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La mentira

Iniciado por Quercus Cistensis, Noviembre 30, 2006, 11:23:35 AM

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SrCualquiera


Entuercanos gregorio, no te hagas el remolón 

Gracias Mon ;)

Kamarasa GregorioSamsa

Este artí­culo ya lo colgué en otro hilo, pero lo mismo os interesa:

MENTIROSOS NATOS
¿Por qué mentimos tanto y tan bien? Sencillamente, porque funciona en la evolución .
David Livingstone Smith

“Las investigaciones sobre el engaño se centran casi siempre en la mentira en su sentido más estricto, es decir, en la declaración deliberada de cosas que no son verdad. Pero nuestra querencia se extiende mucho más allá de la falsedad explí­cita y verbal. Mentimos por omisión;
mentimos mediante las sutilezas de las exageraciones o la restricción mental. Nos aplicamos en un sinfí­n de formas de engaño no verbal: nos hacemos maquillajes, pelucas, cirugí­a estética;
nos vestimos y aderezamos para disimular nuestro auténtico aspecto;
nos aplicamos fragancias artificiales para apagar los olores de nuestro cuerpo. Lloramos lágrimas de cocodrilo, fingimos orgasmos y exhibimos cálidas sonrisas de bienvenida. Las mentiras verbales explí­citas no son sino una pequeña figura en el vasto tapiz de la falsedad humana.

Más, ¿por qué mentimos con tanta facilidad? Porque da resultado. No hay otra respuesta más directa, los homo sapiens que mientan con mayor destreza tendrán ventaja sobre sus semejantes en la lucha por el éxito reproductivo, que es el piloto de la locomotora de la evolución. Para tener éxito como personas hemos de adaptarnos a un sistema social finamente entretejido, a pesar de lo cual nuestro objetivo primordial es cuidar de nosotros por encima de todos. A ello ayuda la mentira. Y al mentirnos a nosotros mismos, un talento integrado en nuestro cerebro, nos resulta más fácil aceptar nuestra falsaria conducta.”

“Plantas y animales se comunican entre sí­ mediante sonidos, exhibiciones rituales, colores, aromas transportados por el aire y otros métodos. En el pasado, los biólogos dieron por hecho que la función de estos sistemas de comunicación era la transmisión de información exacta. Pero cuanto más vamos sabiendo, más evidente resulta que las especies no humanas dedican grandes esfuerzos a enviar mensajes falaces. [v.gr. Orquidea Espejo (ophrys speculum) o culebra chata (hetorodon plastirhinos)]. Estos y otros casos demuestran que la naturaleza favorece el engaño, porque proporciona ventajas adicionales para la supervivencia.”

“La hipótesis [propuesta por W. Byrne y Andrew Whiten] de la inteligencia maquiavélica fue el motor que empujó a nuestros antepasados a ir adquiriendo cada vez mayor inteligencia y hacerse cada vez más aficionados a mudar de opinión, cerrar tratos, farolear y confabularse con otros. Lo cual significa que los seres humanos son mentirosos natos.”

“En el quehacer diario, la compleja coreografí­a de la interacción social ocupa el centro de la escena. Los falsarios más diestros continúan cosechando ventajas y beneficios que les son negados a sus semejantes más honrados o menos competentes. La mentira nos facilita las interacciones sociales, la manipulación del prójimo y la amistad ajena.

Existe incluso una correlación entre popularidad social y destreza para el engaño. Falseamos nuestros currí­culos al solicitar trabajo, plagiamos trabajos ajenos para mejorar nuestra nota media e inventamos toda clase de fábulas ante deseables partenaires sexuales para seducirlos. Las investigaciones revelan que los mentirosos son, a menudo, más capaces de conseguir puestos de trabajo o de seducir a individuos de sexo opuesto y establecer relaciones.”

Engañarse a sí­ mismo

“Por paradójico que parezca, la razón primordial de que seamos tan hábiles engañando a otros estriba en nuestra capacidad para engañarnos a nosotros mismos. Existe una curiosa asimetrí­a en la forma en que distribuimos la insinceridad. Aunque dispuestos a menudo a acusar a los demás de falsedad ante nosotros, somos asombrosamente tolerantes en lo que atañe a nuestra propia doblez. Las experiencias de cuando fuimos ví­ctimas de un engaño quedan grabadas indeleblemente en nuestra memoria, mientras que nuestras propias falacias se escapan de nuestras lenguas con tal facilidad que con frecuencia ni nos damos cuenta de que lo son.”

“Si se desea comprender el autoengaño, es necesario partir de una concepción más sólida sobre la forma en que opera la mente. El cerebro consta de cierto número de sistemas funcionales. El sistema responsable de la cognición â€"la parte pensante del cerebro- difiere bastante del sistema que produce experiencias conscientes. La relación entre ambos sistemas puede compararse con la relación entre la unidad de proceso [CPU] y la pantalla de un ordenador personal. El trabajo se realiza en la CPU, la pantalla se limita a exhibir la información que le es transferida desde el procesador. Por lo mismo, los sistemas cognitivos del cerebro llevan a cabo el pensamiento, mientras que la consciencia presenta la información que ha recibido. La consciencia desempeña en la cognición un papel mucho menos importante de lo que se habí­a esperado […] Por extraño que parezca, es posible que la consciencia no haga nada, excepto exhibir los resultados de la cognición inconsciente.

