Libros 2008: Una odisea en el empacho.

Iniciado por ferdinand, Enero 08, 2008, 02:22:58 PM

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kim




Imagino que ya se ha hablado en esta casa de este libro, pero no lo recuerdo. Y, total, sólo vení­a a comentar que lo empecé ayer y en las aproximadamente 90 páginas que llevo leí­das me he encontrado con el relato más cruel que, si no recuerdo mal, he leí­do jamás. No tanto por el hecho en sí­, el vendado de pies a las mujeres chinas para alcanzar la perfección y poder optar así­ a un buen matrimonio, que también aunque a estas alturas una ya ha leí­do de todo, si no por la descripción detallada y dolorosa que se hace de ello. Y probablemente se añada crueldad al asunto al hacerse, dicha descripción, en un lenguaje francamente hermoso.
Perdona si te he dado la impresión de que me importa lo que dices.

Je suis Charlie, pero solo la puntita.

Oddball

Cita de: California en Marzo 14, 2008, 02:56:58 AM
Cita de: al bundy en Marzo 13, 2008, 11:08:57 PM
Cita de: California en Marzo 13, 2008, 09:13:30 PM


Georges Pelecanos: Revolución en las calles.

Guionista y Productor ejecutivo de la serie The Wire, Pelecanos es uno de los mejores escritores de género negro en USA.

Más que novela negra, sus libros son casi antropologí­a urbana. En este libro nos narra la infancia y juventud de Derek Strange en Washington durante las décadas de los 60/70. Es la época de las revueltas de los negros y del asesinato de Martin Luther King. Al igual que en The Wire, importa más el retrato de personajes y ambientes urbanos que la acción.

Una delicia de libro.

Qué buena es The Wire. En breves instantes empiezo con la segunda temporada. Gran consejo, Califa.




Tienes suerte. Te queda lo mejor. La segunda temporada sigue con la lucha por la droga en las esquinas de Baltimore y los conflictos de los estibadores (polacos sobre todo) del puerto, aderezado todo ello con la mafia griega.
Y la tercera, que se desplaza al sistema y los centros de enseñanza.

Es una serie llena de detalles, que mueve a más de cincuenta personajes, todos ellos perfectamente desarrollados. Denuncia todos los estamentos polí­ticos de Baltimore, y según cuentan los creadores de la serie, tuvieron que suavizar determinados temas por ser demasiado escabrosos en la realidad.




Cal, ¿te has leido Clockers, de Richard Price?

Bic

Cuando estuve de visita en Madrid hace unos dí­as, Ariete me prestó un libro muy majo que me he acabado hace unos minutos: "Bajo el culo del sapo", de Tibor Fischer.



Leo por ahí­ que este fue el primer libro de Fischer, y que lo presentó a nosecuántas editoriales hasta que una se decidió a publicarlo... Obteniendo un éxito considerable que no me extraña en absoluto: me ha gustado mucho este libro por varios motivos. Es un reflejo tragicómico (a la vez paródico y mortalmente serio) de los años de dictadura soviética en Hungrí­a tras la Segunda Guerra Mundial, culminando en la abortada revolución húngara de 1956.



Sus dos protagonistas son una especie de alter ego combinado del autor (se llaman Tibor Pataki y Gyuri Fischer), y reflejan dos maneras diferentes de encarar la situación a veces absurda y a veces mortalmente peligrosa de los años de la dictadura: el chanchulleo continuo y la resignación desesperada. Desde el 45 hasta el 56, Gyuri y Pataki tratan de escaquearse del Ejército, juegan en un equipo de baloncesto semiprofesional, tratan de ligar con extranjeras para salir del paí­s y van trampeando como pueden para pasar un dí­a tras otro. Hasta que al fin, durante los dí­as de sangre y fuego de la revolución...

Este es un libro extraño: se nota que está escrito con muchí­sima rabia interior, pero tamizada por una ironí­a y un humor afilado que resulta a veces auténticamente hilarante. Ver la vida, por dura que sea, con un sarcasmo en los labios...

Pues eso: muchas gracias, Ariete.

