Joia Vanidad XV (del fosphorito)

Iniciado por Dolordebarriga, Octubre 20, 2008, 07:29:51 AM

Tema anterior - Siguiente tema

Dolordebarriga

Dicen que la derrota, si no te mata, te hace más fuerte.

Yo, tras la última, ya nunca me sentí­ más fuerte. Me hice un ovillo y me tendí­ sobre mi cama hasta que todo acabara. Transcurrieron dos, tres, cuatro, cinco meses, y yo seguí­a hecho un ovillo. Vino gente, gente que me querí­a, incluso gente que me amaba, gente que  intentó deshacer el ovillo. Con el paso del tiempo todos claudicaron al igual que  ya hací­a tiempo que habí­a claudicado yo.

Volví­ a quedarme sólo, yo, en mi ovillo.

Luego me internaron. Primero fue en un hospital, pero  cuando allí­ también se dieron por vencidos me pasaron  a una institución, un lugar donde ya se limitan a guardarlo a uno. Guardarlo de los demás y también un poco de si mismo.

Un dí­a, tras mucho tiempo, algo debió pasar, yo creo que fue un cambio de director en la institución, una nueva corriente  en la psiquiatrí­a o ambas cosas a la vez, pero el caso  es que pasé de mi habitación individual con  soledad y silencio  a compartir sala con  el bullicio de los otros desquiciados.

Fue allí­ donde escuche por primera vez el monótono y repetitivo lamento de Bolivar. Durante meses no le hice  caso, pues uno ya habí­a perdido esa capacidad, pero a fuerza de repetirlo él y de escucharlo yo una y otra vez, una y otra vez, acabé interiorizándolo, y por primera vez en muchos años el ovillo comenzó a desmadejarse.

Recuperación milagrosa, excepcional  y única, lo llamaron, así­, todo junto. Tuve que volver a aprender a caminar, a comer, a hablar a recuperar todo lo desaprendido.

Reaparecieron algunos, algunos, no todos, de los que ya me habí­an dado por perdido. Se lloró y se rió mucho durante ese tiempo. Yo también reí­ y lloré,  lo hice para empatizar con ellos y las milagrosas circunstancias, no fuera que no me dejaran salir de la Institución.

El dí­a antes de que me dieran el alta, pedí­, por favor, que me permitieran regresar unos minutos a la sala de los desquiciados, la de los casos perdidos. Los psiquiatras se miraron con recelo, platicaron en un rincón, y tras el debate decidieron que eso podrí­a ser contraproducente. Les hablé con serenidad y les expuse mis motivos, una sarta de mentiras, por supuesto, pero una sarta coherente y bien elaborada. Accedieron.

Pude acercarme a Bolivar, que seguí­a en su lecho repitiendo su monólogo de siempre, su largo y confuso monólogo que nadie se habí­a parado ni a escuchar ni a intentar comprender. Me arrodillé junto a él y le susurré al oí­do que ya podí­a cesar su letaní­a,  su mensaje habí­a encontrado, no sólo destinatario, también mano ejecutora.  No abandonó ni sus palabras, ni siquiera su monótono tono de voz, pero esbozo una casi imperceptible, por breve y casi desdibujada, sonrisa.

Tuvieron que pasar, todaví­a, un par de años, pero yo sabí­a que eso no importaba.  Lo importante era el lugar, quien se encontrara  allí­ en el momento que yo, no, no yo, que la providencia, o mejor aún, que el destino, eligiera.

Durante esos dos años di muestras fehacientes de haber  rehecho mi vida, todo fue fachada para hacerles confiar en que el cí­rculo se habí­a cerrado y mi renacer habí­a concluido. Primero, los que antes me consideraron suyo, me  sobre protegieron, pero poco a poco, viendo que volví­a a ser él de antes, ese que ya nunca serí­a aunque ellos no lo notoran, me fueron dejando espacio. Tras dos años pude, por fin, disponerme a comenzar mi tarea.

En el monólogo de Bolivar se mencionaban veinticuatro direcciones, veinticuatro lugares distribuidos a todo lo largo y ancho del paí­s. Comencé por el primero. Quien me abrió la puerta fue un niño, tendrí­a unos diez años, no se yo porque un niño de unos diez años estaba sólo en casa, ni tampoco se porque un niño de diez años abrí­a la  puerta a desconocidos. Serí­a el destino. Le introduje el punzón entre las costillas, le tapé la boca con la otra mano para que no chillara, como a ti, y cuando vi que ya las fuerzas le abandonaban, acerqué su cabecita a la mí­a y mientras le acariciaba el pelo esperé a que pronunciara esas últimas palabras antes de expirar. Las memoricé y al dí­a siguiente acudí­ a la Institución,  junto a Bolivar, que continuaba con su perenne monólogo y se las susurré al oí­do.

Repetí­ el proceso, extrañamente sin dificultades, una y otra vez durante los siguientes meses. Acudí­a al siguiente lugar, terminaba suavemente a la persona que allí­ se encontrara,  memorizaba su última frase, la que pronunciaba justo antes de expirar, regresaba junto a Bolivar y se la susurraba al oí­do.

Yo sólo no soy capaz de armar el complicado rompecabezas que forman esas últimas frases de los veinticuatro elegidos, pero me doy cuenta, de alguna manera, de la grandeza de lo que se avecina. Vislumbro que, en cuanto le susurre  a Bolivar esta última frase, la que dentro de unos segundos, con tu último halito me revelarás, el mundo, al menos el mundo tal y como lo conocemos, nunca volverá a ser el mismo.

Y ahora, hermosa, tú, la última, susurra para mí­.

Ella lo miró con los ojos acuosos, ya prácticamente desangrada, sin entender nada de lo que ese hombre le decí­a, no comprendiendo porque la habí­a matado. Y con el último suspiro susurró, con una voz y una voluntad que no era ya la suya :

-Y entonces las puertas restarán abiertas para él, como así­ se narra en el Kitah  Al- azif.

Vuestro, ¿he ganado el concurso, Bic?;

Dolordebarriga
"Yo siempre documento lo que digo"

Tejemaneje

Este es una buena idea para desarrollar, que cada lugar tenga un sentido para realizar un rompecabezas, con el loco del principio no convertido en asesino, sino en detective para la ocasión. Hala, a hacer una novelita negra. Eso sí­, te advierto que seguramente tenga una adaptación para el cine español con una peli protagonizada por Fele Martí­nez y Nawja Nimri.

Dolordebarriga

Eso pensé en cuanto lo acabé, que cada año se hacen decenas de pelí­culas de terror con ideas todaví­a más malas que ésta. Si luego en la peli salen tetas y algún potorro me pongo a trabajar en ello con la ayuda de quien haga falta.

Tu, tetas y potorros, yumm!!!;

Dolordebarriga

"Yo siempre documento lo que digo"