Corea del Norte: En el estado eremita de Asia

Iniciado por Menek, Octubre 11, 2006, 11:20:57 PM

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Menek

Un tocho interesántisimo sobre Corea de Norte publicado en La Vanguardia el año pasado.


En el estado eremita de Asia

RAFAEL POCH | 
27/06/2005 - 11:19 horas

Junto con algunos reinos del Himalaya, Corea del Norte es uno de los paí­ses más cerrados del mundo. Sólo unos 3.000 turistas lo visitan anualmente. Se le considera, ¿el último paí­s comunista y estalinista¿ del mundo, pero su verdadera identidad es claramente nacional, patrimonial y cuasi religiosa. Éstas son algunas impresiones de un viaje de una semana por el reino eremita de Asia nororiental, lleno de dudas y conjeturas más que de conclusiones rotundas.

COREA ES UNA
En la tarde lluviosa y ventosa, el Arco de Triunfo de esta ciudad, "el más grande del mundo", ha encontrado una clara utilidad. Un destacamento juvenil de unos 300 tamborileros, pantalón oscuro, camisa blanca, pañuelo y tambor rojo, se refugia de la tempestad bajo su mole. Junto con otras 300 o 400 chicas ataviadas con trajes tradicionales, esperan la llegada de la "Gran marcha nacional por la independencia y la paz", con la que se conmemora estos dí­as el quinto aniversario de la primera cumbre presidencial intercoreana en medio siglo, celebrada el 15 de junio del 2000.

En la marcha participa una delegación de Corea del Sur de 340 personas, que ha venido expresamente a Pyongyang para esta celebración con el Ministro de Unificación del gobierno de Seúl, Chung Dong Young. Los chicos y las chicas están distendidos y alegres. Como todos y cada uno de los vecinos de esta capital, llevan en su pecho la insignia con el retrato de Kim il Sung, fundador de la república y padre del actual caudillo. De repente, todo se mueve, los chicos forman a ambos lados de la avenida con sus tambores y las chicas se agrupan según el color de sus vestidos. Ellos empiezan a aporrear los tambores con un estudiado movimiento en tres tiempos (golpe de tambor, golpe en el canto metálico y brazo puño en alto) acompañando la consigna;
"Reunificación!, Reunificación de la Nación!, Corea es una!". A su lado, las chicas inician el baile, con una mano agitan un abanico, con la otra lanzan al viento un fular, los dos rojos. Todo el conjunto es de una gran perfección y no se parece a los ritos de aquel oxidado "Komsomol"
soviético: esto tiene mucha más pasión.

El estruendo es tan tremendo que apenas deja oí­r la canción que transmite la megafoní­a de la kilométrica avenida. Está dirigida a la delegación de coreanos del sur y a la de coreanos de ultramar, que en ese preciso momento pasa por debajo del arco triunfal, la canta una mujer y dice así­;
"queridos compatriotas/ estamos emocionados al recibiros/ lloramos de alegrí­a/, tenemos la misma sangre/ y el ardor por la reunificación es tan fuerte que no puede tardar mucho en producirse".

Los compatriotas del sur, mojados por la caminata y enfundados en sus impermeables, parecen vivamente emocionados. Entre ellos hay representantes religiosos, budistas, evangelistas, funcionarios y activistas de la reunificación. Mas atrás vienen las "majorettes"
y toda una formación de jóvenes portando, cada uno de ellos, una "bandera de la reunificación", blanca con el mapa de Corea en color azul. Una bandera sencilla y clara, como el ardor juvenil que la sostiene, que los dos paí­ses utilizaron por primera vez en 1991 en el campeonato mundial de tenis de mesa celebrado en Japón. Las banderas, de seda, ondean al tormentoso viento. Si por alguna esquina de esta enorme avenida asomara Don Pelayo a lomos de "Chollima", el legendario corcel alado coreano, el celtí­bero espectador ya ni se extrañarí­a...

Los coreanos lo llaman "han"
(significa "una"), y puede definirse como una emoción contenida, un dolor, común en las dos coreas, ante la amputación que significa la nación partida. Una división de la que serí­an responsables, dicen, naciones extranjeras. No hay duda de que detrás del "han", hay mucha materia y mucha autojustificación ante los desastres y responsabilidades autóctonos de medio siglo de división.

La nación coreana tiene una homogeneidad étnica y lingí¼í­stica como pocas. Su tradición histórica de gobierno unificado tiene más de doce siglos. Desde el siglo VII, Corea tuvo, más o menos, las mismas fronteras. En ese contexto, medio siglo de división es muy poca cosa. Cuando Alemania, cuya reunificación parecí­a en Europa un dato tan claro en 1989, se dividió, en 1945, llevaba unida menos de un siglo. En los últimos 30 años, tres de las cuatro naciones/estado divididas que habí­a en el mundo, Alemania, Yemen y Vietnam, se reunificaron. Falta Corea.

En 1993, un año antes de morir, el Caudillo del Norte, Kim il Sung, presentó los "diez principios para la reunificación", en los que se contemplaba un horizonte de confederación de dos sistemas en coexistencia. Años antes, en 1989, el entonces Presidente de Corea del sur, Roh Tae Woo, habí­a hablado de una "comunidad coreana". Hubo que esperar hasta el año 2000 para que se celebrara una cumbre í­nter coreana de jefes de estado, la primera en su género en medio siglo. En ella, el actual caudillo norcoreano, Kim Jong il, el hijo, y el entonces Presidente del sur, Kim Dae Jung, declararon solemnemente que, "en las dos propuestas para la reunificación del paí­s", la del 89 y la del 93, habí­an, "elementos comunes".

Para el norte, la distensión con el sur del año 2000 no solo tení­a un sentido "nacional", sino que, se esperaba que contribuyera a la normalización de relaciones con Estados Unidos, pero ocurrió lo contrario, porque en Washington llegó al poder una nueva administración caverní­cola, firmemente resuelta a mantener la "guerra frí­a"
en Asia Oriental.

La colisión entre la llamada "polí­tica soleada"
de distensión de Seúl (versión asiática de la Ostpolitik de Willy Brandt en Europa) y el discurso de Bush, coloca en una profunda contradicción al gobierno de Seúl y obligó a Corea del Norte a dirigir sus exiguos recursos a un programa nuclear. Así­ las cosas, si el sur quiere estrechar relaciones con el norte, debe ser más independiente y soberano de Estados Unidos. Y eso es lo que está ocurriendo.

