Acabemos con los partidos polí­ticos.

Iniciado por Rufo, Marzo 14, 2007, 02:38:10 PM

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Rufo

Todos sabemos que por mucho que quieran, en algunas ocasiones camuflarlo y otras adornarlo, el objetivo final de los partidos polí­ticos es obtener el poder. Para ello no dudan en mentir, extorsionar, manipular, robar...

Pues bien, sentada esta premisa: ¿No creen ustedes que es urgente sustituir el sistema de partidos polí­ticos?, ¿No creen ustedes que los ciudadanos podrí­amos expresar nuestro pluralismo polí­tico,  concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación polí­tica de otra forma?. Estoy convencido de que sí­, pero ahora no se me ocurre nada. Denme tiempo y verán...
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

California



gran iniciativa... y a tomar por culo las "anticipaciones de la voluntad"

lukera

Yo ya hablé en este foro de fundar el Cocineros sin Fronteras y concurrir a las elecciones a la vez que nos sacamos unas perrillas públicas para asados y paellas del erario público en nuestra calidad de ONG, pero por ahora sólo se han apuntado cuatro. Ustedes mismos.

lukera

Cita de: pescadilla en Marzo 14, 2007, 03:00:41 PM
Cita de: Rufo en Marzo 14, 2007, 02:38:10 PM
Todos sabemos que por mucho que lo quieran, en algunas ocasiones camuflarlo y otras adornarlo, el objetivo final de los partidos polí­ticos es obtener el poder. Para ello no dudan en mentir, extorsionar, manipular, robar...

Pues bien, sentada esta premisa: ¿No creen ustedes que es urgente sustituir el sistema de partidos polí­ticos?, ¿No creen ustedes que los ciudadanos podrí­amos expresar nuestro pluralismo polí­tico,  concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación polí­tica de otra forma?. Estoy convencido de que sí­, pero ahora no se me ocurre nada. Denme tiempo y verán...


¿ésto no iba a ser muy cansado?....

¡Que va a ser cansado debatir si es mejor un Ribera del Duero que un Rioja para degustar un cochinillo!.

California

Cita de: pescadilla en Marzo 14, 2007, 03:00:41 PM
Cita de: Rufo en Marzo 14, 2007, 02:38:10 PM
Todos sabemos que por mucho que lo quieran, en algunas ocasiones camuflarlo y otras adornarlo, el objetivo final de los partidos polí­ticos es obtener el poder. Para ello no dudan en mentir, extorsionar, manipular, robar...

Pues bien, sentada esta premisa: ¿No creen ustedes que es urgente sustituir el sistema de partidos polí­ticos?, ¿No creen ustedes que los ciudadanos podrí­amos expresar nuestro pluralismo polí­tico,  concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación polí­tica de otra forma?. Estoy convencido de que sí­, pero ahora no se me ocurre nada. Denme tiempo y verán...


¿ésto no iba a ser muy cansado?....


no, más bien faemino

(por dios, qué mal estoy hoy)

Rufo

¿Con qué porcentaje de participación o de votos en blanco los polí­ticos empezarí­an a darse cuenta de que se les está viendo el plumero?
"Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz; más si la primera nos falta, todo está perdido"

lukera

Cita de: Rufo en Marzo 14, 2007, 03:12:53 PM
¿Con qué porcentaje de participación o de votos en blanco los polí­ticos empezarí­an a darse cuenta de que se les está viendo el plumero?

Ni idea, pero yo voy a empezar a colaborar con el mí­o en blanco.

problemaS

¿A quién debemos la existencia de polí­ticos electos?

Empecemos por el electorado, por las listas y los medios de comunicación.

Esta democracia es una mierda, de entrada. En cosas tan básicas como la economí­a, no existe la auténtica libertad.
No vemos las cosas como son, sino como somos.

Gilles DeRais

El unico libro que parecen haber leido los politicos de este pais es "Ubu rey". Ese en el que el absolutamente mezquino personaje que da titulo a la obra, pasa por ser quien va a liberar al pueblo del yugo del absolutismo, para pasar a convertirse en un tirano, una vez toma el poder.

45rpm

sí­, los partidos polí­ticos mienten, pero huston huston, tenemos un problema. El ciudadano de a pie también miente, especialmente cuando pretende poder.

