Hilo para escritos de asfalto.

Iniciado por malika, Febrero 09, 2007, 07:59:05 PM

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Nicotin

¿Qué es eso? ¿Una especie de metáfora?

Me temo que no me he levantado muy profundo hoy.
CitarPitita Ridruejo dice:
el otro dí­a ví­ a un tipo con un perro, y lo vi 5 minutos escasos, y dijo lo mí­nimo, pero yo digo: chalao.

malika

Cita de: Nicotin en Agosto 26, 2007, 01:35:45 PM
¿Qué es eso? ¿Una especie de metáfora?

Me temo que no me he levantado muy profundo hoy.


¿Y yo qué sé?; jugaban, cuando lo escribí­, el azúcar de caña y el limón murciano en el cielo de mi paladar.


(Le echaré la culpa al juez de silla)

Nicotin

Eso, hablemos de tenis. Al menos entenderé alguna puta palabra de lo que dices.
CitarPitita Ridruejo dice:
el otro dí­a ví­ a un tipo con un perro, y lo vi 5 minutos escasos, y dijo lo mí­nimo, pero yo digo: chalao.

malika

Cita de: Nicotin en Agosto 27, 2007, 02:05:50 PM
Eso, hablemos de tenis. Al menos entenderé alguna puta palabra de lo que dices.


Dichoso tú que todaví­a te asomas al alma humana (es una presunción tratándose de mí­) con el microscopio de la sinceridad, esa lupa forense.

Out!)

Nicotin

Y qué, quién piensas que ganará el US Open.
CitarPitita Ridruejo dice:
el otro dí­a ví­ a un tipo con un perro, y lo vi 5 minutos escasos, y dijo lo mí­nimo, pero yo digo: chalao.

malika


Abandonó la nochebuena familiar como el capitán debe evacuar los barcos que se van a pique, asegurándose de que la única con vida dentro de aquella casa que aborrecí­a era ella. Su cuñado era ya un cadáver que maceraba en licores de diversa graduación. Y su hermana, que habí­a llegado a duras penas a la habitación, yací­a sobre la cama con los zapatos puestos y un ronquido rí­tmico de búfalo abatido a punto de extinguirse. Se engalanó con sus pantalones favoritos de ante antracita que le daban el aspecto de una sombra ágil y rectilí­nea; su vieja camiseta de Saas Fee y la chupa de cuero de segunda mano que le trajo de Londres un novio asmático.

Le cogió la moto a su cuñado y el casco a su hermana. El camino, ya conocido, no fue ni corto ni largo. Salí­a de la ciudad y, tras dejar atrás las luces navideñas de varias poblaciones, se convertí­a en un océano de robles a babor y a estribor. Dejó la moto en el inicio de la pista; el casco, en el manillar, y las llaves puestas. Continuó caminando. Al cabo de un rato, el senderó transformó el robledal en una marejada de olas calizas, la cresta de un karst. Trepó un poco y se encontró en su lugar, allí­ donde querí­a ir para permanecer: al centro del mundo. Y será en ese lugar donde la bala llegará donde ha de llegar, sin respetar la olvidada intención con que fue arrojada.





a priori

Me gustarí­a hablar de una mujer especial.  Le llamaremos Rebeca.


Ella brilla entre las demás porque carece de pudor existencial.  Tiene el pronto del rey cuando no dejan hablar a Zapatero y la sinceridad de Acebes cuando explica un atentado.

Pensé que no habrí­a ya una mujer capaz de conmoverme como lo ha hecho ella.

Tiene ese complejo brillo que muy pocas mujeres poseen; algo así­ como una mezcla entre Teresa Fernández de la Vega y Michelle Jenner.

Nadie puede criticar su estilo porque son incapaces de imitarlo.  Vomita sus ideas con tanta fuerza que la huida es la única forma de respuesta cuando miras sus ojos.

Es una mujer que terminará siendo prohibida para que su género no quede en entredicho. 

Hace un ratito que se levantó de mi cama y no sé si debo esperar o ducharme.

Soker

Cita de: malika en Diciembre 26, 2007, 07:24:53 PM

Abandonó la nochebuena familiar como el capitán debe evacuar los barcos que se van a pique, asegurándose de que la única con vida dentro de aquella casa que aborrecí­a era ella. Su cuñado era ya un cadáver que maceraba en licores de diversa graduación. Y su hermana, que habí­a llegado a duras penas a la habitación, yací­a sobre la cama con los zapatos puestos y un ronquido rí­tmico de búfalo abatido a punto de extinguirse. Se engalanó con sus pantalones favoritos de ante antracita que le daban el aspecto de una sombra ágil y rectilí­nea; su vieja camiseta de Saas Fee y la chupa de cuero de segunda mano que le trajo de Londres un novio asmático.

