Dejad que los zurriagazos me desuellen vivo (Una pseudo-crí­tica)

Iniciado por Scardanelli, Diciembre 11, 2007, 06:16:01 PM

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Scardanelli

Como no sólo de pelí­culas iraní­es vive el cinéfilo, el otro dí­a me decidí­ a ver por fin “La pasión de Cristo”, esa cosa tenebrista, excesiva y megatruculenta que rodó Mel Gibson para propagar planetariamente los divertidos valores de la derecha ultracatólica americana y para servir de inductor de secreciones í­ntimas en el cí­rculo de Ana Botella y amigas. Lo bueno de haberla visto de una maldita vez es que ahora ya puedo hablar de ella con la propiedad que exige un medio como éste, donde prima por encima de todo el rigor, la veracidad y la exactitud. Lo malo es que ha resultado ser como me temí­a y como la parodiaron “Los Simpsons”, mi principal fuente de información y cosmovisiones: El Rey de los Judí­os es convertido, por mor de la más moderna tecnologí­a y el más ancestral de los morbos, en el Rey de los Pupas, en un vulgar saco de boxeo, en el burro que se lleva todos los palos. Para lograr dicha transmutación, la cámara y el guión se regodean, hasta extremos verdaderamente hilarantes, en el creciente e insoportable dolor que al fulano le van causando sus captores con toda clase de instrumentos ad hoc. Durante tres cuartas partes de la pelí­cula, el Hijo del Hombre no sabe de dónde le llueven los sopapos y no es capaz ni de tenerse en pie debido al repaso que le administran, sin prisa pero sin pausa, la alegre soldadesca romana y su querido pueblo hebreo. Hasta el más tonto de Judea le hurga juguetonamente con una ramita en los huecos que dejan los ojos colgantes de ese pobre desgraciado en el que Dios â€"incomprensiblemente- se ha encarnado, o bien le adorna el rostro con meritorias expectoraciones, o le canea con gran brillantez al pasar por su lado, o le arranca con admirable desparpajo una larga tira de epidermis para llevarse un recuerdo del Nuevo Testamento, o le pone la zancadilla con disimulo para que el peso de la cruz le quiebre la columna vertebral y así­ echarse unas risas con los cachondos colegas semitas. Esto es: la tí­pica crueldad gratuita de la masa irracional que acude a contemplar un espectáculo recreativo, sólo que en este caso el propio espectáculo recreativo ya consiste en un alarde de crueldad gratuita, lo cual lo hace tan cansino y redundante como Philip Glass componiendo música para el Spectrum.

Al principio, justo es reconocerlo, hace mucha gracia observar el severo correctivo. Uno piensa: "¡Virgensantí­sima! ¡Vaya somanta se está llevando el Mesí­as por atreverse a cambiar los artí­culos de la Torá que eximí­an a los judí­os de bañarse! A este hijo del Padre se le van a quitar las ganas de venir otra vez al mundo, en el final de los tiempos, a darnos por saco con sus absurdas lecciones morales, sus intolerables reprimendas paternalistas y su blandura de profeta amanerado". Pero cuando observamos que el Cristo está hecho un í­dem y ya no es más que un bulto sanguinolento que se arrastra agónicamente, por simple inercia, hacia el lugar de la ejecución, es decir, durante la última hora y media de esta pelí­cula de dos tediosas horas de duración, la única manera de hallarle algún interés a una historia más vista que el felpudo de Maribel Verdú, y a una versión más recargada de tremendismo que un ví­deo electoral del PP realizado por Pascual Duarte, es tratar de adivinar cómo se las ingeniará el guionista para rizar el rizo del tormento, qué órgano del infeliz no ha sido reventado todaví­a, qué ser vivo y, por tanto, despiadado de la región no ha contribuido aún al moroso desangramiento del mártir. Al final, como era de esperar en una producción destinada al gran público sediento de sangre, y no únicamente pensada para el clero hambriento de actos contra natura, sólo se le respeta el sacrosanto ojete, suponiendo que un dios hecho hombre tuviera alguna necesidad de procurarse un canal por donde ir soltando ñordos aureolados con los que alfombrar el Monte de los Olivos.

