Sentido

Iniciado por Scardanelli, Febrero 05, 2008, 02:34:49 AM

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Scardanelli

SENTIDO



- ¿Cómo debe conducirse un hombre? -consulté al sabio más grande de la tierra- ¿Cuál es la vida más feliz, la más hermosa y buena? ¿Qué sentido hemos de darle a nuestra existencia? Maestro, he venido de muy lejos para hallar una respuesta indudable, porque ésta es una época demasiado extraña, endeble y movediza y hasta hoy ninguna enseñanza me ha orientado correctamente. ¿Qué debo hacer para vivir con justicia? ¿Reducirme hasta alcanzar el tamaño de la más insignificante de las lombrices? ¿O, al contrario, engrandecerme sin mesura, como una colosal montaña inamovible?

El noble anciano vagabundo, consumido por la edad, vestido con mugrientos andrajos que apenas le protegí­an del viento helado del invierno, sentado sobre la hierba con las enclenques piernas cruzadas, los ojos entrecerrados y la frente surcada por las arrugas, guardaba un silencio absoluto mientras, distraí­damente, jugaba con una ramita con la que incordiaba a las muchas moscas que le rondaban la calva. Yo insistí­, desplegando mi mejor oratoria, pues creí­a que así­ aparecerí­a ante sus ojos como una persona digna de aspirar a convertirse en su discí­pulo, aunque de todos fuera conocido su extravagante rechazo de los seguidores:

- ¿Es preferible endurecerse como las rocas o fluir como el rí­o? ¿Volverse perfecto y cerrado como la esfera siempre idéntica, que en sí­ misma encuentra la satisfacción de todos sus movimientos, o acoger en nuestro cambiante seno las innumerables variaciones del cosmos, como si fuéramos receptáculos sin fondo, albergues sin confí­n, cuencos universales dispuestos a hospedar a los seres más distintos? ¿Hemos de vivir con la mirada puesta a todas horas en los juicios sobrenaturales que se iniciarán tras la muerte o acaso es este imperfecto, absurdo y caótico mundo presente el único destino auténtico del hombre? ¿Cómo hallaré la verdad más sólida posible, la más consistente y divina? ¿Mediante una esforzada vida de osado pensamiento, a través de la serena contemplación de la belleza más sagrada o gracias al desinteresado y piadoso cuidado de mis semejantes? ¿Hago bien si me alejo de los hombres en busca de la naturaleza solitaria y sus enigmas oscuros o es mejor que regrese al corazón del pueblo que actúa, que alborota y domina la materia en medio de la luminosa confusión de las opiniones y los bienes? ¿Me aconsejas la inquebrantable dulzura del manso o la resonante arrogancia del valiente? ¡Ay, Maestro estimado, Mentor excelente, cuánto darí­a por escuchar una palabra, firme y categórica, que me salvara de manera definitiva de esta eterna condición miserable!

Sin poder disimular el orgullo que expresaba mi rostro por haber bordado un discurso tan brillante, tan equilibrado en su mezcla de franca inquietud y de afectada emoción, y convencido de que debí­a de haber causado una grata impresión en el distante sabio, esperé ansioso a que pronunciara alguna amable palabra. Pero él continuaba tan mudo como al principio y, al notar que parecí­a estar dando unas ligeras cabezadas, temí­ que se hubiera quedado transpuesto mientras yo andaba enfrascado en soltar mi extensa y florida demanda. Carraspeé a propósito para ver si así­ me prestaba alguna atención. De repente, el cansado anciano volvió en sí­, miró a su alrededor con la perplejidad del que se despierta desorientado de una siesta y musitó con un casi imperceptible hilillo de voz:

- Dime, jovencito, ¿por qué este empeño en saber qué tiene que hacer un hombre para llegar a ser virtuoso? ¿Acaso te propones hacer de tu existencia una obra artí­stica tan perfecta y tan pura que admire a las gentes? ¿Aspiras a llegar hasta el término de tus dí­as ejecutando un irreprochable concierto de decisiones sin error, de trances sin tropiezos? ¿Anhelas la revelación del santo camino, de la vereda que ha de seguir el hombre si se propone tejer una armónica biografí­a carente de discordancias? ¿O me equivoco?

- ¡Sí­, sí­, lo habéis comprendido, oh clarividente! ¡Eso es justo que quiero: no dar nunca un mal paso! ¡Encaminadme, os lo suplico! - respondí­ entusiasmado.

Entonces el raquí­tico filósofo, que meditaba a la sombra de un viejo y venerable árbol, se puso en pie con extrema cachaza, acarició sus largas barbas encanecidas, me observó de la cabeza a los pies con sus centenarios ojillos orientales, que me recordaban los de una astuta ave de presa, y, sin mediar aviso, me arreó un soberbio y sonoro bofetón.

- Pues sí­ que empiezas bien, muchacho...

Y se alejó renqueando mientras se partí­a de risa. Sus alegres carcajadas aún retumbaban en mis oí­dos cuando lo vi perderse para siempre en la boscosa espesura.

