Libros 2010 Una Odisea en el Tiempo, o, ¿a qué huelen los libros?

Iniciado por El_Desaprensivo, Enero 02, 2010, 07:51:37 PM

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Bic

Cita de: Doppelgí¤nger en Mayo 20, 2010, 02:59:46 PM
Queneau era un demente divertido. Tiene libros de estilo rarí­simos en los que prueba a hacer cosas como contar un mismo suceso o redactar una sentencia de chorrocientas maneras diferentes, todas tipificadas. Mucho juego de palabras y onomatopéyico que conviene leer en lengua gabacha para pillarle el punto.

Mirando cosas sobre este tipo en la Wikipedia me ha llamado mucho la atención ese libro que comentas, que se llama precisamente "Ejercicios de estilo", y que por lo que parece contiene el mismo suceso chorras (encontrarse al mismo desconocido dos veces el mismo dí­a por la calle) narrado de 99 maneras diferentes: angustiada, policí­aca, algebraica, lí­rica, descriptiva, humorí­stica... ¿Alguien lo ha leí­do y/o sabe si hay traducción al cristiano disponible? Ya sé que me perderé las sutilezas gabachas, qué se le va a hacer.

P & L

Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

laura_m

Cita de: Szalai en Mayo 20, 2010, 12:02:04 AM


John Waters â€" Majareta.

Una recopilación de artí­culos del carismático director publicadas en los 80 en Rolling Stone y otras revistas americanas. Funciona como biografí­a y como retrato de un espacio tiempo (USA de finales de los 60 a mediados de los ochenta) tan marciano como entrañable (visto desde aquí­ y ahora, of course). Para disfrutarlo viene bien tener cierta cultura pop americana (básicamente saber quién es quién). Haber sido teen en los ochenta te la da de serie. Los más jóvenes tendrán que tirar de wikipedia para situarse en según qué ensayos. Un libro muy divertido, de estos que se pueden abrir por cualquier parte y se releen anualmente con agrado.



¿Dónde lo has encontrado? La última vez que intenté conseguirlo estaba descatalogado, y el único ejemplar que tení­a se lo regalé a alguien (ni sé ya a quien). Me acuerdo muchas veces de este libro y tengo ganas de releerlo, peeeeero... lo perdí­.

Mesura

#1097
Cita de: Bic Cristal en Mayo 20, 2010, 04:50:02 PM
Cita de: Doppelgí¤nger en Mayo 20, 2010, 02:59:46 PM
Queneau era un demente divertido. Tiene libros de estilo rarí­simos en los que prueba a hacer cosas como contar un mismo suceso o redactar una sentencia de chorrocientas maneras diferentes, todas tipificadas. Mucho juego de palabras y onomatopéyico que conviene leer en lengua gabacha para pillarle el punto.

Mirando cosas sobre este tipo en la Wikipedia me ha llamado mucho la atención ese libro que comentas, que se llama precisamente "Ejercicios de estilo", y que por lo que parece contiene el mismo suceso chorras (encontrarse al mismo desconocido dos veces el mismo dí­a por la calle) narrado de 99 maneras diferentes: angustiada, policí­aca, algebraica, lí­rica, descriptiva, humorí­stica... ¿Alguien lo ha leí­do y/o sabe si hay traducción al cristiano disponible? Ya sé que me perderé las sutilezas gabachas, qué se le va a hacer.

P & L



Raymond Queneau. Ejercicios de estilo


Notaciones

En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberí­as hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.


Relato

Una mañana a mediodí­a, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la lí­nea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subí­an o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que habí­a quedado libre. Dos horas más tarde, volví­ a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.


Vacilaciones

No sé muy bien dónde ocurrí­a aquello... ¿en una iglesia, en un cubo de la basura, en un osario? ¿Quizás en un autobús? Habí­a allí­... pero, ¿qué habí­a allí­? ¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí­, pero con su carne aún alrededor, y vivos. Sí­, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero habí­a uno (¿o dos?) que se hací­a notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomaní­a? ¿Por su adiposidad? ¿Por su melancolí­a? No, mejor... más exactamente... por su juventud, adornada con un largo... ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí­, eso es-, sin duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó, concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví­ a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿Delante de un osario? ¿Delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debí­a de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿De qué? ¿De qué?


