" se la critica como una especie de recopilatorio-resumen de "Archipiélago Gulag": teniendo en cuenta que en este mismo foro se ha descrito este último libro como "una guí­a telefónica de atrocidades", ya me parece bien que Amis lo haya extractado, resumido y comentado, que paso bastante de leerme el original.

Amis mezcla detalles autobiográficos (totalmente irrelevantes pero entretenidos) con una especie de burla amarga de Lenin, Trotsky, Stalin y todo el sistema comunista en general, en un tono muy logrado entre el horror, el choteo y la sorpresa por la "buena fama" del comunismo en occidente, que en determinados momentos me ha recordado... A Ariete.

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Zimm...

Curioso, yo estoy leyendo en paralelo Archipiélago Gulag y Stalingrado, vamos a acabar todos subnormales.
I found it in the street/ At first I did not see/ Lying at my feet/ A trampled rose

Ariete

¿Y no te están saliendo estigmas?, algo como quemaduras en la mano con la que sujetas el libro, mientras a saber qué estás haciendo con la otra, prefiero no pensarlo.

yonodio

#771
Cita de: Zimmerman en Mayo 28, 2009, 11:44:02 AM
Curioso, yo estoy leyendo en paralelo Archipiélago Gulag y Stalingrado, vamos a acabar todos subnormales.

El de Beevor?

Yo me voy a pillar este:



para completar una buena trilogia sobre la represion estalinista.

Edito, creo que debe molar un huevo, visto lo visto:

El historiador británico Orlando Figes, especialista en la Historia de Rusia en el siglo XX, se está convirtiendo a marchas forzadas en un personaje popular en el paí­s objeto de su estudio. Hasta 2007 sus obras habí­an versado, fundamentalmente, acerca de la Guerra Civil y la Revolución Rusa. Si bien La Revolución rusa: La tragedia de un pueblo 1891-1924 era crí­tica con los Héroes de la Revolución, en 1996, fecha de su publicación, sus tesis eran aceptables para un gobierno democrático ruso todaví­a en pañales que intentaba hacer tábula rasa con el régimen comunista finiquitado por Gorbachov en 1991.

En 2007 se publicó Los que susurran (que próximamente verá la luz traducida al español en Edhasa), una obra acerca de la vida del ciudadano común soviético durante la Rusia estalinista. Curiosamente, y aunque ha sido publicada en todos los idiomas europeos de la antigua Unión Soviética, todaví­a no lo ha sido al ruso. La traducción corre a cargo de Dynastia, una organización sin ánimo de lucro, pero a dí­a de hoy Figes no cuenta con casa editora en Rusia después de que la editorial Atticus, con quien habí­a firmado un contrato, haya decidido romper dicho acuerdo de forma unilateral. Orlando Figes ha declarado desde Holanda, donde se encontraba asistiendo a un seminario, que Atticus ha sido presionada por el Kremlin para tomar esta decisión, tal y como recogió el diario británico The Guardian, para el cual escribió unas lí­neas explicando lo que él considera como una auténtica campaña de censura de su obra orquestada por Putin y otros altos cargos rusos.

Los que susurran

Existen dos hechos demostrados: el primero, la actitud de Atticus. Más importante si cabe es lo ocurrido a principios de diciembre pasado, cuando un grupo de miembros de las fuerzas de seguridad rusas entraron, ataviados de pasamontañas, en la sede de la Sociedad de la Memoria, en San Petersburgo. En teorí­a estaban buscando, en palabras del propio Figes, un “artí­culo de un diario sin conexiones con la Sociedad de la Memoria”, lo que él considera como mera excusa para obtener importante información que él usó para su polémico libro. Así­, los policí­as confiscaron gran cantidad de material, en especial varios discos duros que contení­an bases de datos con información biográfica de las ví­ctimas de la represión bajo Stalin, detalles sobre fosas comunes en los alrededores de la ciudad del Hermitage y la Perspectiva Nevsky, grabaciones de sonido y transcripciones de entrevistas.