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Amalur



No habí­a leí­do antes ninguna de esas archifamosas novelillas policí­acas traí­das al mundo de la mano de la insólita dama británica educada para el té con pastas e interesada con agudeza en el asesinato, Agatha Christie, hasta que cayó en mis manos Asesinato en el Orient Express, que me merendé en tres vivas hojeadas.

Salvando la falta de naturalidad en nudos y desenlaces, el abuso del personajes y situaciones teatrales y un uso sin escrúpulos del Deus ex machina, me ha gustado, me ha gustado mucho. Es cierto que no puedes tomar la historia en serio ni en un sentido riguroso, pero es divertida, engancha y me ha mantenido vivamente motivada en su lectura hasta que le he dado, no sin una sonrisa de Mona Lisa tras la que se esconde un irónico e incrédulo - ¡Venga ya!, el último mordisco. Bucear en incontables ocasiones por innumerables viñetas de Ibáñez me ha ayudado a aprender a despegarme de la realidad y de las exigencias para disfrutar del divertimento por divertido en sí­ mismo.

Lo que más me ha gustado de Asesinato en el Orient Express es la viva voracidad por la lectura de negro taquigrafiado sobre blanco virginal que ha dejado latiendo en mí­ tras su lectura, hasta el punto de apurar su último párrafo pasada la hora bruja y verme en menos de quince minutos buscando por las estanterí­as como un lobo hambriento hasta dar con lo que buscaba: La casa de los espí­ritus. En la que me sumergí­ inmediatamente hasta bien entrada la madrugada y en la que sigo buceando cada noche saboreando la intensidad de su lectura. Una joya.


Barrabás llegó a la familia por ví­a marí­tima...




California

Cita de: Oddball en Marzo 14, 2008, 04:43:08 PM
Cita de: California en Marzo 14, 2008, 02:56:58 AM
Cita de: al bundy en Marzo 13, 2008, 11:08:57 PM
Cita de: California en Marzo 13, 2008, 09:13:30 PM


Georges Pelecanos: Revolución en las calles.

Guionista y Productor ejecutivo de la serie The Wire, Pelecanos es uno de los mejores escritores de género negro en USA.

Más que novela negra, sus libros son casi antropologí­a urbana. En este libro nos narra la infancia y juventud de Derek Strange en Washington durante las décadas de los 60/70. Es la época de las revueltas de los negros y del asesinato de Martin Luther King. Al igual que en The Wire, importa más el retrato de personajes y ambientes urbanos que la acción.

Una delicia de libro.

Qué buena es The Wire. En breves instantes empiezo con la segunda temporada. Gran consejo, Califa.




Tienes suerte. Te queda lo mejor. La segunda temporada sigue con la lucha por la droga en las esquinas de Baltimore y los conflictos de los estibadores (polacos sobre todo) del puerto, aderezado todo ello con la mafia griega.
Y la tercera, que se desplaza al sistema y los centros de enseñanza.

Es una serie llena de detalles, que mueve a más de cincuenta personajes, todos ellos perfectamente desarrollados. Denuncia todos los estamentos polí­ticos de Baltimore, y según cuentan los creadores de la serie, tuvieron que suavizar determinados temas por ser demasiado escabrosos en la realidad.




Cal, ¿te has leido Clockers, de Richard Price?


Pues no. He buscado por la web y no aparece traducido al castellano. Parece ser que hay una pelí­cula cuyo guión es del propio Richard Price.

¿Por qué lo preguntas? ¿He de leerla, o qué...?

Oddball

porque el desarrollo de los personajes (pasmas maduros y baqueteados de comisarí­a de barrio y negritos mataos que curran para el camello negrata del barrio) y de la trama (Richard Price es el guionista entre otras, de cosas como The Wanderers o El color del dinero) te recordará al de The Wire.


Carson_

Estoy leyendo "Todos los hermosos caballos" de Cormac Mc Carthy. No me está enganchado de la misma manera que "La carretera" pero sigo pensando que es un escritor como la copa de un pino, de esos que enanizan, de los que quitan las ganas de pillar bloc y boli a los simples diletantes; escribe a años luz. Me impresiona especialmente el dominio de los diálogos. No sé, a bote pronto me viene a la cabeza "El retrato de Dorian Grey", recuerdo unas conversaciones brillantes, ingeniosas, inteligentes, pero difí­cilmente creí­bles salvo en una peli de postales difuminadas al estilo de James Ivory. Los diálogos se impregnan de sencillez, incluso parecen banales, acerca a los personajes al punto de la carnalidad, mientras él sigue retratando con virtuosismo los paisajes por donde se mueven.



