Teorizando y aprendiendo sobre el fracaso

Iniciado por Dolordebarriga, Junio 03, 2008, 05:00:15 AM

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Bic

#495
Ah, y bueno: que no digo yo que la realidad mayoritaria de los universitarios sea el mileurismo, sino que no es tan difí­cil encontrar universitarios mileuristas, y no sólo por la red (ella, por ejemplo, casi nunca la utilizaba). Eso sí­: concentrados en su mayorí­a en carreras "poco competitivas".

Esto en el fondo es hablar por hablar: lo que molarí­a es ver un desglose de ocupación laboral y remuneración media ordenada por carreras. Ver cuántos arquitectos mileuristas hay, cuántos filólogos mileuristas hay, y sacar conclusiones. Pero así­, sobre el vací­o...

P & L
Los libros son finitos, los encuentros sexuales son finitos, pero el deseo de leer y de follar es infinito, sobrepasa nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras esperanzas de paz.

Kamarasa GregorioSamsa

#496
yonnondio, este es un ejemplo extremo de "hedonismo operativo":


"Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es una especie de competencia olí­mpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañí­as del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los cientí­ficos (-0.3), sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten:

Allí­ donde los niveles en los simples mortales es muy alto, - estrés, coraje, frustración - en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen.

Por el contrario, ahí­ donde la mayorí­a de voluntarios mostró bají­simos niveles -satisfacción y plenitud existencial-, Ricard superó todos los í­ndices.

Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al tí­tulo de “el hombre más feliz del planeta” (www.elmundo. es, 22 de abril)

Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia cientí­fica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…

Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean Franí§ois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateí­smo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia cientí­fica Un buen dí­a decidió que ése no era el rumbo que él querí­a para su vida.

Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero.

Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros -producto de la venta de sus libros- a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar fí­sicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras: más infelicidad autogenerada.

Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un dí­a para otro, sino de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos ví­ctimas del pasado, de los padres o del entorno, y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad

(M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).

Al final, los resultados del estudio de nuestra civilización consumista donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra - confirman ahora sí­ con pruebas cientí­ficas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo …sin que los cientí­ficos materialistas les dieran ni un mí­nimo de crédito…

A saber: que la felicidad es un asunto del espí­ritu.

- No depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buddha)
- La clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Jesús)
- La felicidad es un hábito, o el resultado de varios hábitos (Aristóteles)

Ricard admite que su camino no es más que uno entre muchos, Pero advierte que ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente."


Recolectando

Cita de: Bic Cristal en Junio 06, 2008, 01:47:21 PM
Ah, y bueno: que no digo yo que la realidad mayoritaria de los universitarios sea el mileurismo, sino que no es tan difí­cil encontrar universitarios mileuristas, y no sólo por la red (ella, por ejemplo, casi nunca la utilizaba). Eso sí­: concentrados en su mayorí­a en carreras "poco competitivas".

Esto en el fondo es hablar por hablar: lo que molarí­a es ver un desglose de ocupación laboral y remuneración media ordenada por carreras. Ver cuántos arquitectos mileuristas hay, cuántos filólogos mileuristas hay, y sacar conclusiones. Pero así­, sobre el vací­o...

P & L

Así­ sobre el vací­o a lo único que podemos llegar es a lo que el sentido común nos introduce como tópico (y los tópicos no tienen porque ser falsos de forma necesaria), y eso es pensar que la precariedad se concentra en las carreras del ámbito de las humanidades.  Con esas estadí­sticas desglosadas podrí­amos, quizás, llevarnos algunas sorpresas y descubrir que también hay carreras técnicas desfavorecidas.  Pero me parece importante lo que has señalado, que, al matricularte en una de esas carreras, ya eres consciente de que va a ser difí­cil que gracias a ese tí­tulo y esos conocimientos puedas ganarte la vida.

En ese desglose de porcentaje de licenciados en X que se insertan en el mercado laboral gracias a ese X, serí­a importante también cuánta es la incidencia de los que obtienen una licenciatura en el ámbito de las humaniades como segunda carrera y no como primera.

ghostdog

muchos universitarios mileuristas de treinta y tantos, cuando los productos del boom de natalidad español llegaron a la uni, están en trabajos que en principio no requieren formación universitaria, pero que al producirse una cascada de personal cualificado desde los puestos que les corresponden, demasiado escasos para tanta demanda, pero que tuvieron que aceptar porque no habí­a otra cosa.