Siempre según Figes, desde hace unos años la administración Putin está intentando suavizar por todos los medios la imagen negativa que, en el ruso de a pie, se tiene acerca de Stalin y sus más de treinta años de férreo dominio de la URSS. No se trata, en todo caso, de rehabilitar la figura del dictador georgiano, sino más bien hacer menos hincapié en su polí­tica de gulag, paranoia clí­nica y represión y más en sus logros (victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial, industrialización del paí­s, reconocimiento internacional, etc.). Nuevos libros de texto más acordes con la nueva dirección tomada han sustituido a los viejos en los que Stalin no salí­a demasiado bien parado, por poner un ejemplo citado por el historiador, que es consciente de que su última obra no es precisamente magnánima con las actitudes que, hacia los ciudadanos y Rusia en general, tuvo el sucesor de Lenin.

Ariete

Cita de: Bic Cristal en Mayo 28, 2009, 11:27:01 AM


Amis mezcla detalles autobiográficos (totalmente irrelevantes pero entretenidos) con una especie de burla amarga de Lenin, Trotsky, Stalin y todo el sistema comunista en general, en un tono muy logrado entre el horror, el choteo y la sorpresa por la "buena fama" del comunismo en occidente, que en determinados momentos me ha recordado... A Ariete.

P & L

Vaya, pues gracias. Ese libro lo leí­ hace unos meses y creo que comenté algo al respecto por aquí­. Me gustó bastante, y tiene su mérito saber mantener ese tono de indignación que gasta durante doscientas y pico páginas.  Los de Staligrado y Archipielago los empecé pero no me llegaron a enganchar y por ahí­ los tengo a medias. Ya miraré este que recomienda Yonnodio a ver qué tal.

yonodio

Cita de: Ariete en Mayo 28, 2009, 12:45:50 PM
Cita de: Bic Cristal en Mayo 28, 2009, 11:27:01 AM


Amis mezcla detalles autobiográficos (totalmente irrelevantes pero entretenidos) con una especie de burla amarga de Lenin, Trotsky, Stalin y todo el sistema comunista en general, en un tono muy logrado entre el horror, el choteo y la sorpresa por la "buena fama" del comunismo en occidente, que en determinados momentos me ha recordado... A Ariete.

P & L

Vaya, pues gracias. Ese libro lo leí­ hace unos meses y creo que comenté algo al respecto por aquí­. Me gustó bastante, y tiene su mérito saber mantener ese tono de indignación que gasta durante doscientas y pico páginas.  Los de Staligrado y Archipielago los empecé pero no me llegaron a enganchar y por ahí­ los tengo a medias. Ya miraré este que recomienda Yonnodio a ver qué tal.

No te engancho el Stalingrado de Beevor   :o :o :o?. Prueba, con "Berlin, la caida"

Zimm...

Cita de: Ariete en Mayo 28, 2009, 12:13:44 PM
¿Y no te están saliendo estigmas?, algo como quemaduras en la mano con la que sujetas el libro, mientras a saber qué estás haciendo con la otra, prefiero no pensarlo.

A ver que hubieras hecho tú con los enemigos de Rusia si no...Me parece lamentable que se llegara a publicar..¡Los trapos sucios se lavan en casa! ¿No tuvistéis bastante con el congreso del Partido de 1956?

A mi Stalingrado me cansa un poco por las batallitas, pero tiene párrafos antológicos.
I found it in the street/ At first I did not see/ Lying at my feet/ A trampled rose

casio

Vaya, parece que estamos pasando de la moda nazi a la moda comunista, Yo resién terminé este:



Que en realidad  deberia ir en el hilo de ensayos. Libro sin garra, que deja los temas más fascinantes apenas esbozados, pero aun así­ es un buen libro introductorio a la evolución politica interna de la URSS y la relación entre esta y politica exterior.

Pinceladas:

- La agresividad  sovietica frente a Occidente puede considerarse defensiva, excepto los primeros años de Stalin tras la SGM. Se pordria decir que la postura diplomatica de la URSS fue pasiva-agresiva, derivada de la certeza de su inferioridad nuclear frente a EEUU. La actitud actual de Corea del Norte puede entenderse como una copia  bufonesca  de la politica sovietica de  obligar a Occidente a negociar en base a la "igualdad".