Bic

De Cormac McCarthy he pillado "Hijo de Dios", ya contaré por aquí­ qué tal (querí­a coger "La carretera" después de tanta recomendación, pero no la tení­an en la biblioteca).

----------------

Atención, California: por lo que más quieras, NO abras este spoiler.
En cambio a Miss Froy (si no recuerdo mal) le gustará...

He terminado de leer, hace un rato...

"Veneno y sombra y adiós", el tercer y último tomo de "Tu rostro mañana", de Javier Marí­as.



Javier Marí­as cae mal a mucha gente en este foro (y eso que hace tiempo que Caver no se pasa por aquí­), como articulista es regular y me han contado algunas anécdotas sobre él como para mear y no echar gota, pero lo cierto es que ha escrito unos cuantos libros muy, muy buenos... "Todas las almas", "Corazón tan blanco" (con su final realmente impactante), y esta serie de "Tu rostro mañana" que coge elementos prestados de ambas novelas (los personajes de Custardoy o Peter Wheeler, o el propio narrador Jaime o Jacobo o Yago Deza) para construir una narración extraña, intrigante y algo obsesiva.

Marí­as suele utilizar una técnica curiosa en sus novelas: en una búsqueda constante de la precisión, del matiz o de Dios sabe qué, llena las frases de sinónimos, circunloquios, traducciones al inglés de palabras ambiguas, vueltas y revueltas sobre un verso recordado, una sentencia lapidaria o una simple palabra. Mezclando esto con la obsesiva machaconerí­a de algunas ideas, el resultado es una especie de sinfoní­a paranoica en el que cada personaje o situación tiene asociadas una serie de frases o reflexiones que se repiten cada vez que se les menciona en el texto. Y el caso es que el resultado... Mola.

- Una cosa mala: los diálogos... Todos suenan como si fuera el narrador el único que hablase (podrí­a justificarse diciendo que los recuerda y por tanto los adapta a su propia forma de expresarse, pero en fin).

- Una cosa buena: las perfectas evocaciones de dos personajes protagonistas basados en personas reales: Sir Peter Wheeler (aka Rylands) y el padre de Marí­as.

- Un fragmento del primer libro, que da tí­tulo a la serie y viene a resumir una de las paranoias centrales de la serie: la posibilidad de reconocer las potencialidades de la gente sólo sabiendo observarles, de poder decir "te tengo calado":

[El protagonista habla de la traición de que fue ví­ctima su padre] "¿Cómo era posible que no hubiera sospechado ni detectado nada? Era un hombre inteligente y culto, ningún tonto, y bastante precoz, aunque desde luego un optimista irredento, confiado en principio con todo el mundo. Pero aún así­. ¿Cómo se pudo pasar media vida junto a un compañero, un amigo í­ntimo (...), sin percatarse de su naturaleza, o al menos de su naturaleza posible? (Pero acaso en todos cualquier naturaleza es posible). ¿Cómo puede no verse en el tiempo largo que quien acabará y acaba perdiéndonos nos va a perder? (...) ¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que me enseñas o la careta que llevas, y que me mostrarás tan sólo cuando no lo espere?"

- Y el principio del tercero:

"Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las habí­a, en un asalto callejero o en un atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo.