Aquí­ en galicia en seguridad hay bastantes licenciados de treinta y tantos, que itenen ese curro no como un trabajo temporal, sino como la mejor solución que han podido encontrar; ahí­ está mi colega protagonista de tantos golds externos al foro; en su servicio, está el, licenciado en psicologí­a, un licenciado en filosofí­a, y otro en pedagogí­a...

En coruña, los curritos í­bamos a trabajar a zara, que era el único lugar donde habí­a trabajo, y los universitarios a las empresas de telefoní­a, que a partir de atento aquí­ en coruña se formó una especie de cluster (no sé si estoy empleando bien el término), con empresas como sykes, etc... aprovechando el personal con experiencia en el tema. Prácticamente todos los teleoperadores son universitarios, muchos de treinta y tantos, que llevan años empleados en él.

También como creo que comentan por ahí­, es posible estar en la universidad y cobrar una mierda. Uno de mis colegas es profesor y cobra los mil euros limpios.

Luego están las oposiciones... todos son universitarios, así­ que en galicia, los auxiliaries administrativos, muchos bedeles, en los organismos públicos y administraciones, etc... son universitarios

Sobre lo de que las universidades se vací­an... eso es por el relevo generacional... a nosotros, los de treinta y tantos, nos tocaron clases en egb de cuarenta y tantas personas, mientras que mi hermana de veinte años eran ocho-12 por clase. Es decir, ha llegado una generación mucho menos numerosa... eso podrí­a explicar el vací­o en las clases universitarias mucho más que cualquier cambio de actitud... en teorí­a esto deberí­a beneficiarles, pero en el mercado laboral todaví­a hay un exceso de universitarios treintañeros buscando una ocupación acorde con su formación, y ahí­ está la inmigración como elemento controlador de la demanda y oferta en el mercado laboral, con el cual las empresas controlan los salarios.


laura_m

Cita de: GregorioSamsa en Junio 06, 2008, 01:57:06 PM
yonnondio:


"Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es una especie de competencia olí­mpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañí­as del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los cientí­ficos (-0.3), sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten:

Allí­ donde los niveles en los simples mortales es muy alto, - estrés, coraje, frustración - en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen.

Por el contrario, ahí­ donde la mayorí­a de voluntarios mostró bají­simos niveles -satisfacción y plenitud existencial-, Ricard superó todos los í­ndices.

Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al tí­tulo de “el hombre más feliz del planeta” (www.elmundo. es, 22 de abril)

Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia cientí­fica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…

Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean Franí§ois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateí­smo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia cientí­fica Un buen dí­a decidió que ése no era el rumbo que él querí­a para su vida.

Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero.

Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros -producto de la venta de sus libros- a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar fí­sicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras: más infelicidad autogenerada.

Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un dí­a para otro, sino de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos ví­ctimas del pasado, de los padres o del entorno, y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad

(M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).

Al final, los resultados del estudio de nuestra civilización consumista donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra - confirman ahora sí­ con pruebas cientí­ficas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo …sin que los cientí­ficos materialistas les dieran ni un mí­nimo de crédito…

A saber: que la felicidad es un asunto del espí­ritu.

- No depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buddha)
- La clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Jesús)
- La felicidad es un hábito, o el resultado de varios hábitos (Aristóteles)

Ricard admite que su camino no es más que uno entre muchos, Pero advierte que ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente."



Este payo estaba predestinado al éxito. Se desprende de todo (excepto del éxito, que se le pega como una lapa) pero aún así­ acaba encontrándose en una situación en la que tiene capacidad económica para donar millones de euros.

Ah, y a Buda, Jesús y Aristóteles hay que añadir a Yoda, que viene a decir lo mismo.

Recolectando

Cita de: ghostdog en Junio 06, 2008, 02:02:33 PM
También como creo que comentan por ahí­, es posible estar en la universidad y cobrar una mierda. Uno de mis colegas es profesor y cobra los mil euros limpios.