El Presidente surcoreano Roh Moo Jun, un nacionalista con currí­culo de defensa de derechos humanos durante la dictadura, que alberga en su territorio 40.000 soldados americanos, incluidos submarinos nucleares capaces de lanzar misiles atómicos, dijo en febrero que el ejército surcoreano, "deberí­a tener derecho a operar independientemente para actuar como fuerza de equilibrio en Asia nororiental". En abril, el gobierno de Roh vetó un plan militar conjunto americano de intervención en Corea del Norte para el caso de que este paí­s se colapse. Al mismo tiempo, la arrogante polí­tica exterior japonesa, con su común insulto histórico y pleito territorial con China y Corea, está uniendo a las dos coreas con Pekí­n. El ministro de defensa surcoreano, Yoon Kwang Ung anunció que Seúl va a incrementar su relación militar con China. Mientras en la prensa conservadora americana se tilda al presidente surcoreano de "taliban"
y filocomunista, la respuesta a todo esto vino de Japón. Tokio ya no puede pasar a Seúl información confidencial sobre Corea del Norte, "porque Estados Unidos no confí­a suficientemente en Corea del Sur", dijo en mayo el vice ministro de exteriores japonés, Shotaro Yachi. De tanto centrarse en la bomba atómica de Corea del Norte, que no es causa sino consecuencia de una crisis que viene de muy lejos, se pierde la perspectiva de los cambios fundamentales que están teniendo lugar en las dos coreas.

SOBRE EL COMUNISMO EN ASIA
En el mundo de hoy ya no hay regí­menes "comunistas"
que no sean "nacionales", es decir aquellos en los que el comunismo fue resultado genuino de movimientos patrióticos de liberación nacional, de revoluciones agrarias y de impulsos de unificación de la nación. Los que carecí­an de ese componente desaparecieron. En Europa del Este, allí­ donde el comunismo fue un artí­culo "importado", se hundió como un castillo de naipes. En la URSS, el paí­s fundador del "comunismo", el régimen no cayó sino que se suicidó, fundamentalmente por el deseo de enriquecerse de sus dirigentes, el general agotamiento y la pérdida de fé de su población en la tierra prometida, y en la Yugoslavia de matriz serbia hubo, más que hundimiento, un derribo con ayuda exterior.

En Asia, la pelí­cula es muy diferente: aquí­ casi todos los regí­menes son "nacionales"
(China, Laos, Vietnam) y se han mantenido, transformándose y adaptándose evolutivamente a los nuevos tiempos, alguno de ellos con enorme éxito. Tanto en el contexto del comunismo europeo, del hundimiento general, como en el asiático, de mantenimiento con transformación, Corea del Norte es una anomalí­a. La República nació en 1948 sobre todo gracias a la ocupación soviética del norte de la Pení­nsula coreana, pero su régimen no solo se mantiene, sino que lo ha hecho sin tocar su sistema ideológico, su iconografí­a, y con una dictadura que hoy ya no tiene parangón en el comunismo de Asia. Los observadores discuten sobre si ese régimen se hundirá "a la europea", el escenario que Estados Unidos intenta propiciar, o si se mantendrá mediante una transformación conservadora, tradicionalista y muy gradual, tal como los chinos, y los propios dirigentes coreanos del norte, desean.

LA "VERDADERA"
COREA
A ojos de su población, Corea del Norte, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) es el genuino estado coreano, en comparación a su vecino del sur. Razones poderosas apoyan esa creencia.

Hasta 1977, Corea del Sur fue el cuarto receptor de ayuda americana (un total de 19.000 millones de dólares, solo por detrás de Israel, Egipto y Vietnam del Sur). Corea del Norte no recibió ayudas comparables, pero hasta finales de los años setenta, su economí­a, su renta per cápita y modo de vida, eran más avanzados y modernos que los de Corea del Sur.

Desde 1958 no hay tropas extranjeras en Corea del Norte, mientras que en el sur sigue estacionada una poderosa armada extranjera de 40.000 soldados. En caso de guerra, las fuerzas armadas surcoreanas quedarí­an bajo mando operativo de un general americano en el marco de una estructura de "mando conjunto"
cuya soberaní­a los surcoreanos aun no han logrado "nacionalizar".

En la guerra de Corea (1950-1953) es el norte el que se lleva el mayor mérito nacional: luchó, aguantó y no perdió (aquí­ dicen que vencieron) a la primera potencia militar del mundo. Una potencia que se presenta como "invasora". Los gobernantes surcoreanos no eran más que los "colaboradores"
de aquellos extranjeros invasores, que pretendí­an evitar la unificación de la nación. Los chinos y soviéticos que ayudaron a los del norte apoyaban la reunificación, los americanos la impidieron. Esa es la visión.

Corea del Norte sufrió mucho más que el sur en la guerra, su territorio fue literalmente planchado por los bombardeos, la gente viví­a en cavernas. La épica del sufrimiento y de la resistencia contra el extranjero es aquí­ mucho más auténtica que en el sur. El componente de guerra civil fratricida que tuvo aquél conflicto, simplemente, se ignora en aras de un guión simplista y maniqueo. El pedigrí­ de los dirigentes es también incomparable desde el punto de vista nacional. Kim il Sung, el padre fundador de la RPD de Corea, fallecido en 1994, luchó contra el invasor japonés como jefe de una guerrilla, aquí­ mitificada mucho más allá de lo que fue en realidad, mientras que en el sur gran parte de los cuadros dirigentes de la República de Corea fueron colaboracionistas con los japoneses, que invadieron y ocuparon la pení­nsula coreana desde 1910 hasta 1945.

Park Chung Hee el dictador militar surcoreano apoyado por los americanos que fue presidente de Corea del sur desde 1961 hasta 1979, habí­a sido un teniente del ejército japonés durante la ocupación, cuando los coreanos eran obligados a adoptar nombres japoneses. El nombre japonés de Park era "Masao Takagi". La propaganda norcoreana se referí­a a él como, "el honorable cadete de la academia militar del emperador, Teniente Masao Takagi"
y afirmaba que combatió en Manchuria contra una guerrilla coreana bajo mando de Kim il Sung, lo que enfurecí­a a Park.

El primer presidente de Corea del Sur, Syngman Rhee, tiene algún pedigrí­ de lucha contra los japoneses, pero en realidad eso no cambia mucho el asunto, porque Rhee, que fue presidente desde 1948 hasta 1960, era... un agente de la CIA (de su antecesora la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS), que habí­a sido reclutado en 1940 recomendado por Chiang Kai Shek al General Mac Arthur con la misión de organizar una red de espionaje en Corea.

EL PADRE
¿Qué decir de Kim il Sung?, "el padre"
de Corea del Norte. En primer lugar, que fue un emperador asiático, con todos los atributos, incluido el dinástico, pues su hijo le ha sucedido en la jefatura del paí­s. En segundo lugar que no fue una marioneta de chinos o rusos. Al revés, usó a los unos contra los otros para obtener favores. Aunque durante la guerra frí­a se decí­a que la guerra de Corea fue una especie de "ofensiva de Stalin", los documentos soviéticos desclasificados en los noventa en Moscú mostraban algo completamente diferente, que Kim enredó a Stalin, que era muy reticente a desencadenar la guerra, para intervenir... En el sur, Syngman Rhee hizo algo parecido con los americanos.