¿Cómo ha distribuido el director los distintos papeles entre las diversas partes en conflicto?, os preguntaréis tanto los que no hayáis visto la peli como los que os pasásteis toda la proyección preguntando al del lado “¿Pero éste no era su hermano? ¿Y entonces por qué le clava ahora en un madero?”. En otras palabras: ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos en esta versión hardcore de los últimos dí­as de Cristo? La verdad es que en este aspecto, y al contrario de lo que era de esperar vistos los antecedentes de las superproducciones americanas, no nos encontramos precisamente ante un derroche de inventiva: Las tropas de ocupación civilizatorias son representadas como una ralea de sádicos y brutales paletos; los judí­os como un pueblo de manipulables fanáticos controlados por unos lí­deres religiosos odiadores y corruptos; el santo y rebelde redentor como un iluminado dogmático, mesiánico y disparatadamente masoca: sus alucinados seguidores como un impresentable grupo de tí­os pasmaos, cobardes, traidores, lameculos, estúpidos, egoí­stas y mezquinos. No se salva ni Dios. Pero así­ es la ficción, amigos lectores. Por supuesto, nada tiene que ver esta inocente fantasí­a estereotipada con la realidad de entonces ni con los protagonistas históricos de hoy en dí­a.

Si algo logra esta pelí­cula, gracias a la progresiva acumulación de barbaridades efectistas y a su nula capacidad de emocionar al no cristiano fundamentalista, es que el espectador enteraillo, ése que escribe pseudocrí­ticas-ladrillo en oscuros foros de Internet, añore como nunca en su vida algunos legendarios proyectos, por desgracia jamás consumados, pensados para ensalzar la figura de Cristo a través del celuloide, como el "Jesús" de Dreyer y el "Paco" de los Hermanos Calatrava. Como estos grandes del cine murieron sin poder llevar a cabo su sueño, o recondujeron su carrera hacia la especialización en el sector del ocio sórdido de carretera, habrá que conformarse por el momento con la versión hippie-despendolada de “Jesucristo Superstar” y con la soberbia adaptación neorrealista-sindicalista de Pasolini. Como curiosidad sin valor alguno, y únicamente para no terminar tan pronto esta insubstancial reseña, quisiera destacar la principal paradoja en la que cae Mel Gibson: Siendo una pelí­cula cristiana, demasiado cristiana, sorprende que los personajes no hablen en cristiano sino en una especie de arcana lengua endemoniada, pese a que en teorí­a nos hallamos ante un producto que tiene como objetivo, aparte de lucrar a siniestros ejecutivos sobrealimentados, glorificar el santo nombre del Mesí­as. En cualquier caso, el único "pero" que se le puede poner a esta opción lingí¼í­stica, que se decanta por la supuesta fidelidad y el presunto rigor históricos, en detrimento del fomento taimado del español y la protección desvergonzada y porcentual del catalán, es que el nombre en arameo de Jesús suena demasiado parecido a nuestro "Yósua". Así­ que, cuando un personaje llama al Mesí­as a grito pelao, uno espera que le siga, lógica e inmediatamente, unos desgarradores "¡Yénifeeeer! ¡Yónataaaan! ¡Dejad el tunneo, el perreo y la descarga de politonos y subid a cenaaaar!".

Visto el absurdo mensaje que pretendí­a enviarnos el Señor, teniendo en cuenta el pardillo mensajero del que se valió para transmitirlo y certificada la profunda borriquez de los primeros receptores del mensaje, hay que concluir que la moraleja de este crudo Bestseller de Bestsellers se reduce a que todos los actores de aquel drama primitivo, y no sólo el machacado protagonista, se merecí­an una muerte más lenta y dolorosa que César Antonio Molina leyendo en público “La historia de Genji”. Además de esta enseñanza evidente, se nos demuestran, sin pretenderlo el autor, otras dos verdades indiscutibles: Una: Que la presencia espiritual de un guiñapo es semejante a la joie de vivre de un estropajo salvauñas. Porque ya puede el director empeñarse en arrojar cubos de sangre de mentirijilla sobre un actor con barba y mandarle que no deje de poner caras de mucho sufrimiento, que si uno no sabe dotar a sus personajes de carisma y profundidad tanto da contar la agoní­a de Jesucristo o la vivisección de una gamba frita. Y dos: Que el Cristianismo se inicia con la aparentemente peor campaña publicitaria de la historia. Porque a ver qué experto en marketing podí­a apostar que las masas se sentirí­an seducidas por una religión que promete la hostia, sí­, pero también hostias sin cuento, palizas de aquí­ te espero y un ensañamiento con el creyente que no es normal, hombre, por favor. Lo lógico serí­a que éste pensara: “Si al Dios que ha de salvarme, y que se supone que es todopoderoso, omnipotente y omní­voro, le ponen la cara como un mapa del Imperio Austrohúngaro, a mí­, que no soy más que un vil gusano impotente, me van a alicatar el organismo a leches”. Y, sin embargo, contra lo que era de esperar, publicitariamente este discurso logró durante siglos un éxito rotundo, seduciendo a alegres multitudes de parias que marchaban con una sonrisa de chalao en dirección a las salivosas mandí­bulas de grandes depredadores africanos. Ver para creer…

