Caracas: Laberinto de muerte.

Iniciado por Shipman´s daughter, Junio 26, 2008, 03:06:02 PM

Tema anterior - Siguiente tema

Shipman´s daughter



                                               
I


La vida en Caracas transcurre con inquietud, con preocupación, con paranoia.  Las cifras rojas que cada inicio de semana adornan los titulares de la prensa nacional producen un aguijonazo en la espina dorsal que va  irremediablemente acompañado de una pregunta ¿También a mí­ me tocará?

Y es que Caracas como muchas otras ciudades de América Latina se ve teñida de rojo producto de las muertes, muchas veces injustificadas, de cientos de ciudadanos que cada vez con más frecuencia salen de sus hogares sin la certeza de regresar.

El í­ndice delictivo aumenta vertiginosamente acercándose a niveles espeluznantes.  Los crí­menes producto de la violencia extrema son un cóctel que incluye abuso de drogas, resentimiento social, pugna por el control de las pandillas, ajuste de cuentas entre narcotraficantes, etc.  A lo que tampoco escapa la poca o nula presencia policial, ésto debido también a las altas cifras de asesinatos de funcionarios adscritos a la vigilancia de las zonas más violentas. 

Matar un polí­cia da cartel, utilizando la jerga del malandro.   Un cartelúo es aquel malandro que más muertos tiene en su haber, mucho mejor si entre éstos se cuentan funcionarios del orden público, lo máximo si entre los mismos hubiera un comisario o un jefe de delegación.

Un hierro con mucho cartel serí­a lo equivalente a un arma de fuego utilizada en el asesinato de mucha gente, y suelen cotizarse a elevados precios si es que el dueño decide venderla.

No necesariamente hay que ser ví­ctima de un robo o atraco para ser parte de las muertes violentas en esta ciudad, basta con vivir en una zona popular e ir transitando tranquilamente por la barriada y por una mala jugada ser alcanzado por una de las tantas balas perdidas que se producen por los tiroteos diarios que se dejan escuchar si alguna banda se siente amenazada por otra de las cercaní­as.  Más de un ciudadano ha muerto en éstas circunstancias, alguien que regresaba del trabajo, un niño que se dirigí­a a la escuela, una madre que buscaba a sus hijos en la guarderí­a....

Son miles de historias que se repiten  cada vez más frecuentemente y que nos dejan un sabor amargo en la boca, y una sensación de total desamparo.

La vida no vale nada, basta que alguien apriete el gatillo y tú seas el objetivo.  Pasarás a formar parte de la estadí­stica, muchas veces maquillada por el gobernante de turno para no horrorizar más de la cuenta, pasarás a ser uno más de los cuerpos que desbordan las morgues capitalinas, pasarás a ser uno más de los seres queridos que se fueron de manera absurda, un hijo, un padre, un esposo, un hermano, que se fué de manera cruel, repentina, y repito, absurda, sobre todo absurda. 

Serás uno más de los que no pudo escapar de éste infame laberinto de muerte.





Esto les pasa por andar tocándome los cojones 180 años después... Jódanse.

Simón Bolí­var.

Pnin

Mas o menos asi se sentia uno en el San Juan de Puerto Rico de finales de los 80. Nunca te acabas de acostumbrar (menos aun si venias de la "pacifica espanya"). A lo que nos acostumbramos fue a dormir encerrados en el piso de arriba tras una reja de acero, a la policia a la puerta del colegio, al vigilante armado y parapetado en la urbanizacion.

Es una sensacion de miedo oculta, de stress latente, de ruleta rusa. A mi, en el relativamente corto tiempo que vivi alli, me dio tiempo a que se murieran conocidos del colegio, me pusieran una pipa en la cabeza (que pertenecia a un policia ya muerto desde hacia horas en el momento de que me la pusieran a mi), me dieran un par de hostias los cocolos de la ganga mas cercana a casa, a una amiga la violaran, a otro le dispararan sin razon alguna esperando el autobus, a que a un conocido le machetearan y lo metieran en el maletero de su coche donde sobrevivio una noche gracias al hielo que acababa de comprar. Me dio tiempo a ver mas armas de las que he visto en los 33 anyos restantes de mi vida, desde M-16 a recortadas pasando por la 357 de moda en esa epoca. Un traficante toco con su pistola en la ventana de mi coche y me dijo "te estoy velando pana" mientras yo casi me hacia pis del miedo y su compadre seguia a mi compadre fusil en mano. Me dio tiempo a montarme en coches robados y a que me persiguiera brevemente la policia, a tomar las drogas mas tontas que he tomado y a conocer a gente que habia disparado contra otra gente. 

Lo que mas miedo me dio fue la sensacion de encontrarme en un lugar donde el valor de la vida humana se media con otro rasero dieferente al que yo conocia.

Y por supuesto todo ello acompanyado de otros jovenes de buena familia.

y oye, volvi a madrid con la sensacion de que nunca jamas me dejaria chorizear por un junkie madrilenyo. Sensacion que ha ido desapareciendo a medida que ese mismo tipo de violencia que conoci se ha ido asentando tambien por aqui.

Dan

#2
La verdad es que, entre historias de éstas, historias del Dolor y tal, coño, cada vez que alguien me dice lo mal que está España entran unas ganas de mandarlos a cagar...

Recolectando

Pues sí­, maño, totalmente de acuerdo.

lorenz

Ya lo fotografiaba y manipulaba con su ordenador N. Garrido en 1993


Caracas Sangrante.

lorenz

Leo esto que has escrito y me inunda un sentimiento de desesperanza y miedo.
Sí­, es innegable sentirse abofeteado por la hiper-violencia caraqueña, la hiper-violencia que se reproduce en diferentes latitudes americanas y mundiales.
La vida y su valor están en caí­da, “dignidad” hoy es una palabra en desuso, vací­a.

Al margen de ello, intento no olvidar el verdor de la ciudad, su bella verticalidad, su en oportunidades salvaje arborización, el amable clima, su olor a lluvia y su luz.
También he de decir que hay un conjunto de venezolanos amables, brillantes y como dicen “hechaos pa lante!”, Venezuela también tiene sonido de sonrisas; Venezuela es un paí­s de paradójicos contrastes, entre riqueza y pobreza, entre belleza y fealdad,  entre exquisita educación y grotesca vulgaridad.

Tejemaneje

A mí­ un gitano me robó mis J'hayber New Pista cuando era pequeño, en una Córdoba hostil. Son vivencias que marcan la personalidad a fuego.

Dan

Te está bien empleado, por pijo.
Un compañero venezolano que tuve me contó cómo tení­an sprays de autodefensa... ¡para echar gasolina! Y a ser posible entre dos, uno echaba y el otro controlaba que no se les acercara nadie con pintas. Qué vida.

Dolordebarriga

#8
Ayer mismo pateaba por la Zona 1 de Guatemala City a las dos de la mañana con unos amigos. Calles desiertas y  casi sin iluminación, una constante de todas las ciudades latinoamericanas. Yo le tengo miedo a Guatemala City pero cuando me junto con capitalinos me dejo llevar con tranquilidad. Las grandes ciudades de LA son  un poco el coco. Pese a los muertos diarios,  tampoco  es cierto que te juegues la vida cada vez que pisas la calle.

Tu, vamos, eso digo yo;

Dolordebarriga

PD: Bonito escrito, mi pequeña alarmista Chipi.

"Yo siempre documento lo que digo"