Le cogió la moto a su cuñado y el casco a su hermana. El camino, ya conocido, no fue ni corto ni largo. Salí­a de la ciudad y, tras dejar atrás las luces navideñas de varias poblaciones, se convertí­a en un océano de robles a babor y a estribor. Dejó la moto en el inicio de la pista; el casco, en el manillar, y las llaves puestas. Continuó caminando. Al cabo de un rato, el senderó transformó el robledal en una marejada de olas calizas, la cresta de un karst. Trepó un poco y se encontró en su lugar, allí­ donde querí­a ir para permanecer: al centro del mundo. Y será en ese lugar donde la bala llegará donde ha de llegar, sin respetar la olvidada intención con que fue arrojada.








Ella se levantó de la mesa dispuesta a abandonar el ágape familiar
-   Pero, ¿adónde vas, hija? â€" dijo su madre
-   ¿Que adónde voy? Pues a buscar una bala, ¡adónde voy a ir!
-   Pero mujer, que es nochebuena.
-   ¡Como si son Reyes!
-   Pero cómo…
-   Como â€" atajó nuestra heroí­na â€" el capitán debe evacuar los barcos que se van a pique
-   Pero, cariño, antes de irte,  ¿te has asegurado al menos que eres la única con vida dentro de esta casa que aborreces?
-   ¡Hombre! Es que si no, no me iba.
-   Claro
Su cuñado era ya un cadáver que maceraba en licores de diversa graduación.
-   ¿Borracho?
-   ¡Vamos! Como una cuba
Y su hermana, que habí­a llegado a duras penas a la habitación, yací­a sobre la cama con los zapatos puestos y un ronquido rí­tmico de búfalo abatido a punto de extinguirse.
- ¿Su hermana también?  Menuda pareja.
Se engalanó con sus pantalones favoritos de ante antracita
-   Uy, hija, qué aspecto más fenomenal de sombra ágil y rectilí­nea te dan esos pantalones â€" le dijo la madre al verla
-   ¡A que sí­! Me encantan. ¿Y qué te parece mi vieja camiseta Saas Fee?
-   ¿Qué…? ¿Y esa chupa? No te la habí­a visto â€" dijo la madre, que se fijaba en todo
-   ¿Te acuerdas de aquel novio asmático que tuve una vez?
-   ¿Qué  se llamaba Fernando?
-   No, ese era el tí­sico. Me refiero a uno que era pobre y se fue a Londres porque creí­a que allí­ ataban los perros con longaniza.
-   Pues no, no me acuerdo.
-   Me la regaló él. Bueno, me voy. Dile a este macerado en licores de distinta graduación que le cojo la moto, y a la de los bufidos de búfalo abatido que la cojo el casco, que ya lo devolveré todo

El camino, ya conocido, no fue ni corto ni largo. Normalito. El tí­pico camino, ni corto ni largo que lleva al centro del mundo.

Salí­a de la ciudad y, tras dejar atrás las luces navideñas de varias poblaciones, se convertí­a en un océano con marejada de olas calizas de robles a babor y a estribor.
-   ¿Y a popa?
-   ¡Y yo qué sé!

Dejó la moto en el inicio de la pista;
-  Esto es lo que yo buscaba, la pista â€" se dijo nuestra heroí­na alborozada.
Dejó el casco en el manillar, y las llaves puestas.
- Muy confiada me parece a mi la chica...
Continuó caminando.
Al cabo de un rato, el senderó transformó el robledal en una marejada de olas calizas
-   Disculpe, pero esto no lo he entendido
-   ¿No?
-   No señor, no.
-   ¿Sabe usted lo que es la cresta de un Karst?
-   Pues no.
-   Claro, entonces no me extraña que no lo entienda.
. Trepó un poco y se encontró en su lugar, allí­ donde querí­a ir para permanecer: al centro del mundo. Y será en ese lugar donde la bala llegará donde ha de llegar, sin respetar la olvidada intención con que fue arrojada.
-   Bueno â€" se dijo nuestra heroí­na â€" espero que la bala llegue pronto, porque hace un frí­o…
Al cabo de dos horas, nuestra heroí­na, alzándose, gritó al vací­o
-   ¡Por el amor de Dios! ¡Alguien quiere disparar de una vez la puta bala! ¡Me estoy quedando tiesa!



Dionisio Aerofagita

EL CENTINELA

Mañana lloverá, entretanto
son las diez de la noche y dos gárgolas lumpérrimas custodian la calle, no vayan a pasar los granujas. La una, un amasijo de huesos envuelto en mantas grises, se revuelve entre sueños invernales con el lento ritmo que caracteriza a las estatuas metafóricas. La otra podrí­a ser un chulo de barrio con gorra y barba de tres dí­as; lo cierto es que se apoya en la pared con la pierna flexionada, bajo las luces navideñas, retando a los transeúntes, orgulloso de ser el legí­timo propietario de la esquina de la izquierda, de cara hacia la plaza iluminada. La vieja que pasa se asoma a los ojos de la esfinge y descubre en sus párpados cerrados que el centinela duerme erguido un sueño opiáceo. Paso libre. Olvida
que el sueño de las piedras no es profundo  y que el centinela sigue allí­, bajo las luces de colores, vigilando la entrada de la calle desde la plaza iluminada, no vaya a ser que pasen los granujas.
Que no sean muchas tus palabras, porque los sueños vienen de la multitud de ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.