¡Y qué bravucón! Si yo te contara...
Ahora sí, yo tampoco entiendo esa fijación con la moralidad. La vida es moral, la gente tiene reglas que se interiorizan y aplican de manera visceral (bendito condicionamiento operante que estás en los cielos...), aunque muchas veces se racionalice el asunto. Yo no tengo ningún problema en reconocer que soy un moralista, lo que no significa necesariamente que tenga eso que se llama moral material (ante las situaciones A, B y C haz A´, B´ y C´), pero sí un sentido de lo que me parece malo o injusto. A Díaz Ferrán por ejemplo le descerrajaba un tiro en la nuca y lo fletaba al Manzanares al ejemplificante estilo vikingo.
El problema, creo o sospecho, es venir con el cuento de la moral en cuestiones de mete-saca, que ha sido desde siempre un terreno de estudio y represión de la Iglesia y el puritanismo, un ámbito en principio privado en el que metían la zarpa personajes de diversa catadura, que es un Wat? ¡fuera de mi cama! Eso lo entiendo.
California tiene moral aunque no lo diga o le avergí¼ence, pasa que le tira con cal a un tipo de moral que se escandaliza por un tipo de cosas. A veces, en ese celo de la moralidad contra la inmoralidad (porque hundir el hocico en entrepierna ajena para ver si vuele a vergel israelí es un acto inmoral) , al tío se le pira la pinza. Pero yo le quiero, aunque sólo sea como putilla.