Lo pongo aquí mismo:
SIGUEN SIENDO LOS REYES
Marcos Ordóñez
El País, 27 - 06 - 2009
Faemino y Cansado están mejor que nunca, más sabios, más feroces, son incontestables en el panorama del humor. En "Son dos" no hablan de políticos ni de suegras, aplican arquitectura y energía a una mirada propia y dislocada sobre la realidad
LLEVABA CUATRO o cinco años sin ver a Faemino y Cansado. Tenía miedo. De que hubieran caído en la inercia o de que el tiempo hubiera limado sus colmillos. Temores infundados: están mejor que nunca, imparables, avasalladores, más sabios, más feroces, una doble torrentera de energía. Con el espectáculo "Son dos", que he visto en el Borrás de Barcelona, han vuelto a demostrar que siguen siendo los reyes incontestables del humor español. Desde finales de los ochenta fueron diamantes en el culo de un cadáver, que diría Burroughs. El culo del cadáver era, naturalmente, Televisión Española, y para atraparles había que tragarse los antepeores (porque lo peor aún estaba por llegar) programas de la historia, Tutifrutti, Pero ¿esto qué es?, VIP Noche, Desde Palma con amor. O madrugar (aún no tenía vídeo) para verles en Cajón de sastre, el programa infantil de los sábados por la mañana. Durante aquellos años, Faemino y Cansado se convirtieron en estajanovistas del chiste, en magos del sketch apuntalado en casa (o camino del estudio) e improvisado en directo. Les veías construyendo el número ante las cámaras, parando incluso porque uno no podía contener la risa ante la ocurrencia del otro, y viceversa, y en el siguiente programa incorporaban el ataque de risa, el error, el blanco, la entrada a destiempo. ¡Ah, maese Shallow! ¡Hemos escuchado las campanadas a medianoche! ¡Hemos visto naves en llamas más allá de Orión y a Faemino y Cansado inventándose a sí mismos, algo equivalente a presenciar los primeros golpes de Butch y Sundance!
Señales inequívocas de los grandes cómicos: a) Multiplicidad: son uno, o dos, pero su nombre es legión; b) Originalidad: siempre parecen venir de un planeta inexplorado, y c) Imprevisibilidad (véase: peligro). Primer apartado: en aquellos años ultrapródigos, F & C batieron récords con una media de cuatro números por semana y levantaron un censo de personajes que ni Pepe Iglesias El Zorro. Crearon números seriados (sketches de superhéroes, de romanos, de exploradores, de Soluciones Científicas para el Deporte Español), inventarona los Hermanos Benítez (imitadores de alimentos, de monumentos, de muertes famosas), y al comentarista Maroto, al Gran Mimón, a la pera María Elena, a Tarik el Turco, al Hijo del Doctor Muerte o al Capitán Badajoz, entre otros quinientos. Hasta que se cansaron de la tele. Segundo apartado: la originalidad dejó de cotizar en el Ente Agónico (excepciones a la regla: Montero & Maidagán, Muchachada Nui). El temible Club de la Comedia patentó una fórmula atroz: el monólogo escrito por otros. El cómico ya no tenía necesidad de escribir su propio material. Democracia mal entendida, igualada a la baja: cualquiera podía subirse a un escenario y monologar por boca de ganso ante un público cautivo, dispuesto a reírse a cualquier precio. De casi todos los presuntos cómicos que surgieron entonces hoy no se acuerda nadie: eran indistintos y, sobre todo, no tenían nada que contar. F & C llevan diez años sin pisar un plató. No lo necesitan. Tienen a su viejo público y el nuevo se lo han ganado por el boca a oreja y por Internet. Monarcas del stand-up, actúan más o menos cada dos años y siempre llenan los teatros. Qué digo llenan: abarrotan. ¿Por qué? Porque son únicos. Porque no hablan de políticos ni de suegras ni de que anoche no se me levantó. Porque no se visten de ama de casa. Porque aplican arquitectura y energía a una mirada propia y dislocada sobre la realidad.
Sus roles siguen, sobre el papel, la eterna pauta del clown y el augusto. Javier Cansado es el augusto, facción chavalote de Malasaña: risueño y burlón, con un imaginario botellín (o botellón) de Mahou entre los dedos, parece tener una eterna mañana de domingo por delante. Carlos Faemino habita el tiempo turulato de los clowns puros, es decir, de los niños polimórficamente perversos, y ahí es donde manda y galopa el peligro, la imprevisibilidad absoluta. Si Cansado fuera Groucho, Faemino sería un Harpo aquejado de síndrome de Tourette: no he visto vociferar tan suculentas barbaridades desde los gloriosos días de San Pepe Rubianes. Cansado parece el hermano mayor de esa bestia parda al que finge controlar en sus estallidos de violencia verbal, y digo que finge porque en la parte final, cuando en ambos se reencarnan sus incorrectísimos tíos abuelos Arroyito y Pozuelón, uno y otro corren sin trabas por el secarral, con todo el olazo en el coco, el coñac en la sangre y los bajos instintos por montera. F & C perduran y perdurarán porque son narradores puros: convierten en relato todo lo que tocan. Es imposible apuntar nada durante sus espectáculos: van demasiado aprisa y no puedes parar de reírte. Su gran figura de estilo es el Chiste Arborescente, Jardín de Senderos que se Bifurcan, con introducciones que duran cuatro veces más que el gag prometido. Verbigracia: la parte central de Son dos, en torno al delirante ataque de un ejército de pelícanos deshidratados a las órdenes de María Teresa Fernández de la Vega. F & C son maestros absolutos en el dificilísimo arte ee irse por las ramas. Hace falta un timing matemático y, sobre todo cuando se juega en dobles, como es el caso, una compenetración casi alquímica, por eso hay tan pocos dúos cómicos que funcionen. Lo más parecido a un espectáculo de F & C es un número de malabares chinos (cómo mantener varios platos —calientes, muy calientes— girando en el aire) o una jam de bajo y batería: hay una gran parte fijada, estructuradísima en partitura, y luego el gozo de la improvisación libre, libérrima, que acaba anudada en un rotundo broche de oro. A la energía y la arquitectura se suma la entrega, o séase, la generosidad de este par, que siempre ofrecen más por tu dinero: dos horas en escena sin bajarse de la moto (o del tándem). Material pimpantemente fresco y un bonus track, sorpresa, en mitad: anuncian intermedio y se quedan en el escenario, “hablando de nuestras cosasâ€. Nadie sale a echar un pito, por supuesto. Son dos, son legión, son leyenda. Píllenlos a la que vean su cartel.