Termina esta escabrosa pelí­cula como cualquier ciudadano español nacido antes de los años noventa sabí­a desde el principio que iba a terminar: Mostrando la misteriosa resurrección del superhéroe, lavado ya de los múltiples chorretones de sangre que cubrí­an su descoyuntado cuerpo y deseoso de reunirse con ese Padre suyo que tiene ocurrencias tan simpáticas como sacrificar a su hijo para obtener material para un libro. Lo curioso es que este final está rodado a propósito de manera que recuerde muchí­simo el remate de esas pelí­culas baratas de terror en las que, una vez derrotada la amenaza sobrenatural, salvada la humanidad del desastre y confiados los buenos porque creen que ya se ha acabado el peligro, se le enseña al espectador una mano crispada que asoma de golpe de la tumba mientras una música de susto subraya lo dudoso del "The end". ¿Habrá entonces una segunda parte? ¿Un “God´s Empire strikes back”? ¿Un remake de “Este muerto está muy vivo”? Dios no lo quiera, Hollywood no lo permita y usted no lo vea.



         El Hijo de Dios                           ¿La chorba del Mesí­as?
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Ariete


Tejemaneje

Muy buena, podí­as haberla mandado a La Página Definitiva.

Recolectando

Yo sólo añadirí­a que, para más INRI, esa sangrí­a es de un estetecismo repugnante, procurando siempre que que los manchurrones sanguinolentos den bonito en el plano cual si fuera una American Beauty más.  Y que, si acaso un traveling es una cuestión moral, el traveling circular de los azotes con latiguillos de siete puntas es directamente el pecado nefando.

Scardanelli

Cita de: Tejemaneje en Diciembre 16, 2007, 12:44:17 PM
Muy buena, podí­as haberla mandado a La Página Definitiva.

Ya lo pensé, pero Manolo se me adelantó años ha.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Cerillita


Scardanelli

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

No-soy-Gilles

Ponedlo en la pag de la web.

Tenemos un amigo que tiene un cierto retraso que el otro dia, en nochebuena, me estuvo contando que pillo "Apocalypto nau" y que la devolvio al videoclub porque no le daba la opcion del castellano en el menu. Tonto no es, no

player23

DISCIPLINA, Nunca bien definida y comprendida
DISCIPLINA, que no encierra mérito cuando la condición del mando nos es grata y llevadera.
DISCIPLINA, que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en intima rebeldí­a o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando.
Esta es la DISCIPLIN

ENNAS

Salud,

Ya puse una reseña de esta pelicula:

Cita de: ENNAS en Junio 29, 2008, 11:58:33 AM
De la pelí­cula 'V de venganza' me gustó sobre todo la historia de Valerie, tanto que me fui a nuestro Hilo de la cultura del cómic y me puse a descargarlo del foro recomendado por Dan. Al leerlo vi otro monólogo bastante bueno, el discurso televisivo de V, con V ejerciendo el papel de Dios-patrón recriminando el bajo rendimiento del ser humano-empleado; desgraciadamente no lo respetaron en la pelí­cula, donde el discurso de V en plan united we stay lo podrí­a firmar cualquier candidato tory.

No así­ la lectura de la carta de Valerie que es emotiva aunque en su versión española, la voz grave la hace aparecer con un punto de resignación, quiere parecer sarcástica y sólo refleja impotencia ante su situación, una especie de "estoy pagando por mis pecados, pero que me quiten lo bailado" que no transmite la versión inglesa donde, al ser la voz más aguda, refleja el dolor y la rabia de quién se sabe ví­ctima de una injusticia.



Bien hice en llamarla 'V de venganza' en vez de su original italiano pues por la red me entere que Guy Fawkes sirvió en los tercios españoles.

Quiero ahora hacer defensa de la pelí­cula, porque una vez leí­do el cómic considero el final del mismo muy flojo, Alan Moore no supo ni comenzar, ni finalizar su obra. Los hermanos Wachowsky por contra, si han sabido enteder su mensaje y plantean un final mucho más acorde con el mensaje de fraternidad anarquista, cierto es que facilitada su tarea por la mayor capacidad visual del cine a la hora de recrear escenas de masas.