Este modelo general de la mente nos proporciona exactamente lo que necesitamos para resolver la paradoja del autoengaño, al menos, en teorí­a. Somos capaces de engañarnos a nosotros mismos invocando el equivalente de un filtro cognitivo entre la cognición inconsciente y la alerta consciente. El filtro adelanta información antes de que ésta alcance el nivel de la consciencia, impidiendo la proliferación de pensamientos seleccionados a lo largo de las sendas neuronales que conducen a la consciencia.

Pero, ¿por qué habrí­amos de filtrar la información? […] Resulta ventajoso engañarse a uno mismo, porque nos ayuda a mentir a otros más convincentemente. La ocultación de la verdad a nosotros mismos sirve para ocultársela a otros.”

“Esta capacidad para creernos nuestras propias mentiras nos permite manipular egoí­stamente a otros, manteniéndonos al mismo tiempo adecuadamente inocentes sobre nuestros turbios propósitos.

De ser así­, el autoengaño arraigó en la mente humana como instrumento de manipulación social. […] La capacidad de creer nuestras mentiras nos ayuda a embaucar más eficazmente a los demás. Nos permite mentir con sinceridad, mentir sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Ya no es necesario un montaje teatral, fingir que estamos diciendo la verdad. De hecho, la persona que se autoengaño se halla realmente diciendo la verdad hasta donde se le alcanza, y esa credulidad en su propio cuento lo hace tanto más convincente.”

“El autoengaño, obviamente, no es siempre tan absoluto. A veces tenemos conciencia de que estamos siendo engañados voluntariamente por nuestro propio juego de timador, y nos negamos a confesarnos lo que pretendemos hacer. Sabemos que los cuentos que nos contamos a nosotros mismos no casan con nuestra conducta, o que no cuadran con las indicaciones de tipo corporal, como el alboroto del corazón o la sudoración palmar, que delatan nuestro estado emotivo.”

“En otras ocasiones, sin embargo, nos mantenemos en la feliz ignorancia de que estamos engañándonos a nosotros mismos. La perspectiva biológica nos ayuda a comprender la razón de que los engranajes cognitivos del autoengaño actúen con tanta suavidad y silencio. Imperceptiblemente y con gran sagacidad nos enredan en actuaciones teatrales trazadas con una destreza tal, que la actuación ofrece todos los indicios de sinceridad completa, incluso para los propios actuantes.”



LA MENTIRA QUE DA FELICIDAD

Tal vez mentirnos a nosotros mismos ayude a conservar la salud mental. Diversos estudios, ya clásicos, indican que las personas moderadamente deprimidas se engañan a sí­ mismos en menor medida que los individuos “normales”. Lauren B. Alloy y Lyn Y. Abramson sacaron a la luz esa tendencia manipulando clandestinamente el resultado de una serie de juegos. Los individuos sanos se inclinaban a creer en su superioridad cuando ganaban la partida trucada, y también, por lo general, tendí­an a subestimar su contribuciones al resultado cuando éste era malo.

Los individuos deprimidos, en cambio, evaluaban sus contribuciones con una precisión mucho mayor. En otro estudio, Peter M. Lewinsohn, demostró que los depresivos juzgan las actitudes que tienen hacia ellos otras personas con mayor exactitud que los no deprimidos. Además, esta capacidad se va perdiendo conforme resultan aliviados los sí­ntomas psicológicos de la depresión a causa del tratamiento.

Es posible que la salud mental se base en el autoengaño y que la caí­da en la depresión se deba a una deficiencia en la capacidad de engañarse a uno mismo.


SrCualquiera

#92
Menudo tuercazo gregor :D

El artí­culo explica lo que sucede, el por qué la historia de los hombres siempre ha negociado con la mentira, de hecho, casi siempre, cualquier forma de explicar u ordenar el mundo necesita una buena dosis de patraña. Pero eso no significa que la evolución mande o que eso deba ser así­. Si no nos hubieran enseñado a mentir tan bien, seguramente no habrí­amos obtenido réditos tan inmediatos, pero es posible que a la larga la civilización nos hubiese alejado de la mezquindad, la frialdad y el distanciamiento. La mentira es máscara que oculta y aleja, y cada autoengaño nos va alejando un poco más de nosotros mismos y de los demás.

El tema de la evolución siempre se alude como principio de realidad, o de necesidad, cuando yo creo que siempre ha sido más cosa de casualidad. Aunque bueno, esta es una intuición mí­a de esas que no te apetece pensar demasiado para no darte cuenta de que eres una especie de microbio filosofante.

