Profesor Gasama, Profesor Borama, Profesor Ibrahima.

Iniciado por ferdinand, Marzo 24, 2006, 01:19:48 PM

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ferdinand

Daban el otro dí­a en el Plus (cortesí­a de la mafia lituana que copa el bloque de viviendas donde vivo entre semanas) una pelí­cula titulada "Enigma". Al principio el argumento me pareció interesante (ya saben, en cuanto aparecen unos avioncitos de la SGM y tal, a uno se le pone el cuerpo en disposición de lanzar granadas). Claro, que luego salió esa hija de Belcebú, esa tal Kate Winslet (ya saben que odio a las mujeres que sonrí­en hacia abajo) y el tipo ese feo que perseguí­a en 
moto (increí­blemente) a la John Woo al mequetrefe de Cruise. O sea. Un momento de lo más triste. Total. Los nazis ya han perdido la guerra hace mucho tiempo y, por lo que puede ver zapeando, ni habí­a tiros, ni habí­a sexo explí­cito (ni implí­cito)...¡que no habí­a ná de ná, que la peli no valí­a un pimiento!
Cambié, y me quedé viendo el programita de Teresa Viejo. A esta torda (viva Pérez-Reverte) le pasó algo no sé cuándo. Pero se ve que ya está mucho mejor, y es capaz de presentar los reportajes sin sentir vergí¼enza ajena (no vamos a pedir más, si acaso, que le bajen 
un poco el sueldo). Un ejemplo de reciclaje humano, una maravilla oxigenada, un primor de nuera, abuela, bestia parda y concubina. Una mujer que dedica tiempo de su vida a intentar hacer la nuestra un poco más justa (y divertida). Una madre Teresa de Calcuta 
con las solapas impolutas y el chocho milimetrado, orientado y temporizado.
O sea.
El reportaje con el que tuve la suerte de topar iba sobre la nueva moda de los chamanes africanos. Ya se ha cansado la gente de videntes afeminados y soplagaitas con poco glamour. A unos tipos que se han jugado la vida atravesando el Estrecho en una barquichuela infecta no les debe dar mucho miedo la pasma, el trullo o tomarle el pelo al personal. Tienen el músculo gris a tope de revoluciones y en cuanto aprender cuatro palabras del español (principalmente las referidas al manejo del parné) montan sus guachiconsultas, a las que uno puede ir a que le pongan a punto el cirio o a que llueva más a menudo en la cuevecita de mamá. Y no sale la broma precisamente barata. Hay que comprar unos productos 
(son caros, pero hay que tener en cuenta que, teóricamente, proceden de ultramar, de ultramar p´abajo) y hay que hacer unos rituales chamánicos de esos en los que el maestro se pone sudoroso y se pone tó ciego de productos (los más avezados ya se habrán dado cuenta de que, en realidad, el único milagro que se produce es el de la tajada del mago a costa del bolsillo del tonto;
no es moco de pavo, por mucho menos se han hecho peregrinaciones a lugares santos desde que el hombre es tonto, esto es, desde siempre...).
Total, que a mí­ lo que me hizo mucha gracia eran los nombres con los que se anunciaban en los periódicos (además de los tres fenómenos que dan nombre al mensaje, habí­a un tal Karantonboutou al que se presentaba como "enorme vidente africano", siéndolo ciertamente, una mole de tí­o que debí­a gastarse todas las ganancias en la modista). Porque, seamos serios, que la gente crea en los milagros ya no es noticia;
y que crea en los milagros a medida a cambio de pasta, menos todaví­a.