La derrota de los ciberactivistas

Iniciado por ushap, Marzo 31, 2006, 09:42:54 AM

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ushap

Me atrevo a poner este mensaje en este foro tan "cool", ya que el asunto que trata es muy interesante, desde mi punto de vista. Siempre he admirado a Carlos Sánchez Almeida. Se le puede acusar de cierta ingenuidad y de caer muchas veces en un discurso colectivista empedernido y algo romántico. No obstante, siempre ha defendido sus ideas y siempre ha creido que este medio, internet, era algo más que un medio virtual y complementario. Lamento su despedida y que me quedo con las reflexiones de su última intervención pública.

Extraí­do de:
http://blogs.periodistadigital.com/periodismo.php/2006/03/30/la_derrota_de_los_ciberactivistas



"Antes de venir a esta mesa redonda he tenido que someterme a una sesión de puro masoquismo: leerme entera la transcripción del Pleno del Congreso de los Diputados donde se aprobó el Proyecto de Ley de Propiedad Intelectual. Sabí­a que tení­a tesoros escondidos, y por fin lo hallé: nada como la cita que encabeza este texto, el encendido canto de un antiguo militante comunista en defensa de la creación de riqueza. Enternecedor...

Me permitirán una digresión, antes de entrar en materia. Usaré por última vez una de esas ridí­culas metáforas bélicas que tanto abundan en los textos ciberactivistas, y entono el mea culpa: yo también dije una vez aquello de No Pasarán, y vaya si pasaron.

Frente de la Carrera de San Jerónimo, último parte de guerra: cautivo y desarmado el ejército copyleft, las tropas de la SGAE han alcanzado sus últimos objetivos militares.

Pues no. Ni esto era una guerra, ni hay vencedores y vencidos. Cuando el Congreso de los Diputados aprueba un texto legal con más de 300 votos a favor, con el más amplio consenso de todas las fuerzas parlamentarias, lo único que se evidencia es que los opositores a la Ley se han convertido en un grupo extraparlamentario.

Nos guste o no, en democracia la razón, en tanto que fuerza, la tiene la mayorí­a. Y una mayorí­a más que absoluta, aplastante, del Congreso de los diputados ha dado luz verde a una Ley que la mayor parte de los comentaristas de la blogosfera consideran equivocada.

Digo yo que una de las dos partes está fuera de la realidad.

2.- Mirando hacia atrás sin ira
Hace ahora cuatro años, a raí­z de la entrada en vigor de la Ley de Internet, los opositores a la LSSI nos vimos en la desagradable situación de tener que reconocer una derrota. La mayorí­a del Parlamento habí­a decidido sacar adelante la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información. Desde Kriptópolis se habí­a encabezado una campaña en contra de la Ley, a la que se unieron numerosos colectivos. La oposición parlamentaria estuvo de nuestra parte, y a pesar de ello nuestras tesis fueron derrotadas: el Parlamento español decidió que era necesaria una Ley para Internet.

Lo primero que hice cuando la ley fue publicada en el Boletí­n Oficial del Estado, fue reconocer la derrota. Alguno todaví­a sigue hoy combatiendo, como aquellos japoneses que se quedaban aislados en un atolón perdido del Pací­fico. Pero la mayor parte tuvimos claro que la entrada en vigor de la LSSI suponí­a un antes y un después. Reconocer la derrota, en democracia, es algo más que una mera cortesí­a. Es la clave de bóveda del sistema: el respeto a la voluntad de la mayorí­a.

Y el punto de partida para poder vencer â€"convenciendo- algún dí­a.

Si uno lee hoy los comentarios de la llamada blogosfera, parecerí­a que los defensores del copyright están completamente aislados, cercados por un ejército de masas enfervorizadas. Que los estandartes de la cultura libre campean en todos los frentes. Que ya no hay alambradas, ni lindes ni mojones en los fértiles campos de la aldea global. Que todo el futuro es Creative Commons.

