Te encuentras en casa con tu hija revoltosa. Se empeña en ponerse junto a, no sé, la tele, chuparse el dedo, y pasarlo por la pantalla. Tú le dices que no lo haga, que le vas a dar una torta. Dedo. Lo repites. Dedo. Lo repites. Se va, mientras le dices que si alguna vez le ves hacer lo mismo, leche que te crió. Pasan unos días y se va poniendo pesada, pesada, pesada. Como no consigue vete a saber qué tipo de atención, espera a que estés sentada ante la tele, se acerca, se chupa el dedo, y despacito lo va pasando por la pantalla. ¿Es ese hecho en sí suficiente para una torta? Puede que no. ¿Pero si atendemos a previas y advertencias? Vaya que sí.
Ya, ya sé que tú no pegas a tus hijos, es una parábola. También yo le habría dado a la segunda.