Qué, y cómo, comunica una frase irónica

Iniciado por javi, Enero 04, 2008, 08:17:16 AM

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El Miserable


Scardanelli

Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenení§ia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.

ENNAS

Salud,

Creo que la ironí­a es un recurso -no un discurso- que tenemos idealizado en exceso por mor de las comedias televisivas. Escena tí­pica: El protagonista recita su parlamento mientras su contraparte pone cara de alelado y suenan risas enlatadas.

Cuando intentamos trasladar esto a la vida real, no nos funciona casi nunca por las siguientes razones:

La ironí­a no requiere una inteligencia privilegiada. Hasta el obrero más zafio, ése que solo lee el Marca y con apuros, mañana mientras desayuna será capaz de ironizar sobre la derrota del Real Madrid: -“El Madrid el sábado, bien ¿no?”.

Ironizar es un modo de socializar. No hay nada de rebelde o innovador en la ironí­a. No aspira a cambiar el orden establecido, al contrario necesita de la realidad para pronunciarse.

Y para ello es necesario que tanto el emisor como los receptores tengan la misma información de base. Ej: Yo digo “¡Vaya dí­a hace hoy!” (en Madrid, mucho frí­o) y quien esté en otra parte me puede contestar con ingenua sinceridad que si, que donde está hace muy buena tarde. Ironí­a fallida.

Recurrimos al desdén para ocultar nuestra impotencia. Una de las cosas que más he notado al buscar ejemplos, es que ironizamos sobre aquello que no tenemos poder para cambiar (el gobierno, el resultado de un partido, el clima…). Siendo así­ que superamos nuestra frustración tanto si hiperbolizamos la realidad hasta hacerla caricaturesca, como si nos limitamos a expresar con sorna nuestra opinión, tan distante de los hechos reales.

Hablamos con retranca por cobardí­a. Somos una generación comodona â€"que no epicúrea-. No atreviéndonos a expresar nuestras propias opiniones sin tapujos, preferimos recubrirlas de un velo humorí­stico para no exponernos ni a la confrontación ni al ridí­culo.

La ironí­a no te hace elegante ni sutil. Hay personas que por su carácter sociable, adquirido por el método de ensayo y error, saben cuando pueden ironizar y cuando las gracietas resultan importunas o molestas. Pero no todos tenemos esas aptitudes. Y prestamos atención a las conversaciones ajenas sólo para poder colocar nuestra morcilla. Nos volvemos unos disruptores de la comunicación. No proponemos temas, no dialogamos, lo único que hacemos es interrumpir extemporáneamente, demandando a los demás una atención que distamos mucho de merecer.

Y si la gente no nos rí­e el chiste, preferimos refocilarnos en la autocomplacencia y pensar que son zonzos y no nos entienden. Nada más lejos de la verdad: Te entendieron y no le vieron la gracia. Con el tiempo esta constante negación de la realidad te transforma en un ser bascoso, molesto, sin tacto cuyo contacto rehuyen los demás. Pero lo peor de este ‘pensar a la contra’ es que ya lo has trasladado a todos los órdenes e incluso cuando hablas en serio, explicas las cosas al revés de cómo son por mera torpeza.

En fin, por decir algo positivo, digo que es preferible usar la ironí­a espaciadamente, no ser un chinche y mostrar más autocrí­tica cuando no nos la rí­en: Un chiste que hay que explicar, es un mal chiste.

Gracias por su atención,

firmado

Cuánto puede llegar a decir un triste hilo sobre el estado de este foro...

Ariete

Cita de: ENNAS en Febrero 17, 2008, 08:04:09 PM
Salud,

Creo que la ironí­a es un recurso -no un discurso- que tenemos idealizado en exceso por mor de las comedias televisivas. Escena tí­pica: El protagonista recita su parlamento mientras su contraparte pone cara de alelado y suenan risas enlatadas.

Cuando intentamos trasladar esto a la vida real, no nos funciona casi nunca por las siguientes razones:

La ironí­a no requiere una inteligencia privilegiada. Hasta el obrero más zafio, ése que solo lee el Marca y con apuros, mañana mientras desayuna será capaz de ironizar sobre la derrota del Real Madrid: -“El Madrid el sábado, bien ¿no?”.

Ironizar es un modo de socializar. No hay nada de rebelde o innovador en la ironí­a. No aspira a cambiar el orden establecido, al contrario necesita de la realidad para pronunciarse.

Y para ello es necesario que tanto el emisor como los receptores tengan la misma información de base. Ej: Yo digo “¡Vaya dí­a hace hoy!” (en Madrid, mucho frí­o) y quien esté en otra parte me puede contestar con ingenua sinceridad que si, que donde está hace muy buena tarde. Ironí­a fallida.

Recurrimos al desdén para ocultar nuestra impotencia. Una de las cosas que más he notado al buscar ejemplos, es que ironizamos sobre aquello que no tenemos poder para cambiar (el gobierno, el resultado de un partido, el clima…). Siendo así­ que superamos nuestra frustración tanto si hiperbolizamos la realidad hasta hacerla caricaturesca, como si nos limitamos a expresar con sorna nuestra opinión, tan distante de los hechos reales.