- Pero el arma occidental al que nunca encontró  respuesta fue el exito economico de Occidente. Desde la división de Alemania a finales de los 40 a la caida de la RDA Occidente tuvo la carta ganadora  de su exito economico, mientras que el imperio de la URSS costaba millones de rublos de subvenciones para mantener las economias de sus alidados minimamente en funcionamiento.Al final la pela fue decisiva.

- Breznev es un tipo que queda sorprendentemente bien, en el analisis de los dirigentes sovieticos. Mucho mejor que Gorbachov o Jruschev.




Mozart

#776
Cita de: yonnondio en Mayo 27, 2009, 06:37:49 PM
Cita de: Mozart en Mayo 27, 2009, 06:13:30 PM
Cita de: Porfirio en Mayo 27, 2009, 02:18:44 PM
No domino el inglés lo suficiente como para leer un libro. La cosecha no está incluida en el único libro que tengo yo en spanish, a saber: Razones para vivir.  Colgué los enlaces que encontré en google, pero ni siquiera la habí­a leí­do por lo que ya advertí­a que la traducción era así­ como un poco rara.



Por cierto, Cuentos Completos fue finalistas en el premio Pen/Faulkner de 2006 que finalmente ganó Roth.



El original en inglés está bastante bien, me ha gustado. Quizás además de la traducción penosa, lo que dificulta un poco la comprensión es que la autora está realizando en este cuento un tipo de ejercicio literario en el que relata una historia y luego en una segunda parte nos informa de los datos y hechos que distorsionó o cambió por aquello de que "nada es tan malo como podrí­a haber sido". Si os interesa acabo de traducirlo y os lo pego por aquí­.



Yo lo agradeceria, aunque no hay prisa (hoy toca furtbol, no lectura)

Ahí­ va, nen. Por si quieres contrastarlo, el original en inglés, AQUí

LA COSECHA
(The Harvest)

Por Amy Hempel


El año en que empecé a decir búcaro en vez de jarrón, un hombre que apenas conocí­a casi me mató accidentalmente.

Este hombre no resultó herido cuando el otro coche colisionó con el nuestro. El hombre al que habí­a conocido durante tan sólo una semana me sostení­a sobre el asfalto de manera que no pudiera verme las piernas. Recuerdo haber sido consciente en ese momento de que no debí­a mirarlas, y también de que las habrí­a mirado si hubiera podido.

Mi sangre manchó la parte de delante del traje de este hombre.

-Te pondrás bien, pero este suéter está totalmente destrozado -me dijo.

Chillé por temor al dolor. Pero en realidad no sentí­a nada. En el hospital, tras unas cuantas inyecciones, supe que flotaba el dolor por la habitación... pero no sabí­a de quién era ese dolor.

Para cerrar las heridas de una de las piernas necesitaron darme cuatrocientos puntos, los cuales, al relatarlo, se convirtieron en quinientos puntos, porque como ya se sabe nada es tan malo como podrí­a serlo.

Los cinco dí­as que pasaron hasta que supieron si podí­an salvarme la pierna los transformé en diez dí­as. 

Fue el abogado el que utilizó la palabra. Pero de esto hablaré dentro de dos párrafos.

Estábamos hablando sobre el aspecto fí­sico, cuán importante es. Yo dije que éste era crucial.

Creo que el aspecto fí­sico es crucial.

Pero este tipo era abogado. Estaba sentado en una silla de vinilo azul cerca de mi cama. Y cuando él hablaba de aspecto fí­sico en realidad se referí­a a la cifra que yo consideraba que podí­a reclamar por la pérdida sufrida en mi aspecto fí­sico ante un tribunal de justicia.

Estaba claro que al abogado le encantaba decir “tribunal de justicia”. Me dijo que habí­a intentado sacarse la titulación de abogado en tres ocasiones antes de lograrlo.  Me contó que cuando lo consiguió sus amigos le regalaron unas preciosas tarjetas de negocios con las letras en relieve, pero donde se suponí­a que debí­a leerse “Abogado-en-Ejercicio” se leí­a “Abogado-por-fin” [N.T.: en el original Attorney-at-Law / Attorney-at-last].

