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hilo de VOX.

Iniciado por Greñas, Diciembre 04, 2018, 11:27:28 AM

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usuario


Dan

Los zoketes rebolusionarios haciéndoles la campaña para conseguir nada. En la línea astuta.

Don Pésimo

Es que está todo muy facepalming últimamente, qué pereza.
Me cago en el Sistema Solar

problemaS

[/url=https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23902/Ignacio-Sanchez-Cuenca-intelectuales-Vox-Juaristi-Savater-Albiac.htm]La extrema unción[/url]

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA

16 DE ENERO DE 2019
Si pudiera viajar atrás en el tiempo, tampoco hace falta mucho, bastaría con regresar a 1980, yo le diría a la gente aquello de "he visto cosas que jamás creeríais". He visto a Gustavo Bueno  firmar artículos con Santiago Abascal en Libertad Digital en defensa de una España amenazada por los rojos separatistas; sí, el mismo Bueno que en aquella otra época era un granítico comunista, materialista y ateo. He visto al propio Bueno, a Gabriel Albiac y a Jon Juaristi formar parte del patronato de honor de Denaes, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, el embrión de Vox; sí, Albiac el filósofo althusseriano, el del comunismo y rock and roll, y Juaristi, el que pasó por ETA, el PCE y el PSOE. He visto a Fernando Sánchez Dragó en el mitin de Vox de Vistalegre; sí, el Sánchez Dragó que fue comunista y luego ácrata. He visto a Francesc de Carreras levantarse emocionado de su silla mientras escuchaba la ya inmortal versión del himno español de Marta Sánchez; sí, el mismo Carreras que fue del PSUC. He visto a Fernando Savater firmando el manifiesto de los Libres e Iguales promovido por Cayetana Álvarez de Toledo; sí, el mismo Savater al que la Constitución le parecía una tontería y que creía que Batasuna era un prometedor movimiento social frente a los partidos democráticos.

Circula con profusión el cliché de que los intelectuales siempre llegan tarde, que solo saben interpretar el pasado pero no anticipar el futuro, en fin, aquello de que la lechuza sólo alza el vuelo al anochecer. Sin embargo, en el caso de Vox hay que admitir que muchos intelectuales han ido un paso por delante de los acontecimientos. Unos pocos, como Gustavo Bueno, no sólo dando ideas, sino colaborando activamente con Abascal y Denaes, pero otros muchos creando un clima de opinión asfixiante con respecto a la cuestión nacional. Y es ante todo la cuestión nacional lo que desencadena el ascenso de Vox.

Hay que insistir en que Vox no creció durante los peores años de la crisis. En esos años ya estaban en vigor las políticas de igualdad de género y ya se había alcanzado el máximo histórico de inmigración en España. A pesar de los recortes de gasto en servicios públicos y de la subida del IVA del Gobierno de Mariano Rajoy, cuando Vox se presentó a las elecciones europeas en 2014 obtuvo en toda España tan solo 247.000 votos (el 1,6%) (hay un eximente:  el candidato era Alejo Vidal-Quadras).

Vox sólo despega tras la crisis catalana del otoño de 2017. Es entonces cuando una parte de la ciudadanía, la más recalentada con el lenguaje de hazañas bélicas que han utilizado con tanta alegría los otrora intelectuales progresistas a propósito de la cuestión nacional, empieza a sintonizar con un discurso extremo que propone una intervención permanente en Cataluña e incluso la supresión entera del sistema autonómico en España.

En realidad, las propuestas de Vox con respecto a Cataluña son solo media vuelta de tuerca adicional con respecto a las que los intelectuales nacionalistas españoles llevan defendiendo desde hace tiempo a través de UPyD primero y Ciudadanos después: recentralización de los servicios básicos, eliminación de la inmersión lingüística, disolución de los Mossos, intervención en los medios de comunicación públicos de Cataluña, prohibición de los partidos independentistas o reformas electorales que impidan que los partidos nacionalistas vascos, gallegos y catalanes obtengan representación parlamentaria, etcétera; en fin, una panoplia de medidas orientadas a conseguir la exclusión del nacionalismo periférico o regional de la política española.

