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Iniciado por Scardanelli, Marzo 07, 2006, 07:05:41 PM

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Scardanelli




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¡Oh, Éter, padre! Nunca hombre o dios alguno
fue conmigo tan cariñoso y fiel como tú.
Aún antes que mi madre me tomara en sus brazos
y bebiera en sus senos, me abrazabas tiernamente,
y vertiste en mi naciente pecho,
con el soplo sagrado, tu elixir celestial!


A los seres no les basta para crecer el alimento terreno.
Pero tú los nutres a todos con tu néctar, oh Padre.
Y el aire vivificante que surge de tu eterna plenitud,
corre a raudales por todos los vasos de la vida.
Y así­, todos los seres te quieren, te buscan,
y, durante su feliz crecimiento,
se esfuerzan sin cesar por llegar hasta ti.


¡Divino! ¿No te busca con sus ojos la planta?
¿No te tiende sus tí­midos brazos la maleza?
Para uní­rsete, la semilla cautiva rompe su vaina.
Para bañarse en tus vivificantes ondas
el bosque sacude su manto de nieve,
como si fuera un ropaje inoportuno.


Hasta los peces saltan a la superficie del agua
y brincan, ávidos, fuera del espejo centelleante
del rí­o, como si también ellos quisieran
dejar su cuna para ascender a ti.
Y los nobles animales terrestres cobran alas
cuando el potente impulso de su secreto amor por ti
los domina y los solivianta.

El soberbio corcel desdeña el suelo y tiende,
como un arco de acero, su pescuezo en el aire,
mientras su casco apenas va tocando el suelo.
La pezuña del ciervo sólo como jugando roza
la brizna de hierba, y leve como céfiro
atraviesa de un salto el espumoso arroyo
que se despeña, y mientras salta de una orilla a otra,
apenas se le ve entre los matorrales.


En cambio, los pájaros, favoritos del Éter,
habitan y juegan alegres en el palacio eterno
de su Padre. Hay allí­ lugar para todos,
la senda de ninguno está trazada. Y libres,
grandes y pequeños revolotean en la morada.
Oigo sobre mi cabeza su gozoso clamoreo,
y mi corazón, presa de un extraño anhelo,
se siente atraí­do por ellos. Pareciera
que un dulce paí­s me llamara desde lo alto.
Querrí­a trepar a las cumbres de los Alpes
y allí­ suplicar al águila veloz, que antaño
puso en brazos de Zeus al niño bienamado,
que me arranque de mi cautiverio
y me transporte al palacio del Éter.


Nosotros, insensatos, damos vueltas en vano
por la tierra. Y como la vid, cuando se ha roto
la estaca que al cielo guiaba sus sarmientos,
también nosotros vagamos por los caminos,
con el deseo incesante de entrar en tus jardines.


Nos arrojamos sobre las olas de los mares,
tratando de saciarnos en espacios más abiertos,
y el oleaje infinito juguetea con nuestra nave
y el corazón se regocija ante las fuerzas
del dios del mar. Sin embargo, nada nos satisface.
Un piélago más hondo nos llama con ondas más sutiles.
¡Oh, quién pudiera llevar nuestro errante barco
a esas riberas de oro, allá en lo alto!


Pero mientras yo sueño con vagas lejaní­as
donde con tu onda azulada enlazas ignoradas orillas,
tú mismo, ¡Éter!, desciendes susurrante
de las cimas florecidas del huerto. Y así­ revivo,
dichoso como antes, con las flores de la tierra.

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

adolf

#1
¿Es esto un hilo sobre arte? Que bien, gracias

Este cuadro es uno de mis favoritos. Resume con un despliege de medios mí­nimo toda la esencia de la pintura romántica y a la vez deja adivinar todo un mundo, aquel que se cernia sobre la pintura de la epoca y que Friedrich y Turner (otro de mis favoritos del momento) impulsaron con ese estilo que, si bien se encuadra dentro de la pintura romantica, es definitivamente parte de la modernidad en la que se forjaron las vanguardias artisticas del siglo XX. Aunque tiene otros cuadros maravillosos, desde mi punto de vista este es el mas interesante. Se adelanta al simbolismo, a la abstraccion y al impresionismo y deja en pañales a la pintura contemporanea del momento que salvo contadas excepciones se conforma con una pintura efectista y decimononica que aun sangra las heridas del rococo (¿hay algun periodo artistico que sea tan poco interesante, por no decir deleznable?).