Retrógrado

Te deberí­as añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cundo se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridí­culo. Eso ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodí­a.


Punto de vista subjetivo

No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecí­a pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que deberí­a añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.
Poco antes habí­a reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurrí­a en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.


Otro punto de vista subjetivo

Habí­a hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que no abundan afortunadamente porque si no, acabarí­a por matar a uno. Aquél, un muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora habí­a mucha gente en nuestro autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse cobardemente antes de que o me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobarlo. También le hubiera dicho, para fastidiarlo, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba un botón.


Propaganda editorial

En su nueva novela, tratada con el talento que le caracteriza, el célebre novelista X, a quien debemos ya tantas obras maestras, se ha esmerado en presentar únicamente personajes muy matizados que se mueven en una atmósfera comprensible para todos, grandes y chicos. La intriga gira, pues, en torno al encuentro en un autobús del héroe de esta historia con un personaje bastante enigmático que se pelea con el primero que llega. En el episodio final, se ve a ese misterioso individuo escuchando con la mayor atención los consejos de un amigo, modelo de elegancia. El conjunto produce una sensación encantadora que el novelista X ha cincelado con notable fortuna.


Ignorancia

Yo, no sé qué quieren de mí­. Pues sí­, he cogido el S hacia mediodí­a. ¿Que si habí­a gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón trenzado... ¿y se habrí­a peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendrí­a que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde?¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...


Versos libres

El autobús
lleno
el corazón
vací­o
el cuello
largo
el cordón
trenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vací­o
y el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vací­o
y de un botón.


Amanerado

Eran los aledaños de un julio meridiano. El sol reinaba con todo su esplendor sobre el horizonte de múltiples ubres. El asfalto palpitaba dulcemente, exhalando ese tierno aroma de alquitrán que origina en los cancerosos ideas a la par pueriles y corrosivas sobre el origen de sus dolencias. Un autobús, de librea verde y blanca, blasonado con una enigmática S, vino a recoger, junto al parque Monceau, un pequeño pero agraciado lote de viajeros candidatos a los húmedos confines de la disolución sudorí­para. En la plataforma trasera de esta obra maestra de la industria automovilí­stica francesa contemporánea, donde se amontonaban los transbordados como sardinas en lata, un pillastre que frisaba la treintena y que llevaba, entre un cuello de una longitud cuasi serpentina y un sombrero cercado por un cordoncillo, una cabeza tan sin gracia como plúmbea, alzó la voz para lamentarse, con amargura no fingida y que parecí­a emanar de un frasco de genciana, o de cualquier otro lí­quido de propiedades semejantes, de un fenómeno consistente en empujones reiterados que, según él, tení­an como causante a un cousuario presente hic et nunc de la S. T. C. R. P. y le dio a su lamento el tono agrio de un viejo vicario que se hace pellizcar el trasero en un mingitorio y que, por excepción, no le apetece en absoluto tal delicadeza y no entra por uvas. Pero, al descubrir un sitio libre, se lanza en pos de él.
Más tarde, cuando el sol habí­a bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada ce- leste, y cuando de nuevo me hací­a vehicular por otro autobús de la misma lí­nea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañí­a de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilí­stica, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.


Filosófico

Sólo las grandes ciudades pueden presentar a la espiritualidad fenomenológica las esencialidades de las coincidencias temporales e improbabilí­sticas. El filósofo que sube a veces en la inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S puede percibir en él con la lucidez de su ojo pineal las apariencias fugitivas y decoloradas de una conciencia profana afligida por el largo cuello de la vanidad y por la trenza sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera entelequia se lanza a veces con el imperativo categórico de su impulso vital y recriminatorio contra la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal inapesadumbrado de conciencia. Esta actitud moral arrastra al más incosciente de los dos hacia una espacialidad vací­a donde se descompone en sus átomos elementales y ganchudos.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado sociológicamente demasiado bajo.