Y claro, el Boletí­n Oficial de las Cortes Generales dice lo que dice. Y lo que hoy es negro sobre blanco en el Diario de Sesiones, mañana lo será en el BOE. Y cuando las leyes entran en vigor, los jueces acostumbran a aplicarlas.

Y cuando uno, en mitad de la noche, sale de la selva oscura de Internet y cruza el umbral de la ley vigente, deberí­a abandonar toda esperanza. Entre otras cosas porque no es precisamente a Dante, ni a Virgilio, ni a Beatriz siquiera, a quien buscamos en las redes P2P.

3.- Las cosas son lo que son, y no lo que queremos que sean
Hace ahora unos años, antes de que existiese alguno de los blogs más visitados â€"pero mucho menos que las webs tradicionales de mis clientes tradicionales, dedicados al negocio más tradicional de la más tradicional internet- tuve ocasión de publicar en Kriptópolis un texto titulado “Autocultivo digital: el derecho de copia privada”, donde ironizaba sobre las inmensas posibilidades de la digitalización de contenidos.

El derecho de copia privada era un clavo ardiente ya entonces. Pero al menos estaba bien clavado en la ley vigente. Fue un derecho que pudo esgrimirse con éxito â€"por incomparecencia del equipo contrario, todo hay que decirlo- cuando empezó a hablarse de demandas masivas contra las redes P2P. Después de eso ha dado pie a abundante y verbosa subliteratura jurí­dico- webera. Ahora ya aburre.

El clavo ya no es que arda, ni que esté al rojo vivo. Es que se está licuando, y está clavado en una grieta de una pared desconchada.

A partir del momento que entre en vigor el proyecto de Ley de Propiedad Intelectual, el derecho de copia privada se reduce a la mí­nima expresión. La justa para sustentar el impuesto sobre soportes digitales, el impuesto cuya recaudación y distribución se ha puesto en manos de las entidades de gestión de derechos de autor. El impuesto que nuestro Parlamento ha decidido que sea recaudado por entidades privadas.

Dos son las consecuencias de todo ello, que paso a analizar.

a) Ley penal en blanco, soltera, encuentra pareja estable
Enero de 2003. Poco después de que entrase en vigor la Ley de Internet, el gobierno Aznar hizo público su proyecto de reforma del Código Penal. Me desgañité durante meses clamando contra el recorte de libertades ciudadanas que dicho texto representaba. Algún grupo parlamentario me hizo algo de caso y presentó enmiendas contra la nueva regulación del artí­culo 270 del Código Penal. A quien le vaya la hermenéutica, que bucee en los Diarios de Sesiones del año 2003 y lo encontrará.

El Código Penal, en lo que se refiere a los delitos contra la propiedad intelectual, es una ley penal en blanco. Establece las penas a imponer a aquellos que vulneren derechos de propiedad intelectual definidos en una ley distinta al Código Penal: la Ley de Propiedad Intelectual. Y así­, por ejemplo, cuando el Código habla de comunicación pública, la nueva ley de remisión nos dice que una de sus modalidades es la puesta a disposición interactiva.

Aquello era el primer acto de lo que vendrí­a. Y coló. Y coló también en Internet, porque se difundió la demagogia de que no pasaba nada, de que era una reforma neutra, que dejaba intacto el derecho de copia privada, el clavo ardiente aquel del que les hablaba. Un clavo del que nos ahorcarí­amos todos, algún dí­a.

El Código Penal entró en vigor un año después, en octubre de 2004. Aquellos que habí­an votado en contra cuando eran oposición, lo dejaron entrar en vigor cuando eran partido gobernante. Esperando el momento oportuno para buscarle parejita.

Y aquí­ la tenemos, dispuesta a consumar, de la mano de sus padrinos, los excelentí­simos Don José Montilla y Doña Carmen Calvo.