Así­mismo el prólogo de Alan Moore a su obra es una muestra de post-modernismo contracultural. En pleno 1984 suelta un discursito autocomplaciente en plan 'yo ya lo dije (en ésta obra mí­a)', sobre el recorte de libertades en Reino Unido hacia las minorias étnicas y los homosexuales. Olvida mencionar que en aquella era Tatcher, el problema eran las privatizaciones, los despidos masivos y cierres patronales tras las mismas, las huelgas salvajes, la represión policial y en suma, el hundimiento de la clase obrera británica. A todo eso el señor Moore, en su autismo, no hace ni mención.

No obstante valoro su trabajada descripción de los segundones que rodean al Lí­der Adam J. Susan, no como simples esbirros, sino como personas con sus debilidades, dobleces y ambiciones. Colaboran con el sistema por interés, su propio interés. Más pendientes de la sucesión que de la ideologí­a, se la pasan intentado ganar la posición a la vera del Lí­der (las menciones al cabaret o a la mafia me parecen fuera de lugar). Todo ese juego de poder nos lo escamotea la pelí­cula, fruto -aquí­ también- de la menor capacidad del cine para matizar historias.

En resumen dos obras, el cómic original y su versión cinematográfica, que son cada una por sí­ misma incompletas, pero que creo que conjuntamente son una historia preciosa.

Gracias por vuestra atención.

ENNAS

Salud,

¿Es Tony Soprano un tipo duro?

Veréis, yo que siempre me he movido en el maravilloso mundo de las subcontratas, tengo la certeza de que todos estos pequeños empresarios emprendedores son unos gusanos rastreros. Si les va bien y triunfan se les tiene por prohombres y pilares de la nación, lucen cuan lindas mariposas. Pero lo normal es que se estanquen en la metamorfosis, que tengan dinero pero no clase, que tengan dos chalet con piscina, dos cuatroxcuatro, yate, hagan safaris a ífrica -y no precisamente fotográficos- y aun así­ sean zafios, maleducados y esperanzaguirres... En suma, que se quedan para siempre en la fase capullos.

Es por esto que la serie "los Soprano" me desconcierta. Su personaje principal me parece un engendro montado por un colaborador de Coppola (que nos salga todo grandioso), otro de Scorcese (que se hable de la mafia) y un último de Allen (que salga un psicoanalista), todo eso incrustado en el corpachón de James 'mirad qué bien imito a Robert de Niro' Gandolfini.

¿De qué trabaja Tony Soprano? Tiene varias subcontratas del ayuntamiento y es el dueño de un puticlub. Hasta acá como nuestro Paco 'el pocero', pero observad que no tiene la inciativa del español y es incapaz de construir una urbanización en medio de la nada. ¿Quién de los dos tiene más mérito en cuanto a carácter emprendedor?

Tampoco entiendo esa actitud suya cada vez que hay un problema de encogerse de hombros y enarcar las cejas mirando a sus subordinados pidiéndoles su opinión. ¿Os imagináis a un jefe español consultando a sus empleados? Suele rehuir enfrentarse a los problemas y deja que éstos se le pudran hasta que no le queda más remedio que tirar de pistola.

Me pregunto como su panda no le traiciona, ni abandonándole, ni suplantándole. No es sólo que él sea un indeciso, es que su hijo es un gordopilo sin sangre en las venas. Tal es así­ que pese a ser 'el hereu' no se toma la molestia de iniciarle en el negocio. No se dónde piensa ir a parar con semejante actitud: es evidente que el cargo le viene grandí­simo.

Y que decir de la psicoanalista, un jefe de obra español no usa de eso, como mucho se hace el mártir después de cuatro o cinco gí¼isquis, ésa es su única terapia. ¿Y el cura todo el dí­a en casa? Que somos un paí­s católico y eso acá no pasa. ídem para el hecho de que Tony no ponga a su esposa de patitas en la calle; parece puesto para que el Billy Bob de la américa profunda se las dé de culturera ante su Heather diciendo que los católicos somos muy piadosos y no nos divorciamos (Pffff).

En serio que álguien me lo explique. ¿Por qué Tony Soprano nos parece un tí­o duro?

Gracias por vuestra atención.

FranciscoFrancoBahamonde

Cita de: ENNAS en Febrero 01, 2009, 08:05:05 PM
...
En serio que álguien me lo explique. ¿Por qué Tony Soprano nos parece un tí­o duro?
....

Porque alternamos poco con ucranianos y rumanos ("alternamos" porque son pseudofamilia o pseudoamistades, nada de mandarles a trabajar a la obra o llevarles la contabilidad, nada laboral, ojo a la diferencia).
Como yo si lo hago, alternar, emborracharme y aguantar sus chistes racistas, lo digo: Tony Soprano es un mierdas. Tiene una pistola y no ha follado con su psiconalista, es un mierdas.

