Lo último en esto del virus es que un usuario en el frontón en el que curro me preguntó si, aún habiendo pasado el virus, se podía hacer uso del frontón allí (en calidad de advenedizo), porque es verdad que él nunca lo había pasado propiamente suyo, el covid, pero sí su abuelo, que no se murió pero casi, y estuvo tres semanas con respirador. Con semejante trauma ensartado entre las memorias personales y las que alimentan los medios de comunicación, el chaval no se atrevía a dar un paso sin temer que le llamaran hijo de puta. En observación de aquella falta de seguridad suya, y lástima psicológica que me dio, le dije que allí no sólo tenían derecho a jugar las personas cuyos abuelos hubieran pasado el covid, sino que si el mismo abuelo, aún habiendo pasado él mismo el covid, hubiera querido jugar allí, habría tenido derecho a ello, si es que acaso se lo permitían sus fuerzas.
Estos son los mejores usuarios, los que no son pesados, ni les encanta empinar el codo con la cerveza, no los que insisten e insisten en jugar cuando no se puede, ni te los quitas de encima ni que sea covid, ni que sea navidad, ni que sea el cabrón del Filomeno. Este tipo de usuario llega, te deja este medio regalo, y luego se va y ya no vuelves a verlo nunca. Al final ni jugó, ni siquiera apareció, me dijo que se lo iba a preguntar a sus amigos y que luego me diría algo y ya no volvió, ni llamó, ni nada, lo más probable es que los amigos ya ni siquiera le hablaran tampoco.