El grueso de la intelectualidad española comenzó a virar hacia posiciones cada vez más conservadoras e iliberales a finales de los años noventa, con las movilizaciones civiles contra ETA y su estrategia de "socialización del sufrimiento". Coincide en el tiempo con los primeros gobiernos de José María Aznar, quien, con indiscutible astucia, consiguió apropiarse de muchas de las nuevas ideas, atrayendo así a intelectuales que habían tenido simpatía por el PSOE de Felipe González y que provenían de la oposición antifranquista y de la extrema izquierda muchos de ellos.

Lo que había empezado como resistencia ciudadana frente al terrorismo nacionalista vasco acabó siendo una impugnación de los nacionalismos sin Estado y una crítica al sistema autonómico. El lenguaje que se utilizó en esa cruzada anti-nacionalista era grueso, sin matices, descalificatorio y más orientado a ridiculizar y humillar al "enemigo" que a aportar soluciones inteligentes que permitieran encontrar una posición en la que todas las partes se pudieran sentir cómodas. Durante los primeros años 2000, cualquier arribista que quisiera medrar en la esfera pública no tenía más que repetir o exagerar las consignas anti-nacionalistas al uso para publicar en los periódicos españoles, del ABC a El País. 

La confrontación con el nacionalismo catalán fue la confirmación definitiva de que muchos intelectuales se habían situado en posiciones excluyentes, pues la gran coartada de la violencia ya no estaba presente. La conexión entre nacionalismo vasco y violencia servía para justificar la crítica sin paliativos a dicho nacionalismo, pero en el caso catalán no ha habido en absoluto violencia (salvo la de las fuerzas de seguridad del Estado). Los intelectuales del nacionalismo español han intentado por todos los medios aplicar los mismos esquemas políticos al problema catalán, forzando el argumento hasta el absurdo: ahora no hay terrorismo, pero sí un golpe de Estado basado en la coacción violenta a los españolistas. De esta manera, se evita un debate dentro de los parámetros democráticos sobre la integración de Cataluña: con los golpistas, como con los terroristas, nada hay que negociar. Frente al golpismo antidemocrático del nacionalismo catalán, los intelectuales españolistas defienden la nación española como garantía de constitucionalismo e igualdad. Véase, a modo de ejemplo, esta respuesta del filósofo Ignacio Gómez de Liaño en una entrevista que publicó recientemente ABC: "Y por eso es importante también que no se empleen tópicos como, por ejemplo, que se llamen fascistas a Vox, cuando los fascistas son más bien los nacionalistas vascos y catalanes." ¡Vivan los tópicos!

Algunos sienten cierta incomodidad cuando les asocian con Vox y tratan de marcar distancias. Pero como no saben hacer otra cosa, lo único que se les ocurre es alegar que los de Vox son nacionalistas y ellos no: así se podía leer en el reportaje que publicó La Vanguardia (7/1/2019) con declaraciones de los intelectuales fundadores de Ciudadanos. A base de citarse los unos a los otros y de repetir por enésima vez que los nacionalistas son los otros, se han acabado convenciendo de que el nacionalismo español no existe, o que si existe nada tiene que ver con ellos. Al considerar que la defensa de la nación española frente a la amenaza catalana es siempre legítima, han dado cobertura a toda manifestación de nacionalismo español, incluyendo las más intolerantes. Se escandalizan ante las manifestaciones más intransigentes e intolerantes del independentismo catalán, pero luego miran hacia otro lado cuando se trata de nacionalismo español. No hay, en este sentido, imagen más contradictoria que la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana el 8 de octubre de 2017, en la que Mario Vargas Llosa, ante un mar de banderas españolas y proclamas irredentas de unidad nacional, cargó con la dureza habitual contra el nacionalismo.