No estoy de acuerdo con la última conclusión del experimento. Y cada vez me doy más cuenta de la torpeza con que la ciencia clava sus bisturí­s en la complejidad humana. Uno será desgraciado cuando es sincero no porque sea sincero, sino porque quizá se siente impotente o acomplejado ante lo que es. El aranero que se distorsiona para poder aceptarse así­ mismo, suele encontrarse en algún momento con la crueldad del espejo, y eso es bastante duro. Aunque bueno, si el embustero consigue morir en la autocomplacencia de la vida, siempre podemos ponerle un bonito epitafio: "nunca vendió su alma al diablo, pero convenció al mismo diablo para que le vendiera la suya" o  "Mintió con las botas puestas..." o "aquí­ yace un desconocido más, su madre, al enterarse de la terrible noticia dijo: quién es este señor"

Pero en cualquier caso, no es la sinceridad o la falsedad lo que determina la felicidad, sino la forma que cada uno tiene de encararlas. Y creo que la honestidad, sobre el fondo de una sana autoestima, es uno de los mejores remedios contra la desgracia. Al menos contra esa fecunda desgracia que llega de dentro. Si aquel tipo era feliz en su barril, por qué no podemos nosotros.

Kamarasa GregorioSamsa

Hombre, no es que "deba ser así­", es que "es así­". No existe ningún deber de que las cosas sean como son. Simplemente son y es interesante conocerlo. Eso no significa, en absoluto, justificar toda mentira. Se trata simplemente de desactivar esa idealización que circula comúnmente de que podemos vivir sin mentir a otros o sin mentirnos a nosotros mismos. Eso ocurre y ocurrirá sin que nuestra voluntad pueda hacer mucho.

En cuanto a lo que comentas de la "conclusión del artí­culo", si te fijas en el lenguaje que utiliza más bien parece hablar de posibles tendencias, no de conclusiones definitivas. A este respecto las expresiones "Tal vez" y "Es posible" nos hablan de ello. Es la prudencia propia del que habla basándose en datos provisionales, en estimaciones, en tendencias, en estadí­sticas, etc. Y está bien que así­ sea.

Es posible que sea interesante insistir en la distinción entre "mentira" y "engaño". En el engaño hay impresa una intención, mientras que la mentira no tiene por qué contenerla. Uno puede decir una mentira sin pretender engañar, simplemente porque ignora la verdad de lo que está hablando. Eso sí­, la sobresusceptibilidad verá intenciones en todo movimiento que se aleje del ideal de la 'verdad', y sancionará moralmente ese desví­o sin pararse siquiera a pensar en qué proceso se dio para llegar a la afirmación no-verdadera.

SrCualquiera


Entre el ser así­ y el que deba ser así­ se abre una nebulosa en la mente de muchas personas. Si hemos estado tantos siglos haciendo lo mismo ¿quién soy yo para llevar la contraria?

En cualquier caso, creo que la evolución le debe mucho más a la verdad que a la mentira. El hombre no habrí­a evolucionado si no es por esas personas que a lo largo de la historia han buscado la verdad y con ello, han desactivado la mentira. Un mundo de rufianes mentirosos habrí­a contribuido poco al progreso conjunto.

Y con lo de la ciencia ocurre igual, a veces actúa como un marcador de tendencias que se convierte en oráculo en el que muchos pretenden salir de su confusión. Y a mí­ no me la dan, el amor no dura 3 años, qué más quisieran algunos.

Kamarasa GregorioSamsa

Cita de: SrCualquiera en Junio 18, 2008, 05:08:35 PMUn mundo de rufianes mentirosos habrí­a contribuido poco al progreso conjunto.

Esta parte ha activado la memoria de lo que el gran Marconi y otros más le hicieron al pobre de Nikla Tesla.

SrCualquiera


Qué le hizo el malo de Marconi al pobre Tesla? (ay, me tapo los ojos)

Kamarasa GregorioSamsa

Tesla, un genio tomado por loco

http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2008/452/1211381795.html



Sin él no tendrí­amos corriente alterna, radares, televisión ni mando a distancia. El croata Nikola Tesla fue el inventor más importante â€"y desconocidoâ€" del cambio del siglo XIX al XX.

El Gobierno de EEUU lo consideró una amenaza, un peligroso pacifista.

Descubrió la telegrafí­a sin hilos antes que Marconi, pero al italiano le dieron el Nobel. Hasta Edison le saboteó y humilló.

Murió pobre y rodeado de palomas en un hotel de Nueva York.



por GONZALO UGIDOS

No fue Marconi quien inventó la radio; ni Edison o Westinghouse quienes inauguraron la era de los electrodomésticos. Fue el serbocroata Nikola Tesla, pero â€"visionario, cándido y utópicoâ€" murió pobre a los 86 años en el hotel New Yorker después de haber sembrado el mundo de inventos que, desde la robótica a las comunicaciones inalámbricas en red, han configurado nuestro tiempo.