Este comentario de Ghost entronca con las alusiones a la endogamia y las luchas intestinas por el poder en los departamentos universitarios que han ido apareciendo.  Pocos son los elogios que yo he llegado a escuchar sobre el mundillo intrauniversitario, más bien la idea general es que los departamentos son comparables a casas de tolerancia, con dinosaurios atornillados a sus poltronas sin voluntad de mover un dedo por la mejora de los curricula y concentrados en mantener sus prebendas y a seguir soltando año tras año el mismo discurso responda o no a las necesidades con las que se encontrará el alumnado (con muchos honrosí­simos contraejemplos que son los primeros en denunciar ese estado de las cosas).  La universidad está fuertemente jerarquizada, las puñaladas traperas a la orden del dí­a y la suerte de un profesor ayudante (que era la categorí­a inferior, no sé si habrá cambiado su denominación) no tiene nada de envidiable.

Dionisio Aerofagita

#501
Cita de: Mon en Junio 06, 2008, 01:42:08 PM
Yo me he limitado a confirmar que también yo a los universitarios mileuristas los he conocio a través de la red.  No he negado que los haya, ni que puedan ser muchos, pero la clave está en ver cuánta representatividad suponen para poder hablar de la gran estafa padecida por una generación.  Las estadísticas de empleo (incluidas la que linkó Ariete) muestran el mal estado del mercado laboral en España, pero en ninguna aparece la clase universitaria como la peor situada en esa parrilla de precariedad.

Es que son cosas distintas que me parece, se mezclaban en el debate.
Hay una relacion directa entre titulación universitaria y situación laboral. La precariedad más precaria se concentra especialmente en los que no tienen nada. Ceteris paribus, tanto los niveles de empleo como las condiciones de trabajo son mejores en los que tienen títulos universitarios, en particular si consideramos el efecto de la edad como variable perturbadora.

Lo que pasa es que nuestro modelo laboral, por diversas razones se ha centrado, por lo menos desde la democracia, en un mercado de trabajo segmentado en el que el grueso de la flexibilidad se ha centrado en las personas de más reciente incorporación a la empresa (y al mercado de trabajo), que han sido sobre todo los jóvenes (en cierta medida, también las mujeres). El tema está estudiado: se salvó de la quema al varón pater familias, que venía poco cualificado a cambio de precarizar a sus hijos que contaban con mejor cualificación formal; la situación se reequilibraba parcialmente en el seno de las familias manteniendo la dependencia familiar del trabajador estándar mucho más protegido. Aunque los cabezas de familia están ahora más cualificados en general (son los hijos de antes), el modelo se sigue reproduciendo de manera que lo más normal es que los hijos de hoy estén mucho peor que sus padres teniendo más cualificación.

Así pues, en la precariedad general del empleo juvenil, quien tiene carrera está mejor situado que quien no la tiene, como regla general. Por supuesto, hay determinadas profesiones específicas en las que hay trabajadores muy cualificados que no necesitan carrera; hay una titulación, no es obligatoria  generalmente pero en la práctica hoy por hoy hay que tenerla salvo buenas redes sociales, porque el que no la tiene ya está en desventaja en el mercado. Pero estas profesiones no son tantas, no están disponibles para todo el mundo y, por otra parte, puede haber gente que las ejerza y que, además, tenga una titulación universitaria. Lo que pasa es que el que tiene carrera y es joven puede estar peor que sus mayores sin carrera y, por otra parte, que el joven está "subempleado" porque está desempeñando un trabajo para el que en realidad no "haría falta" una carrera (en sus expectativas).

Quicir. Que el FP de administrativo puede estar muy bien, pero al final, para contratar un administrativo, el empresario tiende a echar mano de sus diplomados en relaciones laborales y empresariales, o licenciados en derecho y filosofía. Y, evidentemente, un licenciado en filosofía está mejor situado en el mercado que alguien que tiene nada, e incluso que alguien con FP de administrativo y además puede formarse en cosas de administrativo. Lo que pasa es que no trabaja filosofando. Esto sucede porque con los títulos operan cierto tipo de presunciones, a veces reales, pero a veces muy excesivas y consecuencia de la titulitis española. Conforme se vaya construyendo un sistema potente de formación profesional (porque es AHORA cuando se está empezando a hacer algo con el catálogo nacional de cualificaciones), los títulos universitarios podrían perder algo de esa presunción, viéndose progresivamente sustituidos por las certificaciones profesionales. Hace tiempo que la cosa ha ido cambiando, y también la valoración social de la FP, pero creo que todavía va lento.