Todas esas ocasiones en las que alguien cubre con su cuerpo a otro, o se interpone en la trayectoria de una bala o de una puñalada, son excepciones extraordinarias y por eso se destacan, y la mayorí­a son ficticias, están en las novelas y en las pelí­culas. Las pocas que se dan en la vida son impulsos irreflexivos o dictados por un sentido del decoro aún muy fuerte y cada vez más raro, hay quienes no podrí­an soportar que su hijo o su amada se fueran al otro mundo con la idea última de que uno no impidió su muerte, no se sacrificó, no dio su vida por salvar la de ellos, como si se tuviera interiorizada una jerarquí­a de vivos que ya va quedándose anticuada y pálida, los niños merecen más vivir que las mujeres y las mujeres más que los hombres y éstos más que los ancianos, algo así­, así­ era antes, y esa vieja caballerosidad pervive en algunas personas, cada vez en menos, en los de ese decoro tan absurdo si bien se mira, porque, ¿qué deberí­a importar el pensamiento último, el despecho o la decepción fugaces de quien un instante después ya estará muerto, sin más capacidad de decepción ni despecho ni de pensamiento? Es verdad que aún hay unos pocos que tienen esa preocupación arraigada y a los que eso importa, y que por lo tanto actúan para el testigo a quien salvan, para quedar bien ante él o ella, y ser recordados con admiración y agradecimiento eternos; sin acordarse de veras en el decisivo momento, sin plena conciencia entonces, de que nunca disfrutarán esa admiración ni ese agradecimiento, porque serán ellos quienes un instante después ya habrán muerto."




P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

lorenz

#323
Pascal BRUCKNER. Los ladrones de belleza (1997)

Este fue un texto comentado por el Bic el año pasado, el mero titulo y luego el comentario realizado en el hilo me invitaron a leerlo.
Los ladrones de belleza nos habla del amor y su reverso, del poder y magnetismo de lo bello, así­ como, la desdicha y la perversión de lo grotesco; todo se hila y concatena con una serie de reflexiones que se desplazan entre la contemplación sublime al acto burlesco de lo indigno, la belleza como anti-valor. La novela se nos presenta en clave, en las voces de dos personajes (una mujer y un hombre, una supuesta médica y un supuesto enfermo), cada uno a su modo victima-victimario de las pasiones y la sinrazón, ahogado entre las corrientes del amor, los celos, la ira, la cobardí­a, la sed de venganza activa o pasiva y la búsqueda de una silente expiación.

CITAS:

  • “La vida habí­a grabado en mi piel ese nuevo estigma.”
  • “…maldije la absurda norma que establece que el hombre es el que debe asumir los riesgos. Al fin y al cabo, ella era la que nos habí­a metido es ese lí­o por su testarudez de niña mimada ávida de situaciones nuevas.”
  • “Uno no se hace médico para ayudar a los demás, sino para perseguirles con absoluta legalidad, para castigarles por estar postrados.”
  • “Algunos dí­as, mi cuerpo me cansaba; era pesado de llevar, corruptible. Lavarlo, alimentarlo y cuidarlo era superior a mis fuerzas. Algunos dí­as, la mirada de los hombres me agotaba, me sentí­a como despojada de mi propio ser. Estaba agotada harta de la exigencia de perfección que me imponí­a Ferdinand.”
  • “¡Si pudiera quererme lo suficiente para no desear que sea guapa, y solamente guapa! Reclamo el derecho a ser guapa a tiempo parcial, a tener momentos prosaicos y banales.”
  • “Echaba mano constantemente del botiquí­n, repartiendo las pequeñas capsulas coloradas como si fueran caramelos para calmar la angustia."
  • “Espero la desgracia con tal puntualidad, que cuando llega la felicidad ni siquiera la noto.”
  • “El orgasmo constituí­a para él ese momento de impudor y de prodigio a través del cual una criatura limitada intentaba abolir hasta el paroxismo sin  lí­mites y escapar al tiempo. La cama se convertí­a en el espacio de una transfiguración, el altar sobre el cual ser amado se trasformaba en deidad, santo o arpí­a. Yo sacaba provecho de aquella idolatrí­a sin saber si iba dirigida a mí­ o a la feminidad en general.
    Con él me sentí­a trastornada y no sabí­a cómo expresarle mi agradecimiento por llevarme tan lejos.”
  • “El milagro del amor es hacer que tu mundo gire en torno a un ser que te subyuga, el horror del amor es reducir tu mundo a un ser que te encadena.”
  • “…contrariamente a lo que suele decirse, la belleza no es una promesa de felicidad, sino una certeza de desastre. Las personas bellas, sean hombres o mujeres, son dioses que han descendido entre nosotros y provocan insolentemente con su perfección. Allí­ por donde pasan, siembran la división y la desgracia, y hacen que cada uno de nosotros nos enfrentemos con nuestra mediocridad. La belleza puede ser una luz, pero una luz que hace más oscura la noche; nos transporta muy alto, pero después nos hace caer tan bajo, que uno se arrepiente de haberse acercado a ella.”
  • “-La belleza humana es la injusticia por excelencia.”
  • “…la apariencia no es inocente.”
  • “La belleza es un fragmento de eternidad que el tiempo siempre acaba por destruir.”
  • “La fuerza de un relato no reside en su conformidad con los hechos, sino en las rupturas que provoca, en el dinamismo que trasmite.”


