Rescato un momento literario que me parece muy apropiado.

Iniciado por ferdinand, Junio 17, 2006, 12:00:38 AM

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ferdinand


 
 No recuerdo cómo comenzó mi amistad con Louis David. Cuando hablo de él no puedo encontrar mi juventud pura, el encanto de los magos y de los dí­as;
estoy manchado de sangre. Más allá de este libro está la gran herida que sufren todos llos hombres de mi edad. En este lado la página está manchada de pus y oscuridad.
Partió un poco antes que yo en agosto de 1914. Su padre y yo lo acompañamos a la estación. Lejos del grueso de los árboles, la locomotora resoplaba. Me dijo:

- Vuélvete, no vengas hasta allá. No quiero verte en el momento de partir.

Y lo besé en el camino.
En julio de 1916 regresé de Verdun con un permiso de hospital. Mi madre me esperaba en la estación. Nunca más Les Blés d´or ni Les doleurs n´etaient plus folles. Su pobre pelo rubio estaba gris como la ceniza. Subimos a la ciudad por los prados. Hací­a buen tiempo. Estaba lleno de abejas. Pregunté:

- ¿Y papá? ¿Y todos?

Se detuvo y me dijo:

- Han matado a Paul Hode.

Y después de unos pasos:

- Sé fuerte: ¡David está muerto!
¡Sé fuerte!
Tengo aquí­, a mi lado, esta agenda que me dejó en herencia. Sé que en el bolsillo de la funda hay un mechón de cabello de mujer. Acabo de mirarlo. Está hecho polvo.
Abro la agenda, "año 1913".
"
Uno de enero, miércoles, circuncisión:
"Se llama trayectoria a la curva que describe la bala en su recorrido por el espacio.
"Se llama lí­nea de tiro al eje del cañón infdefinidamente prolongado.
"Se llama punto de llegada..."

¡Él escribió esto!
¡Le hicieron escribir esto!

¡Mi pobre Louis! La vida está aquí­ en torno a la habitación donde escribo. Escucha el álamo y el viento del sur;
aspira este olor de leña de roble. Mira;
más allá de la ventana toda la llanura negra se ha iluminado. Es de noche. Las granjas, abajo, queman hojarasca, las carretas ruedan por los caminos. Una muchacha miedosa canta bajo los sauces mientras a tientas recoge la colada tendida. Sé que estás aquí­, siempre detrás mí­o. Detrás de mí­, ahora, en el momento que escribo, sé que tu amistad es más fiel que todos los amores del mundo y que es, humildemente, de otra calidad. Pero quisiera que tuvieras tu lugar entre los que pueden coger manzanas, comer higos, correr, nadar, hacer niños, vivir.
Más egoí­stamente, Louis, quisiera que estuvieras aquí­ para mí­. Escucho. No hay ruidos. Solo, afuera, el viento y la lluvia empiezan. Aquí­, aquí­, ¿dónde estás? Ahí­ en la sombra de la cómoda no hay nada más que mi cama. Esa cosa oscura, es mi abrigo de pastor. Voy a ver. No, sólo mi abrigo, mi bufanda y mi boina. Vací­a, la boina, sin cráneo dentro, floja. No estás ahí­. ¿Entonces? ¿Delante de los libros? ¿Delante de tus libros favoritos, esos dos que siempre cogí­as y leí­as de pie? ¿Estás ahí­? Toco los libros. Tienen todo su polvo. Louis, te llamo, te necesito esta noche. Esta noche, y todos los dí­as que han pasado sin ti, y todos los dí­as que vendrán;
necesito tu amistad. ¡Oh! He buscado, viejo;
¿te acuerdas de cuando hablábamos de todo esto en las colinas? He buscado así­. ¿Sabes lo que he tenido que ofrecer? ¿Lo has visto? ¿Sabes lo que han hecho con ello? No. Te necesito. ¿Y, dónde buscarte? Te siento en mi corazón, pero sé que tendrí­a paz si pudiera verte ahí­, en el sillón, fumando tu pipa.
Si aun hubieras muerto por cosas honorables: si te hubieras peleado por unas mujeres o yendo a buscar el alimento de tus hijos. Pero no, primero te engañaron y luego te mataron en la guerra.
¿Qué quieres que haga con esta Francia que, según parece, has ayudado como yo a conservar? ¿Qué quieres que hagamos con ella, nosotros que hemos perdido a todos nuestros amigos? ¡Ah! Si hubiera que defender rí­os, colinas, montañas, cielos, vientos, lluvias, dirí­a: "De acuerdo, es nuestro trabajo. Peleemos, toda nuestra felicidad de vivir está ahí­."
Yo cuando veo un rí­o, digo: "rí­o";
cuando veo un árbol, digo: "árbol";
nunca digo: "Francia". Esto no existe.
¿Ah! ¡Con cuánto agrado renunciarí­a a este falso nombre para que uno solo de estos muertos, el más sencillo, el más humilde, volviera de nuevo a vivir! Es Dios quien impartió el diminuto impulso, con su dedo, al péndulo del reloj de sangre, en el instante en que el niño salí­a del vientre de su madre. Siempre hablan de Dios, cuando el único producto de su buena artesaní­a, lo único que se asemeja a Dios, la vida que sólo Él es capaz de crear, a pesar de todas vuestras ciencias de imbéciles con gafas, la vida la destruí­s vosotros caprichosamente y en un infame mortero de barro y escupitajos, con la bendición de todas vuestras iglesias ¡ Valiente lógica!
No hay gloria en ser francés. Sólo hay una gloria: estar vivo.
Eres sombra, tú ahí­, detrás de mi silla. No volveré a tocar tu mano. Nunca más te apoyarás en mi hombro. No volveré a oí­r tu voz. No volveré a ver tu noble mirada, con su honradez y su luz. Sé que estás aquí­, cerca de mí­, como todos los muertos que amo y que me aman, como mi padre, como uno o dos más.
No culpo al que te mató de un tiro en el estómago. Lo habí­an engañado como a ti. Le habí­an dicho que los rí­os se llaman "Alemania". Le habí­an hecho escribir en su cuaderno: "Se llama punto de llegada...".
Acuso al que dictaba. 
 
 
 
 "


Jean Le Bleu