Hay mentes de un piso, de dos y de tres con tragaluz. Por ahí­ las ilumina el rayo de la singularidad que convierte a un hombre en genio. Tesla nació con ese don y aunque fue el inventor del cambio del siglo XIX al XX, de la corriente alterna y sus aplicaciones múltiples, otros menos dotados (pero más cucos) le robaron la notoriedad. Fue el padre del futuro y cada vez que alguien, en cualquier lugar, maneja un mando a distancia deberí­a acordarse de su sagrado nombre, aunque acabó enterrado en un olvido interesado. Ahora, como en un desquite global, recorre el mundo una corriente alterna de devoción hacia la figura de este perdedor excéntrico que patentó más de 700 inventos.

Cuando me alojé en el New Yorker, en la Calle 44 con la Octava Avenida, pleno corazón de Nueva York, ya habí­a escuchado Teslas’s Hotel Room, la canción de Handsome Family que lo evoca desolado en su último refugio. Luego comprobé que hay tres tipos de inquisitivos visitantes que regularmente peregrinan a ese hotel art déco que se construyó en ı930 y ha pertenecido al reverendo Sun Myung, el lí­der de la secta Moon: ingenieros electrónicos y entusiastas de la tecnologí­a; ufólogos y otros fanáticos de la antigravedad, los rayos de la muerte y las palomas telepáticas; serbios y croatas. Lo que tienen en común es la admiración por Tesla, que vivió en las habitaciones 3327 y 3328 en los últimos ı0 años de su vida. Y allí­ murió en ı943. Su vida ha inspirado una ópera, varios dramas, novelas múltiples, decenas de biografí­as y de pelí­culas. A Joseph Kinney, archivero oficioso del hotel, lo contactó una mujer llamada Natasa Drakula (de los Drakula de toda la vida) que estaba interesada en rodar una pelí­cula sobre los artistas que se han inspirado en Tesla. Si llega a hacerla será un largometraje muy largo porque en los últimos años una legión de artistas se ha mostrado fascinada por su excepcionalidad.

En la pelí­cula Café y cigarrillos (2003) de Jim Jarmusch, uno de sus protagonistas, habitualmente taciturno, mira fijamente una bobina Tesla, transformador de alto voltaje que parece un objeto de la ciencia ficción de los años 50. Se entusiasma explicando que sin aquel profeta nuestro mundo "ni serí­a el mismo ni sonarí­a igual: no tendrí­amos radio, ni televisión, ni corriente alterna, ni motores de inducción, ni rayos X, ni luces fluorescentes". Paul Auster lo descubrió en El palacio de la Luna en ı989, y Douglas Rushkoff, que ha convertido a Tesla en personaje de su novela Ecstasy Club, dice: "Si eres de esa clase de artistas atentos a la tecnologí­a post-psicodélica, tienes que venerar a Tesla".

Douglas Rushkoff tuvo una estrecha relación con Timothy Leary, el de...

ENCUENTRA A LOS OTROS, sí­.

Y en pantalla grande el polifacético David Bowie lo encarnó en El truco final (2006), la penúltima pelí­cula de Christopher Nolan, basada en una novela de Christopher Priest.

Hasta en videojuegos. En los años 90 el grupo musical Tesla no ocultaba su pasión por el inventor como prueban, además de su nombre, los tí­tulos de sus dos primeros álbumes: Resonancias mecánicas y La gran controversia de la radio. Referencias en videojuegos como Tomb Raider: Legend o Return to Castle, icono recurrente en cómics e historias de ciencia ficción de H.G. Wells y H.P. Lovecraft...

Aunque serbio, nació en Smiljan, un remoto pueblo de la Krajina croata. Su padre, Milutin, era un clérigo ortodoxo bibliómano. Su madre, Djuka, no sabí­a leer ni escribir, pero construí­a todo tipo de aparatos para ayudarse en las tareas domésticas: batidoras, aspiradoras, planchas y por ahí­ seguido. De casta le vino al galgo, porque el niño Niko Tesla a los 8 años construyó un motor impulsado por insectos y un molino de viento de palas lisas. A los ı2, vio un grabado de las cataratas del Niágara y pensó que era un despilfarro no sacar provecho de tanta energí­a: a una de sus tí­as le dijo que irí­a a América a poner remedio a tanto derroche.

En el Gimnasio Real de Gospic, en la región croata de Lika, calculaba de memoria logaritmos neperianos y sus teorí­as matemáticas causaron estupefacción entre sus maestros. Al terminar su carrera de ingeniero en Graz (Austria) estaba envenenado por los ocultos demonios de la electricidad, que ya habí­a sustituido al vapor. Edison habí­a construido la primera central eléctrica en Nueva York, pero su corriente continua, de ıı0 voltios, era muy costosa por las enormes pérdidas por disipación en forma de calor. Tesla sabí­a ya que la solución era la corriente alterna, cuyo voltaje se podrí­a elevar con un transformador antes de transportarse a largas distancias. Una vez en destino, se reducirí­a la tensión para proveer energí­a a niveles seguros y económicos.