Por concretar, yo lo que percibo en las aulas es una gran cantidad de alumnos "alienados" en el sentido siguiente. Saben que sin un título no van a ningún sitio. Pero saben (porque a estas alturas de la vida ya no han venido engañados) que con el título no tienen garantizado nada, que es difícil que trabajen "de lo suyo" y que, aún así, es difícil que se encumbren. Saben que lo que importa es el título, el hecho material, y no lo que sepan, en nuestro país aquejado de titulitis. Y saben (o creen) que la formación que reciban es relativamente irrelevante para su progreso material. En román paladino, que saber en qué batalla perdió la mano Cervantes no te va a servir de nada de administrativo, que la empresa te escogió porque habías pasado una cierta criba intelectual y de esfuerzo, pero que no les importa la vida de Cervantes. Así pues, al margen de los problemas que tenemos el profesorado, que ya se han comentado por aquí, pero que son otra historia, nos encontramos -en las carreras de ciencias sociales y jurídicas- con alumnos apáticos, desinteresados por los contenidos y por el aprendizaje, que tienen una cierta sensación de estar en una academia para conseguir un título a cambio de las tasas de matrícula y de reproducir o empollar una serie de cosas, que no se apuntan a participar en actividades intelectuales, que van como de prestados, que no tienen ningún orgullo por ser universitarios. El tema es dedicar el mínimo esfuerzo a estas actividades, conseguir el carnet por puntos y dedicarse, discontinuamente, a pasárselo bien y a las idas y venidas en el mercado de trabajo. No es una cuestión moral ni de actitudes o capacidades intelectuales, sino estructural. A este respecto, las diferencias con lo que he visto en la universidad marroquí o lo que me cuentan de las universidades iberoamericanas decentes, son patentes.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

yonodio

Cita de: Mon en Junio 06, 2008, 02:26:53 PM
Cita de: ghostdog en Junio 06, 2008, 02:02:33 PM
También como creo que comentan por ahí­, es posible estar en la universidad y cobrar una mierda. Uno de mis colegas es profesor y cobra los mil euros limpios.

Este comentario de Ghost entronca con las alusiones a la endogamia y las luchas intestinas por el poder en los departamentos universitarios que han ido apareciendo.  Pocos son los elogios que yo he llegado a escuchar sobre el mundillo intrauniversitario, más bien la idea general es que los departamentos son comparables a casas de tolerancia, con dinosaurios atornillados a sus poltronas sin voluntad de mover un dedo por la mejora de los curricula y concentrados en mantener sus prebendas y a seguir soltando año tras año el mismo discurso responda o no a las necesidades con las que se encontrará el alumnado (con muchos honrosí­simos contraejemplos que son los primeros en denunciar ese estado de las cosas).  La universidad está fuertemente jerarquizada, las puñaladas traperas a la orden del dí­a y la suerte de un profesor ayudante (que era la categorí­a inferior, no sé si habrá cambiado su denominación) no tiene nada de envidiable.

Yo aun recuerdo el caso de un profe mio que se saco el trabajo de doctorado a base de fraccionarlo como proyectos de fin de carrera para diplomados (y encima cuando les pedia la documentacion para leerla, les pedia 2 copias!!!).

L´imperatrice

Cita de: GregorioSamsa en Junio 06, 2008, 01:57:06 PM
yonnondio, este es un ejemplo extremo de "hedonismo operativo":


"Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es una especie de competencia olí­mpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañí­as del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los cientí­ficos (-0.3), sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten:

Allí­ donde los niveles en los simples mortales es muy alto, - estrés, coraje, frustración - en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen.

Por el contrario, ahí­ donde la mayorí­a de voluntarios mostró bají­simos niveles -satisfacción y plenitud existencial-, Ricard superó todos los í­ndices.

Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al tí­tulo de “el hombre más feliz del planeta” (www.elmundo. es, 22 de abril)

Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia cientí­fica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…

Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean Franí§ois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateí­smo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia cientí­fica Un buen dí­a decidió que ése no era el rumbo que él querí­a para su vida.

Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero.

Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros -producto de la venta de sus libros- a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar fí­sicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras: más infelicidad autogenerada.

Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un dí­a para otro, sino de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos ví­ctimas del pasado, de los padres o del entorno, y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad

(M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).

Al final, los resultados del estudio de nuestra civilización consumista donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra - confirman ahora sí­ con pruebas cientí­ficas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo …sin que los cientí­ficos materialistas les dieran ni un mí­nimo de crédito…

A saber: que la felicidad es un asunto del espí­ritu.

- No depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buddha)
- La clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Jesús)
- La felicidad es un hábito, o el resultado de varios hábitos (Aristóteles)

Ricard admite que su camino no es más que uno entre muchos, Pero advierte que ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente."