Hablamos con retranca por cobardí­a. Somos una generación comodona â€"que no epicúrea-. No atreviéndonos a expresar nuestras propias opiniones sin tapujos, preferimos recubrirlas de un velo humorí­stico para no exponernos ni a la confrontación ni al ridí­culo.

La ironí­a no te hace elegante ni sutil. Hay personas que por su carácter sociable, adquirido por el método de ensayo y error, saben cuando pueden ironizar y cuando las gracietas resultan importunas o molestas. Pero no todos tenemos esas aptitudes. Y prestamos atención a las conversaciones ajenas sólo para poder colocar nuestra morcilla. Nos volvemos unos disruptores de la comunicación. No proponemos temas, no dialogamos, lo único que hacemos es interrumpir extemporáneamente, demandando a los demás una atención que distamos mucho de merecer.

Y si la gente no nos rí­e el chiste, preferimos refocilarnos en la autocomplacencia y pensar que son zonzos y no nos entienden. Nada más lejos de la verdad: Te entendieron y no le vieron la gracia. Con el tiempo esta constante negación de la realidad te transforma en un ser bascoso, molesto, sin tacto cuyo contacto rehuyen los demás. Pero lo peor de este ‘pensar a la contra’ es que ya lo has trasladado a todos los órdenes e incluso cuando hablas en serio, explicas las cosas al revés de cómo son por mera torpeza.

En fin, por decir algo positivo, digo que es preferible usar la ironí­a espaciadamente, no ser un chinche y mostrar más autocrí­tica cuando no nos la rí­en: Un chiste que hay que explicar, es un mal chiste.

Gracias por su atención,


¿Esto lo has sacado del Manual de urbanismo y buenas maneras de Carandell?, porque madre mí­a. Yo solo añadirí­a que las chicas deben reir con discreción y tapándose la boca con la mano, pues lo contrario es inelegante y poco femenil.

a priori

Cita de: ENNAS en Febrero 17, 2008, 08:04:09 PM
Salud,

Creo que la ironí­a es un recurso -no un discurso- que tenemos idealizado en exceso por mor de las comedias televisivas. Escena tí­pica: El protagonista recita su parlamento mientras su contraparte pone cara de alelado y suenan risas enlatadas.

Cuando intentamos trasladar esto a la vida real, no nos funciona casi nunca por las siguientes razones:

La ironí­a no requiere una inteligencia privilegiada. Hasta el obrero más zafio, ése que solo lee el Marca y con apuros, mañana mientras desayuna será capaz de ironizar sobre la derrota del Real Madrid: -“El Madrid el sábado, bien ¿no?”.

Ironizar es un modo de socializar. No hay nada de rebelde o innovador en la ironí­a. No aspira a cambiar el orden establecido, al contrario necesita de la realidad para pronunciarse.

Y para ello es necesario que tanto el emisor como los receptores tengan la misma información de base. Ej: Yo digo “¡Vaya dí­a hace hoy!” (en Madrid, mucho frí­o) y quien esté en otra parte me puede contestar con ingenua sinceridad que si, que donde está hace muy buena tarde. Ironí­a fallida.

Recurrimos al desdén para ocultar nuestra impotencia. Una de las cosas que más he notado al buscar ejemplos, es que ironizamos sobre aquello que no tenemos poder para cambiar (el gobierno, el resultado de un partido, el clima…). Siendo así­ que superamos nuestra frustración tanto si hiperbolizamos la realidad hasta hacerla caricaturesca, como si nos limitamos a expresar con sorna nuestra opinión, tan distante de los hechos reales.

Hablamos con retranca por cobardí­a. Somos una generación comodona â€"que no epicúrea-. No atreviéndonos a expresar nuestras propias opiniones sin tapujos, preferimos recubrirlas de un velo humorí­stico para no exponernos ni a la confrontación ni al ridí­culo.

La ironí­a no te hace elegante ni sutil. Hay personas que por su carácter sociable, adquirido por el método de ensayo y error, saben cuando pueden ironizar y cuando las gracietas resultan importunas o molestas. Pero no todos tenemos esas aptitudes. Y prestamos atención a las conversaciones ajenas sólo para poder colocar nuestra morcilla. Nos volvemos unos disruptores de la comunicación. No proponemos temas, no dialogamos, lo único que hacemos es interrumpir extemporáneamente, demandando a los demás una atención que distamos mucho de merecer.

Y si la gente no nos rí­e el chiste, preferimos refocilarnos en la autocomplacencia y pensar que son zonzos y no nos entienden. Nada más lejos de la verdad: Te entendieron y no le vieron la gracia. Con el tiempo esta constante negación de la realidad te transforma en un ser bascoso, molesto, sin tacto cuyo contacto rehuyen los demás. Pero lo peor de este ‘pensar a la contra’ es que ya lo has trasladado a todos los órdenes e incluso cuando hablas en serio, explicas las cosas al revés de cómo son por mera torpeza.

En fin, por decir algo positivo, digo que es preferible usar la ironí­a espaciadamente, no ser un chinche y mostrar más autocrí­tica cuando no nos la rí­en: Un chiste que hay que explicar, es un mal chiste.

Gracias por su atención,



Cita de: ENNAS en Febrero 17, 2008, 12:56:03 PM
... pero es que a mi las mujeres se me dan fatal.

Se entiende perfectamente el motivo.

ferdinand