Es curioso, yo me imaginaba este cuadro, o muy grande, o muy pequeño, pero no en las proporciones que me encontre al visitarlo por primera vez (bendito Berlin). mide poco mas de 1m x 1,70 y la mirada lo abarca sin perder detalles. Uno puede aprecia la textura y la pincelada sin tener que acercarse tanto como la mayoria de los cuadros romanticos o del mismo autor que tienen un formato mucho mas pequeño o mucho mas grande. Es perfecto.

Es facil apreciar un cuadro de Munch, todo gesto y expresión, un Velazquez, virtuosismo pictorico, un Picasso revolucionario o a Malevitch, el concepto puro y duro. Pero en este cuadro hay que hacer un esfuerzo mas grande, el motivo en sí­ es casi Kitsch y la tematica casi que podria llamarse simplista y facilona. Y aun así­ el genio de Friedrich conjura todos los elementos necesario para dotar a su pintura de la altura necesaria para hacer del tema algo entre sagrado y humano, divino y terrenal, y del motivo hace un alarde de sintetismo 
que solo mas tarde con gaugin encuentra su homologo. Todo ello con una picelada y una composicion muy moderna que en aquella epoca debio de causar estragos. El fondo mezcla elementos de simbolismo (estamos hablando, si mal no recuerdo de 1810, casi 80 años antes de que el termino fuera oficial) y abstraccion. El color, aplicado con pinceladas muy sueltas que ya anuncian el impresionismo, tiene una funcion simbólica, que no iconográfica y es ahí­ donde marca la ruptura con la pintura precedente, pintura donde los colores tienen jerarquia y significado, sí­, pero estrictamente iconograficos.
La composicion es arriesgada, carente de los elementos usuales que generan unidad en un cuadro. Hasta este momento creo que una horizontal como la que nos muestra Monje frente al mar es inaudita, Quien no ha pensado alguna vez, viendo este cuadro, en la similitud que guarda con un Rothko. La figura del monje, desproporcionalmente 
pequeña genera la unica vertical del cuadro uniendo de forma simbolica lo etereo y lo terrenal pero acentuando la idea que Friedrich nos quiere transmitir.

en fin, que os invito a sumergiros en el glorioso mundo de la pintura.

Scardanelli

He modificado el enlace porque habí­a un error. Ahora creo que sí­ podréis disfrutar de esa excelente y misteriosa canción para piano y coro.

Si no es así­, gritad.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Scardanelli

Hola, Adolf.

El hilo no va exactamente de arte, pero bienvenido sea éste. En realidad querí­a hacer notar cómo con las nuevas tecnologí­as, y en especial mediante los enlaces, es posible iluminar de forma inédita obras de la más alta cultura que guardan un estrecho parentesco entre sí­, como es el caso de Friedrich, Hí¶lderlin y Schubert. Los tres hablan de lo mismo desde diferentes campos. Este "lo mismo"
es la pérdida y consiguiente búsqueda de lo sagrado en el mundo moderno. El artista sufre y se lamenta porque ha perdido eso que es todo lo que da sentido a su tarea y porque por mucho que lo busca, por mucho que aspira a re-tenerlo, tiene serias dificultades para localizarlo porque ya nada es como antes, cuando la relación entre hombre y dioses no era problemática, o no lo era en el sentido de que el propio establecimiento de la relación está bajo cuestión. Encontrar "aquello", de los intentos de dar respuesta a lo cual por parte del hombre, de las reacciones humanas, surgí­a el arte, se revela misión imposible.

El romanticismo bien entendido supone el origen del cuestionamiento de la modernidad, el principio de la crisis, crisis que tendrí­a su final en el estallido de las corrientes vanguardistas, de ahí­ que se perciban multitud de conexiones entre ambos extremos del proceso. Pero creo que hay que ser precavidos al hablar de precedentes de los "ismos"
de finales del XIX y principios del XX. Ocurre como cuando se dice que Julio Verne es el padre de la ciencia-ficción. Verne escribí­a novela especulativa, narraciones fantásticas de aventuras de contenido cientí­fico, no ciencia-ficción, no sub-género, que no surgirí­a hasta Campbell y el nacimiento de las revistas pulp de los años veinte. Ni siquiera Wells puede encuadrarse dentro del nuevo género, aun representando un filón de ideas que serí­an explotadas hasta la saciedad por aquél. La diferencia entre Wells y la ciencia ficción es que en ésta las ideas del primero están fijadas, estereotipadas, dentro de un sistema genérico que no existe en tiempos de Wells. Digo esto porque en demasiadas ocasiones las explicaciones históricas de los movimientos culturales se extralimitan, sugiriendo conexiones abusivas que avanzan el origen del fenómeno que se trata de aclarar y que, como consecuencia, obtienen lo contrario: desdibujarlo irremediablemente. Por todo esto, no creo que el cuadro del que hablamos se "adelante"
al simbolismo, a la abstracción o al impresionismo si entendemos "adelantar"
como "avanzar lo que luego será", como "anuncio de cosas futuras", como "apunte de algo por venir que en cierta manera ya es ahora en el presente eso que aún no es". Más bien ocurre que, una vez constituidos los movimientos artí­sticos vanguardistas, éstos se reconocen en pinturas anteriores que de alguna forma legitiman sus opciones, o incluso las reinterpretan y se las apropian, incluyéndolas anacrónicamente dentro de su pequeña historia. Esto no quiere decir que dichas obras del pasado no abrieran nuevos caminos, nuevas posibilidades a la pintura que más tarde fueran aprovechadas, pero con distintos sentido, propósito y actitud, por artistas venideros. El simbolismo, por poner un ejemplo, desciende en cierto sentido del romanticismo, pero en el romanticismo no hay ni rastro de elementos simbolistas. Puede haber sí­mbolo, y mucho, pero en absoluto simbolismo.