Azabache

Cita de: Bic Cristal en Marzo 20, 2008, 12:32:29 AM
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Atención, California: por lo que más quieras, NO abras este spoiler.
"Veneno y sombra y adiós", el tercer y último tomo de "Tu rostro mañana", de Javier Marí­as.



Javier Marí­as cae mal a mucha gente en este foro (y eso que hace tiempo que Caver no se pasa por aquí­), como articulista es regular y me han contado algunas anécdotas sobre él como para mear y no echar gota, pero lo cierto es que ha escrito unos cuantos libros muy, muy buenos... "Todas las almas", "Corazón tan blanco" (con su final realmente impactante), y esta serie de "Tu rostro mañana" que coge elementos prestados de ambas novelas (los personajes de Custardoy o Peter Wheeler, o el propio narrador Jaime o Jacobo o Yago Deza) para construir una narración extraña, intrigante y algo obsesiva.

Marí­as suele utilizar una técnica curiosa en sus novelas: en una búsqueda constante de la precisión, del matiz o de Dios sabe qué, llena las frases de sinónimos, circunloquios, traducciones al inglés de palabras ambiguas, vueltas y revueltas sobre un verso recordado, una sentencia lapidaria o una simple palabra. Mezclando esto con la obsesiva machaconerí­a de algunas ideas, el resultado es una especie de sinfoní­a paranoica en el que cada personaje o situación tiene asociadas una serie de frases o reflexiones que se repiten cada vez que se les menciona en el texto. Y el caso es que el resultado... Mola.

- Una cosa mala: los diálogos... Todos suenan como si fuera el narrador el único que hablase (podrí­a justificarse diciendo que los recuerda y por tanto los adapta a su propia forma de expresarse, pero en fin).

- Una cosa buena: las perfectas evocaciones de dos personajes protagonistas basados en personas reales: Sir Peter Wheeler (aka Rylands) y el padre de Marí­as.

- Un fragmento del primer libro, que da tí­tulo a la serie y viene a resumir una de las paranoias centrales de la serie: la posibilidad de reconocer las potencialidades de la gente sólo sabiendo observarles, de poder decir "te tengo calado":

[El protagonista habla de la traición de que fue ví­ctima su padre] "¿Cómo era posible que no hubiera sospechado ni detectado nada? Era un hombre inteligente y culto, ningún tonto, y bastante precoz, aunque desde luego un optimista irredento, confiado en principio con todo el mundo. Pero aún así­. ¿Cómo se pudo pasar media vida junto a un compañero, un amigo í­ntimo (...), sin percatarse de su naturaleza, o al menos de su naturaleza posible? (Pero acaso en todos cualquier naturaleza es posible). ¿Cómo puede no verse en el tiempo largo que quien acabará y acaba perdiéndonos nos va a perder? (...) ¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que me enseñas o la careta que llevas, y que me mostrarás tan sólo cuando no lo espere?"

- Y el principio del tercero:

"Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las habí­a, en un asalto callejero o en un atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo.