Inuco

Con el ostracismo funcionarí­amos divinamente:

Usted no puede estar más de ocho años en el poder ni más de doce en polí­tica y, una vez acabado el perí­odo máximo, ha de ser desterrado por un tiempo mí­nimo de veinte años, previa auditorí­a de sus bienes y riquezas.

Creo que no deberí­a leer más a Tomás Moro ni a los griegos. Menudas cosas que se me ocurren.

lukera

Cita de: Gí¸thí¥í¼s en Marzo 14, 2007, 05:18:26 PM
Creo que no deberí­a leer más a Tomás Moro ni a los griegos. Menudas cosas que se me ocurren.

Yo, desde luego, respecto a filosofí­a a partir de ahora sólo pienso leer a Rufo. Te lo recomiendo.

Inuco

Lo malo es que los polí­ticos se habrán leí­do "1.984" y "Animal Farm", pero desde el punto de vista de la punta de la pirámide, no desde el punto de vista de la base.

Es decir, que no lo han entendido. O sí­, que serí­a peor.

nuagazezo

TRIBUNA: JORDI BORJA Y MERCEDES GARCíA ARíN
Estado de derecho torcido
JORDI BORJA Y MERCEDES GARCíA ARíN 14/03/2007


¿Es lí­cito cuestionar el Estado de derecho en España? Nos parece lí­cito y necesario, tanto si lo consideramos en sentido jurí­dico estricto como si, atendiendo a su definición constitucional, queremos verificar si es realmente un Estado democrático de derecho.

El Estado de derecho supone que Gobierno y Parlamento, judicatura, medios de comunicación, iglesias y sectas religiosas, partidos polí­ticos y, en general, todas las instituciones y el conjunto de los ciudadanos están sometidos a la ley que, en consecuencia, les trata por igual. Tanto durante el Gobierno del PP como con el actual hay hechos tan incuestionables como numerosos que hacen dudar de nuestro "Estado de derecho" y aún más si le añadimos la condición de "democrático".

La entrada de España en la guerra de Irak, sin debate y resolución previa de las Cortes, no se ajustaba al funcionamiento de un Estado de derecho, y el haber mantenido este compromiso a pesar de que la inmensa mayorí­a de la ciudadaní­a estaba en contra fue una conculcación de la democracia. La legislación antiterrorista y la lamentable Ley de Partidos no sólo contradecí­an las cartas de derechos humanos a las que España está adherida, sino también a nuestra Constitución, y han legitimado a posteriori los comportamientos más aberrantes de polí­ticos y jueces que han practicado la discriminación y la arbitrariedad con total impunidad. Y es especialmente lamentable que estos comportamientos no sólo se han dado por parte de personajes de extrema derecha situados en las cúpulas del PP y de la judicatura, sino también en personalidades consideradas democráticas y progresistas. Recuerden la impresentable declaración del anterior ministro de Justicia señor López Aguilar ("el Gobierno construirá nuevas imputaciones para evitar las excarcelaciones", es decir, inventará cargos retroactivamente para no cumplir la ley) o la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, votada también por los magistrados considerados progresistas, en la que se reconoce a los obispos no sólo la potestad de nombrar profesores de religión para la escuela pública, sino también la de reducir sus derechos como ciudadanos y controlar su vida privada. Si éstos son nuestros "progresistas", mejor serí­a intercambiarlos por conservadores de paí­ses más civilizados.

Son numerosos los casos que confirman nuestra sospecha: por los mismos hechos los españoles reciben un trato distinto por parte de autoridades polí­ticas y jueces. Mientras torturadores y asesinos vinculados a las cloacas del Estado reciben un trato de favor, lo mismo que los grandes delincuentes económicos, a los condenados por delitos de terrorismo se les pueden negar los beneficios a los que tienen legalmente derecho: redención de pena, acercamiento a su tierra, excarcelación en determinadas circunstancias. En otros casos incluso se violenta la ley para prolongar su condena, como el reciente caso de De Juana Chaos. No cuestionamos la pena que se le impuso en su momento ni defendemos obviamente a este personaje. Pero él, como todos, debe ser tratado mediante una aplicación justa y razonable de la ley. No hay Estado de derecho si pesos y medidas son unos u otras según los sujetos a los que se aplican arbitrariamente. Por una parte se suspende sin pruebas a Egunkaria y se encarcela a sus responsables (unos meses más tarde la Audiencia Nacional decide archivar el caso sin más) y por otra se tolera que cada dí­a la COPE practique el terrorismo verbal, mienta y calumnie a destajo, promueva el odio y la confrontación entre los españoles, siempre con la bendición de la cúpula episcopal.