En un año tendrán descendencia, en forma de una nueva y definitiva reforma integral de la Ley. Pero yo ya no estaré aquí­ para contárselo, les dejo en manos de los alpinistas habituales. Los que siguen ahí­, colgados del clavo.

b) Las verdaderas ví­ctimas de la Reforma: mis clientes
Ahora empezará otra vez la demagogia. Que si es una Ley contra el futuro, que si el analfabetismo digital de los polí­ticos, que si tal que si pascual. Y otra vez los miles de pequeños egos, incapaces de ponerse de acuerdo para todo lo que no sea repartirse visitas estériles de navegantes aburridos, acabarán diciendo que el Mundo Real no les entiende.

Y no les pasará nada. Seguirán como hasta ahora, cómodos en sus butacas. Sin enfrentarse a los verdaderos problemas, no los del futuro, sino los del presente.

Los problemas de aquellos que tienen que batirse el cobre en un mercado atestado, con márgenes reducidí­simos. Los problemas del ejército de base de la grandilocuente Sociedad de la Información. Aquellos a quienes los grandes gurús blogosféricos desprecian: los verdaderos currantes del chip, los que venden los cientos de miles de tostadoras, los cientos de millones de cds y dvds en los que cada noche se vuelcan las miserias de la industria del entretenimiento. El suelo real sobre el que se asientan los cielos de la “cultura libre”.

El verdadero problema de la Ley de Propiedad Intelectual no lo van a tener los consumidores domésticos, cuya mayor preocupación es conocer el final de Lost antes que el vecino televidente que aún va por la primera temporada, para así­ poderse sentir superiores en su atalaya tecnológica, sin darse cuenta de que están tan alienados como sus mayores. Sin darse cuenta de cómo se ha cerrado el cí­rculo de la liberación tecnológica para convertirse en una cadena que los tiene exactamente igual que antes: esclavizados a una pequeña pantalla.

No. El verdadero problema lo están sufriendo ya cientos de pequeñas empresas de informática que en estos dí­as están recibiendo demandas judiciales. Demandas en las que se les reclama el canon atrasado por cds, dvds, grabadoras y reproductores mp3, en algunos casos desde 1999.

Cds, dvds, grabadores y reproductores que se vendieron con márgenes reducidí­simos que no contemplaban el canon. De resultar estimadas las demandas, muchos pequeños comerciantes se van a tener que sacar del bolsillo aquello que no cobraron, para así­ afrontar el pago de una inmensa deuda que las entidades de gestión, en estado de éxtasis triunfal, quieren cobrarse con intereses.

Ese es el verdadero problema, la verdadera batalla, y la razón última por la que dejo de escribir en esta Internet.

4.- Quien mira demasiado su ombligo, se olvida del horizonte
Lo importante no es la cultura, sino los seres humanos. Cuando los seres humanos son libres, su cultura es libre. Cuando los seres humanos son domesticados, adormecidos, convertidos en simples objetivos del mercado de productos de consumo, su cultura está domesticada.

Siempre ha sido así­, no nos engañemos. Nos ha llegado Séneca, Cicerón, Plutarco... pero en su época las masas llenaban los circos, no las bibliotecas. Y a pesar de todos los incendios, de todas las censuras, de todas las hogueras, nos ha llegado el verdadero talento en forma de clásicos.

Quizás en su época cualquier reciario, mirmillón, cualquier mí­sero gladiador era más conocido que Ovidio, muerto de tristeza en el lejano Ponto.

Hoy Ovidio rí­e a carcajadas en mi biblioteca, libre para siempre de cualquier César, incluyendo al César del Copyright.

Hace poco intenté buscar La posibilidad de una isla, de Houellebecq, en las redes P2P. No encontré ninguna fuente en castellano. Poco me importa: no hay nada comparable a leerlo en papel, a él o a Hernán Casciari: el verdadero talento es lo que tiene, las pantallas siempre se les quedan pequeñas.