Inspiración. En un parque de Budapest le llegó la inspiración como un rayo fáustico. Presa de la excitación, cogió una rama y dibujó sobre la arena el diagrama del primer motor polifásico de corriente alterna. Sudoroso, emití­a sonidos inarticulados mientras las fórmulas aparecí­an sobre el suelo. Aquel éxtasis duró lo bastante para que un coro de curiosos lo tomara por loco. Pero no encontró a nadie en la vieja Europa que financiara su vislumbre. Seis años después emigró a Nueva York. Llevaba en el bolsillo unos cuantos centavos y una carta de recomendación para Edison. La firmaba su socio en Europa, Charles Batchelor, y decí­a: "Mi estimado Edison: Conozco dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es el portador de la presente".

No fue fácil trabajar con él, pues seguí­a defendiendo su corriente continua. Propuso a Tesla una gratificación de 50.000 dólares si era capaz de mejorar sus dinamos. Tesla triunfó en ese desafí­o, pero Edison se negó a saldar la deuda so pretexto de que habí­a sido una broma. Humillado y ofendido, se marchó y tuvo que trabajar de peón caminero, cavando zanjas para poder sobrevivir hasta que consiguió vender sus derechos de la corriente alterna al magnate George Westinghouse.

El primero de mayo de ı893, Tesla vivió el momento estelar de su vida cuando el presidente Cleveland pulsó un botón y ı00.000 bombillas incandescentes iluminaron el recinto de la Exposición Internacional de Chicago. Para los 27 millones de personas que visitaron la feria, quedó claro que Tesla habí­a ganado su guerra de la corriente alterna frente a un Edison enrocado en la continua. Tres años después, Buffalo fue la primera ciudad en quedar iluminada por la corriente de Tesla. Los generadores se instalaron en las cataratas del Niágara y así­ consumó su sueño de crear con aquellas aguas turbulentas la primera central hidroeléctrica, que todaví­a hoy sigue en funcionamiento. En lo que se llamó "la guerra de las corrientes", la Westinghouse Electric habí­a vencido en toda regla a la General Electric de Edison; pero en el camino la Westinghouse quedó al borde la bancarrota. Tesla, para ayudar a su benefactor, rompió el contrato y con ese gesto renunciaba a percibir 12 millones de dólares, pero elevaba aún más la peana de su mitologí­a.

Se adelantó a Guglielmo Marconi y consiguió transmitir energí­a electromagnética sin cables con el primer radiotransmisor. Cuando en 1900 el italiano envió señales de una orilla a otra del Canal de la Mancha utilizó un oscilador Tesla; Marconi sólo contemplaba la transmisión de sonidos; Tesla sostení­a que era posible transportar además datos e imágenes. Estaba prefigurando la televisión.

Cuando Marconi obtuvo el Nobel en ı9ıı, Tesla se enfureció. Perdió los pleitos porque escaseaban sus recursos ante la opulencia de Marconi, que era socio de Edison. En ı943 la Corte Suprema de Justicia de EEUU reconoció la patente de radio de Tesla, de manera que a tí­tulo póstumo se convirtió en el inventor de la radio.

Pionero del radar. Cuando, durante la Gran Guerra, el Gobierno estadounidense buscaba la manera de detectar los submarinos alemanes que hundí­an sus convoyes mercantes, [size=20]Tesla diseñó un sistema precursor de los actuales radares, que Edison saboteó. Por causa de su rosario de fracasos empezó a desarrollar trastornos obsesivo-compulsivos. Como querí­a vivir 100 años se entregó a una dieta de leche y verduras y se protegí­a de los relentes tapando las rendijas de las puertas con cinta adhesiva.

Amaba a los animales y con los años su única compañí­a fueron las palomas, a las que alimentaba a diario desde la ventana de su piso 33 en el New Yorker. Habí­a cruzado la lí­nea roja que separa la excentricidad del delirio. Su cabeza bullí­a como un hervidero. Estaba convencido de la posibilidad de transportar electricidad a través de ondas, sin conducción de cables y logró diseñar una bobina de inducción magnética y un sistema de comunicación sin hilos. Investigó en fluorescencia, automática, robótica, energí­a solar, alteraciones climáticas, termodinámica y fotografí­a.

A su genio exuberante se debe el primer motor de energí­a solar y un robot sumergible dirigido a distancia. Antes del primer vuelo de los hermanos Wright, registró en la oficina de patentes un «Aparato para el Transporte Aéreo». Era un hí­brido de helicóptero y aeroplano y su precio de venta se estimaba en ı.000 dólares. Fue también el pionero de la radioastronomí­a: en su laboratorio de Colorado Springs captó ondas de radio procedentes del espacio y creyó que vení­an de Marte.

Eso lo convirtió en objeto de mofa, sin embargo, ahora sabemos que muchas estrellas â€"los púlsaresâ€" emiten señales de radio. Le faltó una sola cualidad: ser tan hábil negociante como Edison, Marconi o Westinghouse. Los llamaba despectivamente «inventores», él se tení­a por cientí­fico. El cientí­fico enuncia principios, establece leyes; el inventor sólo saca conclusiones prácticas.


El 7 de enero de ı943, mientras pernoctaba en el New Yorker, murió de una trombosis coronaria. Era relativamente pobre. Nada más conocerse su muerte, su habitación fue allanada por agentes del FBI a las órdenes de J. Edgar Hoover y sus papeles quedaron confiscados. Era sospechoso para las autoridades americanas porque a su genio innegable se uní­a la condición de pacifista. Todaví­a hoy gran parte de sus notas de laboratorio son secretos de Estado.