Respecto al kitsch, no deja de ser chocante ésa propensión de la cultura alemana a lo hortera, a lo que pretende ser bello sin serlo. Desde el "Fausto"
de Goethe al "Fausto"
de Murnau, una fuerte tendencia kitsch recorre la mayorí­a de las obras y autores de Alemania, pasando por Hí¶lderlin, Novalis, Friedrich, Nietzsche, Mann y Heidegger. La belleza de su arte no suele aparecer allí­ donde parece evidente que habrí­a de surgir por ser el lugar donde apunta el propósito del artista, sino de soslayo, como "a pesar de". Muchos motivos de Friedrich, y así­ también el modo de resolverlos, son innegablemente kitsch, pero al mismo tiempo su arte se sobrepone a la caí­da y logra con estos elementos antiartí­sticos que en un estrato superior se forme belleza. Este es un fenomeno tan frecuente en la moderna tradición alemana como poco, o nada, estudiado. En el caso de Friedrich la superación se logra con la impregnación de toda la obra por el elevado espí­ritu del artista, que dispone de forma peculiar, inimitable, lineas y colores, expresando un profundo significado de carácter sagrado. Mejor dicho, logrando que todo en su pintura signifique un don misterioso. Y en este punto es donde Friedrich entronca con Hí¶lderlin y Schubert.

El tema recurrente en la obra de Friedrich, y en concreto en este cuadro, es la reunión del cielo y la tierra, reconciliación que en la modernidad parece haberse hecho imposible. En torno a este problema gira toda la producción hí¶lderliniana y, me arriesgo a afirmar, también la mayor parte de composiciones de Schubert, sólo que en ese caso la preocupación del artista es menos evidente debido al intenso grado de abstracción y depuración que implica la música occidental culta. En los tres casos de autores románticos citados se representa el imperioso anhelo del desgarrado hombre moderno por recuperar el desaparecido plano de lo sagrado. Esto y no otra cosa es el romanticismo, que terminará cuando, con la exacerbación del nihilismo, el ámbito de lo sagrado deje ya de ser percibido incluso por los espí­ritus más atentos y dotados. Y aquí­ surge una nueva pregunta: ¿A qué etapa corresponden entonces los pensadores y artistas, como Heidegger, Rilke y Rothko, que vuelven a advertir eso que parecí­a esfumado para siempre? ¿Son neo o post-románticos o bien profetas de un nuevo espí­ritu? ¿O acaso simples reaccionarios con atractivo aderezo revolucionario? En mi humilde opinión se trata de precursores, de preparadores de una nueva relación, esta vez libre y desprejuiciada, no dogmática pero tampoco arbitraria, sino asentada en las experiencias más sólidas y fiables de la tradición occidental, con lo sagrado.

Que el romanticismo, el auténtico, no su banalización en un estereotipo cursi, es eso que digo lo prueba, por ejemplo, que en lugar del poema de Hí¶lderlin que acompaña al cuadro de Friedrich bien podrí­an haber ido estos famosos versos de otro insigne romántico, del desdichado Leopardi, relativamente alejado de la influencia germánica:


EL INFINITO

Siempre caro me fue este yermo cerro
y esta espesura, que de tanta parte
del último horizonte el ver impide.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios a su extremo, y sobrehumanos
silencios, y hondí­simas quietudes
imagino en mi mente;
hasta que casi
el pecho se estremece. Y cuando el viento
oigo crujir entre el ramaje, yo ese
infinito silencio a este susurro
voy comparando: y en lo eterno pienso,
y en la edad que ya ha muerto y la presente,
y viva, y en su voz. Así­ entre esta
inmensidad mi pensamiento anega:
y naufragar en este mar me es dulce.

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.