Los verdaderos libros no gritan desde sus estantes, ni tienen miles de fuentes en Emule. Están ahí­ esperando que alguien vaya a buscarlos. Que alguien los salve de la quema: de la del fuego, de la del tiempo, o de la ignorancia. Algunos sobreviven, gracias a las manos solidarias de aquellos a quienes van dedicadas estas palabras.

Internet sólo tendrá voz el dí­a que tome conciencia de sí­ misma, de su sentido histórico. Y para eso primero tendremos, durante mucho tiempo, que renunciar a mucho ego, y pensar que el talento es escaso: que las grandes gestas del género humano son siempre gestas colectivas.

Esto es exactamente lo que parece, una despedida. En lo sucesivo, intentaré luchar por aquello que creo desde el silencio de mi despacho. Si levanto la voz, ya se encargará algún juez de corregirme. Vuelvo a mi sitio de siempre.

Ha sido un placer compartir el ciberespacio con ustedes. Que tengan todos mucha suerte".

Cerillita

Ése es a mi juicio el punto flaco de muchos "ciberactivistas": que se creen influyentes y representativos escribiendo un blog, codeándose con un par de periodistas, apareciendo entrevistados en diarios del grupo Vocento o en el Ciberpaí­s y dando alguna que otra conferencia. Claro, luego acaban aburriéndose al descubrir que fuera de su mundo de ceros y unos no todo es tan happy flowers y que no todo cristo (ni por supuesto el polí­tico ni el empresario) comulga con el rollito libre.

Tierra, que toquen tierra y se les baje esa inflamación del ego, que aún podrán aportar savia nueva al páramo ideológico.

Jaume de Ponts i Mateu

Cita de: Cerillita en Marzo 31, 2006, 12:56:01 PMse creen influyentes y representativos...
Los impacientes siempre han sido los más ciegos.

El Sánchez diplomado en Dret Civil Catalí  por la UB, colegiado del ICAB (o, Il·lustre Col·legi d’Advocats del Cap i Casal} desde septiembre de 1987 y que otrora fué miembro de FrEE (o, Fronteras Electrónicas) es un ejemplo, ¡vamos..!, PARADIGMíTICO.

Siempre, en cualquier caso, a su disposición.

Jaume de Ponts i Mateu
jaumedeponts@terra.es
Lleida (Segrií )
-Catalunya/UE-
05/10/2012, 21'42 hs. p.m.
¡Oh, la HISTORIA!
http://www.my-forum.org/foros.php?id=30282
"...porque, lo que se puede medir y contar NO es opinable" (sentencian, como saben, DEFINITIVAMENTE los classiques...)