Amalur

Es un buen momento para nominar a Scardanelli con el Premio Nostalgí­as al forero que más añoro. Qué lagrimones de risa, mon dieu, y eso que es la tercera vez que leo el texto

He mojado mis sábanas blancas... lagrimeándote

ENNAS

Salud,

Los fantabulosos Anderson.


No me toque las subrutinas, señor Anderson.

Todo empezó a finales del siglo pasado, cuando ví­ la pelí­cula 'Boogie nights'. Me gustó, al tiempo que entendí­ lo mucho que me superaba el tema; yo no podrí­a escribir una pelí­cula de cine sobre el cine, aunque sea porno, por falta de datos. Muy bueno el papel de Juliane Moore como estrella del porno setentero por su naturalidad, ni es explosiva ni rellena de siliconas. También bien el pavisoso de Mark Wahlberg como í­dolo del porno: inexpresivo y de gran paquete, como corresponde.

Total que cuando su director Paul Anderson, dos años más joven que yo, dirigió 'Magnolia' allá que fui a verla. Pelí­cula coral, me disgustó el que retorciera algunos personajes hasta hacerlos parecer fruto de una pesadilla oní­rica; pero me agrado su puesta en escena coral y la lenta y tarareable banda sonora de Aimée Mann.



Cuando a principios de este siglo vi 'Resident Evil 2: Apocalypse' reconozco que me sorprendió ver al mismo director al frente. Pensé que habí­a pasado de cineasta independiente a realizar superproducciones por contrato como Christoper Nolan (de 'Memento' a 'Batman begins'). Hasta que me di cuenta de que se trataba de un británico del mismo nombre acostumbrado a rodar videojuegos, desde la saga de Resident Evil a 'Alien vs Predator'. Con todo lo único pasable de esa pelí­cula era el principio, con Milla Jovovich y Sienna Guillory compietiendo por el favor de la cámara:


Qué miras, gañán.

Así­ hasta llegar a leéros sobre Wes Anderson, otro que es un año más joven que yo, y que acapara grandes crí­ticas por 'The Royal Tenenbaums' y 'Life acuatic with Steven Zissou'. De él recién terminé de ver 'The Darjeeling limited' (lo siento, lo he visto en una copia sin tí­tulos de crédito) y es inmenso.

Es una historia de tres hermanos que quedan en la India para reencontrarse con su madre. A partir de esta premisa, es de ver como se destrozan todos los tópicos sobre la espiritualidad oriental sin hacer hincapié ni demasiada sangre.

Tres escenas al principio cuya relevancia solo entenderemos al final:


  • Al subir al tren que se marcha el protagonista supera a un hombre maduro -hasta ese momento el centro de atención, por ir a la estación volando a todo lo que da en un taxi bonaerense (carrocerí­a negra y capota amarilla)- que decide seguir corriendo con sus maletas en pos del tren y lo pierde.
  • En el tren se persona un revisor Sikh, que coloca sus billetes picados en tres perchas del lateral de la pared, éste les reprende por fumar en el compartimento; acto seguido entra una azafata ofreciéndoles zumo de lima y pintando un punto rojo en su frente.
  • Su madre les pide que no acudan a verla porque hay un tigre merodeando por la zona. Ellos ven en la explicación una patraña.

En su primera parada "espiritual" los tres hermanos tienen una hora y cuarenta y cinco minutos para visitar un templo. Lo hacen a la occidental, como turistas bullangueros en una catedral se entretienen en comprar recuerdos (una serpiente, gas pimienta ¿?, etc...) y pasan por el templo a todo correr. Por su parte en el templo hindú los sacerdotes se comportan como en la antedicha catedral y por toda profundidad exigen el pago de unas rupias por los servicios ofertados. Impagable en todos los sentidos cuando tras esta exhibición de chabacanerí­a espiritual por ambas partes (luego que si Jesucristo se lió a latigazos) el hermano mayor suelta un mí­stico: "-Y ahora, que nos limpien los zapatos". Momento que aprovecha el niño limpiabotas para, muy espiritualmente, guindarle uno de sus zapatos de tres mil dólares, que gran 'enseñanza' del karma debe ser ésto: no necesitas un zapato para tu viaje al fondo de ti mismo. (me rí­o o no me rí­o: Pffff).

De ahí­ en adelante el viaje mí­stico-esotérico hací­a el fondo de si mismos empeora: Tiran de la superstición antigua (pedir un deseo a una pluma, soplarla y enterrarla) y moderna (colocarse). Que no entiendo yo como pretendemos expandir nuestra mente a base de alucinógenos que todo lo más destrozan la conexiones neuronales, pero bueno así­ son los mí­sticos modernos: tirarse treinta años subidos a una columan les rebasa, asi que ofrecen la espiritualidad instantántea como el Nesquick en oferta 3x2 en el Ahorra Más del barrio.

