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Estados.

Iniciado por ferdinand, Octubre 03, 2007, 12:10:17 PM

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ferdinand

La materia. Limitada. Terrenal. Sujeta a la apariencia. Interna y externa. Joven o vieja. Sometida. Siempre sometida.
Rakafutcher.
Quisiera poder apretar tanto los dientes que se me partieran la mandí­bula inferior; deshecho el blanco, agarrarme al resquicio y terminar de rajarme el cráneo, sacudir la cabeza y guisar su interior. No necesitarí­a fuego, ni sartén. ¡Ni comensales! ¿Qué es el alimento? ¡Materia! ¡Materia sometida!
El vací­o. Inconmensurable. Inabarcable. Inasible. Inaccesible. Todo. Permanente. Inmanente pero indivisible. Libre. Dominante.
Impracticable.
Inexplicable.
Espacio que se ocupa con fatuidad.
Estados.
No existen los estados. Existe El Estado. Ése es el mí­o.

Bilán

Perdone joven pero el estado soy yo.


Glategoja


ferdinand

El susto. La brevedad del miedo. Alargado en el tiempo se transforma en inmovilidad. Imagen temblorosa. Imagen que llora todas las brevedades juntas, abriendo la puerta a un pavor largo, a un terror oculto, a la sinrazón del que no quiere morir cuando debe.
Y se aplaza la muerte, sine die. Hasta que llega la verdadera, y todas las cuentas emborronadas esperan la incomprensión de cualquiera.
A través del pánico... no diré a dónde se llega. No puedo nombrarlo, porque no lo conozco.

ferdinand

Encí­a amarga. Nada.
Ayer estaba en un semáforo. Unos maderos tení­an el coche patrulla aparcado y vigilaban un carril de incorporación al tráfico, procedente de un barrio conflictivo. Eran tres. Dos hombre y una mujer. Me sorprendió la pinta de guarra que tení­a ella. Automáticamente me la imaginé endosándose su porra en las duchas femeninas de la comisaria. La imagen duró tres segundos, a lo sumo. Al volver la cabeza hacia la izquierda para observar si el condenado colorcito cambiaba ya o no, una señora salió de un coche que esperaba como el mí­o, con un crí­o de no más de veinte meses. Rubio, blanquecino, con los ojos enrojecidos y en actitud de guiñapo...Muy enfermo, parecí­a. La madre rogó a voces a los policí­as que les abrieran paso hasta el hospital (el Materno está muy cerca de donde nos encontrábamos). El policí­a se acercó, como si no comprendiera (debí­a de andar soñando con porras, taquillas y esposas...), y en ese momento el cacharrito del paso se puso en verde y continué circulando.
Avancé a trote cochinero, por ver si, efectivamente, la policí­a meneaba el culo. A ese ritmo no tardé ni dos minutos en dejar el hospital infantil a mi izquierda. No habí­a habido despliegue de sirenas. Me sentí­ tela de estúpido. De haber tenido una porra a mano y dos policí­as a tomar por culo, hubiera doblegado a aquella cerda vestida de azul, delante de la madre cuyo hijo se estaba muriendo, porque...¿a qué viene que nos pasemos la puta vida esperando a que se cambien los semáforos para andar o estar parados? ¡¿A qué?!

ferdinand

Simplemente aprendiendo a manejar los ojos, a moverlos adecuadamente barriendo el espacio, a imaginarlos cuando los tienes cerrados, a ocultarlos cuando están de más...se obtiene una ventaja bastante grande. Es conocida la comparación del mundo con un libro, pero no por ello menos cierta. Lean, y verán cosas inverosí­miles. Lean, y verán lo que se muestra y lo que no se quiere mostrar. Lean y barran con su mirada todas esas paredes y a todas esas personas. Flotando. Y cuando uno se hace liviano parece que existe más, pues se vací­a. Cuanto menos cosas llevamos dentro, más grandes somos......Aspirar a manejar el mundo con cuatro palabras pero quinientas mil sensaciones. El imposible. Todo es imposible.