El uso interesado y carente de rigor del término "nacionalismo" por parte de estos intelectuales nos conduce a un diálogo imposible, en el que las partes sólo juegan a la descalificación mutua. En lugar de interpretar la crisis catalana como un fracaso colectivo, de España y de Cataluña, en lugar de tratar de encauzar el problema hacia un ámbito político en el que se puedan encontrar puntos de acuerdo que desactiven la tensión acumulada, los intelectuales del nacionalismo español han hecho cuanto ha estado en su mano para presentar el asunto como un enfrentamiento entre demócratas españoles e independentistas golpistas y antidemócratas.   

En ese clima político, el surgimiento de un partido como Vox no es sino la conclusión inevitable de llevar hasta sus últimas consecuencias los planteamientos que durante tantos años han hecho los intelectuales nacionalistas españoles. Si de verdad los independentistas catalanes son unos golpistas, si realmente el independentismo es un proyecto totalitario y antidemocrático, ilegalicemos sus partidos y suspendamos por tanto tiempo como sea necesario la autonomía de la región. No hay otra salida.

Vox ha encontrado un terreno abonado. Sin la retórica tóxica que se ha creado en España a propósito del conflicto nacional, no lo habrían tenido tan fácil.
No vemos las cosas como son, sino como somos.

k98k

Cita de: Don Pésimo en Enero 17, 2019, 10:14:27 PM
Es que está todo muy facepalming últimamente, qué pereza.

Preguntale a AndyLPD, tiene soluciones a todo.

Glatts

Cuánta gente cambiando de acera en el artículo de arriba. Me recuerda a lo que decía El Titi en su canción "Libérate":
Libérate, libérate
no vivas más oprimido
busca tu felicidad
que aunque muchos te critiquen
el que lo prueba repite
yo no sé por qué será.


https://www.youtube.com/watch?v=R54JAajEtFE

k98k

El titi cantaba el Aliberaté

Glatts

Al fin y al cabo era malagueño, aunque de allí lo echaran a pedradas.

k98k

El titi no era mal tío, hasta en la mili le dieron el aprobado en el CIR para quitarselo de encima de lo que lloraba el hombre, dos veces cateó la instrucción y al final se la regalaron para no tener que verlo llorar mas.

Glatts


usuario

centro
instruccion
reclutas

las primeras semanas en la mili antes de que te destinen

Glatts

Ah, yo es que como fui objetor.

usuario

Tampoco hace falta ser médico para saber lo que es el MIR.


Glatts

Cierto, asumo mi ignorancia con vergüenza manifiesta.

yonnon

Cita de: problemaS en Enero 20, 2019, 10:40:16 AM
[/url=https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23902/Ignacio-Sanchez-Cuenca-intelectuales-Vox-Juaristi-Savater-Albiac.htm]La extrema unción[/url]

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA

16 DE ENERO DE 2019
Si pudiera viajar atrás en el tiempo, tampoco hace falta mucho, bastaría con regresar a 1980, yo le diría a la gente aquello de "he visto cosas que jamás creeríais". He visto a Gustavo Bueno  firmar artículos con Santiago Abascal en Libertad Digital en defensa de una España amenazada por los rojos separatistas; sí, el mismo Bueno que en aquella otra época era un granítico comunista, materialista y ateo. He visto al propio Bueno, a Gabriel Albiac y a Jon Juaristi formar parte del patronato de honor de Denaes, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, el embrión de Vox; sí, Albiac el filósofo althusseriano, el del comunismo y rock and roll, y Juaristi, el que pasó por ETA, el PCE y el PSOE. He visto a Fernando Sánchez Dragó en el mitin de Vox de Vistalegre; sí, el Sánchez Dragó que fue comunista y luego ácrata. He visto a Francesc de Carreras levantarse emocionado de su silla mientras escuchaba la ya inmortal versión del himno español de Marta Sánchez; sí, el mismo Carreras que fue del PSUC. He visto a Fernando Savater firmando el manifiesto de los Libres e Iguales promovido por Cayetana Álvarez de Toledo; sí, el mismo Savater al que la Constitución le parecía una tontería y que creía que Batasuna era un prometedor movimiento social frente a los partidos democráticos.