Todo cambia cuando se topan con la muerte. La muerte de un niño en la compuerta de una presa tras haber volcado una almadí­a. Ahí­ se replantean la muerte de su padre y la busca de su madre.

Al llegar al convento de su madre reciben dos sabrosas lecciones:


  • El tigre devorahombres existe de verdad. Después de tanta idiotez sobre las maravillas de oriente, resulta que el tigre es lo único real.
  • La madre les explica que no fue al entierro del padre porque no quiso y que no volverá con ellos porque su sitio está alli. Esto me trae reminiscencias de "El velo pintado" de Saumerset Maugham, donde frente a los infantiloides británicos pendientes de si mismos y los abúlicos chinos que aceptan su desgracia resignados como bueyes, las únicas personas adultas y responsables son el grupo de monjas francesas que plantan cara a la epidemia.

El final de la pelí­cula es otra parodia contra la espiritualidad 'new-age':

http://www.youtube.com/watch?v=OAMuNfs89yE&feature=PlayList&p=08C0B522D97AEB82&index=8

Podrí­a parecer que las escenas ralentizadas de los tres hermanos desembarazándose de su equipaje para conseguir subirse al tren que se les escapa son una metáfora de la necesidad de dejar atrás tu pasado para empezar un nuevo rumbo en tu vida.

Nada más lejos de la realidad en mi opinión. Si os fijais en las escenas siguientes son clavadas a las del inicio: el revisor Sikh, la azafata con el zumo de lima... lo único que cambia es que los hermanos ya no fuman en el compartimento pues saben que no está permitido. Para este viaje ¿espiritual? (Pffff) no hací­an falata tantas alforjas.

Es otra burla del director sobre las supuestas bondades de el espiritismo moderno pseudo-oriental. ¿Por qué no esperar al siguente tren y subir con todo el bagaje? Pues porque la escena refleja lo que de impostado tienen estas búsquedas del 'uno mismo' occidentales. Nuestras prisas. Nuestra impaciencia. Nuestro -"Quiero resultados ya, aquí­ y ahora."

En suma, una pelí­cula lindí­sima, que te hace reflexionar sobre la tonterí­a moderna sin caer en los dos vicios habituales de las pelí­culas denuncia, el abuso de la obviedad en las serias y de la groserí­a en las parodias. Me ha gustado mucho "The Darjeeling limited".

Gracias por vuestra atención.

Barry

Cita de: Scardanelli en Diciembre 11, 2007, 06:16:01 PM
Como no sólo de pelí­culas iraní­es vive el cinéfilo, el otro dí­a me decidí­ a ver por fin “La pasión de Cristo”, esa cosa tenebrista, excesiva y megatruculenta que rodó Mel Gibson para propagar planetariamente los divertidos valores de la derecha ultracatólica americana y para servir de inductor de secreciones í­ntimas en el cí­rculo de Ana Botella y amigas. Lo bueno de haberla visto de una maldita vez es que ahora ya puedo hablar de ella con la propiedad que exige un medio como éste, donde prima por encima de todo el rigor, la veracidad y la exactitud. Lo malo es que ha resultado ser como me temí­a y como la parodiaron “Los Simpsons”, mi principal fuente de información y cosmovisiones: El Rey de los Judí­os es convertido, por mor de la más moderna tecnologí­a y el más ancestral de los morbos, en el Rey de los Pupas, en un vulgar saco de boxeo, en el burro que se lleva todos los palos. Para lograr dicha transmutación, la cámara y el guión se regodean, hasta extremos verdaderamente hilarantes, en el creciente e insoportable dolor que al fulano le van causando sus captores con toda clase de instrumentos ad hoc. Durante tres cuartas partes de la pelí­cula, el Hijo del Hombre no sabe de dónde le llueven los sopapos y no es capaz ni de tenerse en pie debido al repaso que le administran, sin prisa pero sin pausa, la alegre soldadesca romana y su querido pueblo hebreo. Hasta el más tonto de Judea le hurga juguetonamente con una ramita en los huecos que dejan los ojos colgantes de ese pobre desgraciado en el que Dios â€"incomprensiblemente- se ha encarnado, o bien le adorna el rostro con meritorias expectoraciones, o le canea con gran brillantez al pasar por su lado, o le arranca con admirable desparpajo una larga tira de epidermis para llevarse un recuerdo del Nuevo Testamento, o le pone la zancadilla con disimulo para que el peso de la cruz le quiebre la columna vertebral y así­ echarse unas risas con los cachondos colegas semitas. Esto es: la tí­pica crueldad gratuita de la masa irracional que acude a contemplar un espectáculo recreativo, sólo que en este caso el propio espectáculo recreativo ya consiste en un alarde de crueldad gratuita, lo cual lo hace tan cansino y redundante como Philip Glass componiendo música para el Spectrum.

