Joia Vanidad I

Iniciado por Dolordebarriga, Septiembre 12, 2006, 05:02:11 PM

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Dolordebarriga

Tení­a tanto frí­o que perfectamente podrí­a haberme convertido 
en un carámbano de hielo gigante y así­ prendido de un canalón desgastado por el agua, el hielo y el viento estarí­a colgando esperando que el sol de la mañana comenzara a derretirme, gota a gota, haciéndome repiquetear sobre la piedra hasta que dejara definitivamente de ser.

Pero eso no iba a sucederme. En realidad antes de que ocurriera nada alguien se iba a apiadar de mí­ y me abrirí­a la puerta de la cabaña.

Dentro, tras los cristales empañados por el brutal contraste de temperatura, crepitaba un fuego brioso y acogedor.

La puerta se abrió tras el cuarto aporreo, éste ya insistente y desesperado, y desde el caliente dentro me miraron con ojos golosos.

Me pareció absurdo enfrascarme, mientras de mi nariz goteaba una mezcla de agua helada y mocos que se escurrí­a hasta mis labios, en el juego de las miradas, así­ que adelantando la cabeza la aparté del quicio de la puerta y me introduje en el fascinante mundo del calor.

Los otros dos se abrazaban, parecí­a me que melancólicamente, sentados sobre la alfombra a los pies de la chimenea y cuchicheaban no se que bobadas sobre lo mucho que se querí­an mientras que, de tanto en tanto, atizaban los maderos que enfadados protestaban crepitando ruidosamente.

Les hubiera pegado con ganas una patada en todo el hí­gado a esos dos inútiles cabrones y luego les hubiera metido el fuelle por el culo hasta 
llenarles el intestino de viento y hacerlos volar como globos descontrolados por toda la habitación.

Pero eso tampoco iba a suceder. Ella era la mejor amiga de Silvia y él, a veces su dulce prí­ncipe, otrora su cariñin pequeñin.

Silvia estaba en aquella etapa de hacer cosas con otras personas. Hacer cosas significaba, por ejemplo, alquilar una cabaña en el jodido fin del mundo para pasar un maravilloso fin de semana de enero en la puta nieve.

Deposité la leña en un cesto de mimbre, o algo así­, y me fui para el cuarto a quitarme las veintitrés prendas de abrigo que cubrí­an inútilmente 
mi cuerpo.

Silvia me siguió con ese andar como a saltitos que practica cuando está contenta y mimosa y abrazándome por la espalda me susurró al oí­do: “Hoy te la voy a comer como nunca te la ha comido nadie”, mientras yo intentaba desprenderme de la ropa, medio simulando todaví­a un fastidio que tras aquella tramposa frase habí­a ya dejado de existir.
Quise sentirme mal conmigo mismo por ser tan fácil, tan evidente, tan banalmente transparente, pero ya no podí­a porque con la lengua me estaba lamiendo la oreja mientras que con sus dedos rozaba la bragueta de mi pantalón. Y ya no me salí­a el sentirme mal, ni enfadado, ni siquiera levemente molesto porque el fin de semana con aquellos dos capullos en el puto fin del mundo lleno de jodida nieve acabara de empezar.

Entonces me soltó y al grito de “uy!! qué se me quema la cena” abandonó la habitación otra vez a saltitos.

Me sentí­ terriblemente estafado 
y mientras intentaba acomodar en el tejano mi pene erecto, me juré que nunca más iba a ceder a los caprichos de Silvia, mientras al mismo tiempo era perfectamente consciente de que mi juramento era tan falso como el beso de Judas.

Luego por la noche, tras tener que aguantar tres horas de inaguantable sobremesa sonriendo como un pelele ante aquellos absolutos oligofrénicos que tení­a Silvia por amigos, dijo que hací­a demasiado frí­o como para ir andándonos destapando al practicar posturitas y me tuve que contentar con una paja indolente, porque también estaba muy cansada del viaje, hecha con su mano mala porque a ella le gustaba dormir siempre del lado contrario al lógico para, al menos, poder hacerme una buena paja.

Pero aún así­ y durante ese año aguanté otros nueve fines de semanas en los lugares más aborrecibles y con la gente más absurda que uno se pueda llegar a imaginar.

Luego nos desenamoramos del todo, aunque fue ella quien lo hizo saber públicamente al ente que habí­amos formado y dio por terminada la relación y con ella las excursiones de fines de semana.

No la volví­ a ver en seis o siete años, tiempo durante el que conocí­ a otras personas, todas mucho menos interesantes que ella.