Circula con profusión el cliché de que los intelectuales siempre llegan tarde, que solo saben interpretar el pasado pero no anticipar el futuro, en fin, aquello de que la lechuza sólo alza el vuelo al anochecer. Sin embargo, en el caso de Vox hay que admitir que muchos intelectuales han ido un paso por delante de los acontecimientos. Unos pocos, como Gustavo Bueno, no sólo dando ideas, sino colaborando activamente con Abascal y Denaes, pero otros muchos creando un clima de opinión asfixiante con respecto a la cuestión nacional. Y es ante todo la cuestión nacional lo que desencadena el ascenso de Vox.

Hay que insistir en que Vox no creció durante los peores años de la crisis. En esos años ya estaban en vigor las políticas de igualdad de género y ya se había alcanzado el máximo histórico de inmigración en España. A pesar de los recortes de gasto en servicios públicos y de la subida del IVA del Gobierno de Mariano Rajoy, cuando Vox se presentó a las elecciones europeas en 2014 obtuvo en toda España tan solo 247.000 votos (el 1,6%) (hay un eximente:  el candidato era Alejo Vidal-Quadras).

Vox sólo despega tras la crisis catalana del otoño de 2017. Es entonces cuando una parte de la ciudadanía, la más recalentada con el lenguaje de hazañas bélicas que han utilizado con tanta alegría los otrora intelectuales progresistas a propósito de la cuestión nacional, empieza a sintonizar con un discurso extremo que propone una intervención permanente en Cataluña e incluso la supresión entera del sistema autonómico en España.

En realidad, las propuestas de Vox con respecto a Cataluña son solo media vuelta de tuerca adicional con respecto a las que los intelectuales nacionalistas españoles llevan defendiendo desde hace tiempo a través de UPyD primero y Ciudadanos después: recentralización de los servicios básicos, eliminación de la inmersión lingüística, disolución de los Mossos, intervención en los medios de comunicación públicos de Cataluña, prohibición de los partidos independentistas o reformas electorales que impidan que los partidos nacionalistas vascos, gallegos y catalanes obtengan representación parlamentaria, etcétera; en fin, una panoplia de medidas orientadas a conseguir la exclusión del nacionalismo periférico o regional de la política española.

El grueso de la intelectualidad española comenzó a virar hacia posiciones cada vez más conservadoras e iliberales a finales de los años noventa, con las movilizaciones civiles contra ETA y su estrategia de "socialización del sufrimiento". Coincide en el tiempo con los primeros gobiernos de José María Aznar, quien, con indiscutible astucia, consiguió apropiarse de muchas de las nuevas ideas, atrayendo así a intelectuales que habían tenido simpatía por el PSOE de Felipe González y que provenían de la oposición antifranquista y de la extrema izquierda muchos de ellos.

Lo que había empezado como resistencia ciudadana frente al terrorismo nacionalista vasco acabó siendo una impugnación de los nacionalismos sin Estado y una crítica al sistema autonómico. El lenguaje que se utilizó en esa cruzada anti-nacionalista era grueso, sin matices, descalificatorio y más orientado a ridiculizar y humillar al "enemigo" que a aportar soluciones inteligentes que permitieran encontrar una posición en la que todas las partes se pudieran sentir cómodas. Durante los primeros años 2000, cualquier arribista que quisiera medrar en la esfera pública no tenía más que repetir o exagerar las consignas anti-nacionalistas al uso para publicar en los periódicos españoles, del ABC a El País. 