Modern Style

En un ómnibus, una mañana, hacia mediodí­a, me fue dado asistir a la pequeña tragicomedia siguiente. Un petimetre, aquejado de un largo cuello, y, cosa extraña con un cordoncillo alrededor del bombí­n (moda que hace furor, pero que yo repruebo), pretextando de pronto una gran prisa, interpeló a su vecino con una arrogancia que disimulaba mal un carácter probable- mente pusilánime y lo acusó de pisotearle de forma sistemática sus escarpines de charol cada vez que subí­an o bajaban damas o caballeros dirigiéndose a la puerta de Champerret. Pero el gomoso no aguardó en absoluto una contestación que sin duda le hubiese llevado al campo del honor y trepó raudo a la imperial donde le esperaba un sitio libre, pues uno de los ocupantes de nuestro vehí­culo acababa de posar su pie sobre el blando asfalto de la calzada de la plaza Pereire.
Dos horas más tarde, al encontrarme sobre la misma imperial, observé al pisaverde del que os acabo de hablar, que parecí­a disfrutar sobremanera con la conversación de un joven currutaco que le daba consejos superchic sobre la forma de llevar la esclavina en sociedad.


Injurioso

Tras una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús inmundo infesta- do por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibí­a un gí¼ito grotesco con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó largándose a un sitio va- do todaví­a húmedo del sudor de las nalgas de su anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil de- lante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.


Distingo

Por la mañana (y no por Ana la maña) viajaba en la plataforma (pero no formaba en la vieja plata) del autobús (no confundir con el alto obús), y como estaba llena (no me como esta ballena) la masa chocaba (y no la más achochada). Entonces un jovencito (y no cito un joven) extravagante (no vago estragante) se dirigió (aunque no digirió) a un sujeto (pero no atado) pací­fico (no Atlántico) enojándose (no desojándose) porque éste (no Oeste) le pisaba el pie (no le pispaba el bies).
Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no lloví­a a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú).


Lí­tote (atenuando)

Eramos unos cuantos que nos desplazábamos juntos. Un joven, que no tení­a pinta de inteligente, habló unos instantes con un señor que se encontraba a su lado; después, fue a sentarse. Dos horas más tarde, me lo encontré de nuevo; estaba en compañí­a de un amigo y hablaba de trapos.


Metafóricamente

En el centro del dí­a, tirado en el montón de sardinas viajeras de un coleóptero de abdomen blancuzco, un pollo de largo cuello desplumado arengó de pronto a una, tranquila, de entre ellas, y su lenguaje se desplegó por los aires, húmedo de protesta. Después, atraí­do por un vací­o, el pajarito se precipitó sobre él.
En un triste desierto urbano, volví­ a verlo el mismo dí­a, mientras se dejaba poner las peras al cuarto a causa de un botón cualquiera.


Sorpresa

¡Lo apretado que í­bamos en aquella plataforma de autobús!¡Y lo tonta y ridí­cula que tení­a la pinta aquel chico!¿Y qué se le ocurre hacer?¡Hete aquí­ que le da por querer reñir con un hombre que -¡pretendí­a el tal galancete!- lo empujaba!¡Y luego no encuentra nada mejor que hacer que ir rápido a ocupar un sitio libre!¡En vez de cedérselo a una señora!
Dos horas después, ¿Adivinan a quién me encuentro delante de la estación de Saint-Lazare? ¡El mismo pisaverde!¡Mientras recibí­a consejos sobre indumentaria!¡De un compañero!
¡Como para no creérselo!

pescadilla

Cita de: Doppelgí¤nger en Mayo 20, 2010, 02:59:46 PM
Queneau era un demente divertido. Tiene libros de estilo rarí­simos en los que prueba a hacer cosas como contar un mismo suceso o redactar una sentencia de chorrocientas maneras diferentes, todas tipificadas. Mucho juego de palabras y onomatopéyico que conviene leer en lengua gabacha para pillarle el punto.

Hicieron una peli de una muy re-conocida novela suya, y que igual a alguien le suena.



yo-me-la-he-visto
junto-con-jules-jim-de-trufo
tenia-un-profesor-de-frances-belga-tan-culto-como-desaliñado
todos-los-alumnos-se-borraron-de-clase
sólo-2-aguantamos
cabron-estas-para-enseñar-gramatica-y-vocabulario
no-para-aburrirnos-con-estos-poetas-intelectualoides

Mesura

Cita de: CHE en Mayo 20, 2010, 05:05:46 PM
Qué, se nos ha roto la barra espaciadora?