Ayer me la encontré en uno de esos chats de Internet para buscar pareja. Por casualidad cliqué su página y al ver su foto, el estómago se me encogió y se me expandió para seguidamente comenzar a subir hasta la boca y descender hasta los pies a un ritmo frenético.

Por poco no pude, pero conseguí­, medio temblando, medio sin enterarme, cerrar la página y borrar mi cuenta de ese chat.

En la cama e intentado esconder mis lágrimas a Berta, tuve una especie de ataque de ansiedad o de algo así­, y lloré, todo lo en silencio que pude, como nunca habí­a llorado.

Debo ser fatal escondiendo las cosas porque hoy Berta se pasó el dí­a preguntándome que qué me pasaba una y otra vez hasta que consiguió que perdiera los estribos y la enviara a la puta mierda.

Luego se hizo un silencio espantoso y como ninguno de los dos sabí­a ni que hacer, ni que decir, ni para donde tirar me fui para el bar de siempre a ver el fútbol.

El partido ha sido bueno, hemos ganado dos a cero jugando fuera y ahora estamos segundos empatados con los terceros arriba de todo de la clasificación.

Vuestro, hola holitas vengo a contaros cositas;

Dolordebarriga
"Yo siempre documento lo que digo"

Barbie

Bienvenido, Lolo. No es que yo sea anfitriona, también es posible que tú no seas nuevo, pero dado que el administrador nos dejó aquí­ el trastero por si querí­amos trastear, sin mucha fe, me tomo la libertad porque me ha gustado el texto.

Dolordebarriga

Soy un bebé recien nacido de carita amoratada y con el culito presto para ser untado con talco y cariño.

Tengo otra casa donde se me quiere, mima y teme ( y supongo desdeña a escondidas) a partes iguales, pero 
por esta segunda residencia es la primera vez que aparezco.

Fí­jate si me ha gustado el paisaje, que llevando sin escribir casi una eternidad, ayer (y gracias, todo hay que decirlo, a que saltó el internete) 
decidí­ abrir el word y cerrar los ojos para buscar la inspiración, cosa que sorpresivamente conseguí­ en menos tiempo que el que necesité para prepararme la sopa de pollo que me servirí­a de cena.

Si esto se mueve y dado que soy creativamente 
un absoluto vago redomado iré colgando los cuadros viejos de mi otra casa.

Tú, besines y eso pa ti;

Dolordebarriga

PD: Que el primer mensaje me lo haya dedicado una Barbie me ha hecho mucho de sufrir. Tengo una contumaz fijación con las Barbies foreriles, tanta que comienzo a pensar que es mi sino el convertirme en un Ken pasado de vueltas y peso.

PD2: Yo también te he leido tonti y me han 
gustado (y mucho) tus maneras en el de la cadena de montaje, Cuando nos tengamos más confianza, soy por natural tí­mido y huidizo, te mando una cita para un relato encadenado o un polvo salvaje.

"Yo siempre documento lo que digo"

Dionisio Aerofagita

Lamentablemente, esto es menos entretenido y más raro que el de la vanidad (que supongo, continúa).

JOíA PEREZA...

Menos mal que uno está envuelto entre las mantas â€"una azul, delgada y suave y la otra más gruesa pero igualmente saludable, gris- y apenas siente el frí­o húmedo que se deposita empalagosamente sobre el trozo de su cabeza, lí­der indiscutible de su cuerpo acurrucado, que queda casi al descubierto, porque uno ha sacado medio ojo azul o gris, como las mantas tan calentitas, y ahora está pendiente de la habitación con sus litografí­as impresionistas, con su artefacto irrepetible o inmundo cachivache de papel y cartulina colgado del techo, sobre todo con su frí­o (tan mediocre que en casa no hay calefacción central, suficientemente significativo como para usar mantas azules o grises), pendiente también de las sombras que bailan tediosas ceremonias antiguas sobre los libros de matemáticas milagrosas o los de poemas medicinales que se amontonan en las estanterí­as, ocupando lugar por mucho que se diga.

Bueno. Todo en orden. Cierra el ojo. Se sumerge entonces en ese estado misterioso más maravilloso que los propios sueños, llenos de pensamientos que se confunden, porque uno empieza a pensar en cosas que pronto dejan de ser cosas y se convierten en pájaros o vaya usted a saber qué. Todo en orden. Maravilloso. Uno entonces emprende un repaso caótico y soñoliento, sin lógica, a las actividades y a las pasividades del dí­a, para descansar de esos otros repasos frí­os y racionales que uno hace continuamente sobre la agenda. Todo en orden. ¡No! ¡Falta algo!