Él ya se habí­a ocupado de presentar la reclamación por pérdidas de ingresos, alegando que jamás podrí­a ser azafata de vuelo. El hecho de que nunca hubiera tenido intención de convertirme en azafata era totalmente irrelevante desde el punto de vista legal, me dijo.

-Hay otra cosa, -dijo él-. Tenemos que hablar acerca de tu “matrimoniabilidad”

Lo normal hubiera sido preguntar “¿matrimo-qué?” pero supe perfectamente y a la primera a lo que se referí­a.
Yo tení­a dieciocho años. Le dije:
-¿No tendrí­amos que hablar primero sobre mi “ligueabilidad”?

El hombre de una semana ya se habí­a marchado, el accidente lo condujo de vuelta con su esposa.

-¿Crees que el aspecto fí­sico es importante? â€"le pregunté antes de que se marchara.
-En principio, no â€"dijo él.

En mi barrio vive un tipo que fue profesor de quí­mica hasta que una explosí­ón le arrebató el rostro y lo dejó con lo que hay detrás. El resto de lo que quedó de él va vestido elegantemente con trajes oscuros y zapatos brillantes. Lleva un maletí­n al campus universitario. “Qué gran apoyo, su familia”, decí­a la gente, hasta que un dí­a su esposa se llevó a los niños y se mudó a otro lugar.

En el solarium una mujer me enseñó una foto. Me dijo: “Éste era el aspecto que tení­a mi hijo”.

Yo pasaba las tardes en la sala de diálisis. A ellos no les importaba que estuviera mientras quedaran tumbonas libres. Tení­an allí­ un televisor a color con pantalla panorámica, era mejor que el que tení­an en la sala de rehabilitación. Las noches de los miércoles veí­amos un programa en el que unas cuantas mujeres vestidas con ropa cara aparecí­an en lujosos escenarios amenazándose con arruinarse las unas a las otras.

A mi lado habí­a un hombre que tan sólo recitaba números de teléfono. Si le preguntabas qué tal estaba, te respondí­a: “924-3130”, ó “757-1366”. Hací­amos cábalas acerca de lo que podrí­an significar estos números, pero en realidad a nadie le importaba lo más mí­nimo.

Algunas veces, a mi otro lado se sentaba un niño de doce años. Tení­a las pestañas gruesas y oscuras por la medicación que le daban para la tensión. Era el siguiente en la lista de transplantes, en cuanto cosechasen un riñón (utilizaban el verbo “cosechar”).

La madre del chico rezaba para que hubiera conductores borrachos.
Yo rezaba para que hubieran hombres que no me discriminasen.

¿No somos todos en definitiva la cosecha de otros?, pensé.

Cuando acababa el programa una enfermera de planta me llevaba en la silla de ruedas de vuelta a mi habitación. Me preguntaba: “¿Por qué pierdes el tiempo mirando esa basura? ¿por qué no me preguntas simplemente qué tal me ha ido el dí­a?”

Tardaba quince minutos en meterme en la cama, apretando y aferrándome a los asideros de goma. Una de las medicinas me estaba dejando los dedos agarrotados. El doctor me dijo que me la seguirí­a suministrando hasta que no pudiera abotonarme la blusa â€" un uso metafórico de la palabra,ya que se referí­a a alguien con camisón de algodón.

El abogado dijo: “Labores benéficas”

Se abrió la camisa y me mostró los puntos en donde un acupuntor le habí­a untado el pecho con jarabe de cola, para luego clavarle cuatro agujas y decirle que la verdadera cura se hallaba en las labores benéficas.
Yo pregunté: “¿Una cura para qué?”
El abogado dijo: “Eso es irrelevante”

En cuanto supe que iba a salir de ésta, tuve la certeza de que en realidad estaba muerta pero que aún no lo sabí­a. Pasaba los dí­as como una cabeza decapitada que acabase de pronunciar una frase. Esperaba que de momento eso me hiciera olvidar mi simulacro de vida.

