http://www.youtube.com/watch?v=y_1SSYbmyVA
Veniros de compra conmigo, que quiero cambiar mi avatar. Espero que no os importe que parlotée mientras me pruebo vestiditos. En principio, busco algo como el actual con ligeros retoques:
No... to-ques... na-da.
En la pasada cena de navidad a la que fuí de invitado mientras los mayores ayudábamos en cocina o hablábamos, los niños estaban entretenidos jugando con la Wii. El mayor de la anfitriona, al ver que el mando se bloqueaba empezó a golpearlo contra la mesa. Y, oye, volvía a funcionar. Le decíamos que no diera golpes al mando, pero él contestaba que así volvía a ser útil. Durante poco tiempo la verdad. Nos ofrecimos a arreglarle el mando aprovechando la feliz circunstancia de que ninguno teníamos idea de electrónica. Nah, p'a qué.
El caso es que le pilló su madre, en flagrante delito, amartillando la mesa con el mando de la Wii. Y, ante (y pese) a su lógico disgusto, la respuesta del crío fue enrrabietarse. Decíale la madre -"no des golpes al mando", y el chiquilín le respondía que no le estaba dando golpes, es que el mando no funcionaba. Razonaba élla diciendo que las cosas no se arreglan a golpes y el crío lloroso pero erre que erre -"que no le estoy golpeando es que no funciona".
En este punto algún mayor, el que subscribe, atrevióse a decirle al guaje que si que estaba dando tampanazos al cacharro. Berrinche. A voz en grito, berreando, el chaval insistía en que el no estaba dando golpes al mando contra toda evidencia. La madre abochornada intentaba hacerle entender que le había visto y que no lo negara. Nones, desgañitándose el chaval seguía insistiendo en que él no había dado golpes al aparato sino que era éste el que no funcionaba. La madre le castigo un año sin jugar a la Wii.
¿Cómo hubiérais solucionado esta situación?
Pero a lo nuestro, he pensado en este otro que quizá os haga más gracia:
Aguí baando io (hics).
En el año olímpico de 1956 la Unión Soviética invadió Hungría. Quiso la casualidad que durante los Juegos Olímpicos de Melbourne, ambos combinados de waterpolo, invictos, se jugaran la medalla. Mucha es la leyenda corrida sobre aquel encuentro que para la fría estadística ganaron los magiares por cuatro a cero.
La intrahistoria del partido es fácil de encontrar en la internet y os dirá que aquello fué una carnicería. Los húngaros juran que sólo se dedicaron a insultar en ruso a los soviéticos y que éstos, rabiosos por ir perdiendo les agredieron. Los rusos afirman que los húngaros en todo momento fueron a provocarles a base de golpearles y que llegó un momento en que no aguantaron su comportamiento violento y respondieron golpe por golpe.
En fin que la cosa terminó como el rosario de la aurora, con el agua teñida de rojo y los jugadores de uno y otro equipo separados por la policía australiana y atendidos por los sanitarios. El fair play y la tregua olímpica nunca fueron ni han sido tan ninguneados.
¿Quién era el agresor, quién la víctima?
Este otro la verdad es que no me hace tilín, pero bueno, os lo pongo.
Areópago prevalece.
Os voy a contar una historia que mal recuerdo de las novelitas de Sven Hassel sobre un batallón de castigo alemán en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los protagonistas, Porta, que volvía al frente después de un periodo de convalecencia, contaba a sus camaradas que mientras estuvo en Alemania pudo oir la historia de un militar retirado al que le chinchaba que el cartero aparcara su bicicleta enfrente de su ventana. Salío a recriminarle, el otro le contestó que estaba trabajando, el primero amenazó con demandarle, el segundo siguió todo farruquito...
En fin, una tontada. En plena discusión el militar espetó el muy españolísimo "usted no sabe quién soy yo" a lo que muy españolamente el cartero respondiole con un "ojito conmigo que tengo contactos". Total que el vecino fue quejándose a sus pares de la actitud del cartero y éste a su vez como confidente de la policía, denunciole.
Un buen día la Gestapo fué a la casa del militar y se lo llevó preso, qué casualidad que ese mismo día un cochazo negro se cruzara en la ruta del cartero y del vehículo salieran los SS que lo metieron de sopetón en el auto.
Moviendo la cabeza circunspecto pero con sonrisilla a media comisura, Porta concluía la anécdota diciendo que nunca más se volvió a saber ni de uno ni de otro.
A ver que os parece éste otro:
¡Alushiooones inshidioooshaaaash!
Como a estas alturas ninguno seguiréis leyendo este tostón aprovecho para insertar aquí la polémica.
Felipillo vuelve en dos días y he leído lo que pedís que NO haga. Yo no tengo problema en pedirle que deje sus chuscas metáforas de los empleos, u otras sibilinas (ejem, no tanto) invectivas contra otros foreros. Pero muy justamente él puede requerirme si voy a velar porque, a la vez, vosotros no hagáis comentarios malintencionados sobre él.
Me gustaría poder ofrecerle ésto como garantía, si no os parece mal. Yo le pido que deje de meterse con los demás y a la vez nosotros no nos metemos con él. Sé que es insólito pedirle a todo un foro que no haga alusiones a un forero particular. Y aunque probablemente no salga bien, si por intercesión de María Auxiliadora la cosa funcionara, siempre lo podríamos aplicar a otro caso.
En realidad -siento ser tan malpensado- os comento que por lo que leo, me da la impresión de que me estáis pidendo que cuando libere de la cárcel a Felipillo os lo entregue esposado para poder lincharle a gusto. Y, disculpadme si os he ofendido, pero no quisiera ser partícipe.
Y ya para terminar, éste es el que más me gusta, pero reconozco que me viene grande.
Henio del MAL.
Mucho han cambiado las cosas en el mundo desde que iniciamos esta aventura. Y eso se refleja en el foro. La crispación, el vigilanteo, la censura al prójimo. Mucho lo lamentamos cuando se produce en el mundo exterior, pero no tenemos la misma indignación ni mostramos compasión alguna cuando andamos buscando la perdición de un coforero.
Situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales. Hay una palabra que se repite en la anterior oración y no es por falta de imaginación.
Entiendo que hagáis duelo por un compañero perdido, pero me cuesta aceptar que ésa actitud se deba traducir en hacer daño a otros. En un "como yo estoy jodido, voy a putear a todo el que pueda".