Esta cúpula pretende imponer su irracionalismo y su antihumanismo a toda la sociedad y no únicamente a sus fieles. Se llega al absurdo de que la escuela pública financiada por todos los contribuyentes deba impartir las clases de religión católica como materia académica y aceptar el profesorado nombrado por la Iglesia, y, por otra parte, esta institución, que no practica la democracia en su seno, no tolera que se transmitan los valores democráticos a los alumnos y se opone a que exista una materia de educación cí­vica. El Gobierno español demuestra una inquietante debilidad ante la presión de estos energúmenos y se están concretando unos acuerdos que vulneran la Constitución.

El Estado de derecho, definido también como democrático, no es simplemente la supremací­a de la ley. Si aplicamos los criterios constitucionales, debe ser un Estado basado en instituciones representativas y participativas, en la igualdad de los ciudadanos, en el pluralismo polí­tico y cultural, en la diversidad y autogobierno de los territorios, en las polí­ticas públicas que combatan las desigualdades sociales y económicas. No es necesario argumentar mucho para concluir que nuestra democracia es, por lo menos, muy imperfecta. El sistema electoral pervierte la representatividad, el valor de los votos es distinto en cada provincia, y los mecanismos participativos establecidos están aún mucho más atrasados que en otros paí­ses europeos o americanos. Los gobiernos y los jueces vulneran o no defienden los principios constitucionales y ya hemos visto que la igualdad de los ciudadanos ante la ley no existe. En muchos casos, las polí­ticas públicas parecen más destinadas a favorecer los negocios, incluso los especulativos, que a reducir las desigualdades, como ocurre en urbanismo y vivienda. Y por último el pluralismo cultural y la diversidad territorial, y su corolario, el desarrollo de las autonomí­as, están hoy en crisis.

El déficit del Estado democrático de derecho no serí­a tan grave si el Tribunal Constitucional protegiera los principios de la Constitución e impulsara su desarrollo. Pero últimamente está sucediendo lo contrario. Se recusa a un magistrado por un trabajo académico que, meses antes, el mismo tribunal habí­a considerado que "no sólo no choca, sino que entronca con el fundamento mismo de la imparcialidad" (Auto 18/2006), criterio este último que aplica a un magistrado de signo contrario. Mientras tanto, el espectáculo polí­tico respecto a los estatutos de autonomí­a es deprimente. Normas estatutarias similares, en unos casos se aceptan (si las han votado PP y PSOE) y en otros no, como es el caso del Estatut de Catalunya. La farsa estatutaria (y otras como la citada sobre el profesorado de religión) ha deslegitimado al tribunal. Hasta ahora habí­amos soportado declaraciones absurdas o provocadoras de algunos de sus miembros, incluso de algún presidente. Ahora son las decisiones del propio tribunal las que merman su credibilidad, generan sospecha y reducen su autoridad a mí­nimos.

En fin, no se extrañen si en nuestro paí­s aparecen movimientos "qualunquistas", es decir, anómicos, de los "cualquiera", del tipo "que se vayan todos". No son reacciones sociales deseables, pero como la fiebre, son indicadores que nos advierten de una crisis de la democracia. Parece que estos "todos" se lo están buscando.


Jordi Borja es geógrafo-urbanista, y Mercedes Garcí­a Arán es penalista.


Scardanelli

Cita de: Rufo en Marzo 14, 2007, 02:38:10 PM
Todos sabemos que por mucho que quieran, en algunas ocasiones camuflarlo y otras adornarlo, el objetivo final de los partidos polí­ticos es obtener el poder. Para ello no dudan en mentir, extorsionar, manipular, robar...

Pues bien, sentada esta premisa: ¿No creen ustedes que es urgente sustituir el sistema de partidos polí­ticos?, ¿No creen ustedes que los ciudadanos podrí­amos expresar nuestro pluralismo polí­tico,  concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación polí­tica de otra forma?.

Evidentemente.

La polí­tica nació huérfana de partidos.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.