Tampoco Cuba fue nunca una marioneta de la URSS, pero La Habana estaba muy lejos de Moscú, con un continente y un océano de por medio, mientras que Corea del Norte mantení­a una frontera de 16 kilómetros con la URSS. Su ventaja era que también tení­a frontera con China (1360 km.)y que las relaciones entre Moscú y Pekí­n, que atravesaron periodos de cordialidad y de tensión militar, fueron siempre delicadas, lo que daba cierto margen a Kim.

Gracias a ese margen, Kim logró mantener la independencia de su pequeño y pobre paí­s de menos de 100.000 kilómetros cuadrados, situado entre dos amigos colosales de tradición imperial que se disputaban su amor. En el orden interno, esa independencia se forjó a base de una férrea disciplina y un culto al lí­der solo comparable al de Stalin de los años treinta y el de Mao de finales de los sesenta.

En lo que en Moscú se llamaba el "movimiento comunista internacional", Kim fue de los primeros lí­deres de un partido comunista en decir, en el manifiesto de 12 de agosto de 1966 ("Declaremos nuestra independencia"), que, "todos los partidos hermanos son iguales e independientes. Puede haber partidos más grandes y más pequeños, pero no partidos más altos y más bajos (...) No se puede aplicar ninguna disciplina centralizada a las relaciones entre partidos hermanos".

Como Mao en los sesenta y el Emperador de Japón hasta 1945, el estatuto de Kim il Sung era algo cercano al de un Dios. El prefacio de la constitución norcoreana lo define como, "el sol de la nación y la estrella polar de la reunificación de la patria". Desde ese estatuto planetario, el lí­der supremo marca una nueva era. El "Calendario juche"
establecido en 1997 con motivo del tercer aniversario de su muerte tiene como punto de partida el 15 de abril de 1912, fecha del nacimiento de Kim il Sung, el "Dí­a del Sol".

Cualquier visita, a una escuela, museo, universidad, fábrica, jardí­n de infancia, taller de artistas o granja, comienza con una referencia al "gran lí­der"
y viene presidida por un cuadro, estatua o representación de su persona. Ese culto, serí­a impensable sino viniera respaldado por una especie de religión.


Menek

#1
(Continua)


EL "ESPIRITU SANTO"
Todos los grandes caudillos y déspotas orientales del comunismo fueron lí­deres nacionales, pero su referente doctrinal, el marxismo, era extranjero, algo engorroso. Los rusos tuvieron a Lenin y crearon el "marxismo leninismo", es decir "nacionalizaron"
a medias una doctrina importada. Los chinos se inspiraron en el "marxismo leninismo", es decir algo medio anglo-alemán, medio ruso, y lo transformaron en una ideologí­a china hasta lo irreconocible. Stalin y Mao hicieron "grandes aportaciones"
al marxismo leninismo, decí­an sus apologetas, y escribieron libros y tratados escolásticos que se presentaban como "geniales contribuciones"
al marxismo.

El "kratkii kurs"
("Curso resumido") de Stalin y el "Libro rojo"
de Mao "desarrollaron"
el marxismo como los santos y profetas apostillaron las sagradas escrituras. En cada paí­s, los retratos de Stalin y Mao, del albanés Enver Hoxa, el búlgaro Dimitrov, el Mariscal Tito, Ceaucescu, etc, se colocaron a continuación de una saga iniciada por Marx, Engels y Lenin. El lí­der y fundador de Corea del Norte, Kim il Sung, fue mucho más lejos: creó
una alternativa al marxismo. Aquí­, el retrato de Marx se ve muy poco, en una semana solo he visto uno en una gran plaza de Pyongyang, el de Kim il Sung es omnipresente.

Kim no hizo una "aportación"
al marxismo, sino que creó
una ideologí­a nacional, el "Juche", que se pretendí­a superior y diferente del marxismo.

"La filosofia de Marx y Engels no se puede comparar con el Juche", ni Kim il Sung puede compararse en lo ideológico con Mao, explica el Director del Departamento de filosofí­a "Juche"
de la Universidad Kim il Sung, Ju Chang Il. La universidad es un enorme recinto con seis edificios, el principal de los cuales es un museo dedicado al lí­der y a su hijo y sucesor, Kim Jong Il, al que se llama respetuosamente, "querido dirigente".

"Mao pudo haber creado el "pensamiento Mao Tse Tung", pero aquello era parte del marxismo, mientras que, por sus presupuestos, su contexto histórico y su contenido, el Juche no es una rama del marxismo", continua el profesor, que inicia una larga explicación, que resume en la siguiente frase;
"el marxismo parte de la materia y de la consciencia, Juche parte de la interacción del hombre y el mundo", por eso, continua, "nuestro socialismo es completamente diferente al de otros socialismos".

El "Diccionario de Filosofí­a en Corea del Norte"
define el Juche como, "la idea revolucionaria de Kim il Sung". La traducción aproximada de la palabra es auto suficiencia". En la practica, "Juche"
significa que en asuntos coreanos, hay que poner primero a Corea en todo. Con ese principio, Kim logró
mantener a su paí­s por encima del pleito chino-soviético y salvaguardar su independencia.

El término "Juche"
fue usado por primera vez por Kim en diciembre de 1965 (según Ju, fue en los años veinte) en un discurso, y dos años después se incorporó
al vocabulario oficial, en una intervención ante la Asamblea Popular Suprema titulada, "Materialicemos por completo las lí­neas de nuestra autosuficiencia, autodefensa e independencia".

En la misma época en la que en Praga y Budapest se acuñaba el "socialismo de rostro humano"
y se exploraban las recetas económicas de mercado, aquí­
pasaban cosas muy diferentes;
el marxismo se abandonaba en beneficio de una nueva doctrina nacional.

Pero más que a una doctrina, el "juche"
y todo su entorno se parecen a una religión. El occidental que visita Corea del Norte se siente como un ateo en una convención de Testigos de Jehová. Basada en las raí­ces confucionistas, en el patriarcalismo agrario tradicional coreano, y en el despotismo comunistoide estaliniano, esa religión ha producido, "un sistema que no encaja del todo con las categorí­as convencionales de la ciencia polí­tica", dice un especialista americano.

El profesor Ju Chang Il, niega que Juche sea "como una religión". "Es diferente, porque la religión no tiene fundamento cientí­fico, mientras que nuestros principios han sido probados cientí­ficamente", dice.

En Corea del Norte se dice que ha sido con Kim Jong Il, (el Hijo) con quien Juche se ha convertido en "filosofí­a", es decir en doctrina.

