Aventuras del Inspector Remanberry I

Iniciado por fumanchu, Diciembre 21, 2006, 12:58:26 PM

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fumanchu

El Inspector Remanberry causaba espanto entre sus contertulios; no era raro que aquellas veladas en torno a una mesa en el Café Le Scrocorobus, rebosante de absenta y café, terminaran con doce o catorce detenciones que muchas veces se alargaban varios dí­as hasta que al inspector se le pasaban los efectos psicodélicos de la precitada bebida.

Esta tarde el tema giraba en torno a la legalidad de la distribución de la propia absenta que por rí­os se distribuí­a en el café. El Inspector cada vez veí­a más claro que el licor no estaba expresamente autorizado en el reino y que siendo un producto extranjero forzosamente debí­a tener alguna admonición de las autoridades. Pero no era así­, o al menos el inspector juraba no haberla visto jamás. El Reverendo Thomasonian, un hombre del tamaño de un armario que desde tiempo inmemorial pastoreaba las almas de los habitantes de Srocoroster On Shire, defendí­a que no era necesaria tal autorización para un producto no solo inocuo, sino  de virtudes indiscutidas y de las cuales no era la menor el negativo efecto que su ingesta producí­a a los republicanos, a diferencia de los súbditos de S.M. a los que animaba a entonar vivas a la institución y cánticos en torno a la imagen de quien la encarna, imagen que como es lógico pensar preside todos los cafés y de la nación. Por su parte el Doctor Mortimer corroboró esos efectos beneficiosos añadiendo la ventaja que el uso de la bebida causaba en el sistema circulatorio; el doctor juraba por sus antepasados no haber conocido jamás a un bebedor de absenta que estuviera aquejado de padecimientos coronarios.

Con estas animadas conversaciones pasaba la tarde lo mejor de la ciudad. Poco a poco se fueron añadiendo parroquianos como el carpintero, Mister Badmer, quien con cierto acento francés defendí­a el vigor que, siendo tan necesario para su trabajo, le infundí­a la bebida; con no menos vehemencia defendí­a el destilado el boticario Mr. Bronson quien reconocí­a ir con tales alabanzas en contra de sus propios intereses puesto que declaraba indiscutible ser la absenta válido sustituto de todos los remedios farmacéuticos conocidos.

Al Inspector Remanberry, un sabueso, tanta coincidencia comenzó a escamarle, quizá estos pillos traten con sus justificaciones de apartarme del recto camino de la ley, se decí­a. Entonces comenzó a ver claro y en uso de su brillante capacidad detectivesca al tiempo que ataba cabos pedí­a silencio, declarando con rotundidad las siguientes verdades: la absenta está absolutamente prohibida en el reino, no se si desde hace tiempo pero sí­ desde este mismo momento y por lo tanto las detenciones serán inmediatas, exclamó. De nada sirvieron las advertencias del reverendo al que el Teniente recordó que a nadie habí­a mostrado sus credenciales cuando se instaló en la iglesia y que su santa condición desde ahora estaba en entredicho; al tiempo que los ayudantes del inspector engrilletaban al reverendo nuestro querido detective recordó al Doctor Mortimer la amputación a la Señora Ones del brazo sano y la posterior y necesaria actuación sobre el gangrenado, error fácilmente atribuible a la absenta pero que el doctor refutaba defendiendo que cuando amputó el primero fue a la vista de que tambien estaba enfermo, si bien este problema no podí­a ya verificarse puesto que en cumplimiento de las normas de su profesión lo incineró de inmediato. De nada sirvió una defensa como la dicha puesto que antes de terminar su alegato los ayudantes del inspector ya procedí­an a enmanillar al galeno. Animado ya nuestro protagonista y viendo el disimulo con el que pretendí­an evaporarse el resto de participantes no tardó en llamar la atención del público sobre los antecedentes de Mr. Badmer cuya relación de inteligencia con el enemigo continental, según el Inspector, era de público conocimiento por lo que ordenó que fuera de inmediato esposado. No eran tampoco desconocidas, advirtió de inmediato nuestro servidor público, para la Nación, las averí­as causadas por el dudoso farmacéutico quien en el cólera del siglo pasado habí­a sido el mejor aliado de la enfermedad provocando efectos perniciosos que se dejaron sentir en bastantes millas a la redonda y como en los anteriores casos los numerosos ayudantes del Inspector procedieron al argollado de Mr. Bronson que algo histérico se resistí­o un poco a su arresto.