Todas esas ocasiones en las que alguien cubre con su cuerpo a otro, o se interpone en la trayectoria de una bala o de una puñalada, son excepciones extraordinarias y por eso se destacan, y la mayorí­a son ficticias, están en las novelas y en las pelí­culas. Las pocas que se dan en la vida son impulsos irreflexivos o dictados por un sentido del decoro aún muy fuerte y cada vez más raro, hay quienes no podrí­an soportar que su hijo o su amada se fueran al otro mundo con la idea última de que uno no impidió su muerte, no se sacrificó, no dio su vida por salvar la de ellos, como si se tuviera interiorizada una jerarquí­a de vivos que ya va quedándose anticuada y pálida, los niños merecen más vivir que las mujeres y las mujeres más que los hombres y éstos más que los ancianos, algo así­, así­ era antes, y esa vieja caballerosidad pervive en algunas personas, cada vez en menos, en los de ese decoro tan absurdo si bien se mira, porque, ¿qué deberí­a importar el pensamiento último, el despecho o la decepción fugaces de quien un instante después ya estará muerto, sin más capacidad de decepción ni despecho ni de pensamiento? Es verdad que aún hay unos pocos que tienen esa preocupación arraigada y a los que eso importa, y que por lo tanto actúan para el testigo a quien salvan, para quedar bien ante él o ella, y ser recordados con admiración y agradecimiento eternos; sin acordarse de veras en el decisivo momento, sin plena conciencia entonces, de que nunca disfrutarán esa admiración ni ese agradecimiento, porque serán ellos quienes un instante después ya habrán muerto."




P & L
íbrelo Cali, héchale wevos....

Bic

#325
He pasado gran parte del dí­a espantosamente resacoso, pero entre aguijonazo y aguijonazo he aprovechado que el dí­a se presentaba tranquilo para acabarme un muy buen libro: "La edad de hierro" de Coetzee.



Que iba a caer algo de Coetzee para tantearlo estaba claro desde la recomendación de Azabache hace unas cuantas páginas, así­ que dado que "Diario de un mal año" estaba pillado, acabé cogiendo la primera novela suya que pillé del estante de la biblioteca. Y el resultado ha sido... Joder, fabuloso. Desde que leí­ mi última bolañerí­a no encontraba un autor que me "llegase" tanto como este tremebundo Nobel sudafricano.

El libro es una larga carta escrita por una mujer madura sudafricana blanca a la que acaban de diagnosticar un cáncer terminal de huesos, y que intenta de algún modo despedirse de su única hija, que emigró hace años a Estados Unidos huyendo de la asquerosa situación polí­tica de la Sudáfrica del apartheid. La narradora pasa sus últimos dí­as en compañí­a de un vagabundo maloliente y callado que se instala delante de su casa, y que se convierte poco a poco no en un amigo, un amante, un marido o un testigo, sino en una extraña y silenciosa mezcla de todo ello.

A través de las desgracias que le ocurren a la familia de su asistenta negra, cuyo hijo está metido en la lucha armada contra el gobierno, Coetzee retrata los años de hierro y violencia del apartheid con una enorme maestrí­a. La narradora se encuentra entre la espada y la pared: es incomprendida tanto por los policí­as blancos que ahogan el paí­s en sangre como por los jóvenes rebeldes negros que para combatir un mal se acaban convirtiendo en niños de hierro, con su humanidad ahogada por la violencia.



A ese respecto, hay un gran momento cuando la narradora va a ver a un niño herido durante uno de los disturbios...

Yo, una blanca. Cuando pienso en los blancos, ¿qué veo? Veo un rebaño de ovejas (no una manada: un rebaño) pululando por una llanura polvorienta bajo un sol de justicia. Oigo un tamborileo de pezuñas, un estruendo confuso que se convierte, cuando el oí­do se adapta, en un solo balido con un millar de inflexiones distintas: "¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!". Y, patrullando entre ellos, apartándolos a golpes con sus ijadas hirsutas, pesados, con los dientes afilados y los ojos enrojecidos, los salvajes y recalcitrantes viejos verracos, los bóers, gruñendo: "¡Muerte! ¡Muerte". Aunque no me hace ningún bien, me aparto del contacto de los blancos tanto como ese chico. Incluso me apartarí­a de esa vieja que le está tocando la mano si esa vieja no fuera yo. (...)