¿Los dientes? ¡Los dientes! ¡Los dientes sin duda! Olvidó cepillarse los dientes en su parsimonioso ritual cotidiano. Siempre los dientes, claro. Inadmisible, desde luego en una persona de su dignidad diaria, la ruptura involuntaria de la monótona danza de los dientes, que también se mueven sin gracia como las sombras vacilantes sobre los libros de crucigramas funestos que han conquistado un sector de las estanterí­as. Y además debe ser malo para los dientes. Desde luego. Desde luego. Para los dientes.

Pero entonces uno se da cuenta de que no puede hacer ya ninguna cosa por sus dientes. Sin darse cuenta, mientras pensaba en cosas que se volví­an pájaros, mientras se despojaba de la piel de su rutina para ponerse el pijama y convertirse en un durmiente cualquiera ni más ni menos, lo habí­a alcanzado, desde luego, la inconveniente pereza que allana siempre la morada de uno sin orden judicial ni pitos ni flautas ni nada, con el único pretexto del calor, cuando hace, desde luego, o del frí­o cuando también hace como ahora allí­ fuera, en el mundo que circunda las mantas acogedoras asolado por un frí­o húmedo más bien mediocre pero también molesto sin duda. Por un momento pondera los diferentes intereses en conflicto: siempre los dientes, desde luego y las obligaciones higiénicas pertinentes. Por otro lado la ruptura de este momento cumbre de la jornada, importante para el posterior descanso, desde luego, desde luego, pero también el frí­o que se pasa lejos de las correspondientes mantas y sobre todo, hay que reconocerlo, la maldita pereza inadmisible, tentadora y traidora como la que más. 
Pero claro, inútil sopesar cuando todo está decidido de antemano. Allá los dientes, todo en orden, maldita sea la perezosa Parca que rige el destino de uno. Todo en orden.

Todo en orden. Se traspone por tanto al estado de sueño, ya más profundo que lo de antes, aunque quizás menos maravilloso. Uno es tan correcto y cortés que sólo sueña tópicos. Está tan cansado de las cosas, de los pájaros, de todo lo que no hizo -que agota más que lo que hizo, desde luego- que sobre todo sueña que duerme y así­ descansa el doble, así­ piensa, en sueños (desde luego) que arrincona a su destino terrible y estúpido, casi desconocido por el momento pero que ya se huele un poco. Sobre todo se olvida de los dientes, siempre los dientes, que es lo que importa...

¿Ya? El tiempo es muy raro cuando uno no está demasiado atento, pero que se le va a hacer, alguien tiene que apagar el móvil transformista que por las noches se disfraza de despertador y por las mañanas canta canciones que intentan desagradar al auditorio, es decir, a uno, pero desde luego que no va a ser uno quien expulse los brazos del seno de sus cariñosas mantas para apagarlo, porque todaví­a el frí­o impregna desagradablemente el trozo de la cabeza que se sale de las mantas para observar la habitación. De todas maneras, no sabe improvisar el móvil travestido. Sus cánticos están contados. Programados. El destino lo alcanzará inexorable. Callarás al fin. Todo en orden.

¡No, no! el hipócrita divo calla pero no así­ su conciencia (la de uno, que el aparato, desde luego no tiene, o al menos no hay evidencias), algo más insistente. Alguien tiene que trabajar, sin duda. No va a dejar todos esos extraños pasatiempos sin que nadie se preocupe de que se ponen en movimiento. También están los dientes, que ya le duelen como dolerí­a un diente tristemente abandonado, sea de quien sea la culpa. Pero claro, también está la pereza infame y el trágico destino de los perezosos y el frí­o razonable. Allá los dientes (siempre los dientes), allá el trabajo, desde luego. Por eso se deja descansar un poco más, siempre un poco más de sueño o simplemente de estar incrustado entre las mantas, terriblemente insertado bajo ellas por la triste y pesada fatalidad que lo rodea... Todo en orden.

Ahora mismo, es decir, bastante más tarde, uno piensa que no hay moros en la colcha. Apenas hace frí­o ya, pero a estas alturas debe hacer un poco de hambre. Quizás la coja distraí­da a la pereza a causa del ligero ascenso de las temperaturas. Planea detalladamente su estrategia, la liberadora huida de la asfixiante pereza que, desde luego, sigue atenazándolo. Vamos a ver... primero despojarse en un golpe seco, firme, de la cárcel de mantas, aprovechando que apenas hace frí­o ya, sin duda;
y luego salir despedido de una vez hacia el confuso exterior, en un único salto limpio y certero hacia cualquier lado, lejos de la pared. Y luego los dientes, sobre todo, que siguen manifestándose a base de un dolor lacerante por no haberlos limpiado correctamente. Después de los dientes, después del agua, después del salto, la pereza ya se habrá asustado un poco, desde luego, y uno podrá comer algo y salir a trabajar. Pero claro, hay que contar que todo eso sólo sucede en su imaginación, en su estrategia, porque no hay forma de librarse de la abrumadora e irresponsable pereza. Incluso suda un poco (pero no hace calor) por el terrible esfuerzo de voluntad, pero sólo recibe como respuesta el burlón balancearse del inmundo cachivache colgado de su habitación, porque las sombras hace tiempo que se retiraron a sus palacios de turbia irrealidad.