Me  parece absolutamente cierta esta idea. Pero……2 cuestiones:

1º) ¿Cómo progresarí­a la humanidad si todos nos encerráramos en una celda a ser célibes  felices dedicados a la labor de  reflexionar y contener nuestros impulsos primitivos?

Claro que puestos a buscar una manera de que se extinga nuestra brillante especie, esta me gusta más que ninguna otra.

2º) Haber nacido hombre ( con todas las debilidades humanas) y convertirte en dios ( estar por encima de las miserias morales que te unen a tu grupo ) , serí­a como ser un transvertido espiritual en el reino de la nada….ufff ¿qué vendrí­a luego?

Alcanzaremos  la orilla en nuestra barca de sueños. Plantaremos la semilla por una tierra sin dueño ( Radio futura; semilla negra)

Recolectando

#504
Cita de: El Dioni en Junio 06, 2008, 02:30:46 PM
Quicir. Que el FP de administrativo puede estar muy bien, pero al final, para contratar un administrativo, el empresario tiende a echar mano de sus diplomados en relaciones laborales y empresariales, o licenciados en derecho y filosofí­a. Y, evidentemente, un licenciado en filosofí­a está mejor situado en el mercado que alguien que tiene nada, e incluso que alguien con FP de administrativo y además puede formarse en cosas de administrativo. Lo que pasa es que no trabaja filosofando. Esto sucede porque con los tí­tulos operan cierto tipo de presunciones, a veces reales, pero a veces muy excesivas y consecuencia de la titulitis española. Conforme se vaya construyendo un sistema potente de formación profesional (porque es AHORA cuando se está empezando a hacer algo con el catálogo nacional de cualificaciones), los tí­tulos universitarios podrí­an perder algo de esa presunción, viéndose progresivamente sustituidos por las certificaciones profesionales. Hace tiempo que la cosa ha ido cambiando, y también la valoración social de la FP, pero creo que todaví­a va lento.

Ese proceso se está dando, pero va más lento de lo que deberí­a.  Del mismo modo que defiendo que la mejor aportación de la LOGSE fueron los ciclos formativos de grado superior, manifiesto que una de las peores aberraciones fue que se negara la posibilidad de un punete directo entre los ciclos formativos de grado medio (a los que da acceso el tí­tulo de ESO) y los superiores. Para cursar los superiores, se habí­a de pagar el peaje del bachillerato sí­ o sí­ (no sé si habrá cambiado), para determinadas ocupaciones en el mundo de los mecánicos, se habí­a de pasar (y aprobar, obvio) por el Bachilleratom, aguantando un sinnúmero de asignaturas teóricas a las que difí­cilmente un adolescente podí­a ver relación con el trabajo que querí­a desempeñar. No se la veí­an ellos, ni se la veí­a yo. Su desmotivación era evidente y desde mi perspectiva más que justificada.  Si la capacidad de abstracción ya es algo que exige una madurez intelectual desarrollada, enfrentarte a disquisiciones sobre la naturaleza del saber cientí­fico (la primera unidad del temario, si no me falla la memoria) con la sensación continua de para qué cojones te va a servir ese conocimiento cuando estés con el mono en el taller (después de pasar por las manos del de fí­sica y quí­mica, el de lengua española, el de inglés, el de catalán, etc.) lo imagino como una tortura de un retorcimiento sibilino.

_Amazonia_

Cita de: L´imperatrice en Junio 06, 2008, 03:20:28 PM
Cita de: GregorioSamsa en Junio 06, 2008, 01:57:06 PM
yonnondio, este es un ejemplo extremo de "hedonismo operativo":


"Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es una especie de competencia olí­mpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañí­as del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los cientí­ficos (-0.3), sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten:

Allí­ donde los niveles en los simples mortales es muy alto, - estrés, coraje, frustración - en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen.

Por el contrario, ahí­ donde la mayorí­a de voluntarios mostró bají­simos niveles -satisfacción y plenitud existencial-, Ricard superó todos los í­ndices.

Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al tí­tulo de “el hombre más feliz del planeta” (www.elmundo. es, 22 de abril)

Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia cientí­fica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…

Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean Franí§ois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateí­smo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia cientí­fica Un buen dí­a decidió que ése no era el rumbo que él querí­a para su vida.

Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero.

Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros -producto de la venta de sus libros- a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar fí­sicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras: más infelicidad autogenerada.

Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un dí­a para otro, sino de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos ví­ctimas del pasado, de los padres o del entorno, y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad

(M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).

Al final, los resultados del estudio de nuestra civilización consumista donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra - confirman ahora sí­ con pruebas cientí­ficas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo …sin que los cientí­ficos materialistas les dieran ni un mí­nimo de crédito…

A saber: que la felicidad es un asunto del espí­ritu.

- No depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buddha)
- La clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Jesús)
- La felicidad es un hábito, o el resultado de varios hábitos (Aristóteles)

Ricard admite que su camino no es más que uno entre muchos, Pero advierte que ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente."


Me  parece absolutamente cierta esta idea. Pero……2 cuestiones:

1º) ¿Cómo progresarí­a la humanidad si todos nos encerráramos en una celda a ser célibes  felices dedicados a la labor de  reflexionar y contener nuestros impulsos primitivos?

Claro que puestos a buscar una manera de que se extinga nuestra brillante especie, esta me gusta más que ninguna otra.

2º) Haber nacido hombre ( con todas las debilidades humanas) y convertirte en dios ( estar por encima de las miserias morales que te unen a tu grupo ) , serí­a como ser un transvertido espiritual en el reino de la nada….ufff ¿qué vendrí­a luego?


.


El hermaqfrodismo.

La naturaleza humana se agarra a cualquier cosa antes de que aparezca la extincion.

(Ni puta idea de que tiene que ver esto con el fracaso, o me he metido en otro hilo¿?)

patillotes

Se puede entrar a CFGS con una prueba de acceso. Creo que los que poseen un CFGM tienen una asignatura menos en ese examen o asi.

Recolectando

Sí­, pero cuando yo ejercí­a, a esa prueba de acceso sólo se podí­a optar a partir de lo 20 años, y era una opción que solí­a recomendar en las sesiones de tutorí­a, pero a los chavales  les seguí­a pareciendo mejor solución tragar durante dos años y acceder directamente con los 18, que esperar a los 20 y encima tener que pasar una prueba.

L´imperatrice

Cita de: _Amazonia_ en Junio 06, 2008, 03:25:38 PM

El hermaqfrodismo.

La naturaleza humana se agarra a cualquier cosa antes de que aparezca la extincion.

(Ni puta idea de que tiene que ver esto con el fracaso, o me he metido en otro hilo¿?)

A menos que seas  feliz fracasando (que lo mismo sí­â€¦) no te has equivocado de hilo

Al parecer (por lo que he leí­do por encima) unos se empeñan en dilucidar si abandonando el puesto de ingeniero y  haciéndose monitores de piragí¼ismo conseguirán  155 euros con 20 céntimos más  y eso les servirá para...

Y a otros nos da por pensar qué tiene que ver todo esto con el fracaso o qué es el fracaso realmente…

(Ah y si te haces hermafrodita no podrás hablar de lo que te salga de la chirla , (como yo hago) porque tu genitalidad estará un poco difusa y tenderás a la desorientación…)
Alcanzaremos  la orilla en nuestra barca de sueños. Plantaremos la semilla por una tierra sin dueño ( Radio futura; semilla negra)

Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: L´imperatrice en Junio 06, 2008, 03:20:28 PM
Cita de: GregorioSamsa en Junio 06, 2008, 01:57:06 PM
yonnondio, este es un ejemplo extremo de "hedonismo operativo":


"Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es una especie de competencia olí­mpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas…

El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañí­as del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo:

Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia cientí­fica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…

Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean Franí§ois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateí­smo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia cientí­fica Un buen dí­a decidió que ése no era el rumbo que él querí­a para su vida.

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina:

Se llama plasticidad de la mente. Es la capacidad humana de modificar fí­sicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos.

A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás.

En otras palabras: más infelicidad autogenerada.

Ricard admite que su camino no es más que uno entre muchos, Pero advierte que ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente."

Me  parece absolutamente cierta esta idea. Pero……2 cuestiones:

1º) ¿Cómo progresarí­a la humanidad si todos nos encerráramos en una celda a ser célibes  felices dedicados a la labor de  reflexionar y contener nuestros impulsos primitivos?

Claro que puestos a buscar una manera de que se extinga nuestra brillante especie, esta me gusta más que ninguna otra.