Cuando murió, a los 86 años, estaba investigando la tecnologí­a precursora de los rayos láser. "Resulta posible transmitir millares de caballos de fuerza por medio de un haz más delgado que un cabello", escribió. A ese invento lo llamaron el "rayo de la muerte" porque serí­a capaz de destruir un objetivo en un radio de 320 km. Hoy, un haz de rayos láser enfocado hacia un espejo flexible constituye la base de la Iniciativa de Defensa Estratégica, anunciada por Reagan en ı983.

Visionario. En sus notas se revela el fulgor de una mentalidad utópica o visionaria, pero también quedaba prefigurado el mundo de hoy: de corriente alterna en todos los hogares, de comunicación instantánea, sin distancias y con ordenadores operados por la voz humana.


Los poderes fácticos del paí­s que lo adoptó aprovecharon sus inventos y anatematizaron al utopista que querí­a suministrar energí­a eléctrica gratuita desde la Wardenclyffe Tower, una torre-antena de telecomunicaciones inalámbricas en Long Island, a unos ı00 km de Manhattan. Nunca llegó a funcionar del todo porque su financiero, J.P. Morgan, retiró el capital cuando conoció las intenciones filantrópicas del serbio.

Nikola Tesla fue cayendo en el olvido, pero crecí­a su misterio. El aeropuerto de Belgrado lleva su nombre y su efigie aparece en billetes serbios y croatas. El resto del mundo asiste a un revival de su obra.

A Tesla le robaron sus patentes; pero no pudieron quitarle la inmortalidad.


[Además, Extí­neo también le despreció, por si le fartaba poquito ;D]

SrCualquiera

#98
Por dios, pobre hombre, me uno solidariamente a las palomas de sus últimos dí­as.

Quercus Cistensis

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Saber/verdad/ayuda/morir/elpepisoc/20080619elpepisoc_1/Tes

Cuenta la leyenda que dí­as antes de morir, la actriz Marlene Dietrich tuvo un encuentro con un sacerdote al que un amigo suyo coló en su casa con la esperanza de salvarla del infierno. Pero ella, en su lecho de muerte, y con la fuerte personalidad que siempre la caracterizó, al verle, le echó sin contemplaciones: "Largo. ¿De qué voy a hablar yo con usted? ¡Tengo una reunión inminente con su jefe!". Dietrich murió sin sobresaltos por una insuficiencia renal pocos dí­as después. Pareció presentir su muerte: se metió en la cama y llegó incluso a llamar a varios amigos para despedirse dí­as antes de fallecer en 1992.


Quienes saben cuánto tiempo les queda no están más deprimidos

"La familia tiene derecho a conocer, pero la información no les pertenece"

A muchos pacientes les preocupa más sufrir que vivir

Hay que dar sentido al tiempo de vida que le queda al enfermo

Sin embargo, para quienes padecen una enfermedad terminal, irse de este mundo no parece tan sencillo como lo fue para Dietrich. Entre otras cosas porque en ocasiones, ni siquiera ellos saben que están realmente a un paso de la muerte y otras porque los médicos no ponen sobre la mesa todas las opciones médicas que un paciente puede tener para enfrentarse a sus últimos dí­as. De ahí­ que a veces la muerte llegue acompañada de sufrimiento innecesario.

"Muchos enfermos transcurren sus últimos dí­as en una completa agoní­a simplemente por falta de información esencial. Por eso los médicos deberí­an estar obligados a hablar con claridad con sus pacientes y a informarles de cuáles son sus opciones de cara a la muerte", en palabras de Barbara Coombs Lee, responsable de la asociación Compassión and Choices (Compasión y Opciones). Este grupo ha apoyado con vigor una ley aprobada en mayo por el Congreso de California y que aún tiene que conseguir el visto bueno del Senado de ese Estado, que obligará a los médicos californianos a explicar sin tapujos a sus enfermos su estado de salud y sus alternativas cuando se lo soliciten. El problema es que hasta ahora, algunos médicos deciden por su cuenta ocultar una verdad que tal vez el enfermo preferirí­a saber.

En España, un paí­s en el que durante muchos años las familias y los especialistas han esquivado las malas noticias, la ley de la Autonomí­a del Paciente de 2002 contempla que todo enfermo tiene derecho a estar informado y a tomar decisiones autónomas. Es decir, que es él quien decide si quiere que el doctor le comunique su pronóstico o no. "Existe el derecho a saber, pero también a no saber. Un paciente puede desear saberlo para despedirse, arreglar asuntos prácticos, pero también puede querer ignorarlo porque es incapaz de convivir con una realidad amenazante y de estar sereno durante lo que le quede de vida", explica Javier Barbero, psicólogo adjunto del Servicio de Hepatologí­a del Hospital Universitario de La Paz.