Hwang Jang Yop, secretario del Comité
Central del Partido coreano de los trabajadores, profesor de "Juche"
de la Universidad Kim il Sung y coaborador de su hijo y sucesor, que se pasó
a Corea del Sur en 1997, dice que Corea del norte no es un paí­s comunista porque abandonó
el marxismo cuando adoptó
el Juche como ideologí­a oficial. En 1992, una frase que mencionaba el Juche como una, "creativa aplicación del marxismo-leninismo"
fue omitida de la Constitución.

En su actual redacción (1998) la constitución norcoreana no menciona en absoluto el término "marxismo-leninismo", o "marxismo", cita dos veces la palabra "revolución", otras dos la palabra "comunismo", cuatro veces "socialismo", seis veces "reunificación"
y diez veces "juche". Es la única constitución del mundo que hace suyo el lema de "Los Tres Mosqueteros": "todos para uno y uno para todos".



EL HIJO
Kim il Sung murió
en 1994, cuando Corea del Norte atravesaba su peor año desde la terrible y cruel guerra de 1950-1953. La muerte del lí­der que era piedra angular del sistema, en un momento de hambruna, con el bloque del este desaparecido en Europa, con todo el sistema de exportaciones de este paí­s, que era eminentemente industrial, desmantelado, sin petróleo ni energí­a, y en ví­speras de sequí­as e inundaciones sin precedentes, significó
algo cercano al colapso. Se dice que centenares de miles, sino más de un millón, de norcoreanos murieron de hambre a partir de 1994, sobre la cifra exacta solo caben especulaciones. En ese contexto, Estados Unidos, reforzó
a su propósito, tan antiguo como la propia República del Norte, de derribar el régimen por medios militares, sanciones y bloqueo. Cualquier otro paí­s habrí­a sucumbido, Corea resistió
en condiciones dantescas. El precio pagado en vidas y derechos humanos está
siendo enorme, mucha gente padece malnutrición, pero el paí­s sigue ahí­. La nación y su régimen, están exhaustos pero con la sensación de que lo peor, seguramente, ha sido superado. Tres son las claves de este milagro: la bomba atómica, una transferencia gradual de poder, del padre al hijo que se inició
en 1980, y la mentalidad de la población norcoreana.

De todos los misterios que Corea del Norte contiene, el de su bomba atómica, es el menos misterioso: el programa nuclear, sobre el que cabe poco más que conjeturas, fue diseñado para complicar e impedir el clásico escenario bélico ensayado por EE.UU. tras el fin de la guerra frí­a en Irak, Yugoslavia y Afganistán, y, por el momento, ha dado resultado. Gracias a la bomba el mundo se toma en serio a Corea del Norte, el régimen se ha vacunado contra una invasión y se ha dotado de una carta con la que negociar su supervivencia y reconocimiento.

El traspaso de poder se inició
en octubre de 1980, cuando el hijo fue nombrado oficialmente "número dos"
del régimen. Desde entonces, el hijo fue consolidando posiciones y en mayo de 1990 ascendió
a jefe de las fuerzas armadas. Kim Jong il sustituyó
a más de 1.000 generales y oficiales y se rodeó
de una nueva generación de militares leales a su persona. El siguiente paso fue la institucionalización -sin precedentes en el mundo comunista- de la primací­a del ejército sobre el partido, y de la Comisión de Defensa Nacional sobre el Comité
Central. La Constitución de 1998 da a la Comisión de Defensa Nacional el poder supremo. Desde 1998, el hijo ha sentado las bases para la reforma y la apertura, ha establecido relaciones diplomáticas con 24 de los 25 miembros de la Unión Europea, más Canadá, Australia, Nueva Zelanda y otros. Kim Jong il celebró
la primera cumbre con su homólogo de Corea del Sur en medio siglo en junio del 2000, y ha visitado en varias ocasioes China y Rusia interesándose por los cambios, especialmente por los de China. "Observamos", dice lacónico un académico de Pyongyang sobre ese tema.

"Hay claros indicios de que Kim Jong il está
planeando la apertura de Corea del Norte al mundo para recibir inversiones extranjeras y reestructurar su obsoleto sistema económico", dice Kim il Pyong, uno de los más conocidos especialistas surcoreanos.

En una analogí­a bastante tópica en asuntos norcoreanos, se compara el reinado de Kim il Sung (el padre) con los diez años de gobierno del regente Taewongun 1864-1873, cuando el reino de Choson practicó
un extremo aislacionismo que hizo que se le conociera como el "reino eremita". Al acceder a la mayorí­a de edad, el heredero, el rey Kojong, abrió
el paí­s al mundo e inició
una modernización. Kim Jong Il, el hijo de Kim il Sung, podrí­a ser ahora un nuevo rey Kojong, pero todo esto viene bastante complicado por la polí­tica de Washington, que es a la vez un obstáculo innegable a la apertura y el gran argumento del régimen para no mover ficha.

Con su diplomacia no agresiva y su paciencia, la Unión Europea podrí­a contribuir a dinamizar las cosas. En los últimos años, el régimen norcoreano no ha ignorado la aparición de la UE como nuevo factor internacional en creciente desacuerdo con el unilateralismo y la polí­tica de fuerza de Washington. La mayorí­a del más de centenar de artí­culos relacionados con la UE publicados en los últimos cuatro años en el diario del Comité
Central del Partido de los Trabajadores Coreanos, "Rodong Sinmun", contienen menciones elogiosas hacia el papel de contrapeso ante Estados Unidos desempeñado por Europa.

"Europa enérgicamente opuesta al juego de poder unilateral de Estados Unidos", o "La Unión Europea, se convierte en un nuevo obstáculo al unilateralismo americano", han sido titulares aquí­, y el régimen quiere desarrollar las relaciones con Europa que se iniciaron en el año 2000, inmediatamente después de la histórica cumbre presidencial intercoreana. Desde entonces, Pyongyang ha establecido relaciones diplomáticas con 24 de los 25 paí­ses miembros de la Unión y mantiene embajadas en seis paí­ses miembros (Alemania, Suecia, Chequia, Polonia Italia e Inglaterra), representaciones económicas en otros dos (Francia y Austria), y sede diplomática en un noveno paí­s, Suiza, que no es miembro de la UE.

El desarrollo de las relaciones europeas es una de las prioridades actuales de Pyongyang, naturalmente por detrás de las relaciones con China y Rusia, los dos grandes vecinos y aliados históricos de Corea del Norte, que continúan en primer lugar, por razones obvias, dio a entender el jefe del departamento europeo del ministerio de exteriores norcoreano, Ri Kwang Hyok en conversación con nuestro diario.