El accidente tuvo lugar al anochecer, así­ que era sobre todo a esas horas cuando me sentí­a de esta manera. El hombre al que habí­a conocido una semana antes me estaba llevando en coche a cenar cuando ocurrió. El restaurante estaba en la playa, una playa sobre una bahí­a desde la que se pueden contemplar las luces de la ciudad, un lugar desde el que se puede contemplar todo sin tener que escuchar nada.

Bastante tiempo después regresé a esa playa yo sola. Conduje hasta allí­. Era el primer dí­a soleado de playa; llevaba puestos unos pantalones cortos.

En la orilla me quité los vendajes elásticos y me dirigí­ hacia la espuma. Un chico con traje de neopreno me miró la pierna. Me preguntó si me lo habí­a hecho un tiburón; habí­an avistado grandes tiburones blancos a lo largo de esa parte de la costa.

Le dije que sí­, que me lo habí­a hecho un tiburón.

-¿Y vas a volver a meterte? â€"preguntó el chico.
-Y voy a volver a meterme â€"le respondí­.

Omito muchas cosas cuando cuento la verdad. Lo mismo que cuando escribo una historia. Voy a contaros ahora lo que he omitido en “La cosecha”, y quizás me pregunte por qué  he tenido que omitirlo.

No hubo otro coche. Tan sólo hubo un coche, el que me golpeó cuando iba sentada en la parte trasera de la motocicleta del hombre. Pero pensad en el engorro que supone pronunciar todas las sí­labas de motocicleta.

El conductor del coche era un reportero de prensa. Trabajaba para el periódico local. Era joven, recién licenciado, e iba de camino a una reunión de trabajo para cubrir una amenaza de huelga. Si digo que por aquel entonces yo era estudiante de periodismo, es un dato que quizás no habrí­ais aceptado en “La cosecha”.

Durante varios años seguí­ informándome sobre la carrera profesional del reportero. Fue el que sacó a la luz la historia del Templo de las Personas y que terminó con la huí­da de Jim Jones a Guyana. Luego cubrió la historia de Jonestown. En la redacción del San Francisco Chronicle, mientras el número de muertos subí­a hasta los novecientos, se iban dando las cifras como si fueran donaciones en un programa de recolecta benéfica. Al rebasar los cien muertos, alguien colocó un cartel en la pared en el que se leí­a: JUAN CORONA, ¡CHÚPATE ESA!

En la sala de emergencias, en realidad mi pierna no precisó cuatrocientos puntos, sino un poco más de trescientos. Exageré incluso antes de empezar a exagerar, porque es cierto que nada es tan malo como podrí­a serlo.

Mi letrado no era un abogado-por-fin. Era socio de uno de los bufetes más antiguos de la ciudad. Y nunca se habrí­a abierto la camisa para enseñarme los puntos de acupuntura,   a la que nunca hubiera recurrido.

“Matrimoniabilidad” era el tí­tulo original de “La cosecha”.

Los daños que sufrí­ en la pierna fueron considerados tan sólo estéticos, aunque quince años más tarde aún soy incapaz de arrodillarme. Tras un acuerdo previo la noche de antes del juicio, me compensaron con casi 100.000 dólares. El seguro del coche del reportero se incrementó en 12.43 dólares al mes.

Me sugirieron que me frotara la pierna con hielo, para hacer que las cicatrices resaltasen más antes de que tuviera que levantarme la falda ante el tribunal tres años después. Pero no habí­a hielo en las dependencias judiciales, así­ que no tuve ocasión de aprobar o suspender esa prueba moral.

El hombre de una semana, cuya motocicleta estuvo involucrada, no era un hombre casado. Pero cuando creí­ais que tení­a una esposa,  ¿no era yo entonces responsable de haber hecho algo? ¿Y no me lo merecí­a?

Tras el accidente, el hombre se casó. La chica con la que se casó era una modelo de pasarela (“¿Piensas que el aspecto fí­sico es importante?”, le pregunté antes de marcharse. “En principio no”, dijo él).