Pese al escozor que me habí­a producido el sorprendente guantazo; pese al vertiginoso hundimiento de todas las doctrinas ejemplares que aquel rarí­simo sabio acababa de escenificar para mí­; pese al brutal estilo que empleaba el gran hombre para enseñar, tan sólo mediante un mí­nimo, rotundo e inolvidable gesto, que no es posible enseñar ninguna tesis, ni siquiera la tesis de la imposibilidad de enseñar ninguna tesis; pese a que quizá esta apresurada interpretación, que improvisé en aquel momento y que ahora repito ante tan distinguido auditorio, no sea en absoluto adecuada; pese a que también es posible que el anciano no hubiera pretendido darme a entender nada de nada; pese a que, a lo peor, el tortazo no fue otra cosa que el arbitrario reflejo de un viejo chocho, de un eremita chiflado o de un bromista cruel; pese a que no podí­a descartarse que esta historia careciera por completo de lección, como les ocurre a las mejores historias; a pesar de todo, yo estaba verdaderamente feliz: Habí­a sentido.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Barbie

Juro que éste, a diferencia del de Nicotí­n, me lo he leí­do hasta el final. Teniendo en cuenta lo prieto de la letra y que he repasado los últimos renglones -por si me habia perdioalgo- creo que me he ganado un escaloncito más para ascender al cielo de las foreras.

Scardanelli

Je, je.

Seguro que existe una forma menos amarga de cumplir tu sueño.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Scardanelli

He modificado el relato para, en teorí­a, mejorarlo. A ver si así­, restándole hermetismo y procurando no disolver el misterio, si es que tuviera alguno, funciona aproximadamente como yo esperaba, porque si no tendré que volver a cuestionar vuestro jxkslzwrrg entendimiento.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Dolordebarriga

Continúa siendo una puta mierda, Scardi, esta vez te lo digo sin ninguna acritud. Mira, tú post sobre la del Gibson y Jesucristo es bueno, por si te sirve de referencia; si es que acaso mis referencias te han servido alguna vez de algo.


Tu, ya me estoy yendo;

Dolordebarriga




"Yo siempre documento lo que digo"

Scardanelli

No digo que no. Pero tampoco puedo hacer mucho caso de vuestro juicio.

El texto sobre “La Pasión” encaja más o menos en los triviales gustos del areopajita communis y por eso no es tan raro que alguien pueda disfrutarlo. En cambio es muy difí­cil que este tipo de relatos abstractos, en los que no sucede nada o no se entiende en una primera lectura lo que pasa,  y donde lo principal es la idea y su revelación, la reducción de un irresoluble problema filosófico a un clarificador modelo básico y su chocante y radical desarrollo lógico, no la trama, ni el suspense, ni el artificio, ni el ingenio, ni la descripción del contexto, ni la caracterización de los personajes, ni, en fin, la tramoya clásica de la narrativa prekafkiana, pueda ser apreciado por más de dos lectores, uno de los cuales soy yo y el otro mi abuela con un nick ad hoc.

¿Y entonces por qué lo publico si ya sé que no os va a gustar? Por el mismo motivo por el que desde el primer dí­a participo en este foro, o en lo que ahora sea esto, sin integrarme en ninguna corriente dominante: Por simple y morbosa curiosidad. Pa ver qué pasa.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Dolordebarriga

Es que Scardy, la idea del alumno pedante oriental frente al venerable maestro está tan trillada que hasta la Trinca, ¡La Trinca tí­o, que lo copiaba todo!, la habí­a ya incluido en aquel programa de hace 500 años de sketches   de pseudo humor. Y siendo un tema tan recurrido, o uno sorprende con algo nuevo (como Mon, por ejemplo, con los dejes caribeños y el ritmo sabrosón que le imprime a su relato, relato que también tiene una temática más que gastada desde  "El cuento de La lechera") o el relato acaba careciendo de interés alguno.

Eso si, que sabes escribir es obvio. Que el relato es malo, bajo mi punto de vista, también.

Tu, me continúo marchando;

Dolordebarriga   
"Yo siempre documento lo que digo"

Scardanelli

Pero es que eso que llamas "idea" no es más que la anécdota irrelevante. Me hací­a gracia parodiar el cliché del pequeño saltamontes usando la tí­pica estampa del maestro lacónico y el discí­pulo reverente. Con esa disposición escénica no pretendí­a conseguir nada nuevo. Además me era muy útil para que el lector pudiera distanciarse irónicamente de la trascendencia de la historia. La idea que tení­a en mente, en cambio, era algo así­ como el problema de la transmisión positiva de la virtud, la cuestión de: Si hay un sentido último y no puede explicarse con palabras, porque para explicarlo harí­a falta hacerlo desde un lugar más último y entonces eso explicado ya no serí­a el sentido último, entonces el sabio que comunique una doctrina cualquiera sobre ese sentido incomunicable lo estará traicionando y, por tanto, ya no será un sabio. He aquí­ lo paradójico del modelo maestro-discí­pulo. Por lo tanto tendrá que callar. Pero callar de tal manera que dé a entender algo. Y dar a entender algo ya es decir algo. Esta es la aporí­a de la enseñanza de la verdad filosófica. ¿Y qué ha de decir sin decir? No puede ser el sentido por lo que ya he mencionado, por su carácter indecible. Tampoco puede ser la ausencia de sentido porque eso ya serí­a transmitir positivamente un sentido y, por lo tanto, reconocer la falsedad de la verdad que se transmite. Lo único que se puede decir sin decirlo es que hay sentido, que el sentido está ahí­ y que no hay forma de convertirlo en contenido lingí¼í­stico. Donde digo "sentido" vale decir también "el bien", "la verdad", "la esencia", "el ser" o como se lo quiera llamar. Y ya está explicado el chiste.

Aunque reconozco que es un fracaso no haber sido capaz de hacerlo ver.
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.