Pasan horas y horas y más horas y está claro que no hay manera de librarse de ella, tal es su fuerza sobrenatural. Todo está perdido pero ahora intenta una peligrosa maniobra. Si levanta las mantas un poco, y luego se deja rodar por debajo de ellas, azules o grises caerá al suelo, aprovechando la fácil inercia de la gravedad misma que harí­a la mayor parte del trabajo. El golpe, aunque modesto, y el frí­o irritante de las baldosas lo obligarán a levantarse, aunque sea poco a poco. Pero es evidente que todo esfuerzo es inútil, que sólo pensar un modo de escapar de este agujero de suaves mantas y colchón aceptable hace que le duela fuertemente la cabeza, lo cual deja por un momento tranquilos a los dientes tremendos. Desde luego, desde luego es preocupante que cada vez haga menos frí­o y más sed... y que la boca le cruja. El móvil por cierto se ha extinguido con un complaciente pitido final, desvanecida su alma toda por la falta de baterí­a (alguien, alguien tiene que recargarlo), pero de todas formas da igual, nunca llegarí­a a alcanzarlo para pedir ayuda, así­ por lo menos las continuas llamadas no correspondidas dejarán de entorpecer su maravilloso estado de duermevela, así­ dejará de concebir estrategias utópicas de expeler sus brazos hacia el teléfono para pedir ayuda. Ayuda.

Fluye, fluye el tiempo entre las mantas y las sombras danzarinas de una noche cerrada, que lo contemplan con curiosidad, allí­ removiéndose inquieto sin poder dormir, con los ojos como faros, embalsamado entre las tristes mantas, que al menos evitan el frí­o que hace horas volvió con más intensidad que nunca 
¡Grita! ¡Grita! 
Así­, así­ alguien vendrá a buscarlo. Grita. Uno grita. Incluso sacando un poco la boca de fuera de las mantas azules o grises para no atenuar al mensajero. Pero no, desde luego. Sabe que nadie jamás lo escuchará, que todos están lejos y no vendrán nunca, que su destino incluye la soledad absoluta pero por lo menos la tranquilidad de vivir completamente aislado de toda vida inteligente. Su pajarillo lindo, que no debe ser inteligente, grita desde la otra habitación;
protesta por el frí­o, pero sobre todo por el hambre y la sed, y quizás por los dientes y por las cosas de los sueños. No te preocupes, pajarillo de plomo. No te muevas a pesar del frí­o, y reúne fuerzas para escapar soñando...

Desde luego, los dí­as siguen respondiendo impertérritos a su costumbre de transcurrir, a pesar de que uno se quede parado, desgraciadamente, y a uno le va quedando cada vez menos baterí­a, si le permiten la expresión. Callarás al fin. Al menos todo sigue en orden, desde luego. Nadie. Nadie viene a buscarle. Nadie iba a echar en falta su ausencia, tampoco en el olvidado y abandonado trabajo individual, creativo, absurdo, internauta, globalizado. Sólo los dientes, una vez más los dientes se acuerdan de él pero ellos no sirven de nada si no hay comida...

Pero, claro, a estas alturas uno languidece en su jaula miserable y ahora nauseabunda â€"preludio de la corrupción-, medio muerto, y siempre por la maldita pereza que nadie le ha dado vela en este entierro;
pero uno no puede pensar demasiado en entierros así­ como está la situación, la pereza y el destino. Y desde luego que ya no diseña incómodos sueños de fuga, esforzado como está en contemplar el aberrante engendro colgado de la pared, las escenas monstruosas sugeridas por las minúsculas pinceladas de cuadros impresionistas, los libros palpitantes de angustia que yacen en las estanterí­as, o quizás las inmóviles sombras burlonas que se rí­en y se rí­en y se rí­en de su soledad y su tristeza, y, desde luego, en sobrevivir un ratito más. Un ratito más, siempre un poco más de descanso. Porque, desde luego, a estas alturas está ya convencido de su amargo, mediocre y estúpido destino. 
Sabe por cierto que, desde luego, ahora se amoldará poco a poco, muy poco a poco, a ese otro estado misterioso más maravilloso que los propios sueños. Siempre los dientes. Callarás al fin.