Jaume de Ponts i Mateu

"Toda causa polí­tica se enfrenta a dos enemigos: el tiempo, y la cotidianidad (y, podrí­a agregar una tercera: la mediocridad colectiva). Si el conflicto polí­tico (marcha, huelga, etc) no genera resultados inmediatos, la tendencia natural es al desinfle, el cansancio y el regreso de los participantes del conflicto a su vida cotidiana. De ahí­ que la posibilidad de hacer una resistencia a largo plazo contra el estado sea una labor bizantina. Más aún si el estado en cuestión es un petroestado poseedor de incontables recursos financieros, el apoyo de las Fuerzas Armadas, la complicidad de los Poderes Públicos carentes de autonomí­a, el control de la mayorí­a de los medios de comunicación radioeléctricos e impresos, el control de todos los cuerpos de seguridad, el reconocimiento de toda la comunidad internacional, y además, si ese estado es el principal empleador, o sea, el mayor pagador de las nóminas de los potenciales participantes de un hipotético conflicto. Es lo que pasó en Venezuela entre diciembre de 2002 y febrero de 2003. Luego de meses en los que se creí­a que la paralización de la empresa petrolera nacional, protestas de calle diarias, mensajes en medios de comunicación, artí­culos de prensa, comunicados públicos dados por una plataforma unitaria de partidos y movimientos polí­ticos de diversas tendencias, y una petición permanente de renuncia al Presidente de la República, iban a generar como resultados la caí­da del gobierno. Obviamente eso NO fué así­: el estado maniobró, se alió con empresarios como Wilmer Ruperti, sancionó a los huelguistas, reprimió las manifestaciones públicas, y al final, pudo victimizarse ante la comunidad internacional, y salir fortalecido de cara al referéndum revocatorio que enfrentó un año después (...). El gobierno volvió a ganar (...). Muchos esperan que el gobierno caiga de un dí­a a otro, que una marcha o protesta provoque la desestabilización del régimen y se produzca un cambio de gobierno; al esto no ocurrir, el desánimo y la inacción le dan una victoria al Presidente (...). De hecho, y sin ánimos de hacer un análisis pseudo-histórico, bien podrí­a decirse que lo que “el pueblo salió a la calle y tumbó al gobierno” es un mito. Una leyenda promovida por grupos polí­ticos necesitados de mitificar sus luchas sociales, con el cuento de hadas de que miles de personas en la calle acaban con un gobierno poderoso. La realidad es que TODO movimiento de esa naturaleza siempre ha contado con el apoyo de un sector mayoritario de la Fuerza Armada (...), apoyo extranjero de personalidades o paí­ses importantes (...) o la disidencia interna de sectores polí­ticos del propio gobierno (...). Lo que pasa es que la Historia debe mitificarse, exagerarse y convertirse en leyenda para elevar el espí­ritu polí­tico de los paí­ses (...). Todaví­a persiste la creencia popular que el gobierno se cae hoy, se cae mañana, se cae la próxima semana, sólo le falta un empujoncito, la comunidad internacional no va a aceptar esto, y demás ingenuidades que se escuchan de boca de los ciudadanos indignados por los abusos oficiales. Toda esta reflexión viene a cuento por lo ocurrido ayer, cuando, en un hecho que desde ya puede entrar a la historia del cyberactivismo internacional (^), Venezuela registro miles de visitas al Twitter, y colocó en el primer lugar de tópicos de discusión de esa página de micriblogging, la etiqueta #Freemediave. A pesar de que dicha etiqueta desapaareció “mágicamente” horas después. De inmediato, empezaron a circular tres reacciones: 1) la del gobierno, que en un patético anacronismo, calificó de ‘campaña de ultraderecha’ la insólita cantidad de Twits (más de 100.000) que ayer inundaron la página Twitter y que, además, en un desconocimiento bárbaro de las herramientas de periodismo ciudadano, despacharon la iniciativa, con el remoquete de que se trataba de sifrinos escribiendo desde computadoras caras; 2) la de los optimistas de siempre, quienes, de inmediato y sin detenerse a reflexionar un minuto, empezaron a sobrestimar la capacidad de Twitter y la penetración de Internet en Venezuela, y aseguraban la ridiculez de que el Presidente estaba “aterrado” por lo que estaba ocurriendo (incluso, llegué a recibir mensajes que decí­an que Twitter iba a tumbar al gobierno en las próximas horas); 3) los escépticos, que llamaban a