Además de ser una belleza, la chica valí­a millones de dólares. ¿Hubierais aceptado esto en “La cosecha”?... ¿que la modelo fuera además una rica heredera?

Es cierto que habí­amos ido a cenar cuando ocurrió. Pero el lugar desde el que se puede ver todo sin tener que oí­r nada no era una playa en una bahí­a; era la cima del Monte Tamalpais. Ya habí­amos cenado cuando subimos la serpenteante carretera de montaña. Ésta es la versión que da pie a una ironí­a perfecta, así­ que no os importará que os diga que durante los siguientes meses, desde la cama del hospital, disfruté de una espectacular vista de esa misma montaña.

Hubiera incluido esto que sigue en la historia si alguien lo hubiera creí­do. ¿Pero lo habrí­ais creí­do? Yo estuve allí­ y no lo creí­.

El dí­a que me operaron por tercera vez, hubo un intento de fuga en el Centro de Máxima Seguridad anexo al Corredor de la Muerte, en la prisión de San Quintí­n. George Jackson, alias “Soledad Brother”, un negro de veintinueve años, se sacó una pistola  del calibre 38 y gritó, “¡Se acabó!” y abrió fuego. Jackson acabó muerto, así­ como tres celadores de la prisión y dos camareros,  o presos que se ocupan de llevar la comida a otros prisioneros.

Otros tres celadores recibieron cuchilladas en el cuello. La prisión se encuentra a unos cinco minutos en coche del hospital Marin General, así­ que fue allí­ donde llevaron a los celadores heridos. Los trajeron tres clases distintos de policí­as, incluyendo la Patrulla de la Autopista de California y los ayudantes del comisario del Condado de Marin, armados hasta los dientes.

Habí­a algunos policí­as apostados en el tejado del hospital con rifles; también hací­an guardia en los pasillos, ordenando a los pacientes y visitantes que regresaran a sus cuartos.

Cuando me llevaron en silla de ruedas a la sala de Recuperación más tarde ese mismo dí­a, vendada desde la cintura hasta los tobillos, tres agentes y un comisario armado me cachearon.

En las noticias de la noche pusieron un reportaje sobre la revuelta en prisión. Aparecí­a mi cirujano hablando con los reporteros, indicando con un dedo en su garganta cómo habí­a salvado a uno de los celadores cosiéndole un tajo de oreja a oreja.

Cuando vi  a mi doctor en la pantalla del televisor, y debido a que los pacientes de un hospital suelen andar ensimismados y también debido a que estaba drogada, creí­ que el cirujano estaba hablando de mí­. Pensé que estaba diciendo: “Bueno, ella está muerta. Y  estoy informándole ahora que se encuentra en cama.”

La siquiatra que me trató por consejo de mi cirujano dijo que ésa era una sensación muy común. Me dijo que las personas que acaban de padecer un trauma y que aún no lo han asimilado creen con frecuencia que están muertas y que no lo saben.

Los grandes tiburones blancos de las aguas cercanas a mi casa atacan de una a siete personas cada año. Sus ví­ctimas más habituales son los buceadores que pescan abalones. Estando los lomos de abalón a treinta y cinco dólares el kilo y subiendo, el Departamento de Pesca y Caza vaticina que probablemente los ataques de tiburón no disminuyan.

[Originalmente publicado en The Quarterly, y posteriormente en la colección de relatos breves de Amy Hempel, “A las puertas del Reino Animal”]

Oddball

Cita de: yonnondio en Mayo 28, 2009, 12:21:18 PM
Cita de: Zimmerman en Mayo 28, 2009, 11:44:02 AM
Curioso, yo estoy leyendo en paralelo Archipiélago Gulag y Stalingrado, vamos a acabar todos subnormales.

El de Beevor?

Yo me voy a pillar este:




Joder, que portadita. Para fusilarle los huevos al me-niego-a-llamarle-diseñador, la hostia.