2º) Haber nacido hombre ( con todas las debilidades humanas) y convertirte en dios ( estar por encima de las miserias morales que te unen a tu grupo ) , serí­a como ser un transvertido espiritual en el reino de la nada….ufff ¿qué vendrí­a luego?



Antes de responder a las interesantes cuestiones que planteas, déjame avanzarte que, como leerás al inicio del texto (lo he recortado para dejar sólo unos puntos de interés), pongo un "ejemplo extremo". Al final verás que el propio Richard advierte que el suyo es un camino entre otros muchos. Es decir, que sea un "ejemplo" no significa que sea "el ejemplo a seguir".

Por otro lado, habí­a adelantado antes con Mon lo del "hedonismo operativo" (h.o.) distinguiéndolo del "hedonismo instrumental" (h.i.) -casi todo el hilo es una clara muestra de éste, rematado por la respuesta a este mismo texto por parte de Laura, que reduce el "fruto" (h.o.) a la "cáscara" (h.i.) sin despeinarse. Eso sí­, con humor-, y este era un ejemplo perfecto, aunque exagerado, de que existen otras ví­as para el hedonismo aparte de la que nos han enseñado con tanto afán desde pequeños. Y como existen ví­as alternativas, siempre es interesante recordarlas, aunque sólo sea para oponerlas a quienes no ven más salida que el h.i.

1º) No progresarí­a. Además, serí­a insostenible. Pero de igual modo que serí­a insostenible si todos abrazáramos con fuerza el "hedonismo instrumental". El sistema colapsarí­a por completo porque no podrí­amos equilibrar tantos "derechos" sin asunciones de "responsabilidades". Un claro ejemplo de ésto es la burbuja inmobiliaria. Tenemos tan internalizado que es positivo -sin mayor matización- obtener todo el beneficio que podamos (derechos sin obligaciones) sin molestar al prójimo -o molestándolo levemente, o mucho- que olvidamos a dónde aboca esa situación. Creemos que esa situación en la que todos o muchos ganan es la ideal, pero tras pasar el tiempo se demuestra que es insostenible, y explota la burbuja en nuestras narices. Es de cajón.

Por eso te digo que no progresarí­a y que no tiene mucho sentido plantearse que todos hagamos vida célibe. El mundo no funciona tanto si abrazamos SOLO derechos como si abrazamos SOLO responsabilidades. El equilibrio dinámico sí­ puede ayudar, y de hecho lo suele hacer cuando se tiene algo de conciencia de lo que es sostenible. Y el beneficio o el progreso sin lí­mite es una falacia lo mismo que el placer ilimitado. Eso sí­, son falacias que venden bien.

No es necesario llegar a tales extremos para contemplar la ví­a del "hedonismo operativo". Como en todo, hay grados, y se puede ir avanzando lentamente, o a saltos, pero sin necesidad de pensar en una meta concreta. Pensarlo, además, nos llevarí­a de inmediato al "hedonismo instrumental", luego no procede marcarse metas especí­ficas y perseguirlas como el burro a la zanahoria. Nada de eso se desprende del ejemplo de Richard y de otros muchos no tan excesivamente felices como él.

2º) Esto serí­a largo de contar, pero te dejo el apunte de que es posible ampliar la conciencia del mismo modo natural en que pasamos de ser niños a ser adultos, sin abandonar por completo partes del niño que fuimos. Es decir, no se trata de ignorar, coartar, ocultar o controlar los impulsos sino más bien de trascenderlos. Y con trascender no debes entender lo que generalmente se entiende: que llegados a un punto despreciamos u odiamos lo que hemos abandonado. Es justo al contrario: trascender es abrazar lo anterior. Sigue ahí­, pero ya no es quien dirige el cotarro. Las emociones están, cumplen su función, no hay que intentar desembarazarse de ellas (serí­a caer en el h.i.), pero no se convierten en las directoras de la orquesta. Es posible, tanto a nivel individual como colectivo, pasar de un estadio "egocéntrico" a otro "etnocéntrico" (lo que comentas de la tribu) y llegar a uno "mundicéntrico". También es posible ir más allá, pero en todos los estadios pueden darse distorsiones y patologí­as que no sólo impidan la progresión sino que se malinterpreten los propios estadios en los que nos hallamos. Es más, es posible incluso que una misma persona, en diferentes aspectos de su personalidad, se halle en diferentes estadios. En fin, que esto ya empieza a ser lioso y sólo pretendí­a dar un apuntillo a la cosa.