Joia Vanidad XVI (del fosphorito)

Iniciado por Dolordebarriga, Octubre 22, 2008, 07:02:17 AM

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Dolordebarriga

Llevábamos tres dí­as ya, sentados, con los pies colgando al borde del abismo, esperando el fin del mundo. Tení­amos un par de neveras portátiles llenas de hielo y alcohol. Cerveza para mí­, vodka para Serguei y whisky para Eleanora. Michelle también tomaba cerveza, pero él se habí­a precipitado sima abajo, ayer al amanecer, mientras ejecutaba al filo del precipicio una danza india para saludar la salida del sol. Estando borracho como una cuba, como nosotros, dio un traspiés y se fue a tomar por culo. Si mirábamos abajo podí­amos ver su cuerpo, ahora un muñeco roto, reventado contra las rocas del acantilado. En teorí­a la marea alta se lo tendrí­a que llevar mar adentro. Quizá está noche subirí­a y nos evitarí­amos la tristeza y el asco que daba verlo allá al fondo, todo desparramado. Después de todo lo que habí­amos pasado juntos, se lo llevó por delante un traspiés.

Aunque ahora ya todo daba igual.

El cataclismo sucedió hace ya cuatro años, a finales del dos mil ocho. La teorí­a principal en aquellos primeros dí­as de locura era que el acelerador de partí­culas habí­a abierto un diminuto y momentáneo agujero negro y por él entraron ellos. Ellos, a tenor de los pocos cientí­ficos que pudieron formular teorí­as antes de ser infectados, eran una raza alí­gena microscópica, que colonizaba los cuerpos de los seres vivos, los corrompí­a y tomaba su control.

Perros zombis, vacas zombis, serpientes zombis, caracoles zombis, hombres y mujeres zombis. Sólo unos pocos, se supone que de todas las especies del planeta, éramos inmunes a la conquista de nuestros cuerpos y mentes. En las otras especies nunca lo supimos, pero en la raza humana los que nos libramos fuimos los trisómicos, dicho llanamente: los mongolitos.

Así­ que, en menos de unos meses los únicos que quedamos sin parecer alelados del todo, vamos que si que parecí­amos alelados, pero en todo caso y por una vez, mucho menos que el resto, fuimos nosotros, los especiales.

Los zombis no es que molestaran ni atacaran ni nada de eso, se limitaban a deambular de un lado a otro, comer tierra y descomponerse poco a poco. Llegaba un dí­a en el que se morí­an del todo, vamos que se volví­an a morir, porque muertos ya lo estaban hací­a rato.

Yo, al principio me desconcerté un poco, siempre habí­a estado sobre protegido por mi familia y quedarme sólo fue un palo. Tras la sorpresa inicial me pasé los siguientes dí­as haciéndome pajas sin parar mientras mi padre, mi madre, mi abuelita y mi hermanita zombis, daban vueltas por la casa, chocaban contra las paredes y se comí­an la tierra de las macetas de las plantas de interior. Cuando se les acabó la tierra se fueron quedando quitecitos, primero mi abuela, el último papito y se murieron del todo.

Como se acabó la comida tuve que salir a la calle y pensando un poco, nosotros también pensamos, me dirigí­ hacia la escuela. Allí­ estaban otros seis amigos que habí­an tenido la misma idea, Y poco a poco fuimos reuniéndonos todos. Unos llegaron por su propio pie, y al resto los fuimos a buscar una vez encontramos un listado con las direcciones de todos los alumnos de la escuela. Unos pocos se habí­an muerto, un par se negaron a abandonar su casa, pero todo el resto nos reunimos en la escuela.
Los primeros dí­as fueron un desmadre, follábamos como locos, tantos años con la familia y los monitores vigilándonos para que no nos tocáramos habí­an llegado a su fin. También bebí­amos alcohol, fumábamos cigarrillos y conducí­amos como locos por las calles de la ciudad.

Luego nos civilizamos un poco. Llegó otro grupo, entre ellos un par que decí­an que ellos iban a la universidad, uno de ellos incluso mostraba el tí­tulo de licenciado en educación especial, un Down profesor de Downs.

Ellos, en nuestra escuela y también en el resto del mundo fueron los que acabaron con la diversión. Les dio por ponernos a hacer tareas serias, organizarnos, establecer normas, horarios… vamos que se pusieron a repetir el esquema que ya conocí­an.

Proclamaron con orgullo la superioridad de raza trisómica, sucesora del homo sapiens, inventaron un Dios mongolito y luego…

Luego vinieron las guerras. Ya era lo que nos faltaba. Se nos organizó, militarizó, se nos armó. Unos cuantos, de aquí­, de allí­, ya no pudimos ni quisimos más y nos largamos.

Nos juntamos, nos establecimos por nuestra cuenta y nos dedicamos a lo que nos gustaba más: Follar, beber, fumar cigarritos y conducir como locos.

En principio pasaron de nosotros, tan ocupados estaban con sus guerras absurdas.

Luego se firmó la paz, se creó un Gobierno Universal y se fijaron en nosotros, los rebeldes, los inadaptados. Y comenzaron a perseguirnos.

Hemos huido durante estos dos años, de un lado a otro. En principio deberí­a ser fácil escondernos, el mundo es grande y ahora en él moramos muy pocos, pero los muy subnormales siempre acaban por encontrarnos. Nos matan, por diferentes, por ir contra el nuevo orden establecido.

De mi grupo ya sólo quedamos cuatro, bueno ahora tres. Hemos decidido dejar de correr de una vez, estamos cansados, de huir. Nos hemos sentado aquí­ al borde del acantilado. Supongo que iremos cayendo uno a uno por el precipicio, o tal vez nos encuentren ellos antes y nos maten.

Pero en todo caso nos lo hemos pasado bien durante un tiempo. Sin el control de los normales, hemos podido hacer lo que nos ha dado la gana, ya sabéis follar sin parar, beber alcohol, fumar cigarritos y conducir como locos.

Joder, veintidós años me pasé sin poder follar porque a los normales no les daba la puta gana. Que hijos de puta que fueron.

-¿Más vodka, Sergueí­?

Vuestro, redactado con mucho cariño;

Dolordebarriga


"Yo siempre documento lo que digo"