Cuando la cita rebasa la ventana de respuesta escribir o editar algo es un sufrimiento, al menos en mi pc.

La intención es lo que cuenta. No en balde

laura_m

Cita de: Mesura en Mayo 20, 2010, 05:13:37 PM
Cita de: CHE en Mayo 20, 2010, 05:05:46 PM
Qué, se nos ha roto la barra espaciadora?

Cuando la cita rebasa la ventana de respuesta escribir o editar algo es un sufrimiento, al menos en mi pc.

La intención es lo que cuenta. No en balde

Es por el internet explorer. Pásate al chrome o al mozilla y no problem.

Mesura

Cita de: laura_m en Mayo 20, 2010, 05:15:11 PM
Cita de: Mesura en Mayo 20, 2010, 05:13:37 PM
Cita de: CHE en Mayo 20, 2010, 05:05:46 PM
Qué, se nos ha roto la barra espaciadora?

Cuando la cita rebasa la ventana de respuesta escribir o editar algo es un sufrimiento, al menos en mi pc.

La intención es lo que cuenta. No en balde

Es por el internet explorer. Pásate al chrome o al mozilla y no problem.

OK. Gracias mil.

Szalai

Cita de: laura_m en Mayo 20, 2010, 04:54:30 PM
Cita de: Szalai en Mayo 20, 2010, 12:02:04 AM


John Waters â€" Majareta.

Una recopilación de artí­culos del carismático director publicadas en los 80 en Rolling Stone y otras revistas americanas. Funciona como biografí­a y como retrato de un espacio tiempo (USA de finales de los 60 a mediados de los ochenta) tan marciano como entrañable (visto desde aquí­ y ahora, of course). Para disfrutarlo viene bien tener cierta cultura pop americana (básicamente saber quién es quién). Haber sido teen en los ochenta te la da de serie. Los más jóvenes tendrán que tirar de wikipedia para situarse en según qué ensayos. Un libro muy divertido, de estos que se pueden abrir por cualquier parte y se releen anualmente con agrado.



¿Dónde lo has encontrado? La última vez que intenté conseguirlo estaba descatalogado, y el único ejemplar que tení­a se lo regalé a alguien (ni sé ya a quien). Me acuerdo muchas veces de este libro y tengo ganas de releerlo, peeeeero... lo perdí­.

Lo saqué de la biblioteca. De segunda mano se ve de vez en cuando. Si te quieres dar el capricho ya, en iberlibro hay uno por 18 + 5 de gastos de enví­o, que viene a ser algo más de lo que cuesta una novedad, pero con un poco de paciencia lo encuentras más barato seguro.

http://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=2669903436&searchurl=an%3Dwaters%252C%2Bjohn%26n%3D200000228%26x%3D93%26y%3D12


Cita de: Bic Cristal en Mayo 20, 2010, 02:21:23 PM
Anda, cómo mola... Si lo traes al club del libro del próximo dí­a 4 harás feliz a Franí§oise, que es fan fatal de John Waters.

Pues lo de arriba. Biblioteca. Tough luck. Intentaré ir pero como siempre confirmaré a última hora porque necesito que me cubran con los peques.


Porfirio

http://www.areopago.eu/index.php?topic=10649.0

Aquí­ Mon, nos hablaba de los 99 ejercicios de estilo y nos invitaba a ejercerlos, sin mucho éxito he de decir.



Simpar

Cita de: Szalai en Mayo 20, 2010, 12:00:14 AM


Marcel Bénabou â€" Por qué no he escrito ninguno de mis libros.

Por el tí­tulo podrí­a parecer que se trata de las confesiones de, bien uno de esos personajes mediáticos que se declaran “autores”, o bien de un negro literario. Ni una cosa ni la otra. El libro viene a ser la metafí­sica de la procrastinación que los areopaguitas conocemos tan bien (estudiaré â€"trabajaré, pitufaré- a partir de aquí­ y de tal manera, bueno todaví­a no porque no toca lo dejo para luego, ahora no es el momento, huy el dí­a que yo me ponga ...) pero aplicado a la literatura y envuelto en un lacito. Según la contraportada se trata de una obra de “rara elegancia” escrita con “una ironí­a absolutamente socrática”. Esta novela? obtuvo el prestigioso (o quizá no tanto, o igual sí­ y el 86 fue un mal año) galardón “le prix de l’humour noir” y el autor entre otras obras tiene tí­tulos tan apetitosos a priori como ‘Jette ce livre avant qu'il soit trop tard’ inédito en castellano. 