- Si hubieras estado en mi clase de Tucí­dides - le dije - a lo mejor habrí­an aprendido algo sobre lo que puede pasar con la humanidad en los momentos de guerra. (...) Tucí­dides escribí­a sobre gente que hací­a normas y las cumplí­a. Siguiendo las normas mataban a pueblos enteros de enemigos sin excepción. Estoy segura de que la mayorí­a de los que morí­an sentí­an que se estaba cometiendo un error terrible, que fuera cual fuese la norma no podí­a estar dirigida a ellos. "¡Yo..." era su última palabra mientras les cortaban las gargantas. Una palabra de protesta: yo, la excepción.
¿Eran excepciones? Lo cierto es que, si tuviéramos tiempo para hablar, todos nos declararí­amos excepciones. Porque todos somos casos especiales. Todos merecemos el beneficio de la duda.
Pero a veces no hay tiempo para escuchar con tanta atención, para tantas excepciones, para tanta compasión. No hay tiempo, así­ que nos dejamos guiar por la norma. Y es una lástima enorme, la más grande de todas. Eso es lo que podrí­as haber aprendido de Tucí­dides. Es una lástima enorme que estemos entrando en una época parecida. Tendrí­amos que entrar en ella acongojados. En ningún caso darle la bienvenida.


La edad de hierro, en la que la violencia y la muerte no permiten hacer casos particulares.

Un libro muy bueno, con varios niveles de lectura y varios temas entrecruzados, y que ofrece no sólo un retrato social de una época convulsa sino también una visión a la vez muy hermosa e insoportablemente triste de los últimos dí­as de una moribunda. Las reflexiones que escribe sobre el cáncer, sobre la hija de la que se despide o sobre el mundo que va a dejar atrás son de las que se meten dentro...

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Carson_

De J. M. Coetzee sólo he leí­do "Elizabeth Costello", no me entusiasmó, tal vez por la excesiva sequedad de su prosa. Habrá que volver a intentarlo.

Azabache

Cita de: Carson_ en Marzo 23, 2008, 10:17:10 PM
De J. M. Coetzee sólo he leí­do "Elizabeth Costello", no me entusiasmó, tal vez por la excesiva sequedad de su prosa. Habrá que volver a intentarlo.
Sí­, árido, parco, sobrio (en sus mejores acepciones). Sutil. Ni una sola palabra sobra o falta. Primus inter pares (¿se escribe así­?)

Carson_

Azabache, con J. M. Coetzee me pasó un poco como con Kafka, que reconociendo a dos grandes, su prosa y la temática me echan un poco para atrás. Como que me pueden, no sé si me explico. Kafka, por ejemplo, es un autor que seguramente no releeré. En cambio otro seco como Camus, no me produce la misma inquietud. Pero ya digo, volveré sobre Coetzee, no quiero perderme lo que otros aprecian.

Oye, yo de latí­n las cuatro frases justas para fardar.

Bic

Cita de: Azabache en Marzo 23, 2008, 11:23:58 PM
Cita de: Carson_ en Marzo 23, 2008, 10:17:10 PM
De J. M. Coetzee sólo he leí­do "Elizabeth Costello", no me entusiasmó, tal vez por la excesiva sequedad de su prosa. Habrá que volver a intentarlo.
Sí­, árido, parco, sobrio (en sus mejores acepciones). Sutil. Ni una sola palabra sobra o falta. Primus inter pares (¿se escribe así­?)

Veo tus adjetivos y añado un "preciso": me ha encantado ver cómo elige en cada momento la palabra exacta, la frase precisa para describir un estado de ánimo (generalmente depresivo ;D), una situación o un personaje. Y en fin, no sé, a mí­ todo esto me parecen virtudes: puede que la prosa sea árida y polvorienta, pero no me ha parecido en absoluto lenta ni aburrida como he leí­do por ahí­ googleando sobre este libro. Acongojante sí­ que lo es un rato, pero ya se trata de eso, aunque curiosamente no es nihilista, o no me lo ha parecido: hay un vitalismo ahí­ enterrado, sobretodo en la parte final del libro y alrededor de Vercueil (el vagabundo) que también es justo destacar.

He flipado con un pavo que dice por ahí­ que la visión de la narradora (pródiga entre otras cosas en descripciones del cáncer que le roe los huesos como un hijo nonato) es edulcorada. Cristo bendito: qué entenderá ese tí­o por prosa amarga.

Muchas gracias por la recomendación, Azabache, está siendo un buen descubrimiento. ¿Cuál me aconsejas que pille si aún no está disponible "Diario de un mal año"?

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.