Al principio, justo es reconocerlo, hace mucha gracia observar el severo correctivo. Uno piensa: "¡Virgensantí­sima! ¡Vaya somanta se está llevando el Mesí­as por atreverse a cambiar los artí­culos de la Torá que eximí­an a los judí­os de bañarse! A este hijo del Padre se le van a quitar las ganas de venir otra vez al mundo, en el final de los tiempos, a darnos por saco con sus absurdas lecciones morales, sus intolerables reprimendas paternalistas y su blandura de profeta amanerado". Pero cuando observamos que el Cristo está hecho un í­dem y ya no es más que un bulto sanguinolento que se arrastra agónicamente, por simple inercia, hacia el lugar de la ejecución, es decir, durante la última hora y media de esta pelí­cula de dos tediosas horas de duración, la única manera de hallarle algún interés a una historia más vista que el felpudo de Maribel Verdú, y a una versión más recargada de tremendismo que un ví­deo electoral del PP realizado por Pascual Duarte, es tratar de adivinar cómo se las ingeniará el guionista para rizar el rizo del tormento, qué órgano del infeliz no ha sido reventado todaví­a, qué ser vivo y, por tanto, despiadado de la región no ha contribuido aún al moroso desangramiento del mártir. Al final, como era de esperar en una producción destinada al gran público sediento de sangre, y no únicamente pensada para el clero hambriento de actos contra natura, sólo se le respeta el sacrosanto ojete, suponiendo que un dios hecho hombre tuviera alguna necesidad de procurarse un canal por donde ir soltando ñordos aureolados con los que alfombrar el Monte de los Olivos.

¿Cómo ha distribuido el director los distintos papeles entre las diversas partes en conflicto?, os preguntaréis tanto los que no hayáis visto la peli como los que os pasásteis toda la proyección preguntando al del lado “¿Pero éste no era su hermano? ¿Y entonces por qué le clava ahora en un madero?”. En otras palabras: ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos en esta versión hardcore de los últimos dí­as de Cristo? La verdad es que en este aspecto, y al contrario de lo que era de esperar vistos los antecedentes de las superproducciones americanas, no nos encontramos precisamente ante un derroche de inventiva: Las tropas de ocupación civilizatorias son representadas como una ralea de sádicos y brutales paletos; los judí­os como un pueblo de manipulables fanáticos controlados por unos lí­deres religiosos odiadores y corruptos; el santo y rebelde redentor como un iluminado dogmático, mesiánico y disparatadamente masoca: sus alucinados seguidores como un impresentable grupo de tí­os pasmaos, cobardes, traidores, lameculos, estúpidos, egoí­stas y mezquinos. No se salva ni Dios. Pero así­ es la ficción, amigos lectores. Por supuesto, nada tiene que ver esta inocente fantasí­a estereotipada con la realidad de entonces ni con los protagonistas históricos de hoy en dí­a.

Si algo logra esta pelí­cula, gracias a la progresiva acumulación de barbaridades efectistas y a su nula capacidad de emocionar al no cristiano fundamentalista, es que el espectador enteraillo, ése que escribe pseudocrí­ticas-ladrillo en oscuros foros de Internet, añore como nunca en su vida algunos legendarios proyectos, por desgracia jamás consumados, pensados para ensalzar la figura de Cristo a través del celuloide, como el "Jesús" de Dreyer y el "Paco" de los Hermanos Calatrava. Como estos grandes del cine murieron sin poder llevar a cabo su sueño, o recondujeron su carrera hacia la especialización en el sector del ocio sórdido de carretera, habrá que conformarse por el momento con la versión hippie-despendolada de “Jesucristo Superstar” y con la soberbia adaptación neorrealista-sindicalista de Pasolini. Como curiosidad sin valor alguno, y únicamente para no terminar tan pronto esta insubstancial reseña, quisiera destacar la principal paradoja en la que cae Mel Gibson: Siendo una pelí­cula cristiana, demasiado cristiana, sorprende que los personajes no hablen en cristiano sino en una especie de arcana lengua endemoniada, pese a que en teorí­a nos hallamos ante un producto que tiene como objetivo, aparte de lucrar a siniestros ejecutivos sobrealimentados, glorificar el santo nombre del Mesí­as. En cualquier caso, el único "pero" que se le puede poner a esta opción lingí¼í­stica, que se decanta por la supuesta fidelidad y el presunto rigor históricos, en detrimento del fomento taimado del español y la protección desvergonzada y porcentual del catalán, es que el nombre en arameo de Jesús suena demasiado parecido a nuestro "Yósua". Así­ que, cuando un personaje llama al Mesí­as a grito pelao, uno espera que le siga, lógica e inmediatamente, unos desgarradores "¡Yénifeeeer! ¡Yónataaaan! ¡Dejad el tunneo, el perreo y la descarga de politonos y subid a cenaaaar!".