Para incondicionales oulipianos. El resto precaución.


¿Y las matemáticas están?

Szalai

Cita de: Simpar en Mayo 23, 2010, 07:15:27 PM
Cita de: Szalai en Mayo 20, 2010, 12:00:14 AM


Marcel Bénabou â€" Por qué no he escrito ninguno de mis libros.

Por el tí­tulo podrí­a parecer que se trata de las confesiones de, bien uno de esos personajes mediáticos que se declaran “autores”, o bien de un negro literario. Ni una cosa ni la otra. El libro viene a ser la metafí­sica de la procrastinación que los areopaguitas conocemos tan bien (estudiaré â€"trabajaré, pitufaré- a partir de aquí­ y de tal manera, bueno todaví­a no porque no toca lo dejo para luego, ahora no es el momento, huy el dí­a que yo me ponga ...) pero aplicado a la literatura y envuelto en un lacito. Según la contraportada se trata de una obra de “rara elegancia” escrita con “una ironí­a absolutamente socrática”. Esta novela? obtuvo el prestigioso (o quizá no tanto, o igual sí­ y el 86 fue un mal año) galardón “le prix de l’humour noir” y el autor entre otras obras tiene tí­tulos tan apetitosos a priori como ‘Jette ce livre avant qu'il soit trop tard’ inédito en castellano. 

Para incondicionales oulipianos. El resto precaución.


¿Y las matemáticas están?

No entiendo la pregunta (en el caso de que esto lo sea).

Son of a beach

Diarios, Arcadi Espada - 1,95â,¬

Diarios 2004, Arcadi Espada - 1,95â,¬

Los Nuevos centuriones, Joseph Wambaugh - 1,95â,¬

El campo de cebollas, Joseph Wambaugh - 1,95â,¬

Hamás, Matthew Levitt - 1,95â,¬

Vida de motel, Willy Vlautin - 1,95â,¬


en la sección de librerí­a de los hipermercados Alcampo.


los niggas de guetto son bastante parecidos a los gitanos, que ninguno es comunista porque en la bandera salen herramientas.

Bic

Cita de: Mesura en Mayo 20, 2010, 04:59:39 PM
Raymond Queneau. Ejercicios de estilo

¡Muchas gracias! Me lo he impreso, a ver cuándo puedo leérmelo con calma...

Más libros a comentar: he estado leyendo Obabakoak, de Bernardo Atxaga, cortesí­a de una amable dama no areopagita del club del libro...



Es un recopilatorio de cuentos bastante irregular (hay algún cuento bastante patata mezclado con otros buenos), pero en general mucho mejor de lo que me esperaba por lo que habí­a ido oyendo. Y es que a mí­ en principio la la idea de una serie de recreaciones seudomí­ticas de la vida en un pueblito vasco me daba un poco de grima, no lo voy a negar. A mí­ es que la adoración de lo rural nunca me ha atraí­do demasiado... Pero me ha sorprendido encontrarme con un libro bastante más completo que eso: hay evocaciones del ambiente rural, vale, pero también hay cuentos de otras temáticas, alguno de ellos bastante interesante... Y, sobre todo, hay una segunda parte chula que engarza historias y cuentos dentro de otras historias, una estructura narrativa a lo muñeca rusa que siempre me ha encantado (pienso en el "Jardí­n de los Siete Crepúsculos" de Miquel de Palol, que ya comenté aquí­ hace tiempo).

Como anécdota: hay un cuento en que un tipo sueña que llega a una isla desierta en la que pasan cosas extrañas y en la que departe con el espí­ritu de un famoso escritor vasco... Pues resulta que la isla es la representación metafórica del euskera: he ahí­ un final que sí­ hubiera sido sorprendente para Lost. Y atención al mensaje que deja caer el mentado escritor vasco: hay que plagiar más para asegurar la buena salud y supervivencia del euskera. Ahí­ queda eso.

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.