Politica cientí­fica

Iniciado por olafo, Octubre 11, 2006, 08:29:44 AM

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Johnnie

http://www.elpais.es/articulo/educacion/elpedupor/20061030elpepiedu_3/Tes/

"Uno de los nuestros..."


MIGUEL DELIBES DE CASTRO*


Aunque apenas despierta interés en la sociedad, pocas cosas tienen tanta trascendencia para nuestras expectativas de vida como la selección del profesorado universitario. Elegir mal nos hace perder el tren del desarrollo y la innovación, disminuye las oportunidades de nuestros hijos en una sociedad tecnificada y compleja y dilapida de forma absurda nuestro dinero: un profesor malo cobra lo mismo que uno bueno y, no lo olvidemos, ellos formarán a los futuros médicos, jueces, arquitectos. Para que la universidad cumpla con su papel como motor del desarrollo, debe seleccionar a los mejores profesores en base a criterios de excelencia docente e investigadora. Por desgracia, en nuestro paí­s los profesores universitarios se seleccionan con demasiada frecuencia por procedimientos poco transparentes, donde amiguismo y enchufe pesan sustancialmente más que la investigación y la docencia.

En la universidad, los catedráticos deberí­an ser los máximos referentes en cuanto a excelencia. Por ello conviene seleccionarlos con sumo cuidado. Sin embargo, desde hace décadas la selección de catedráticos se ve, no pocas veces, alterada por un sistema de padrinazgo, amparado en una estructura de áreas de conocimiento que establece una red de intercambio de favores entre catedráticos ("yo voto a tu candidato para que luego tú votes al mí­o"). Como resultado, a los aspirantes les sale más a cuenta "buscarse un padrino"
que buscar la excelencia docente e investigadora. En un tí­mido intento, la Ley Orgánica de Universidades (LOU, 2002) promovió el examen nacional de habilitación para enmendar esta situación. Siete miembros, elegidos por sorteo, deciden qué candidatos pueden llegar a ser catedráticos. El funcionamiento del sistema está defraudando buena parte de las expectativas que algunos pusieron en él.

Si pretendemos de una vez por todas que la selección del profesorado se realice en función de los criterios de excelencia que caracterizan a una universidad moderna, tenemos que asegurar, por un lado, que los tribunales de selección estén compuestos por los profesores más idóneos, y por otro, que sus decisiones sean totalmente transparentes. En el proceso de selección de profesores en cuanto a su capacidad cientí­fica, existe un sistema aceptado internacionalmente que permite valorar la calidad de su trabajo. Los cientí­ficos tratan de publicar sus investigaciones en las mejores revistas internacionales de su especialidad. La calidad de una revista cientí­fica se mide por un número llamado "í­ndice de impacto". Pero los editores sólo publican los mejores manuscritos que reciben, rechazando los demás tras un complicado proceso de evaluación en que el anonimato garantiza el juego limpio. Cuanto mayor impacto tiene una revista, más difí­cil es publicar en ella. Los buenos cientí­ficos, capaces de publicar en las mejores revistas, tienen más "í­ndice de impacto"
-obtenido como la suma del impacto de todas sus publicaciones- que los malos. Dos agencias internacionales (Institute for Scientific Information, ISI y SCOPUS) permiten hacer estas evaluaciones. Cualquier persona puede entrar en sus páginas web y averiguar la calidad de un cientí­fico. En consecuencia, no existe justificación alguna para que una comisión de selección no elija correctamente.

Sin embargo, varias comisiones siguen saltándose a la torera todas las indicaciones objetivas de calidad. Sirva de ejemplo una reciente habilitación de catedrático de universidad (la número 1/700/0904) celebrada en la Facultad de Veterinaria de la UCM. La plaza en cuestión era para un área de conocimiento muy delicada, la producción animal, donde una mala selección puede tener graves consecuencias sobre la salud pública (recordemos las vacas locas, dioxinas, acumulación de pesticidas, metales pesados y otras conocidas intoxicaciones alimentarias, resultado de una mezcla de baja cualificación y mala praxis en la producción animal). La persona con mayor í­ndice de impacto (119) fue la menos votada de los que pasaron el primer ejercicio (currí­culum vitae). Sorprendentemente, el candidato más votado sólo tiene un í­ndice de impacto de 26 (casi 5 veces menor). El caso viene explicado en detalle en la revista Apuntes de Ciencia y Tecnologí­a número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es). Como por desgracia estas situaciones son mucho más comunes que lo deseable en la selección del profesorado, la pregunta clave es: ¿por qué muchos tribunales de habilitación seleccionan tan mal, máxime cuando un catedrático bueno cobra igual que uno malo y en las universidades españolas y OPIs hay excelentes cientí­ficos para seleccionar al profesorado? Existen tres causas evidentes:

1. Falta de rigor en la selección de los miembros de las comisiones nacionales. Sigamos con el anterior ejemplo: el presidente de dicha Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático del departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de la UCM), sólo tiene un impacto sumado de 4.4. Sin embargo, no tiene problema en juzgar (y rechazar) a candidatos con un currí­culo cuyo impacto objetivo es 29 veces mejor que el suyo. Desgraciadamente, esta situación está más extendida de lo razonable: el currí­culo del presidente de la anterior Comisión Nacional de Habilitación de Producción Animal no es mejor que el del actual. Pero, como a todo hay quien gana, la guinda la pone el que va a ser presidente de la próxima Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid). Gana por goleada (0 artí­culos, 0 de impacto sumado). Que alguien pueda llegar a catedrático sin haber publicado ni un solo artí­culo en una revista internacional de impacto ya es más que sorprendente, pero que además vaya a presidir la siguiente comisión nacional de habilitación indica que algo muy grave está pasando en la universidad española. Ver más detalles en Apuntes de Ciencia y Tecnologí­a número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es).

2. Total impunidad: como un tribunal no tiene que dar explicaciones a ninguna instancia superior (en la práctica, sólo se les exige respeto a las formas del proceso ya que son soberanos respecto al fondo de su decisión), puede elegir sin que la más descarada de las arbitrariedades tenga consecuencias. Como resultado, los contribuyentes terminamos pagando de por vida el sueldo a quienes son hábiles para conseguir el favor del tribunal y no a los buenos investigadores y docentes. Asimismo, pagamos a un tribunal (dietas, hoteles) que representa al Estado (y, por tanto, a nosotros) para que al final haga lo que quiera y no lo que deba.

3. Amiguismo sistemático. En la universidad española han accedido a catedráticos excelentes cientí­ficos. Sin embargo, en demasiados casos la adjudicación de plazas se rige por una ética perversa. El incompetente defiende su puesto manteniendo alejados a los profesionales de excelencia. Para ello mantiene un sistema de padrinazgo ("mi candidato es fulanito", "le debo un favor a menganito"), aderezado por una retórica imposible de entender fuera de la universidad ("no da el perfil", "no es lo normal en el área"). Fomenta siempre al protegido cuya virtud principal suele ser la servidumbre. Y sobre todo pretende convencer de que la selección del personal docente e investigador en la universidad es una cosa tan compleja que la sociedad civil no está capacitada para opinar. La realidad es que cualquier jefe de recursos humanos, de empresas competitivas, seleccionarí­a mejor.

Lo queramos o no vivimos en una sociedad de ciencia, tecnologí­a e innovación. Si seguimos separando el grano de la paja para quedarnos con la paja nuestro paí­s perderá el tren del futuro. Hay que hacer que la sociedad exija una universidad que se corresponda con nuestro nivel socioeconómico, en la que los criterios de excelencia cientí­fica y docente destierren a los sistemas de padrinazgo-servidumbre. Recordemos que durante la transición española se demostró que buena parte del sector industrial estaba obsoleto y era inviable. Con gran sacrificio, la sociedad afrontó una reconversión industrial dolorosa que afectó a miles de personas. Pese a sus grandes costes no perdimos el tren del progreso y la competitividad industrial. Quizás ahora ha llegado el momento de hacer una profunda reconversión en la universidad, sin duda difí­cil, pero necesaria.

olafo

Cita de: Johnnie en Octubre 31, 2006, 12:24:47 PM
http://www.elpais.es/articulo/educacion/elpedupor/20061030elpepiedu_3/Tes/

"Uno de los nuestros..."


MIGUEL DELIBES DE CASTRO*


Aunque apenas despierta interés en la sociedad, pocas cosas tienen tanta trascendencia para nuestras expectativas de vida como la selección del profesorado universitario. Elegir mal nos hace perder el tren del desarrollo y la innovación, disminuye las oportunidades de nuestros hijos en una sociedad tecnificada y compleja y dilapida de forma absurda nuestro dinero: un profesor malo cobra lo mismo que uno bueno y, no lo olvidemos, ellos formarán a los futuros médicos, jueces, arquitectos. Para que la universidad cumpla con su papel como motor del desarrollo, debe seleccionar a los mejores profesores en base a criterios de excelencia docente e investigadora. Por desgracia, en nuestro paí­s los profesores universitarios se seleccionan con demasiada frecuencia por procedimientos poco transparentes, donde amiguismo y enchufe pesan sustancialmente más que la investigación y la docencia.

(...)