Washington concibió
inicialmente las conversaciones a seis bandas de Pekí­n como una operación previa hacia una "receta iraquí­", en la que la ausencia de resultados del proceso debí­a justificar sanciones contra Pyongyang respaldadas por la ONU. Las sanciones habrí­an incrementado la asfixia y el aislamiento del paí­s, y acercado un escenario de intervención militar. Ese cálculo resultó
erróneo, porque China, que se juega mucho con una nueva guerra de Corea, asumió
la dirección arbitral del proceso negociador, y, junto con Rusia, ha dejado clara su firme oposición a llevar el tema de Corea del Norte a la ONU.

Las conversaciones mostraron el desinterés de Washington en una solución diplomática y han dividido a los seis en dos grupos;
el de quienes "comprenden"
lo que Pekí­n llama "preocupaciones de seuridad"
de Corea del Norte, es decir la exigencia de unas garantí­as jurí­dicas razonables de que no va a ser atacada militarmente como condición a una desnuclearización, y el de quienes afirman que todo el problema se reduce a la intransigencia de Pyongyang. Entre los "comprensivos"
figuran la propia China, Corea del Sur y Rusia, mientras que en el otro grupo sólo Japón se alinea con Estados Unidos.

La Unión Europea se alinea en el grupo de los tres, por lo que su eventual participación en las negociaciones aun harí­a más desfavorable para Washington la correlación de fuerzas. Esa es la razón por la que la administración Bush no quiere ver a la UE metida en el proceso bajo ningún concepto. Respecto al Caudillo Kim Jong Il, en una rara entrevista de prensa declaró
su preferencia por el "modelo sueco"...

¿Qué
decir de la población? Sus espaldas, aguantan, sufren y mantienen la situación. La lógica patrimonial del régimen, su extrema disciplina y rigidez, aun encuentran una amplia legitimación, sobre cuya fragilidad o solidez, podrí­a discutirse mucho. La impresión central que uno se lleva de aquí­
es la de un enorme desfase entre un sistema económico de tipo estalinista arruinado o semiarruinado, y un régimen ideológico prácticamente intacto, que goza de una aparente aquiescencia de parte de la población. La gran pregunta es cómo se resolverá
este desfase.


UNA EDUCACION PARTICULAR
En el aparente respaldo "cultural"
de la población al lí­der, la educación parece jugar un papel importante. La guarderí­a Kim Jong Suk, de Pyongyang lleva el nombre de "la madre", primera esposa del "Gran lí­der". Enseñan al visitante un aula llena de niños de tres a cuatro años, con una gran maqueta de la casa en la que nació
el "gran lí­der", Mangyongdae, y otra con el lugar natal de la madre, Hyeryong en el centro.

-Profesora: "¿Cómo se llama la casa en la que nació
el Presidente Kim il Sung?

- Niños (a coro): "Mang-yong-dae".

-¿Quien nació
en la casa Mangyongdae?

-El gran lí­der amado, Presidente Kim il Sung.

-¿Cuando nació
el Presidente Kim il Sung?

-Nació
el 15 de abril de 1912

-Profesora: "He aquí­
la casa de la madre Kim Jong Suk, que hizo feliz al Presidente Kim il Sung. Cuando era pequeñita, la madre Kim Jong Suk, trabajaba en el campo de Hyeryong, ayudando a su madre a recoger los granos de maí­z y de soja. Así­
pues;
¿cómo se llama ese lugar?

- (a coro): Hy-er-yong. La madre Kim nació
en esa casa y paso su infancia (aplausos).

(Comienzan a cantar, con acompañamiento de acordeón)
"Cuando regreso a casa con mi mochila/ mi perro me sale al encuentro contento/ el sol brilla y me dice buenos dí­as/ El vestido que llevo es muy bonito/ me lo ha dado el camarada Kim Jong Il.

Clase de español en la Escuela de lenguas extranjeras de Pyongyang. Alumnos adolescentes de segundo y tercer curso. Su acento y nivel son impecables:

Profesora: ¿Cómo cuidamos el cuerpo?

(Se levanta un alumno, camisa blanca, pañuelo rojo, y recita de corrido con voz enérgica):
"Creo que la alimentación es lo principal para la salud. Los hombres destruyen la salud por no alimentarse adecuadamente. Unos comen demasiado mucho (sic) y otros solo carne con mucha grasa. Para no caer enfermos, no hay que comer demasiado y masticar mucho. Luego hay que comer tres veces al dí­a, cada seis horas. Además, hay que comer verdura y pescado. Si comemos solo la carne, nosotros engordamos y el corazón también. Por eso en Europa, segú lo que vi en la televisión, hacen una campaña de comer verduras (sic). Las frutas, las algas marinas y los mariscos son muy buenos para la salud."

(Se levanta otro):
"Para la salud no hay que beber. Un amigo de mi padre bebí­a cada dí­a más de una botella. Mi padre le aconsejaba, pero el no dejó
de beber. Este año cumplió
44 años, pero está
muy grave y ya perdió
la capacidad de trabajar. Yo juro que en toda mi vida no voy a beber ni una gota de licor para no vivir como el".

(se levanta una chica, de ojos brillantes, 12 años):
"Es cierto que la salud depende del esfuerzo de si mismo, pero a mi parecer, tener o no tener buena salud depende de la polí­tica del paí­s. En los paí­ses capitalistas los niños pobres no pueden crecer sanos y fuertes. Sus padres, aunque les quieren mucho no los pueden alimentar y atender bien, porque no tienen dinero. Algunos hombres usan drogas para olvidar problemas y se convierten en alcohólicos y drogadictos, pero en nuestro paí­s todos los hombres son iguales. Todos nosotros recibimos la asistencia medica gratuita en los hospitales por eso decimos que vivimos en el mejor régimen del mundo".


Menek


(Continua)


UNA VIDA DURA
"Una sola mente", el mensaje del rótulo luminoso brilla en la vací­a noche de Pyongyang, flanqueando la "Torre de la idea Juche", el colosal monumento a la ideologí­a de estado. A la mañana siguiente, varias columnas de miles de adolescentes se dirigen cantando en ordenada formación por el puente Yanggak hacia el gran estadio "Primero de Mayo". Acuden a ensayar un espectáculo de gimnasia colectiva que representarán en agosto, con motivo de los actos de conmemoración del sesenta aniversario del fin de la ocupación japonesa.

La acumulación de este tipo de imágenes en la retina del visitante puede hacerle llegar a olvidar lo más banal: detrás de los decorados de ese supuesto pensamiento único, de ese "hombre de hierro", de los monumentos y consignas que hablan de luchas y semidioses, la nación norcoreana está compuesta por seres humanos de carne y hueso. Una población exhausta, que, pese al tremendo estrés y las privaciones alimentarias, logra proyectar sus innegables cualidades e incluso parece que está empezando a salir del agujero negro de los últimos años. En éste paí­s no hay certezas. Todo puede ser completamente diferente a lo que parece. Lo máximo que se retiene tras una visita de una semana son impresiones... y conjeturas.