Visto el absurdo mensaje que pretendí­a enviarnos el Señor, teniendo en cuenta el pardillo mensajero del que se valió para transmitirlo y certificada la profunda borriquez de los primeros receptores del mensaje, hay que concluir que la moraleja de este crudo Bestseller de Bestsellers se reduce a que todos los actores de aquel drama primitivo, y no sólo el machacado protagonista, se merecí­an una muerte más lenta y dolorosa que César Antonio Molina leyendo en público “La historia de Genji”. Además de esta enseñanza evidente, se nos demuestran, sin pretenderlo el autor, otras dos verdades indiscutibles: Una: Que la presencia espiritual de un guiñapo es semejante a la joie de vivre de un estropajo salvauñas. Porque ya puede el director empeñarse en arrojar cubos de sangre de mentirijilla sobre un actor con barba y mandarle que no deje de poner caras de mucho sufrimiento, que si uno no sabe dotar a sus personajes de carisma y profundidad tanto da contar la agoní­a de Jesucristo o la vivisección de una gamba frita. Y dos: Que el Cristianismo se inicia con la aparentemente peor campaña publicitaria de la historia. Porque a ver qué experto en marketing podí­a apostar que las masas se sentirí­an seducidas por una religión que promete la hostia, sí­, pero también hostias sin cuento, palizas de aquí­ te espero y un ensañamiento con el creyente que no es normal, hombre, por favor. Lo lógico serí­a que éste pensara: “Si al Dios que ha de salvarme, y que se supone que es todopoderoso, omnipotente y omní­voro, le ponen la cara como un mapa del Imperio Austrohúngaro, a mí­, que no soy más que un vil gusano impotente, me van a alicatar el organismo a leches”. Y, sin embargo, contra lo que era de esperar, publicitariamente este discurso logró durante siglos un éxito rotundo, seduciendo a alegres multitudes de parias que marchaban con una sonrisa de chalao en dirección a las salivosas mandí­bulas de grandes depredadores africanos. Ver para creer…

Termina esta escabrosa pelí­cula como cualquier ciudadano español nacido antes de los años noventa sabí­a desde el principio que iba a terminar: Mostrando la misteriosa resurrección del superhéroe, lavado ya de los múltiples chorretones de sangre que cubrí­an su descoyuntado cuerpo y deseoso de reunirse con ese Padre suyo que tiene ocurrencias tan simpáticas como sacrificar a su hijo para obtener material para un libro. Lo curioso es que este final está rodado a propósito de manera que recuerde muchí­simo el remate de esas pelí­culas baratas de terror en las que, una vez derrotada la amenaza sobrenatural, salvada la humanidad del desastre y confiados los buenos porque creen que ya se ha acabado el peligro, se le enseña al espectador una mano crispada que asoma de golpe de la tumba mientras una música de susto subraya lo dudoso del "The end". ¿Habrá entonces una segunda parte? ¿Un “God´s Empire strikes back”? ¿Un remake de “Este muerto está muy vivo”? Dios no lo quiera, Hollywood no lo permita y usted no lo vea.



         El Hijo de Dios                           ¿La chorba del Mesí­as?

No me he leido el tocho, solo lo he ojeado por encima. Pero al margen de que a mi si que me gusto bastante la pelicula, empezando porque hay que echarle huevos para filmar una produccion de hollywood en arameo y que aun asi sea un exito de taquilla, me parece ridiculo acusar de efectista a una pelicula que precisamente trata de narrar la historia de un martirio.

Y por otro lado, a estas alturas el sentimiento antireligioso fanatico totalitario yo creo que ya esta bastante trasnochado. No se, despreciar o ridiculizar sin medida un hecho que ha sentado las bases de la civilizacion occidental, lo encuentro de un esnobismo laicista que ya no resulta necesario para defender la necesaria separacion entre religion y estado.

Y ademas Caviezel estaba como un tren con las barbas, dicho sea de paso.