Para cruzar la delgada lí­nea entre saber y no saber, hay que ayudar al paciente. Cada vez son más los hospitales con especialistas en atender a pacientes con mal pronóstico. "Se trata de un proceso, no de un mero acto informativo. Debemos ser progresivos, adaptarnos al ritmo y a la realidad del paciente, involucrar a la familia. Se necesita dedicar tiempo y, en definitiva, recursos sanitarios, algo mucho más costoso que lo que ahora ocurre en el sistema americano", afirma Josep Porta, jefe del servicio de Cuidados Paliativos del Institut Catalí  de Oncologia (ICO).

De entrada, mirar a la muerte a los ojos no resulta fácil. Continúa siendo un tabú y, por su experiencia con enfermos de cáncer, Josep Porta explica que en España, "entre un 45% y un 65% de los pacientes pregunta abiertamente si va a morir". Es decir, que cerca de la mitad nunca pregunta de buenas a primeras. "Eso no significa que no lo sepan o lo sospechen. Una cosa es saberlo, y otra querer hablar de ello", afirma Porta.

Los oncólogos y los psicólogos aplican una serie de protocolos que adaptan la información a la realidad de cada enfermo. "Si el paciente te pregunta si tiene curación, la respuesta es: su enfermedad es tratable, pero no curable. Es una manera de decirlo menos dolorosa. Pero cuando no pregunta, entonces le incitas tú mismo diciéndole si tiene alguna duda", explica Francisco Gil, coordinador del servicio de psiconcologí­a del ICO. El camino no es sencillo. "Muchos pacientes te dicen: a mí­ no me importa el pronóstico, lo que quiero saber es si voy a sufrir o no, es decir, que sólo quieren que les expliques las opciones de tratamiento", explica Gil. Otros, tras conocer su situación, prefieren no hablar más del tema. "La muerte es como el sol, no puedes estar mirándolo permanentemente, sabes que está ahí­, iluminando el final de tu vida, pero no puedes estar mirándola continuamente", explica Barbero.

Bajo el nombre Right to know end-of-life options act (ley del Derecho a Saber las Opciones sobre el Fin de la Vida), California aspira a mejorar las condiciones en que cientos de pacientes fallecen anualmente. La ley está motivada entre otras cosas por estudios como el publicado el pasado año por el New England Journal of Medicine, donde se afirmaba que al menos 40 millones de estadounidenses se enfrentan a diario con médicos que no se sienten obligados a decir a sus pacientes cuáles son sus opciones ante una enfermedad terminal, ya sea porque se sienten incómodos ante ese tipo de conversación o porque no creen que sea necesario.

Otro estudio, presentado a principios de mes durante el último congreso de la Asociación Estadounidense de Oncologí­a Clí­nica (ASCO) en Chicago, realizado por médicos del Massey Cancer Center con 603 pacientes, indica que sólo el 37% de ellos habí­a sido informado por su especialista. El estudio revela que muchos de los que sí­ recibieron información renunciaron a cuidados intensivos. Entre los que no la recibieron, el 20% prolongó la quimioterapia hasta una semana antes de morir. Quienes por falta de conocimiento optan por seguir adelante con tratamientos que no les van a curar, no sólo se debilitan aún más, sino que pierden tiempo precioso que podrí­an aprovechar. "Si esta es la situación significa que tenemos mucho trabajo por delante", señaló durante el congreso la oncóloga Nancy Davidson, de la John Hopskins University.

En la raí­z del problema está la percepción errónea entre algunos terapeutas de que hablar de muerte con un paciente lleva a la depresión. Sin embargo, los datos del mismo estudio revelan lo contrario: no están más deprimidos quienes saben con certeza cuánto tiempo de vida les queda que quienes no lo saben. Tampoco están más nerviosos. Sus miedos y ansiedades son los mismos.

Ahora bien, no se trata sólo de informar, sino de atender al proceso emocional de cada persona, porque si no se puede acabar quitando sentido al tiempo de vida que queda. "Nosotros siempre tenemos que dar sentido a la esperanza, aunque sin levantar falsas expectativas. Durante todo el proceso, la palabra va adquiriendo un nuevo sentido. La esperanza no sólo es vivir. Cuando a alguien se le diagnostica un cáncer, la esperanza se fija en la curación. Cuando ya no hay cura, la esperanza es que la enfermedad avance lentamente. Cuando avanza, la esperanza es minimizar el sufrimiento, y si continúa, entonces la esperanza es morir en paz", explica Porta.

Durante los debates que precedieron a la aprobación de la californiana, Mary Stompe Novato, una mujer cuyo padre acababa de fallecer de cáncer de esófago a los 80 años declaró: "Cuando un médico te dice que tu enfermedad es terminal, necesitas que te digan lo antes posible cuáles son tus alternativas porque es posible que alguna de ellas evite sufrimientos innecesarios. Cuando mi padre finalmente entró en un hospital y empezaron a darle morfina y sedantes, era demasiado tarde. No le quedó más remedio que sufrir".