Todo en orden.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.

Administrador

Cita de: Barbie en Septiembre 12, 2006, 05:29:34 PM
Bienvenido, Lolo. No es que yo sea anfitriona, también es posible que tú no seas nuevo, pero dado que el administrador nos dejó aquí­ el trastero por si querí­amos trastear, sin mucha fe, me tomo la libertad porque me ha gustado el texto.

No, si aún dirás que todo ha sido casual ...

:-*


Barbie

Uys, el nuevo:¿Tonti?¿polvo salvaje? Aquí­ das la mano y te trincan el chirri.


Gelito, en esta vida todo funciona movido por un engranaje de causalidades azarosas y casualidades planificadas que dan las doce con puntualidad de reloj cósmico.

Antes de que se te escape una meninge camino la Maestranza te aviso de que no significa nada esto que acabo de decir, déjalo.

Dolordebarriga

Citar¿polvo salvaje?

Tení­as también la opcií²n del "relato en cadena", pero claro una solo ve lo que quiere ver y lo que menos le va a costar.


CitarUys, el nuevo?

¿Qué ocurre? ¿Me he metido en un foro donde los recién llegados debemos pasar los seis primeros meses hincados de rodillas sobre cristales rotos y lamiendo los ojales de los veteranos? Si es así­ me lo dices, que uno es obediente por naturaleza y convicción, y me pongo a ello con la natural alegrí­a y predisposición que me caracteriza.


Tú, bisinis pa ti;

Dolordebarriga

"Yo siempre documento lo que digo"

Barbie

No, si yo también soy prácticamente nueva, Km.0 como quien dice.

No tengo yo cuerpo para encadenar nada. Será polvo salvaje, haber elegido muete.

Vete hincando y lamiendo, que me ha sonado bien.

Dolordebarriga

Coño!! es la primera vez que alguien elige la opcción de "polvo salvaje". ¿No tendrás un bidé por ahí­ cerca? Es que últimamente ando un poco descuidado y lo de lavarme con una esponja como que me recuerda a mi madre 
y me da cosica.

¿Seguro que no prefieres lo del relato en cadena? Mira mira que fácil te lo pongo... "
Habí­a una vez una niñita que siempre vestí­a de rojo y a quien todos conocí­an como..."

Tú, hincadito como ante el niño Jesús;

Dolordebarriga

PD: No me des muy fuerte en las nalgas que luego me salen moratones.



"Yo siempre documento lo que digo"

Nicotin

Acabo de experimentar un curioso dejí  vu.



CitarPitita Ridruejo dice:
el otro dí­a ví­ a un tipo con un perro, y lo vi 5 minutos escasos, y dijo lo mí­nimo, pero yo digo: chalao.

Dolordebarriga

Y yo no he sido, te lo juro por mis inditos buenos y analfabetos.

Debe ser mi sino, el de encapricharme allí­ en el foro donde moro, con la Barbie de turno. Pero mira, esta no trae complementos.

Tú, si hasta he escrito algo nuevo;

Dolordebarriga
"Yo siempre documento lo que digo"

Nicotin

Pues si no trae complementos es que no es la auténtica.

CitarJOíA PEREZA...

Mira por dónde, esta no me la esperaba.

Lo que hace la costumbre.
CitarPitita Ridruejo dice:
el otro dí­a ví­ a un tipo con un perro, y lo vi 5 minutos escasos, y dijo lo mí­nimo, pero yo digo: chalao.

Barbie


El-Retratista-del-Almax

Qué plastez.
Vaya par de adquisiciones de mierda para el foro. Lo peor es que no tienen ni puta gracia, y ellos creen que sí­.

Dolordebarriga

CitarQué plastez.
Vaya par de adquisiciones de mierda para el foro. Lo peor es que no tienen ni puta gracia, y ellos creen que sí­.

En cambio la pandilla de veteranos sois lo más. Vuestros juegos de palabras, gracia sin igual, ironí­a sin par y demás chupicualidades de las que estáis dotados nos provoca un sentimiento atroz de inferioridad que sólo podemos superar mediante numerosas y constantes flagelaciones.

Que si preciosos, que cuando se entra en un foro se ha de hacer con humildad y pidiendo permiso y perdón constantemente porque sino la corrala se alborota, pero como el defecto de la humildad no me ha sido concedido me váis a tener que aguantar o ignorar o ambas cosas a la vez.

Vuestro, chispún;

Dolordebarriga
"Yo siempre documento lo que digo"