Lo queramos o no vivimos en una sociedad de ciencia, tecnologí­a e innovación. Si seguimos separando el grano de la paja para quedarnos con la paja nuestro paí­s perderá el tren del futuro. Hay que hacer que la sociedad exija una universidad que se corresponda con nuestro nivel socioeconómico, en la que los criterios de excelencia cientí­fica y docente destierren a los sistemas de padrinazgo-servidumbre. Recordemos que durante la transición española se demostró que buena parte del sector industrial estaba obsoleto y era inviable. Con gran sacrificio, la sociedad afrontó una reconversión industrial dolorosa que afectó a miles de personas. Pese a sus grandes costes no perdimos el tren del progreso y la competitividad industrial. Quizás ahora ha llegado el momento de hacer una profunda reconversión en la universidad, sin duda difí­cil, pero necesaria.

Sin entrar en el tema, que tiene su razón, considero que hay dos conceptos que no tiene en cuenta. El primero es la suma de puntos de impacto. Me gustaria que cuando se habla de puntos de impacto se aclare si se hace la corrección de considerar el orden de los autores. 
Hay una tendencia en España a considerar que todos los artí­culos son lo mismo, pero no son iguales si uno va el primero o el decimocuarto. A nivel internacional no se considera igual que seas primer o segundo autor, de tal manera que va disminuyendo la valoración.
El segundo tiene que ver con la tendencia a creer que cuanto más í­ndice de impacto, mejor es la publicación. 
Un ejemplo claro es Lancet (23.878) o New England Journal of Medicine (44.016) frente a Cell (29.431), Cancer Cell (18.725) o PNAS (10.231) que cientí­ficamente tienen mucho más nivel (cualquiera que lea unas y otras lo ve claramente). 
El í­ndice de impacto viene determinado por el número de citaciones en otros artí­culos, por lo que un artí­culo cientí­fico puede ser fabuloso pero ser poco citado por su propia temática (por ejemplo, fisiologí­a celular de invertebrados o taxonomí­a). Un artí­culo médico (de aplicada) siempre tiene mayor citación. Uno de metodologí­a tiene siempre mayor citación que uno de investigación básica. 
De esta manera, se considera el absoluto sin valorar el conjunto.

La solución es la acreditación, con unos criterios iguales para todos en los que se pida un mí­nimo. Los tibunales siempre tendrán esos problemas, la acreditación pública tiene un baremo igual para todo el mundo.

Un saludo

Johnnie

Hay disciplinas, lo creas o no, Olafo, donde el orden de los autores no es vital, aunque su número si que importa. 
Hay otras donde sí­, biologí­a por ejemplo.

Yo creo que abogar por algún método, cualquiera, que deje fuera a aquellos que no han dado un palo al agua en su profesión en su emérita vida y se lo han ganado todo a base de sonrisas y servidumbres ya supondrí­a un avance bestial. 
Mejor será empezar la casa por los cimientos.

Un saludo,

olafo

Cita de: Johnnie en Octubre 31, 2006, 09:47:19 PM
Hay disciplinas, lo creas o no, Olafo, donde el orden de los autores no es vital, aunque su número si que importa. 
Hay otras donde sí­, biologí­a por ejemplo.

Yo creo que abogar por algún método, cualquiera, que deje fuera a aquellos que no han dado un palo al agua en su profesión en su emérita vida y se lo han ganado todo a base de sonrisas y servidumbres ya supondrí­a un avance bestial. 
Mejor será empezar la casa por los cimientos.

Un saludo

El primero es el que realiza la mayor parte del trabajo o en su caso es el coordinador (en los libros es igual), el último el director del proyecto. 
Existen organizaciones internacionales que funcionan así­ y no son solo de Biologí­a (que yo tenga noticia, quí­mica también funciona así­ los que van en revistas internacionales, aunque hay quien lo pone por orden alfabético). De cualquier forma, en esas disciplinas tendrán sus propias normas para considerar las cosas, basta con utilizarlas. 
De lo que hablo es algo que hasta la EMBO, que engloba a prácticamente todos los paises de Europa, pasó a pedir que se presentara como mí­nimo un artí­culo de primer autor para considerar solicitudes a sus becas.

La acreditación es empezar la casa por los cimientos. En este momento para acreditarte como ayudante doctor tienes unos requerimientos mí­nimos (dos años de trabajo/estancia fuera del lugar donde se solicita la "plaza", una serie de artí­culos y una docencia) o para contratado doctor (la última noticia es que estaban pidiendo entre ocho y doce artí­culos en revistas internacionales, además de docencia). La acreditación es la exigencia mí­nima de los requerimientos, lo mismo que se supone es la habilitación. Otra cosa es la competición por la plaza. 
Un filtro inicial es exigir una acreditación, sin ella no te puedes presentar a la plaza.