Pyongyang, con su firme y tronada arquitectura, sus espléndidas y amplias avenidas arboladas, sus grandes parques y grandes infraestructuras colectivas, no parece muy diferente del Minsk de mediados de los ochenta. Una ciudad de kilométricas caminatas cotidianas, con la mochila a la espalda, en bici, en la que la gente aguarda en cuclillas la llegada de un trolebús con una sucesión de estrellas dibujadas en el chasis. Cada estrella representanta 50.000 kilómetros recorridos y algunos vehí­culos contabilizan millones de kilómetros: decenas de estrellas. Las tiendas no están vací­as ni se ven colas, como ocurrí­a en la capital de Bielorrusia, pero los precios son muy altos y la sospecha de una enorme penuria es grande.

Cualquier cálculo sobre precios, salarios y el sistema de racionamiento, desemboca en un misterio imposible de cuadrar, algo familiar para quien haya conocido el mundo del Este en Europa. El salario puede ser tan bajo como 2000 wons, el kilo de arroz a "precio libre"
puede ser tan alto como 1000 wons. Es un ejemplo, quizá extremo, pero incluso calculando en "precios subvencionados"
(8 huevos por 200 wons, un kilo de azúcar por 180 wons) y salarios altos, o muy altos, de 9.000 o 15.000 wons, no se llega a cubrir lo más esencial. La moneda nacional tiene dos cambios, en el oficial el euro se cambia a 170 wons, en el liberalizado a 3.300, pero el estado controla ambas cotizaciones. La economí­a informal, que resuelve muchos de estos misterios, es un tabú manifiesto. Esa es la impresión.

La vida es dura, muy dura, incluso en las ciudades, donde todo se mantiene mejor, incluso en la capital, donde todo es más suave. El corte de agua corriente es crónico en Pyongyang. Hay agua, un rato al dí­a. Fuera de Pyongyang hay electricidad algunas horas. En el campo se trabaja duro, casi siempre a mano, con un dí­a libre cada diez y una dieta que, frecuentemente, consiste en un bol de maí­z molido y sopa con verduras, o arroz mezclado con maí­z. La falta de energí­a y abonos preside la vida.

Esa vida dura y esas carencias, aun resaltan más las virtudes;
la dignidad y limpieza que demuestra la gente, en su vestimenta (aquí­ se lava a mano, muchas veces en el rí­o) en el mantenimiento de servicios e instalaciones. En las guarderí­as y escuelas, el suelo de las aulas puede estar helado en invierno, pero hay clase. Las bibliotecas y universidades están al dí­a en conocimientos técnicos, los hospitales funcionan, incluso si carecen de medicinas. Todo el mundo intenta hacer su trabajo lo mejor posible, incluso si no ha desayunado como es debido. Incluso en los años en los que centenares de miles murieron de hambre (1994-1997) se siguió construyendo. Hay en esta sociedad un genio y una fuerza asiáticas, sin parangón en Occidente. La misma fuerza que la generación anterior demostró en la atroz guerra de 1950-1953, la tenacidad de los vietnamitas, la misma lucha de David contra Goliath. La proeza que Corea del Sur realizó a partir de los setenta, al pasar del tercer mundo al primero ser en treinta años. Todo eso viene unido por la misma fuerza y en Corea del Norte esa fuerza se manifiesta como un ejercicio de épica resistencia.

Incluso si solo la décima parte de lo que cuentan los siempre fragmentarios informes de derechos humanos es verdad, la dureza del sistema serí­a de una crueldad inimaginable. Al mismo tiempo, la impresión es que el fervor popular hacia el Caudillo y a la doctrina nacional es genuino, incluso si hay que dividir de nuevo entre diez...

Corea del Norte alcanzó su "época dorada"
a finales de los setenta. Su renta per cápita era entonces superior a la de Corea del Sur, no hablemos ya de China o del arrasado Vietnam. La República era entonces una nación donante de ayuda al desarrollo. "Los campesinos no iban sobrados, pero se mostraban optimistas y satisfechos", recuerda un periodista chino. La diferencia fundamental de Corea del Norte con China y Vietnam era su condición de paí­s mayormente industrial. El colapso soviético y la amenaza del imperio determinaron una "reagrarización"
y una sangrí­a militar que desví­a los principales recursos a la defensa, bajo el puño de hierro de un régimen implacable.

Siendo dura, muy dura, dura hasta lo inimaginable, la vida está mejorando. El cultivo de la patata, la doble cosecha, la introducción del ganado cabrí­o, un mayor tráfico de camiones y de bicicletas en las carreteras, nuevas pequeñas centrales hidroeléctricas, ingeniosos sistemas de regadí­o sin energí­a, son los indicios de esta mejora de los últimos años, pero la gente lleva en la cara y en el cuerpo el sello de una ascética austeridad: a nadie le sobra un gramo.

Decir que en el mundo oficial hay un exceso de desconfianza es decir poco. Este es un paí­s cerrado, el más cerrado del mundo. Aquí­ todo el mundo se vigila. Incluso los vigilantes son vigilados. Stanislav Variboda, el único periodista europeo en Pyongyang, corresponsal de la agencia Tass, confiesa que ignora el aspecto interior de un apartamento de Pyongyang: en el año y medio que lleva aquí­ no ha tenido ocasión de entrar nunca, aunque está casado con una coreana soviética que estudia en la Universidad local. Al mismo tiempo, hay un claro esfuerzo por abrirse. En algunos casos, la sorpresa del visitante, es, precisamente, la franqueza de algunos responsables y funcionarios.

El sistema económico está semiarruinado, pero el ideológico está intacto, y no solo a causa de la cerrazón del régimen. Si la conciencia social se puede comparar con algo, podrí­a corresponderse con la de la URSS de Malenkov (1953-1955), entre la muerte de Stalin y el XX Congreso de Jrushov. Los domingos, la televisión pasa pelí­culas soviéticas de los años sesenta. Son muy populares. Uno de los últimos éxitos ha sido una coproducción reciente ucraniano-coreana de "Así­ se templó el acero"
de Nikolai Ostrovski, la novela de 1934, quintaesencia del realismo socialista, ambientada en los medios de los jóvenes comunistas rusos de la época de la guerra civil, jóvenes entregados en cuerpo y alma al partido. Por otro lado, aunque no lo expresen hablando, la impresión es que todos están agotados por el agobio de la permanente movilización. Los vaivenes de las conversaciones a seis bandas sobre la crisis nuclear se siguen aquí­ con extraordinaria ansiedad, porque todo el mundo sabe que solo una distensión cambiará y mejorará las cosas.