no banalizar la protesta, a despegarse la computadora y ‘salir a la calle’, a no convertir aquello en una competencia por “ver quién retwittea más rápido”, y alguna por ahí­ se preguntaba si hacer circular mensajes como ““@TigresaOriente Mis Fans de Venezuela me uno a su protesta del cierre de algunas Radios Venezolanas.Chávez recapacita #FreeMediaVe” no era, sencillamente, ridí­culo. Una amiga, de facebook me preguntaba si toda esa paja de Twitter no era nada más que el ánimo de algunos de sentir que se involucraban en la lucha desde la comodidad burguesa de sus casas y sus laptops. Uno más, me dijo que Twittear en inglés algo como “@johnmanuelsilva The ultraright goverment of Hugo Chávez, has propose a law that puní­s the opinions and informations in Venezuela” era estúpido. Así­ que es bueno aclarar tres cosas: 1) Twitter NO es ninguna página de ultraderecha, los Twit son post de 140 caracteres a través de los cuales se puede transmitir y reciclar información {paradójicamente, casi siempre es información que circula por los medios ‘serios’ de comunicación (...)}, Twitter no tiene lí­nea editorial, sus usuarios no se conocen entre sí­ y lo que se publica o deja de publicar no es controlado por NINGUNA mente maestra; 2) me parece hasta estúpido decir que Twitter no va a tumbar al gobierno de Chávez, ni a ningún otro, pero como algunos no lo tienen claro habrá que decirlo: Internet tiene un nivel de penetración en Venezuela, aproximadamente, del 30% de la población. Es decir, 7 de cada 10 venezolanos NO tienen Internet y NO saben que existe una página con un pajarito azul claro que tiene atiborrados mensajes contra el gobierno; 3) esta ‘lucha’ no es a corto plazo: llamar a la gente a que se enfrente al superestado venezolano a pedradas es IDIOTA y es un llamado al suicidio colectivo; la medida tomada contra las 34 emisoras y un canal de televisión NO generará una reacción popular a nivel nacional con la fuerza suficiente de paralizar al paí­s o desencadenar un pronunciamiento militar. Venezuela vive una guerra TODOS los dí­as, cientos de ciudadanos mueren semanalmente en nuestras calles. Muere más gente en Venezuela que en un conflicto bélico, y si eso no provoca ninguna reacción, menos lo hará un honesto señor venido en llanto por el cierre de su emisora. La gente no va a dejar de vivir sus vidas sólo por eso. Ésa es la razón por la cual las dictaduras duran tanto; las personas, a la larga, encuentran una forma de convivir con el horror y abrazar la indiferencia. Los movimientos antidictatoriales fracasan porque la gente debe salir a hacer la compra, debe llevar los niños a la escuela y debe trabajar a diario; la protesta altera esta rutina; por eso, si no da resultados a corto plazo, las personas suelen cansarse y transigen. Inclusive, la madre a la que le matan un hijo en algún barrio de Caracas sigue viviendo su vida, a pesar de su hijo muerto y de que los órganos de justicia no le resarzan la pérdida (...). Así­ que entendamos: hoy NO se pelea por tumbar al gobierno, las Fuerzas Armadas no harán nada, la comunidad internacional se hará de la vista larga, el maricón de José Miguel Insulza dirá que no puede hacer nada y nos mandará a dialogar con el gobierno, y “el pueblo” NO va a salir a las calles, ni va a tumbar Miraflores a pedradas. Entonces, ¿para qué hacer esto? Yo creo que la labor de escribir en blogs, Twittear, circular textos en Facebook y Myspace, colgar videos en Youtube, y hacer uso de las herramientas Web para hacer patente la situación de Venezuela no tiene ningún otro fin que no sea informar e interrumpir la cotidianidad de la gente para recordarles, mientras hacen la compra y llevan a sus hijos al colegio, lo que está ocurriendo en Venezuela. También estoy convencido de que este debate ayuda a poner en relieve, fuera de nuestras fronteras, la situación venezolana. De resto, ni creo que vaya a tumbar al gobierno Twitteando o blogueando, ni creo que Chávez le tenga miedo al pajarito azul..." (*)

Siempre, en cualquier caso, a su disposición.

Jaume de Ponts i Mateu

addenta

()( cfr.:

http://es.wikipedia.org/wiki/Ciberactivismo

(*) cfr.:

http://www.panfletonegro.com/v/2009/08/02/twitter-no-tumba-gobiernos-reflexiones-sobre-el-cyberactivismo/ 
"...porque, lo que se puede medir y contar NO es opinable" (sentencian, como saben, DEFINITIVAMENTE los classiques...)