La confrontación con el nacionalismo catalán fue la confirmación definitiva de que muchos intelectuales se habían situado en posiciones excluyentes, pues la gran coartada de la violencia ya no estaba presente. La conexión entre nacionalismo vasco y violencia servía para justificar la crítica sin paliativos a dicho nacionalismo, pero en el caso catalán no ha habido en absoluto violencia (salvo la de las fuerzas de seguridad del Estado). Los intelectuales del nacionalismo español han intentado por todos los medios aplicar los mismos esquemas políticos al problema catalán, forzando el argumento hasta el absurdo: ahora no hay terrorismo, pero sí un golpe de Estado basado en la coacción violenta a los españolistas. De esta manera, se evita un debate dentro de los parámetros democráticos sobre la integración de Cataluña: con los golpistas, como con los terroristas, nada hay que negociar. Frente al golpismo antidemocrático del nacionalismo catalán, los intelectuales españolistas defienden la nación española como garantía de constitucionalismo e igualdad. Véase, a modo de ejemplo, esta respuesta del filósofo Ignacio Gómez de Liaño en una entrevista que publicó recientemente ABC: "Y por eso es importante también que no se empleen tópicos como, por ejemplo, que se llamen fascistas a Vox, cuando los fascistas son más bien los nacionalistas vascos y catalanes." ¡Vivan los tópicos!

Algunos sienten cierta incomodidad cuando les asocian con Vox y tratan de marcar distancias. Pero como no saben hacer otra cosa, lo único que se les ocurre es alegar que los de Vox son nacionalistas y ellos no: así se podía leer en el reportaje que publicó La Vanguardia (7/1/2019) con declaraciones de los intelectuales fundadores de Ciudadanos. A base de citarse los unos a los otros y de repetir por enésima vez que los nacionalistas son los otros, se han acabado convenciendo de que el nacionalismo español no existe, o que si existe nada tiene que ver con ellos. Al considerar que la defensa de la nación española frente a la amenaza catalana es siempre legítima, han dado cobertura a toda manifestación de nacionalismo español, incluyendo las más intolerantes. Se escandalizan ante las manifestaciones más intransigentes e intolerantes del independentismo catalán, pero luego miran hacia otro lado cuando se trata de nacionalismo español. No hay, en este sentido, imagen más contradictoria que la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana el 8 de octubre de 2017, en la que Mario Vargas Llosa, ante un mar de banderas españolas y proclamas irredentas de unidad nacional, cargó con la dureza habitual contra el nacionalismo.

El uso interesado y carente de rigor del término "nacionalismo" por parte de estos intelectuales nos conduce a un diálogo imposible, en el que las partes sólo juegan a la descalificación mutua. En lugar de interpretar la crisis catalana como un fracaso colectivo, de España y de Cataluña, en lugar de tratar de encauzar el problema hacia un ámbito político en el que se puedan encontrar puntos de acuerdo que desactiven la tensión acumulada, los intelectuales del nacionalismo español han hecho cuanto ha estado en su mano para presentar el asunto como un enfrentamiento entre demócratas españoles e independentistas golpistas y antidemócratas.   

En ese clima político, el surgimiento de un partido como Vox no es sino la conclusión inevitable de llevar hasta sus últimas consecuencias los planteamientos que durante tantos años han hecho los intelectuales nacionalistas españoles. Si de verdad los independentistas catalanes son unos golpistas, si realmente el independentismo es un proyecto totalitario y antidemocrático, ilegalicemos sus partidos y suspendamos por tanto tiempo como sea necesario la autonomía de la región. No hay otra salida.

Vox ha encontrado un terreno abonado. Sin la retórica tóxica que se ha creado en España a propósito del conflicto nacional, no lo habrían tenido tan fácil.


Notaba un tufillo raro en el texto y como no conocia al autor me ha dado por buscar...

https://www.infolibre.es/noticias/cultura/2018/02/24/ignacio_sanchez_cuenca_superioridad_moral_izquierda_una_condena_75758_1026.html

Otro sobrado
desde el momento que se destruye la reputación del que disiente, se cierra la boca al que tiene otra opinión, se censuran las voces disonantes y se instaura un relato único, desde ese momento ya no es ciencia, es propaganda.