YONGCHEON, EL PULSO DE LA VIDA EN PROVINCIAS
En un viaje de más de 1.200 kilómetros por carretera a través de las provincias de Phyongan del norte y del sur, llego a Yongcheon. El 22 de abril del año pasado esta ciudad fue titular global, porque en ella se registró el peor accidente de la historia reciente de Corea del Norte. Un tren cargado de fertilizantes quí­micos se incendió por un contacto eléctrico y voló por los aires todo un barrio, destruyendo viviendas, escuelas, 27 fábricas, matando a 161 personas e hiriendo a otras 3.000.

Atrás quedan las imágenes de un trayecto por una de las principales carreteras del paí­s, la que une la capital, Pyongyang, con la frontera china. La carretera incluye tramos de autopista y tramos sin asfaltar. Hay poco tráfico, pero, de vez en cuando, se ven algunos camiones con mercancí­a de China, que son novedad de los últimos años. En dos dí­as de carretera, frecuentemente a vista de ví­a férrea, solo he visto una decena de trenes, la mitad de ellos de pasajeros. En Corea del Norte es necesario un permiso para viajar de un lugar a otro, y el tráfico ferroviario puede ser muy lento. El cónsul ruso en Chongin, una ciudad portuaria del noreste, explica que tardó dos dí­as en recorrer en tren los 500 kilómetros que hay hasta Pyongyang. Circulando a 20 kilómetros por hora, su tren se atascó en un puerto de montaña que no lograba rebasar por falta de potencia. El convoy ascendí­a y retrocedí­a marcha atrás, hasta que consiguió superar la montaña con una locomotora suplementaria... Aquí­ las cosas están mejor, pero el tráfico es lento, También el de autobuses es lento y escaso. Desde la frontera china hasta Pyongsong (200 kilómetros) se tardan seis horas, pero la verdadera noticia parece ser la existencia de lí­neas regulares.

Desde la carretera se ve a centenares de personas cruzando un rí­o, caminando confiadas por un puente ferroviario sin tráfico. En los rí­os siempre hay pescadores. Un grupo de obreros y estudiantes voluntarios transplanta arroz con el agua del arrozal hasta el tobillo, mientras desde una camioneta con altavoces se les recuerdan las prioridades del "frente agrario". Un camión que arroja un humo de mil demonios, no por que carbure mal, sino porque funciona a carbón (los hay también a leña), lleva en su caja a tres hombres que van alimentando la caldera como si se tratara de una locomotora. La falta de combustible convierte el transporte en un lujo.

Las provincias y distritos intentan practicar la autosuficiencia. En el trayecto se ven también bonitas aldeas de nueva construcción formadas por casas con huerto de buen aspecto, alternadas por otras de aspecto más decrépito. Las ciudades también reflejan distintos niveles de crisis a juzgar por su estado. De vez en cuando, pasa algún tractor cargado de campesinos, y muchas bicicletas y aun más gente a pie.

El ejército está a cargo de los controles de carretera. Frecuentemente, los soldados que no pueden tener menos de 18 años, parecen adolescentes de 15. Seguramente los céntimos que cobran a los viajeros bajo mano sirven (a juzgar por su aspecto y pobre vestimenta) para cubrir sus necesidades mas básicas. En las cunetas se venden algunos alimentos. La dependienta de un kiosko de carretera dice trabajar para una red de distribución estatal, pero cuanto más vende, más gana. El traductor dice que la chica del kiosko ha respondido, "de 6.000 a 9.000 wons", a mi pregunta sobre cuanto gana un buen mes. Es un buen sueldo.

Por fin aparece Yongcheon. La ciudad es una capital de distrito de 125.000 habitantes, situada a 230 kilómetros al noroeste de Pyongyang, a unos 20 kilómetros de la frontera china. Es una ciudad en obras, que está patas arriba. En abril del año pasado, el gobierno norcoreano informó al mundo del tremendo accidente, que habí­a sido detectado por los satélites espí­as, y permitió una visita de diplomáticos y cooperantes. Catorce meses después, la administración del distrito, autoriza la primera visita de un periodista occidental al lugar. Un modo de apreciar la vida en una ciudad de provincias, lejos de la mimada capital.

Jang Song Nun, 46 años, vice jefe de la administración local de Yongcheon, parece un hombre enérgico, austero y directo. "Nuestro distrito está por debajo de la media nacional, la situación con la energí­a es difí­cil", explica. La prioridad la tiene la industria, las fábricas reciben electricidad "por turnos", luego viene la población, también por turnos. La prioridad está clara, "son las fábricas las que más contribuyen a mejorar el nivel de vida". La zona produce mucho arroz y se beneficia algo del creciente comercio interfronterizo con China, pero las carencias más importantes son esenciales, "alimentos y combustible", responde Jang sin tapujos. "No puedo decir que tengamos suficientes alimentos, pero le aseguro que su distribución es equitativa", dice. Los chinos compran mariscos y venden todo tipo de artí­culos de consumo.

El 22 de abril del año pasado, Jang observó una llamarada en la estación de ferrocarril. "Inmediatamente pensé que la escuela, situada a 300 metros, corrí­a peligro, me dirigí­ allá, pero antes de llegar, sobrevino la explosión".

"Se produjo a las 12,10, con los niños en clase, fue pavorosa, habí­a fuego y polvo por todas partes, las paredes reventaron, yo mismo estaba herido en la cabeza", recuerda el director de la escuela. De sus 1.350 alumnos, 54 murieron, además de dos profesores y 300 resultaron heridos. La escuela se reconstruyó en tres meses y abrió el pasado septiembre. Corea del Sur, Japón y la Unicef enviaron ayuda.

Desde el accidente se ha construido un barrio en el que viven 2000 familias, 8.000 personas, dos mil más que antes. A la Señora Ri Kum Sun, vecina del nuevo barrio, se le hace un nudo en la garganta al recordar aquel funesto dí­a. Su hijo de dos años estaba en casa con su marido. El techo se hundió y el niño murió, pero el marido, mecánico de relojes, se salvó porque estaba debajo de una viga que no cedió. "Solo quedaron las paredes", dice. Ella se encontraba en el mercado y un segundo hijo lactante se salvó porque estaba en la guarderí­a. Su nueva casa, de tres habitaciones y vací­a de muebles, como muchas casas en este paí­s, fue construida por los habitantes del vecino distrito de Pak Chon de forma gratuita y solidaria. La habitación en la que me recibe no tiene más objeto que un televisor conectado a tres baterí­as. "Solo tenemos electricidad durante las horas más necesarias", explica.