El trabajo con las familias también es importante. A diferencia de los paí­ses anglosajones, en España el núcleo familiar se involucra mucho en los cuidados del enfermo. Pero también es mucho más proteccionista y con frecuencia exigen al médico que esconda información al paciente, afirma Gil. "En nuestra sociedad, la familia es una oportunidad, pero también puede ser una barrera", añade Gil.

Para empezar, aunque el primero en conocer la situación deberí­a ser el afectado, la realidad es que aún hoy, y pese a la ley, muchas veces son los familiares a quienes se les dice primero. "Tienen derecho a conocer la situación, pero eso no quiere decir que la información les pertenezca", opina Barbero.

El derecho a saber la verdad prima también aunque la familia pida a los médicos que le oculten la información al paciente. "En España, los primeros pacientes que rompieron con esto hace tiempo fueron los afectados por el sida, que a causa del estigma social de la enfermedad lucharon por ser ellos siempre los primeros en recibir el diagnóstico", añade Barbero.

El especialista también debe trabajar con los familiares. "Poco a poco se van dando cuenta que ocultar la realidad acaba trayendo más problemas que beneficios", añade. "Les decimos que al enfermo le explicaremos cuáles son las opciones terapéuticas y en qué consisten, y que si llega el momento en que nos pregunta sobre el pronóstico, vamos a tener que responderle siempre", dice Gil. También ocurre que a los más allegados no siempre se les da la noticia en las mejores condiciones. "A veces se cuida mucho la comunicación con el enfermo y, sin embargo, a las familias todaví­a se les comunica la noticia de forma brutal", concluye Porta.


"En la raí­z del problema está la percepción errónea entre algunos terapeutas de que hablar de muerte con un paciente lleva a la depresión. Sin embargo, los datos del mismo estudio revelan lo contrario: no están más deprimidos quienes saben con certeza cuánto tiempo de vida les queda que quienes no lo saben. Tampoco están más nerviosos. Sus miedos y ansiedades son los mismos."
Pelazo nivel Boris Johnson

Recolectando

Cita de: J.S. Mastropiero en Junio 19, 2008, 01:40:00 PM
"En la raí­z del problema está la percepción errónea entre algunos terapeutas de que hablar de muerte con un paciente lleva a la depresión. Sin embargo, los datos del mismo estudio revelan lo contrario: no están más deprimidos quienes saben con certeza cuánto tiempo de vida les queda que quienes no lo saben. Tampoco están más nerviosos. Sus miedos y ansiedades son los mismos."

Dar una noticia es uno de esos enunciados realizativos de los que hablé, en los que es más importante su adecuación o no adecuación que su verdad o falsedad.  Es decir, importa más el cómo se dice que el qué.  Sebastián Serrano llevó a cabo un trabajo de investigación, encargado por el Hospital oncológico Duran i Reynals, sobre la notificación de la muerte a un paciente, no sé si está publicado, pero insistí­a en la importancia de los signos no verbales que deben acompañar al mensaje.  Para él la relevancia de lo no verbal, en este caso en especial, es máxima.

Afirmar que dar una noticia es un enuciado realizativo conecta con el motivo que me trajo a este hilo.  Siendo realizativo debe ser valorado por su adecuación más que su verdad; ahora bien, comunicar datos falsos, o medias verdades, con la intención de provocar determinada reacción en los lectores, lleva al engaño como medio para la manipulación.  Y la pregunta serí­a, ¿entre qué lí­mites el engaño es adecuado?

_Amazonia_

#101
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El otro dia mi hija me pregunto...el como yo lograba ser yo, visto desde vuestra perspectiva entiendo que no existen razones por las que nadie quiera ser yo, pero desde la perspectiva de mi entorno y bajo la mirada de mi hija, ella si parece desear seguir mis pasos (sabradiosporque).

Bueno, la verdad es que uno de los porques es el de que el otro dia en el su curso de grado superior de administracion de empresas, (no me he podido permitir el pagarle la carrera de criminologia que le interesaba), la profesora pregunto quien sabia que era la piedra roseta, mi hija contesto, nadie mas lo hizo, y la profesora le pregunto a mi hija que como lo sabia (si, el nivel esta por los suelos).

Mi hija le contesto que lo sabia a traves de mi, que yo solia leer cosas raras, la profesora sonrio y le dijo que no eran cosas raras. Resumiendo, llevo mintiendole a mi hija toda su vida, ella cree ue estoy por encima del nivel de la mayoria de muchas madres, y en parte es cierto, en mi entorno las mujeres se dedican a ver Pretty Woman.

A lo que voy, es posible crearse una realidad a base de mentiras¿?, mi mentira la perjudica o la beneficia¿?. Por otro lado...pueden las mentiras encadenadas crear una nueva personalidad que antes no existia¿?. Yo una vez...fui una linda pastorcilla.

porfirio

Una personalidad? por supuesto.  Otra vida? NO.  La realidad es tan tozuda, que aunque  intentemos soslayarla una y otra vez, acaba metiéndosenos por el culo.

En cuanto a lo de tu hija, no le estás mintiendo. En su miniuniverso, tu eres la reina. En cuanto que abra los ojos a otros universos, ya se dará cuenta que ni de chachas servimos.