Un saludo

Johnnie

Muy bien, olafo, me has contestado. 
Que yo sepa el artí­culo que he publicado habla de que el sistema de acreditaciones no funciona del todo bien debido a que tener un padrino sigue saliendo a cuenta y publicar en revistas internacionales no es garantí­a de nada. 
Pero tú a la tuya.

olafo

Cita de: Johnnie en Noviembre 01, 2006, 08:54:03 AM
Muy bien, olafo, me has contestado. 
Que yo sepa el artí­culo que he publicado habla de que el sistema de acreditaciones no funciona del todo bien debido a que tener un padrino sigue saliendo a cuenta y publicar en revistas internacionales no es garantí­a de nada. 
Pero tú a la tuya.

Johnnie, el artí­culo es de habilitaciones.

"Sin embargo, varias comisiones siguen saltándose a la torera todas las indicaciones objetivas de calidad. Sirva de ejemplo una reciente habilitación de catedrático de universidad (la número 1/700/0904) celebrada en la Facultad de Veterinaria de la UCM".

En la acreditación no hay competición entre personas, si pasas un mí­nimo te dan la acreditación (puede haber miles, no como en la habilitación que hay un número determinado en cada convocatoria). 
Es como en las becas, por ejemplo: si tienes el tí­tulo de licenciado puedes pedirla, en caso contrario no. 
Por aclararte un poco las cosas, las habilitaciones son a "Profesor Titular de Universidad"
y a "Catedrático de Universidad"
(en lo que estamos hablando) mientras que las acreditaciones se emplean en "Ayudante Doctor"
y "Contratado Doctor". Las primeras son funcionarios, los segundos no. Yo tengo ahora mismo las dos acreditaciones, pero no tengo la habilitación. Me he apuntado a la de mi área, seis plazas para unos 70 apuntados. En la acreditación no competí­ con nadie, o me la daban o no. 
Donde si competi fue en la plaza en sí­, que sale a concurso público.

La idea que se plantea, desde hace un tiempo, es la existencia de tres tipos de "personal"
en la Universidad: docente, mixto e investigador. Pero para evaluar cada uno de ellos precisas de métodos especí­ficos. El tiempo que invierte cada uno en los distintos tipos de trabajo es diferente, no puedes evaluar a un docente por investigación y a un investigador por docencia (algo que se aprovecha precisamente en las comisiones de habilitación y similares para tirar al candidato que "no gusta"). 
Evaluar siempre es difí­cil, sea a quien sea. 
Nadie niega que hay intereses creados, pero aún espero que alguno de los "lumbreras"
que critican el sistema proponga un método de evaluación justo para todos, investigadores y docentes. 
Porque no puede evaluarse de igual manera que un tio inyecte un plásmido a una rata y lo mire en un transiluminador que un trabajo de cuatro años de descripción completa de un gen, cosa que si se hace gracias al "í­ndice de impacto"
sin tener en cuenta el área o el tipo de trabajo. 
De igual forma, tampoco se puede evaluar lo mismo un libro de texto que un artí­culo cientí­fico, ni considerar que por no estar el primero en el ISI deja de tener un trabajo y un valor docente detrás.

En las Cajales estaban introduciendo en los últimos tiempos un valor corrector, la posición de la revista en que se publicaba dentro del área según el ISI.

Está muy bien criticar, denunciar e intentar acabar con todo esto. 
Pero siempre es mejor hacerlo desde el punto de vista constructivo proponiendo una solución teniendo en cuenta que debe abarcar todas las áreas de conocimiento (filosofí­a, ciencia, ingenierí­a, humanidades, etc) y no desde el punto de vista de nuestra área. También considerando que hay gente que tiene desde el inicio una vocación docente frente a otros que tienen una vocación investigadora.

El amiguismo, el enchufismo, la endogamia y otros males están ahí­. La "sacrosanta"
independencia universitaria se empleará siempre para bloquear cualquier cambio. Pero siempre recuerdo una cosa que me comentó una secretaria del consejo durante el tiempo que estaba haciendo la tesis. Muchos de los jefes los habí­a conocido como becarios, y entonces habí­a escuchado las mismas quejas que escuchaba de los becarios actuales. 
Por lo que se ve, es recurrente caer en los mismos errores según se sube en la escala. 
Muchos de los "protestones"
actuales, serán los que bloqueen en el futuro cualquier cambio si ven que les perjudica en su chiringuito particular. 
Son pocos los que son conscientes de la vocación pública del puesto que ocupan y su labor.

Un saludo