Menek


(y fin)

FALTA COMIDA... Y CONFIANZA
La granja cooperativa de Taekam, a unos 40 kilómetros de Pyongyang, es un "koljoz"
soviético en estado puro que funciona bien, una clara "granja modelo"
de las que da gusto enseñar al extranjero. Sus 557 hectáreas alimentan a su población de 2.800 personas y sostienen tres escuelas un parvulario y un hospital en condiciones muy dignas, claramente superiores a la media. En China, donde la mayorí­a de campesinos pobres han sido abandonados por el estado, todo esto causarí­a envidia. Lo que supera la cuota de producción que se entrega al estado, se distribuye entre los miembros. Cada familia tiene, además, un lote de 50 metros cuadrados y algunos animales que dispone como quiere, incluso comercialmente. Esos lotes pueden generar hasta el 10% de la renta familiar.

El ingeniero jefe Ri Jong Jik, 42 años, responde que incluso aquí­, junto a la capital, en los noventa "pasamos hambre durante dos años". Su principal motivo de orgullo, que la granja sea autosuficiente y que en los años más duros, lo que aquí­ se conoce como "la marcha ardua", "ni un solo trabajador abandonó la granja". Ri explica con detalle cómo han luchado aquí­ contra la crisis definida por la falta de combustible y de abonos;
doble cosecha, nuevos cultivos, más trabajo manual y máximo aprovechamiento de la tierra. El 85% del territorio de Corea del Norte es montañoso, solo hay 180 metros cuadrados de superficie agraria por persona. Todo se aprovecha;
se cultiva hasta en los arcenes de la ví­a férrea y dentro del recinto de seguridad del aeropuerto de Pyongyang, junto a las pistas. A pesar de ello, en Taekam se produce un 20% menos que antes. El rendimiento por hectárea, antes de 6 a 6,6 toneladas, ha pasado a 4 o 4,5 toneladas.

Para comprender la situación de Corea del Norte, hay que practicar un ejercicio muy simple: imaginar lo que habrí­a ocurrido en cualquiera de nuestras sociedades industriales si se hubiera cortado, de repente, el suministro de petróleo y secado, por completo, todo el flujo comercial de importaciones y exportaciones. El resultado es un colapso. Si a eso se le añade una seria amenaza militar exterior que incluye bloqueo y sanciones, la supervivencia se convierte en numantina. Si, además, se tiene en cuenta que el sistema económico colapsado ya estaba estructuralmente enfermo desde mucho antes, y que, en el peor momento del colapso (a partir de 1994), se murió el indiscutible lí­der supremo y se sucedieron sequí­as e inundaciones, las consecuencias son claras;
hambre, militarización, miedo y dictadura aun más férrea.

Nuevas semillas mas perfeccionadas, las dos cosechas anuales y la masiva introducción de la patata, han paliado, pero no solucionado, en absoluto, el problema alimentario en Corea del Norte.

La economí­a ha crecido por sexto año consecutivo (1,8% en el 2003, 2,2% en el 2004), pero la caí­da de los últimos quince años fue del orden del 20%. El actual nivel comercial representa el 40% del nivel de 1990, y se estima que la industria funciona al 30%. La capacidad generadora de electricidad en el 2003 estaba al 33% del nivel de 1989, y solo la mitad de los 60.000 tractores funcionan, por lo que el actual crecimiento económico sólo refleja una situación dramática.

También la producción agrí­cola ha crecido (un 4%), pero continua sin alcanzar el mí­nimo de cinco a seis millones de toneladas de grano necesario para alimentar a una población de 24 millones. Se producen 4,3 millones de toneladas, la ayuda y las exiguas compras exteriores reducen alrededor de la mitad del agujero, pero aun queda un déficit de grano de casi medio millón de toneladas, explica el profesor Ri Ki Song de la Academia de Ciencias Sociales norcoreana. Sus cifras coinciden con las del Programa Alimentario de la ONU, lo que resulta tranquilizador. Sin embargo, él mismo explica que, por razones de seguridad, las cifras oficiales pueden ser alteradas. Algunos expertos extranjeros ponen en duda hasta la cifra oficial de habitantes del paí­s, 24 millones. Podrí­an ser entre 5 y 3 millones menos, dicen. El secretismo y la cerrazón alimentan todos los escepticismos. La desconfianza es de ida y vuelta.

"La meta de este año es cubrir toda la demanda alimentaria, pero aun no está confirmado que lo vayamos a conseguir", dice Ri. De momento la asistencia del Programa Alimentario de la ONU se encarga de que 6 millones de coreanos particularmente expuestos (niños, ancianos, huérfanos y madres con niños lactantes) alcancen el mí­nimo vital de 2300 calorí­as.

En 1995, el 16% de los niños sufrí­an malnutrición aguda. Desde 1998, los estudios informan de una mejora de la situación, pero una encuesta del año pasado mostró un 23% de niños por debajo del peso, y un 37% por debajo de la talla, que les corresponde por edad. La situación alimentaria está a un nivel parecido al de Laos, dicen los expertos, aunque en el subtropical Laos no hay un crudo invierno como el de aquí­. La vida parece allá mucho más soleada, en todos los sentidos...

Para que todo esto cambie, es fundamental un ambiente polí­tico internacional sosegado, pero Estados Unidos utiliza su vieja receta, la misma fórmula de embargos y sanciones que en su dí­a arrinconaron a China, Vietnam y Camboya y que hoy se mantiene contra Cuba. Esa polí­tica, "inflama el nacionalismo, endurece las dictaduras y estimula el radicalismo", dice Laurence Brahm, un conocido observador basado en Pekí­n. "Si en lugar de azuzar, Washington hubiera comerciado con China a partir de 1949, seguramente se habrí­an evitado el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural", dice Brahm.

"Al hablar de derechos humanos en Corea, el derecho a la paz en la pení­nsula debe ser la premisa", dice el embajador surcoreano para derechos humanos, Park Kyung Seo.

"Es fundamental que el régimen cambie de actitud, pero para ello necesita un ambiente internacional menos hostil", afirma la Directora de "Caritas"
responsable de Corea del Norte, Kathi Zellweger.

La organizaciones de ayuda creen que ha llegado el momento de pasar de la mera acción humanitaria puntual, a la ayuda al desarrollo, con perspectivas de sostenibilidad a largo plazo, pero eso requiere, mayor transparencia, apertura y una relación de confianza.

myeu

gracias por colgarlo (la vanguardia lo clava, 25minutos de lectura)

Ictí­neo

¿Nadie ha reclamado este hallazgo?:
El rey Kojong.
Quién quiere un Borbón pudiendo tener uno de los miembros Prietos de los Hujanalotes.

Al acceder a la mayorí­a de edad, el heredero, el rey Kojong, abrió el paí­s al mundo e inició una modernización. Kim Jong Il, el hijo de Kim il Sung, podrí­a ser ahora un nuevo rey Kojong.