No tengo vídeo, pero ha sido un día bastante, pero bastante, gilipollas.
Olvidé ayer, gilipollas de mí, bajar la basura, así que ahora he tenido que cargar con dos bolsas llenas de mierda, que hace más frío, además.
Esta mañana me he tirado un rato sudando porque el ordenador no arrancaba, y ya me veía lidiando con la doña para la compra de uno nuevo, aparte de todo lo que perdía. Cuando se me han caído las legañas y le he dado al botoncito del ladrón, todo se ha solucionado. Gilipollas.
Al servirme la comida, he volcado una sartén llena de salchichas y tomate sobre el, eso sí, inmaculado suelo que había fregado veinte minutos antes. Gilipollas, gilipollas, y gilipollas.
He cometido el error de hacer ver que me hacía ilusión ir de compras, con lo que he pasado buena parte de la tarde dando vueltas en un centro comercial. Gilipollas.
Me he quedado un rato mirando unas botas en un escaparate sin darme cuenta de que, en línea recta tras las chirucas, estaba la dependienta (tipo de las que se está tirando a pares el Mise) agachada y con todo el culo en pompa. Parece ser que todo el mundo en derredor ha interpretado la mirada fija como una embolia sexual. Aún no me ha caído ninguna indirecta, pero caerá.
Al llegar al centro comercial, y después de combatir como un gladiador ilirio contra la puta silla, que cuando le da la gana no funciona, me encuentro con que tengo que ir hasta la puerta, a tomar por culo porque es sábado por la tarde, caminando por donde circulan los coches, dado que el paso de cebra que lleva hasta la puerta está ocupado, puesto a puesto y en su integridad lineal por gilipollas hijos de puta que por no andar un poco más, lo dejan ahí.
El puntito a esto ha sido comprobar que otro gilipollas con BMW no sólo aparca en zona de minusválidos sin serlo, no, es que además, por no maniobrar, ocupa ¡las dos plazas! reservadas dejando su puto trasto en diagonal. Le he hecho una raya en el lateral, así que si conocéis a alguien en esta ciudad con esas características, le decís que he sido yo y que se joda. Mi mujer dice que soy un macarra. Pues muy bien me parece. Y gilipollas.
Después, pandas de enanos de mierda, todos tan altos como yo, con sus niñatas acompañantes, deciden que ni pueden subir al segundo piso por las escaleras (unos veinte escalones) ni por las mecánicas, porque tienen que desplazarse unos treinta metros para alcanzarlas. De modo que, aunque son quince y tienen que hacer dos viajes, se les ocurre que la solución ideal es ocupar el ascensor. Como ya me sentía bastante gilipollas, estaba de mala gaita, y no me salía de los huevos incrementar la situación, les he metido la bronca y se han ido, uno de ellos con risitas que no le he metido una guantada no sé por qué. Eso sí, la gente que esperaba con más carritos me lo ha agradecido, y algún marido ha tenido la decencia de avergonzarse un poco ("si es que es cierto, se lo tendría que haber dicho yo...").
Probándome unos zapatos, he perdido el equilibrio y, por no empujar el carro, me he comido una estantería. No he tirado muchos pares, pero me he hecho un daño del copón.
En el MediaMarkt, ya con el alma arrastrándose tras de mí como ídem en pena, me he equivocado al seleccionar las fotos que quería revelar-imprimir, de modo que ahora tengo de más de unas que no quería, y tendré que volver a por las que me he dejado que sí.
Al regresar a casa, descubro al cerrar la puerta que me he dejado el móvil en la guantera.
Y ahora estoy esperando a ver qué más me pasa, porque empiezo a divertirme. Me he comido unos palitos raros con sal, me juego algo a que están caducados y paso la noche en urgencias. Qué día más gilipollas, rediós.