Del Beevor, el que resulta tremendamente plúmbeo - con lo intersante que resultaba apriori - es el de Creta. Huir.

al bundy

Cita de: Dan en Mayo 28, 2009, 09:55:53 AM
No me está entusiasmando nada esto de los detectives salvajes. Estoy del real visceralismo hasta los cojones, y con algún personaje me empieza a ocurrir como en historias del Kronen, que deseo que apareza alguien y lo mate con dolor.
Ahora ando por estas secuencias cortas tipo entrevista en las que cada cual, conocido de antes o no, va exponiendo su visión de un hecho suelto, conversación, encuentro, manoseo, lo que sea.

Al mismo tiempo, he empezado con los de Maqroll.

Bic, ¿lo baneas tú o lo hago yo mismo?


Cita de: Bic Cristal en Mayo 28, 2009, 11:27:01 AM
He encontrado tiempo, eso sí­, para terminar el muy areopagita "Vida y destino", de Vassili Grossman, amablemente prestado por yonnondio.



Y qué puedo decir: es un novelón fantástico, que mueve centenares de personajes por decenas de escenarios (un campo de concentración, Stalingrado, Moscú, un gulag, la estepa...) dándole a cada uno un ambiente, un propósito, un estilo. Tiene obviamente escenas muy duras: la entrada en la cámara de gas, la locura de una madre ante el cadáver de su hijo soldado, el capí­tulo de Abarchuk en el gulag, el interrogatorio de Krí­mov en la Lubianka, la carta de despedida de Ania Semionovna a su hijo... Y otras que presentan reflexiones muy interesantes de forma novelada: la merienda de Liss en la que se le informa de la Solución Final, la carta-panfleto de Ikonnikov (el "loco sagrado") sobre la bondad, la paranoia imperante en el laboratorio de Shtrum, los cameos de Stalin, Hitler y von Paulus... Y, sobre todo, la escena que debió pesar más que ninguna otra en la decisión de las autoridades rusas de censurar el libro: un Strumbannfí¼hrer (o como coño se escriba) del campo de concentración discutiendo con un bolchevique sobre las similitudes entre el régimen nazi y el estilo estalinista...

El otro dí­a lo tení­a en la mano y al final me compré Dune. ¿Elegí­ mal?
i s'ha demostrat, s'ha demostrat, que mai ningú no ens podrà  tòrcer

antibalas

Cita de: Oddball en Mayo 28, 2009, 04:23:39 PM
Del Beevor, el que resulta tremendamente plúmbeo - con lo intersante que resultaba apriori - es el de Creta. Huir.

Aunque incluye una anécdota cultureta, mezcla de peli de John Huston y sobremesa con A. Gala, que podrí­a llegar a emosionar a DonPésimo. Esto es un inglés, Paddy Leigh Fermor, el jefe de la resistencia cretense, y un general alemán, máxima autoridad de la Creta ocupada, al que han logrado capturar los partisanos al mando del inglés. Andan los rebeldes recorriendo la isla furtivamente, para despistar a las patrullas nazis, que buscan liberar a su general, y de repente un amanecer, viendo salir el sol por no sé qué monte legendario, el muy sublime de Paddy, suelta en voz alta los dos primeros versos de una oda de Horacio. El general nazi mira también hacia el amanecer y, abriendo por fin la boca, le toma el relevo y recita de memorieta las cinco estrofas siguientes. Desde ese momento, y por encima de minucias como la guerra y los muertos de uno y otro y tal, se harí­an coleguis.

Lo que no quita, claro, para que Fermor lo entregase a las autoridades aliadas como era su deber. O sea, la vieja historia de que los generales son amigos, los que se matan son los soldados. Y de que vamos cuesta abajo, Pujol enano y España se desgarra, a que a ver qué oficial de hoy te cita a Horacio en v.o. Puta LOGSE, puta Educación para la Ciudadaní­a.

(Por cierto que Patrick L Fermor, terminada la guerra, se puso a escribir y hoy es el mejor escritor de viajes vivo pero con mucho. Lástima que el género no tenga mucho predicamento en este foro, porque tiene dos libros publicados en Altair, los de sus memorias juveniles de cuando se hizo la ruta senderista Londres-Estambul A PIE, que Oh mi dios, son una jodidamente hermosa maravilla.)